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Opinión. El doble juego de La Cámpora y el kirchnerismo: una pose crítica para dejar pasar el ajuste

La Cámpora jugó fuerte el 24M pensando en la interna del Gobierno y apostó a una demostración de fuerzas en las calles. Larroque le "recordó” a Alberto Fernández que los votos que lo llevaron a la presidencia son prestados y que no piensan abandonar el Frente de Todos. Sin sacar los pies del plato, el kirchnerismo adopta un discurso crítico para preservarse, pero en los hechos colabora para que pase el ajuste y el acuerdo con el FMI.

Juan Manuel Astiazarán

Juan Manuel Astiazarán @juanmastiazaran

Lunes 28 de marzo de 2022 06:32

Foto: La Cámpora

Foto: La Cámpora

“Primero la patria” podía leerse en la bandera que encabezaba la columna de La Cámpora que salió desde la ex ESMA hasta Plaza de Mayo. La misma frase fue el eslogan que eligió la organización para la transmisión en vivo por Facebook y Youtube, que durante seis horas acompañó la larga caminata.

Entrevistados por los noteros de La Izquierda Diario, muchos y muchas de sus militantes hicieron notar su descontento, manifestaron que esperaban “otro tipo de cosas durante estos dos años” y se mostraban apesadumbrados por el nuevo acuerdo con el FMI. A pesar de algunos carteles que se veían contra el organismo en la movilización y del voto negativo de sus diputados en el Congreso, la convocatoria oficial no incluyó ninguna referencia a ese nuevo pacto de coloniaje que aseguran rechazar. Es tan cierto que la marcha fue el mensaje como que ese mismo mensaje juega con una fuerte ambigüedad, muy difícil de disimular.

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Esa ambigüedad ya es un rasgo característico de la agrupación que conduce Máximo Kirchner y que disputa su cuota de poder al interior del Frente de Todos y del Partido Justicialista. Un dato no menor es que en la movilización estuvieron varios de los intendentes que días atrás emitieron un documento que reivindicaba “el gesto extraordinario” de Cristina en 2019 para lograr la unidad y que ahora le pedía al presidente “los máximos esfuerzos” para garantizar la mesa de las familias argentinas.

Máximo Kirchner volvió a jugar con esa ambigüedad y en la transmisión de la movilización aseguró: “Cuando decíamos que había que bancársela con los fondos buitre era porque no queríamos lo que estamos viviendo hoy. Lo dijimos en todos los idiomas posibles, pero nosotros no manejamos los canales de TV. En los últimos 50 días todos los canales se dedicaron a criticar nuestra postura contra el FMI. Uno elige entre los estudios de televisión o la calle y la gente, esto está claro”.

La frase, con cierto tono de épica, encierra dos datos que no son ciertos. Por un lado basta recordar el texto que él mismo publicó cuando renunció a la presidencia del bloque en Diputados, asegurando que en 2020 acompañó con su voto la ley para reestructurar la deuda privada (los famosos fondos buitre) “a pesar de estar en profundo desacuerdo con algunos de sus artículos”. Por el otro, remarcar que “en la calle” La Cámpora y las organizaciones sindicales, estudiantiles y sociales que influencia el kirchnerismo, brillaron por su ausencia el día de la aprobación del acuerdo con el Fondo Monetario.

Este último punto es clave: a pesar del ruido interno, la continuidad del Frente de Todos no está puesta en juego (al menos por ahora) y el kirchnerismo muestra que no está dispuesto a abandonar el barco aunque se muestre crítico. Por eso utiliza la calle como escenario de demostración de fuerzas hacia la interna, pero la esquiva a la hora de poner las organizaciones que dirige para enfrentar el rumbo que públicamente critica. Una política de arrodillarse ante el hecho consumado, para dejar correr el ajuste y el pacto con el FMI, mientras se diferencia para autopreservarse como corriente política.

Esta “estrategia” (si es que se la puede llamar así) de diferenciación y autopreservación tiene dos objetivos que van de la mano. Por un lado, no pagar el costo de las decisiones de Gobierno que traerán peores condiciones de vida para la inmensa mayoría de la población. Por el otro, actuar como un factor de contención para que el descontento no sea canalizado por la izquierda, una tendencia que preocupa al interior del kirchnerismo que ve como la influencia política de “los troskos” se extiende sobre su propia base social.

Por último, pero no menos importante, la apuesta del kirchnerismo se encuentra cruzada por todo tipo de especulaciones de cara a las elecciones del año que viene. Desde esa óptica hay que interpretar las palabras de Andrés “Cuervo” Larroque cuando en una entrevista radial aseguró: "No nos podemos ir de algo que nosotros gestamos. El Presidente fue jefe de campaña de un espacio que sacó el 4% en la provincia de Buenos Aires. Cristina fue la que propuso su candidatura".

La frase, además de recordarle al presidente que los votos que lo impulsaron a la presidencia son prestados, juega con una idea que ya adelantó la carta “Moderación o pueblo”: mantener la unidad para evitar que regrese la oposición de derecha y al mismo tiempo pelear para cambiar “la orientación de las políticas”. Es decir, convencer a las millones de personas que votaron a este gobierno y que hoy se sienten defraudadas, que la salida no pasa por enfrentar abiertamente los planes de hambre y de miseria que vendrán de la mano del acuerdo con FMI, sino que las cosas pueden ser distintas si se da una pelea desde adentro del Gobierno.

Pese a las ilusiones que buscan recrear, no hay alternativa de cambiar este rumbo si no es enfrentando las políticas que hunden a millones en la pobreza, empezando por la estafa de la deuda macrista que el Gobierno acaba de reconocer. Lejos de esa realidad, el kirchnerismo se limita a levantar un discurso crítico, por momentos hasta casi “opositor”, como forma de preservarse a medida que avanza la crisis. Un doble juego que puede generar ilusiones en algunos sectores, pero que en los hechos sólo es funcional a que avance el ajuste y se siga fortaleciendo la oposición de derecha.