Si bien en Mendoza aún no tenemos casos de pueblos enteros fumigados, sabemos que se usan agrotóxicos y que ya hay enfermos como consecuencia de su utilización. Por estas razones no deja de ser importante tener conocimiento sobre este tema.
Viernes 16 de diciembre de 2016
Medardo Ávila Vázquez visitó Mendoza en noviembre para dar a conocer la problemática social que existe detrás de los agroquímicos utilizados en el cultivo de soja, maíz, papa, tomate, entre otros. Ávila Vázquez,que es docente de la cátedra de pediatría de la Universidad Nacional de Córdoba y coordinador de la red de Médicos de Pueblos Fumigados, participó de la charla organizada por la Asamblea Popular por el agua del Gran Mendoza que se llevó a cabo en la Facultad de Medicina de la Universidad de Mendoza.
La exposición comenzó con una crítica a la formación académica basada en la enfermedad. Por lo que planteó que se forma a los estudiantes para trabajar en torno a la enfermedad y no para defender y promover la salud. Esto se explica a través de la lógica de la mercantilización de la vida y de la salud. La salud/enfermedad de las personas es tratada dentro de la lógica capitalista como otra oportunidad para generar ganancias.
Remarcó como ejemplo paradigmático, los intentos de hace unas décadas atrás de deslegitimar la leche materna y colocar la leche en polvo de Nestlé como el mejor alimento que podía recibir un bebé en sus primeros meses de vida. Así es como los médicos empezaron a aconsejarles a las madres que utilizaran leche de vaca en vez de leche humana para sus hijos, porque sería más nutritivo, tendría más proteínas y así se podría enfrentar la desnutrición. El trasfondo de esto es que en el año 58, Nestlé adquiere la tecnología para hacer la leche en polvo. Esta nueva invención de la industria alimenticia, este novedoso “hallazgo científico” que se tradujo en ese tipo de recomendaciones de parte de los médicos, trajo muchas ganancias para Nestlé, pero también produjo 50 millones de niños muertos según la OMS en los años 60 y 70. Esto se debió a que no en todos los rincones del planeta había acceso al agua potable para hacer la leche, entonces los niños morían por diarrea. Recién a fines de los años 80 la Academia Americana de Pediatría reconoció que se había equivocado y actualmente la OMS recomienda únicamente leche materna durante los seis primeros meses. Sin embargo las empresas siguen tratando de instalar la leche artificial a través de publicidades o cooptando médicos para la causa.
Medardo Ávila Vázquez
En los años 90 la industria alimenticia “descubre” otro nuevo súper alimento: la soja. Ávila Vázquez señala que: “la soja ya era conocida por comunidades asiáticas hace 5000 años atrás, ellos sabían que no se podían alimentar de ella. Varias tribus en la India, en China y en Japón tenían conocimiento de que la soja generaba problemas de salud y, en parte por eso aquellas comunidades que la consumían, terminaban siendo dominados por otras tribus”.
A pesar de este conocimiento milenario, en Argentina en el año 1996 entra con todo junto con el maíz transgénico, entre otros, y se empieza a utilizar para su cultivo gran cantidad de agrotóxicos. Este nuevo modelo biotecnológico empieza a tener resistencia social. Como menciona Ávila Vázquez: “en el barrio Ituzaingó de Córdoba comenzaron las protestas en el año 2001, lo mismo en Los Toldos- Buenos Aires y en otras localidades del país. Desde la academia nos sorprendimos de ver que esta gente reaccionara así frente a estos agrotóxicos que supuestamente eran tan seguros, que están aprobados por el SENASA. Entonces se convocó en la facultad de medicina de Córdoba a un congreso de médicos de pueblos fumigados que, por supuesto, no fue pagado ni promovido por ningún laboratorio, y fueron muchos investigadores que hacían publicaciones sobre vínculos entre agrotóxicos y salud”.
En ese congreso se empezó a ver que había un cambio en el perfil de enfermedades en zonas agrícolas y había cambios en el perfil de mortalidad inclusive. Esto sucedía en ciudades que estaban muy distantes entre sí y en poblaciones diversas. Se elaboró un informe al Ministerio de salud de la Nación y luego se hicieron dos congresos más.
A continuación se detallan los resultados de algunos de los estudios científicos más relevantes que se han realizado los últimos años en nuestro país:
Uno de los trabajos más completos es el que se hizo en el 2014 en Monte Maiz, Córdoba. Se inició debido a que los habitantes del pueblo pidieron ayuda a los médicos por la aparición de cáncer en muchos de ellos. Se hizo un análisis epidemiológico, estudios químicos y ambientales para poder cruzarlos con el diagnóstico de enfermedades. Pudieron comprobar que había tres veces más casos de chicos con asma que lo normal. También hallaron varios casos de hipotiroidismo que es una enfermedad que está creciendo y más en zonas agrícolas. Notaron que había al menos el doble que en la población de referencia. Las malformaciones en estas zonas llegan al 3% y hasta el 6% cuando en Argentina cada 100 niños, aproximadamente 1 nace con malformaciones. Según Ávila Vázquez, esta proporción aumenta de septiembre a marzo, cuando los niños son engendrados en épocas de fumigación.
