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Red Internacional
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México

OPINIÓN. El llamado a la “unidad nacional” de los de arriba

La importante crisis que atraviesa el país con crecientes movilizaciones de miles en las calles protestando contra Peña Nieto y contra el muro de Trump, es resultado del hartazgo popular acumulado.

Jueves 2 de febrero de 2017 13:57

Las protestas cada vez incluye a nuevos sectores de la población, como sucede con los medianos productores y transportistas, los más afectados directamente por el “gasolinazo”. Esto, en un momento en que el grupo en el poder no tiene mucho margen de maniobra para salir fácilmente airoso de tanto cuestionamiento.

El gabinete priísta, tan repudiado hoy, venía de sortear el movimiento #YoSoy132 en 2012 -cooptando incluso a sus figuras más mediáticas vía los medios de comunicación-; de desactivar la lucha del Politécnico de 2014; de amortiguar la movilización por los “43” mediante un proceso tramposo.

También venía de lanzar una fuerte ofensiva contra la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) con la toma del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO) en 2015 y de la imposición de la reforma educativa en la mayoría del país; de avanzar en la privatización de Pemex y en las decenas miles de despidos de trabajadores petroleros; de imponer aumentos graduales a las tarifas de luz y gas; y en el escándalo por la compraventa con Grupo Higa, favorecida por el gobierno.

De pronto, el político que estaba “salvando a México” -según la famosa portada de Times de febrero de 2014-, está pidiendo que le tiren un salvavidas para salvarse él mismo -no al país-. La decisión de nombrar canciller al aprendiz Videgaray para aprovechar su relación con el yerno de Trump y atenuar la ofensiva de este bárbaro del norte, ha sido un evidente fracaso que muestra la impotencia de Peña Nieto, y el callejón sin salida en que metió a México debido a tanta subordinación a Estados Unidos.

Así, la caída de popularidad de Peña Nieto -menos del 20% de aprobación- sobrepasa lo estadístico. Pues implica un momento desfavorable en la relación de fuerzas para el proyecto estratégico impulsado por el PRI a su vuelta en el año 2012 a la presidencia: la conservación del poder por un largo período donde, tras algunos acuerdos con los demás partidos del Congreso -mediante ciertas concesiones-, se mantuviera como el grupo más representativo y poderoso de la burguesía mexicana, o del sector que impulsó a Peña Nieto. Pero el desmantelamiento de las bases materiales del país semicolonial y la debilidad estructural del mismo, iba a expresarse en un gobierno sostenido sobre la frágil estabilidad.

De nada sirvió invitar a Los Pinos a Trump cuando éste era candidato, y después, aceptar dócilmente todas sus amenazas ya convertido en presidente. Éste lo humilla a cada golpe de twitter o declaraciones ofensivas; desde su lógica de empresario agresivo, quiere arrodillar más a quien ha sido un gobierno muy disciplinado con los compromisos con el imperialismo. Y es que los planes del presidente estadounidense buscan aprovecharse más de la docilidad del priísta para fortalecer más la injerencia yanqui en la vida política.

Pero al mismo tiempo, busca también debilitar a México en la región como potencia criolla, justo en el momento en se dio una reconfiguración del mapa político en Latinoamérica. Hubo un recambio de gobiernos posneoliberales en Argentina, Brasil, Paraguay; avance de la derecha y crisis en Venezuela, así como un avance de la derecha en Ecuador, que configura un escenario favorable a los planes imperialistas. En Norteamérica, ya Canadá dejó solo a México en el tema del TLC. Y es que tanta entrega debilitó el precario margen de maniobra como país dependiente, y lo deja casi indefenso ante el salto en la dominación imperialista que se propone Trump.

El desgaste de la alternancia y los riesgos para los de “arriba”

Los mecanismos de contención con que el régimen de la alternancia pudo desviar el descontento en los últimos tiempos, están fuertemente cuestionados y en desgaste -aunque el mecanismo electoral sigue actuando como contención.

El rechazo al Pacto por México, la economía enlentecida -y con riesgos de recesión-; la debilidad del PRI ante las elecciones del Estado de México, las pugnas internas en ese partido por las candidaturas; la crisis del PRD que ha sido la “pata izquierda" del régimen antidemocrático y hambreador; así como la gran corrupción que reina en la “casta política" -varios gobernadores presos y otros en fuga-, ponen en riesgo la estabilidad lograda con los pactos en “las alturas”.

Y es que la evidente pérdida de consenso del gobierno y del régimen, pone en riesgo la profundización de los planes pactados con la “transición política” del 2000, y preocupa a los principales grupos de poder en México.

