Sobre la necesidad de una respuesta obrera después de 6 días del desastre en Texas
Martes 5 de septiembre de 2017
El artículo Hurricane Harvey and the Humanitarian Crisis in Houston, fue publicado originalmente en el sitio Left Voice , parte de la Red Internacional de La Izquierda Diario.
Hace mas de una semana el huracán Harvey golpeó Houston en lo que ya se ha convertido en un récord de precipitaciones, ahora descendió a la categoría de tormenta tropical, y continúa dejando caer enormes cantidades de lluvia sobre los estados de Texas y Louisiana.
Lo medios masivos ya lo comparan con el devastador huracán Katrina, que en 2005 causó alrededor de 1800 muertos y cientos de miles de desplazados. Mientras cierra este artículo la cantidad de muertos sigue creciendo con el correr de las horas.
Es usual que la costa de Texas y Luisiana, sobre el Golfo de México, sufra el paso de huracanes durante la temporada. De hecho, se anticipó el paso de Harvey y se tomaron las precauciones necesarias, por lo menos de acuerdo a lo informado en la conferencia de prensa brindada por Trump desde Texas.
Entre otras medidas, se barajó la posibilidad de una evacuación a gran escala pero fue rechazada, aparentemente para no repetir el fracaso de la operación realizada antes del huracán Rita que dejó varios muertos durante el operativo. La estrategia de “esperar la tormenta” y refugiarse en la zona afectada deja al descubierto la incapacidad y la desidia del gobierno para prepararse para la emergencia. La desinversión en el sistema de respuesta a desastres, profundizó la catástrofe.
Los residentes y rescatistas respondieron heroicamente a la emergencia. Como generalmente ocurre en momentos de crisis, la solidaridad brota entre los menos afectados para ayudar a sus vecinos, como un esfuerzo rudimentario para suplir las falencias de un sistema que los deja desamparados. Muchos ciudadanos se están encargando de las tareas de rescate, millones de personas en todo el país acercaron donaciones a diferentes agencias y organizaciones.
Por otro lado, la respuesta del gobierno, más allá de las cuestiones humanitarias, apunta a proteger distintos intereses comerciales y la “ley y el orden”. Un claro ejemplo de esto es la imposición de un toque de queda desde la medianoche hasta las 5 de la mañana, a pedido de la policía de Houston, para frenar pequeños saqueos. En una desagradable demostración de indiferencia, el estado obliga a los damnificados a esperar en sus casas inundadas, expuestos a sustancias químicas tóxicas mientras usa estos episodios de saqueo como pretexto para cercenar las libertades individuales.
Durante la crisis causada por Katrina en New Orleans, el gobierno del entonces presidente George W. Bush mandó policía militar y la Guardia Nacional a “mantener el orden”. Cuando un grupo de sobrevivientes intentaron cruzar un puente sobre el río Mississippi para salir de la zona afectada las fuerzas de seguridad hicieron disparos de advertencia. El resultado fue que se aisló a los pobladores, predominantemente negros, a una de las zonas más devastadas por el huracán. Quienes piensen que la intervención del gobierno es benevolente deberían recordar el ejemplo de New Orleans.
Los desastre naturales destacan la desigualdad social
En 2004 un terremoto y posterior tsunami dejó más de 230 mil muertos en 14 países sobre el océano Índico. El año siguiente Katrina dejó un número similar de desplazados en New Orleans causando el efecto práctico de una limpieza étnica ya que la gran mayoría de los afectados eran afroamericanos. En 2010 un terremoto devastó Haití dejando más de 100 mil afectados. Lo terrible de estas tres situaciones no el desastre natural sino la magnitud de los daños y pérdidas debido, principalmente, a la falta de inversión en infraestructura y servicios.
Las muertes en el océano Índico y en Haití están relacionadas con el subdesarrollo crónico en cuestiones habitacionales, de comunicaciones y transporte, reflejo del carácter semicolonial de los países afectados. En New Orleans, las peores consecuencias del huracán Katrina recayeron sobre una población predominantemente negra y de bajos ingresos.
Una respuesta de la clase obrera
Desde todos los rincones de Estados Unidos se observa el desarrollo de esta situación. La lluvia sigue cayendo pero ahora se ha movido al territorio. Mientras la población sigue aportando donaciones, sobre todo dinero, a organizaciones como la Cruz Roja, no se sabe a ciencia cierta cómo y dónde será utilizado. Entre los pobladores se generaliza un sentimiento de impotencia viendo como la cuarta ciudad más grande del país literalmente se hunde, esperando que sus amigos y familiares se encuentre bien, secos y seguros.
Los trabajadores en todo el país podrían jugar un importantísimo rol en la asistencia de los sobrevivientes. La solidaridad más poderosa está en las donaciones individuales sino en las acciones colectivas para asegurar que los recursos públicos sean puestos al servicio no solo de las acciones de búsqueda y rescate sino también para proveer a los evacuados de refugios, comida y otras necesidades.
Indefectiblemente, con estos desastre naturales aparecen los “capitalistas del desastre”, parásitos que viven de los sufrimientos ajenos. Las empresas dedicadas a la reconstrucción y las compañías de seguros son las grandes beneficiarias. Estas últimas van a apelar a cada reclamo de sus asegurados para evitar o dilatar los pagos. Los sobrevivientes del huracán Katrina tuvieron que batallar legalmente durante años y casi ninguno logró una compensación adecuada por sus pérdidas.
Los trabajadores y sus sindicatos podrían garantizar que los sobrevivientes de Harvey no sean abandonados a su suerte sino que reciban comida y refugio adecuado. Los trabajadores del transporte podrían asegurar que las provisiones lleguen a las zonas más afectadas en tiempo y forma, los hoteleros podrían luchar para que se pongan las instalaciones hoteleras a disposición de quien las necesite, los trabajadores de hospitales podrían pelear para que la atención sanitaria sea gratuita. Son solo algunos ejemplos de cómo los sindicatos pueden presionar al estado para que se garanticen todos los medios posibles para atender a los damnificados.
No son los trabajadores individuales sino los sindicatos y sus líderes los que tienen la fuerza para lograr que las patronales y el gobierno provean lo necesario para paliar esta emergencia. Los sindicatos también podrían presionar al estado para que implemente un programa habitacional, de infraestructura para las inundaciones y una rebaja impositiva inmediata para los afectados. Aunque la AFL-CIO (federación estadounidense del trabajo por sus siglas en inglés) y algunos gremios organizaron fondos solidarios, una respuestas como la planteada está aún muy lejos de producirse.
En última instancia, el sufrimiento y los desastres naturales, exacerbados por el cambio climático, serán cada vez peores bajo el capitalismo, un sistema basado en la ganancia y no en la satisfacción de las necesidades humanas. Por eso los trabajadores necesitamos otro sistema, uno en donde podamos tomar las riendas de nuestro propio destino y no estar a merced de gobiernos (y gobernantes) millonarios.
Traducción: Nicolás Daneri