En relación a los abortos espontáneos, que son aquellos que se dan en personas sanas de forma inexplicable, suele ser el 3%, pero en Ituzaingó y en Malvinas, Córdoba es del 23%. Ocurren más abortos espontáneos que nacimientos.
Luego, la tasa normal de cáncer es de 2 cada mil personas, aquí se encontró 7 cada mil. La relación que se puso en evidencia es que en las zonas en las que más soja se planta, más cáncer hay. En el barrio Ituzaingó empezaron a ver que había muchos vecinos con cáncer y las madres empezaron a luchar. Primero pensaban que era el agua que era agua de pozo, también pensaron que podían ser los transformadores de energía. Como expresa Ávila Vázquez: “Cuando analizamos dónde vivían los enfermos, vimos que los más afectados eran quienes estaban concentrados de cara al campo. Los médicos denunciamos esta situación y vino el primer juicio por fumigación. Es un delito fumigar cerca de donde hay zonas habitadas y se sigue haciendo”.
Según el análisis ambiental que llevaron adelante, se constató que había 4 depósitos de agroquímicos registrados en el pueblo, pero en realidad había 23. La gente no vive más en la zona rural, en las campiñas. Actualmente se han ido a vivir al pueblo y se han llevado todos los insumos para trabajar en el campo, lo que termina ocurriendo es que hacia adentro del pueblo hay más agroquímicos que en el mismo campo.
Empresarios y funcionarios públicos siguen defendiendo la biotecnología
Según el ministro de ciencia y tecnología, Lino Barañao “podemos tomar un vaso de roundup y no pasa nada”. La OMS ya dijo el año pasado que el glifosato produce cáncer. Según Ávila Vázquez: “no sólo eso se ha comprobado en estudios hechos con ratas. Ahora también existe la prueba en humanos de que el glifosato es mortal. En la India, los cultivadores de algodón terminan muchas veces quebrando porque los productos de Bayer Monsanto no dan los resultados esperados y cuando los campesinos quiebran, algunos de ellos deciden suicidarse tomando glifosato. Se elaboró un protocolo para poder estudiar esos cuerpos. En humanos vemos que es más toxico que en ratas porque las ratas están más acostumbradas a ingerir venenos. Los humanos con dosis mucho más bajas, ya pueden morir”.
Los defensores de toda esta industria de muerte siguen dudando sobre los efectos nocivos sobre la salud y sobre la tierra. A pesar de que los estudios científicos ya lo han híper demostrado. Para ilustrar aún más esto, Ávila Vázquez nos explica cómo se permitió el uso de estos venenos y vemos que se autorizó a nivel mundial por estudios de bioseguridad que hicieron en EE.UU en ratas. A un grupo se les daba de beber glifosato y al otro sólo agua. A los 50 días comprobaban que no había diferencias entre las ratas de un grupo y del otro. Observamos cómo los científicos fueron cómplices e hicieron pasar como seguro estos agroquímicos. En Francia hicieron lo mismo pero observando todo el período de vida de las ratas. A los 150 días el 80% de las ratas tenían tumores cancerígenos. Claro que se dijo que estos científicos adulteraron los estudios y se les hizo una gran campaña en contra.
También está demostrado cómo el glifosato altera las hormonas de crecimiento. Los dos primeros años de vida son muy importantes porque es cuando se desarrolla el cerebro humano. En los pueblos fumigados existe un aumento de problemas de desarrollo neurológico en los niños. Las maestras cuentan que tienen que abrir cursos enteros para chicos que se van retrasando en el aprendizaje. Esto aún no lo han medido pero observan que está ocurriendo.
Como manifiesta Ávila Vázquez, los efectos del glifosato sobre la salud no diferencia clases sociales, pero el problema es que no es lo mismo si ataca a un productor que a un peón rural. Los productores ganan mucho dinero y cuando se enferman de cáncer pueden tratarlo en los mejores hospitales, mientras los trabajadores, la mayoría de las veces terminan muriendo. Lo mismo ocurre con mujeres y niños campesinos y con los pueblos originarios.
Vemos también que cada vez más, los productores usan más glifosato y más insecticidas porque la naturaleza se va resistiendo y no hay cómo combatir yuyos y plantas no deseadas, como así tampoco, plagas. Desde los 90 a hoy aumentó un 800% la cantidad de agrotóxicos que se usa en las zonas sojeras de nuestro país; de esa manera, el negocio va prosperando. Incluso los mismos agrónomos son los que venden los productos. En este punto, Ávila Vázquez comenta que “es como si los médicos estuviesen autorizados a vender medicamentos, claro que recetarían más para ganar más. Queda demostrado que en el agronegocio no hay ningún tipo de ética”.