Un libro sobre los desaparecidos en Racing y una lucha por la memoria que también es parte de la historia del fútbol.
Alejandro Wall @alejwall
Sábado 2 de diciembre de 2017
Alejandro Almeida era hincha de Racing. De chico iba poco al Cilindro. Casi nunca. Pero le gustaba jugar al fútbol y sus padres le regalaron una pelota. Hasta que un día la perdió. O eso se creyó. Porque cuando tuvo que explicarle a sus padres, Alejandro contó la verdad: le había regalado la pelota a unos pibes que no tenían con qué jugar. De más grande, llegó a probarse en Racing. Y jugó al rugby en el Club Porteño. El 17 de junio de 1975 lo secuestró un comando de la Triple A. Era militante del ERP. Tenía 20 años y todavía pensaba en Racing. Su mamá es Taty, Madre de Plaza de Mayo.
La historia de Alejandro es una de las once incluidas en el libro Los desaparecidos de Racing, del sociólogo Julián Scher. Once historias que intentan reconstruir una memoria a partir de la identidad con un equipo. Son militantes y son hinchas. Son poetas, como Roberto Santoro, secuestrado en 1977 en una escuela de San Cristobal donde trabajaba como preceptor. Santoro fue el recopilador de un libro mitológico para quienes mezclan la palabra y el fútbol: Literatura de la pelota.
Antes del clásico entre Racing e Independiente, Scher, hincha de Racing, hizo una serie de presentaciones con Claudio Gómez, autor de El Partido Rojo, una crónica sobre la final del Nacional 77 que Independiente le ganó a Talleres en enero del 78. Ambos librosde fútbol tienen el contexto de la represión. El partido que cuenta Gómez no sólo es el relato de la hazaña de su equipo, Independiente, empatándole a Talleres con un gol de Ricardo Bochini sobre el final –y así saliendo campeón-, de visitante, con tres jugadores menos y un arbitraje desfavorable que hizo amagar a los jugadores rojos con abandonar el partido.
Ese partido que se jugó un 25 de enero de 1978 –el encuentro de ida había sido cuatro días antes en Avellaneda con empate 1-1- tiene un trasfondo: Luciano Benjamín Menéndez, el genocida a cargo del III Cuerpo del Ejército, amo y señor del centro clandestino La Perla, necesitaba una victoria de Talleres, que sería a su vez un triunfo del fútbol federal. Era el año del Mundial. El presidente del club cordobés, Amadeo Nuccetelli, era un firme candidato a la AFA. Pero el que ganó fue Independiente y eso derivaría en un hecho decisivo para el fútbol argentino: Julio Grondona, que mandaba en la institución roja, se posicionó para tomar el mando de la AFA en 1979, un gobierno que no soltaría hasta 35 años después, una vez muerto.
Con sus presentaciones conjuntas, Scher y Gómez buscaron ser ejemplificadores antes del clásico que Independiente le ganó a Racing en el Cilindro. Mostrar que son rivales, no enemigos. El libro de Scher sobre los desaparecidos de Racing fue, además, inspirador. Otros clubes buscan también recordar a sus desaparecidos. Hace ya muchos años que la Comisión por la Memoria y la Justicia de La Paternal y Villa Mitre tiene un lema: “La Paternal no olvida”. Esa bandera se instaló en la cancha de Argentinos Juniors. Hay baldosas que recuerdan a los hinchas que fueron víctimas de una dictadura que tuvo entre sus jerarcas a un hombre de peso de ese club, Guillermo Suárez Mason, que llegó a ser presidente honorario.
A mediados de noviembre, socios de diferentes clubes se reunieron en la Casa de la Cultura Sanlorencista. Ahí nació la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino. Hubo representantes de Argentinos, Banfield, Defensores de Belgrano, Ferro, Lanús, Racing, Rosario Central y San Lorenzo. “Nos unen la pasión por el fútbol, el compromiso social y la lucha por los Derechos Humanos, que no distingue de colores”, anunciaron apenas quedó conformada.
“Hay muy pocos clubes con subcomisiónes de Derechos Humanos, pero hay muchos que levantan las banderas de Memoria, Verdad y Justicia, contra la violencia de género, contra discriminación y violencia instituciónal. Ocurre desde otras subcomisiónes o áreas del club, algunos incluso por fuera de sus respectivas comisiones directiva”, explica Mariano Vignozzi, de Ferro. “La idea la veníamos hablando en colocaciónes de baldosas y actividades. Comentábamos las actividades que veníamos haciendo en cada club, incluso sin conocer quiénes las hacían”, cuenta.
En algunos clubes, lo que estuvo presente fue la lucha por saber qué pasó con Santiago Maldonado. El caso de Banfield fue el más particular. Hubo banderas y hasta volantes que se lanzaron sobre el estadio Florencio Sola antes de un partido. Esas acciones se vieron en otros clubes. La Subcomisión de Derechos Humanos de San Lorenzo mostró una de las primeras banderas del fútbol en reclamo por Santiago, a pocos días de su desaparición.
En Racing, un grupo de socios todavía empuja la idea de realizar un mural por los fusilamientos que se produjeron en 1977. Aunque se trata de un episodio ocurrido cuatro décadas atrás, recién se conoció este año. La periodista Micaela Polak contó en el diario Página/12. Se trató de un operativo de madrugada en Avellaneda de las Fuerzas Conjuntas, sobre la calle Colón, entre Alsina e Italia, al amparo del estadio. “Varias personas se hallaban pintando leyendas subversivas, referentes al grupo autodenominado ‘Montoneros’ en las paredes del estadio de Racing Club”, dice un acta de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
“Que respecto a los extremistas abatidos –continúa-, trátase de cuatro N.N. masculinos y dos N.N. femeninos, siendo tres de los masculinos muy jóvenes, de una edad que oscila entre los 18 y 22 años de edad y el cuarto de unos 45 años, y en cuanto a las mujeres, ambas muy jóvenes, también de unos 18 a 24 años de edad. Procúrase identificación”.
Todo se presentó como un enfrentamiento, pero fueron fusilamientos. Esa noche, el ídolo del club, Oreste Corbatta, ya caído en desgracia, viviendo bajo las tribunas, caminaba junto a su amigo Rafael Barone por esa zona. Y vieron los cuerpos sobre el cemento. Barone lo relató como testigo en la causa que investiga los crímenes del Primer Cuerpo del Ejército.
“Con la firme intención de sumar más clubes para salir a jugar juntos este trascendental partido, en tiempos en los que se pretende inclinar la cancha para hacer retroceder las conquistas logradas en materia de Derechos Humanos, es que decidimos ponernos una misma camiseta”, sostuvieron los integrantes de la Coordinadora en su primera declaración. Y agregaron: “Así como levantamos las banderas de nuestros clubes, seguiremos levantando las banderas de los 30 mil compañeros y compañeras víctimas del Terrorismo de Estado y seguiremos buscando a los más de 400 hermanos y hermanas que aún resta encontrar. Es asi que, aun en democracia gritamos NUNCA MAS!”.
Habrá más encuentros, en los que se definirán qué actividades se llevarán adelante. Y se espera que haya más clubes. Cuando en Villa Mascardi una bala del grupo Albatros acaba de matar a Rafael Nahuel en medio de una represión, cuando acaban de escucharse las sentencias por los crímenes cometidos en la ESMA, el fútbol se organiza no sólo para construir memoria y aportar a la verdad y la justicia: también para que su poder masificador sirva como herramienta de denuncia contra la violencia del Estado.