A tres meses de su desaparición, el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia llama a movilizar. El aumento del gatillo fácil en los últimos meses es consecuencia del fortalecimiento de las fuerzas represivas durante pandemia.
Javier Nuet @javier_nuet
Jueves 30 de julio de 2020 01:30
Hoy se cumplen tres meses de la desaparición de Facundo Astudillo Castro y desde el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia se prepara una marcha para las 11 de la mañana exigiendo su aparición con vida. El suyo es, quizás, el más simbólico dentro de una larga lista de nombres de jóvenes hostigados, torturados y asesinados por las fuerzas represivas durante la pandemia.
La cita será en la Casa de la Provincia de Buenos Aires, mientras sus familiares harán lo propio en Pedro Luro, de dónde es oriundo Facundo. Si bien la situación sanitaria pone algunos límites a las movilizaciones callejeras, el aumento de la violencia policial desde que empezó el ASPO exige una respuesta a la altura en todos los terrenos.
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¿Quién está pagando la crisis?
Hace 148 días se anunciaba el primer caso de Covid-19 en Argentina. La crisis económica, que ya venía como “herencia” del macrismo, se profundizó a partir de ahí. La mano blanda frente a los despidos y distintos ataques patronales durante todo este tiempo tuvo consecuencias profundas. Más de 5 millones de familias trabajadoras perdieron su fuente laboral, sufrieron suspensiones o rebajas de salarios, según el Observatorio de Despidos durante la Pandemia de La Izquierda Diario.
El decreto que prohíbe los despidos terminó siendo papel mojado. Alberto Fernández pasó de llamar “miserables” a los empresarios a invitarlos a formar parte del acto del día de la independencia. La decisión de apostar todas las fichas a un acuerdo con los bonistas limitó los recursos destinados a los millones de afectados por la crisis, con una IFE más que insuficiente, que en cuatro meses se percibió dos veces por grupo familiar.
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La represión como respuesta
Desde el minuto uno se apostó a la contención por la vía de la entrega de esas migajas económicas combinada con el fortalecimiento y empoderamiento de las fuerzas represivas. Frente al aumento de la pobreza y la desocupación, apareció la represión. Lo saben los obreros del frigorífico Penta, que fueron atacados con palos y balas de goma por la policía bonaerense de Berni y Kicillof. Sabina Frederic reconoció, además, la utilización del espionaje por redes sociales para controlar el humor social, con el llamado “ciberpatrullaje”. A partir de ese mecanismo se le armó una causa a Kevin Guerra, de 20 años, por hacer un chiste en Twitter.
En paralelo, el discurso oficial presentó a los miembros de las distintas fuerzas como “héroes” de la pandemia y parte de los “esenciales” junto al personal de salud. Incluso hace unos días la ministra reivindicó a la Gendarmería, diciendo que lleva a cabo “acciones solidarias” y que “articula con organizaciones sociales”. Hablamos de la fuerza responsable de la muerte de Santiago Maldonado, como ejemplo de un prontuario enorme de violaciones a los derechos humanos.
Estos casos también suben
El discurso fue acompañado por hechos: 1.200 gendarmes se sumaron la semana pasada a los 6.800 que ya actuaban en el conurbano. Pero no solo ahí sino en los barrios populares de todo el país se viene viendo un aumento vertiginoso de razzias ilegales, detenciones indiscriminadas y cada vez más casos de gatillo fácil. El Observatorio Social Antirrepresivo de La Izquierda Diario publicará un informe en los próximos días donde el recuento da, por ahora, 65 casos de asesinatos y desapariciones a manos de las fuerzas represivas en este período.
Luis Espinoza, Facundo Scalzo, Alan Maidana, Lucas Barrios, Florencia Morales, Franco Maranguello y Mauro Coronel son solo algunos nombres de las víctimas de las distintas fuerzas en Tucumán, San Luis, Santiago del Estero, Capital Federa, Provincia de Buenos Aires y a lo largo y ancho de todo el país. Ceferino Nadal impactó no solo por la brutalidad de su asesinato sino también por el parecido al caso de George Floyd en Estados Unidos: “Me falta el aire”, fueron sus últimas palabras. El Chaco fue sitio de otro de los casos aberrantes, donde después de torturar y abusar de una familia Qom en una comisaría, los efectivos ya quedaron libres.
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¿Dónde está Facundo?
Quizás el caso más importante en este momento sea el de Facundo Astudillo Castro. El joven de 22 años, oriundo de Pedro Luro, partió hacia Bahía Blanca el 30 de abril, pero nunca llegó. Todo lo que pasó desde ese momento apunta a la policía bonaerense, que además puso sus esfuerzos en intentar desviar el caso con pistas falsas y testigos truchos. La última novedad es que la jueza María Marrón rechazó el pedido de la familia de apartar al fiscal Ulpiano Martinez, funcionario progenocidas y aliado de la bonaerense, que está a cargo de la causa y viene entorpeciendo la investigación.
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El ministro de seguridad de la provincia, Segio Berni, se empeña en defender a la bonaerense. Desde el Gobierno Nacional se corren de ese discurso encubridor, pero solo con algunos gestos como la llamada de Alberto Fernández a Cristina Castro, la madre de Facundo. Gestos insuficientes para resolver el problema. La realidad es que en el discurso oficial hay un silencio ensordecedor. No hay ninguna campaña para encontrar a Facundo y castigar a los culpables de su desaparición. Apuntar contra la bonaerense hoy implica entrar en contradicción con el discurso de los últimos días sobre la “inseguridad”, también utilizado para fortalecer la idea de que el aparato represivo puede contener los efectos de la degradación social a los que está llevando la crisis.
La oposición de derecha ahora pone el grito en el cielo por Facundo y hasta fue noticia la insistencia de Patricia Bullrich en contactarse con sus familiares. Pero se trata de la misma fuerza política que defendió a capa y espada la “Doctrina Chocobar” y al día de hoy sigue encubriendo a Gendarmería y Prefectura por los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.
Si cada vez más personas son arrojadas a la pobreza, a la falta de comida, de vivienda, de salud y educación; y si cada vez hay más balas, sirenas, patrulleros y esposas en manos de un ejército adiestrado para “combatir” a un enemigo tan flexible que va desde las poblaciones originarias y los obreros en huelga hasta quien “rompe la cuarentena”, la ecuación no puede dar otro resultado que más violencia policial, más gatillo fácil, más muerte de hijos e hijas del pueblo trabajador.
Por eso es fundamental el pronunciamiento más amplio posible contra el accionar de las fuerzas represivas. Lo peor de la crisis todavía no pasó y es con estos métodos que van a querer imponer que la paguen las grandes mayorías. Seguramente esta acción sea la primera de muchas para que quede claro que no queremos más Santiagos, ni Ceferinos, ni Facundos. ¡Aparición con vida YA!