Por eso, cada uno busca una salida de recomposición que evite que el descontento de las masas trabajadoras irrumpa en medio de una crisis política parecida a la del PRI a fines de los 90s.

El problema para Peña Nieto y su círculo más cercano, es que los mecanismos de control del régimen que nacieron con la transición pactada en 1999, -con nuevas formas parlamentarias y otras articulaciones políticas y contenciones sociales- para permitir al estado semicolonial insertarse en un proyecto económico de mayor integración a los planes de EE.UU., no tiene la fuerza que tuvieron durante el priato.

En aquel entonces, la fortaleza de las instituciones del estado de bienestar -que dotaba de una importante base social al régimen del PRI-, junto a la unidad de la clase dominante, actuaron como contención del gran descontento social.

Incluso, la crisis de 1994 provocada por el alzamiento del EZLN que metió en gran crisis terminal al priato, contó a su favor con la política de los partidos del Congreso de oxigenación del sistema político y evitar que la crisis del viejo régimen que había garantizado la estabilidad el país por más de 70 años, provocara la irrupción de las masas de manera independiente tirando al PRI.

Pero hoy, la creciente demanda nacional de ¡fuera Peña Nieto!, y el descontento popular por su subordinación a Trump, le causan mucha preocupación a la burguesía nacional que intenta desactivar las movilizaciones en el país. Ningún partido del Congreso quiere gobernar- si llegan a la presidencia nacional-, con una crisis que puede desembocar en inestabilidad.

La idea de la “unidad nacional” no es nueva. En México, la ideología del “nacionalismo revolucionario" impuesta a las masas desde el fin de las acciones armadas en la Revolución Mexicana, sirvió para pasivizar las crisis y los importantes ascensos de la lucha de clases expresados en movimientos obreros y campesinos en el país.

Un rol importante en este desvío fue el del estalinista Partido Comunista Mexicano que, plegado Lombardo Toledano y bajo una política “nacionalista”, llamó a apoyar al gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, contribuyendo a la subordinación de las masas obreras y populares a la “defensa nacional”. Muy distinto a cómo Trotsky se ubicó respecto a este gobierno, al que, reconociéndole aspectos anti-imperialistas a su política de nacionalización del petróleo, no le dio apoyo político. Decía que no se podía llegar al socialismo de manos de la burguesía.

La política de unidad nacional burguesa que proponen Peña Nieto, Slim, el PRD, López Obrador, Vicente Fox, la intelectualidad de centroizquierda y las televisoras -cada uno por su lado y bajo distintos intereses-, es para recomponer el régimen de la alternancia y mantener la estabilidad para la clase dominante pero sin romper su subordinación al imperialismo. Así lo mostró el anuncio de Peña Nieto dijo que no va a confrontar a Trump, que buscará dialogar (con el que le está apretando el cuelo con el zapato).

Una muestra del carácter de clase de los que la convocan, es que hasta la propone Claudio X. González- el presidente de Méxicanos Primero- el empresario que encabeza la embestida privatizadora contra la educación pública y contra la CNTE.

Por su parte, el llamado que hace Andrés Manuel López Obrador, busca reformar el régimen y evitar que se desestabilice el gobierno de Peña Nieto.

Mientras que la unidad que propone Carlos Slim es para posicionar mejor sus negocios consiguiendo más facilidades para sus inversiones y esclavizar más a sus trabajadores -con el apoyo del traidor Hernández Juárez, y subordinando al sindicato a una política de colaboración de clases-.

En ese mismo sentido es la propuesta de unidad con Peña Nieto que propone el ex presidente de México, Vicente Fox, al mismo tiempo que llama a fortalecer al mismo tiempo la aplicación de las reformas laboral y educativa, es reaccionaria y apunta a favorecer sus intereses patronales.

Para los socialistas del MTS, la población trabajadora debe salir a rechazar la unidad con nuestros verdugos, con los que entregaron la soberanía económica, energética y política a los Estados Unidos. La unidad que proponemos los socialistas, es la de la clase obrera y todos los sectores explotados y oprimidos del campo y la ciudad, con independencia política del régimen, la iglesia y los patrones. Una unidad para lograr la independencia nacional.

El desarrollo de esta lucha debe llevar a la instauración de un gobierno obrero y campesino, que pueda logra la resolución íntegra y efectiva de las demandas de los explotados y oprimidos ante el imperialismo.


Mario Caballero

Nació en Veracruz, en 1949. Es fundador del Movimiento de Trabajadores Socialistas de México.