La guerra ruso-ucraniana puso de relieve a las Compañías Militares Privadas con el cuestionamiento del Grupo Wagner al alto mando ruso y a Putín. A su vez, varios especialistas destacan que este conflicto bélico desató un mercado de contratistas militares privados. A continuación, explicamos el origen y funcionamiento de estos ejércitos privados en el contexto de las guerras del siglo XXI.
En el escenario de la guerra ruso-ucraniana, el Grupo Wagner ha emergido como un actor relevante, cuestionando el liderazgo militar ruso en la guerra. La reciente muerte de su líder, Yevgueni Prigozhin, puso de relieve el papel de las Compañías Militares Privadas (en adelante CMPs). Robert Young Pelton, especialista en CMP afirma que actualmente hay un “frenesí en el mercado de contratistas privados”.
En este artículo, nos proponemos explicar qué son las CMPs, su origen, su funcionamiento y su papel en el contexto actual de las guerras y la política mundial. Es importante tener en cuenta que la falta de información accesible y la opacidad que rodea a muchas de estas entidades hacen que su estudio sea limitado, y dado el secretismo que rodea a muchas CMPs, se dificulta encontrar fuentes confiables. A pesar de estas limitaciones, buscaremos trazar el perfil de estas organizaciones y su rol en las guerras del siglo XXI.
Para una primera aproximación intentaremos definir qué es una Compañía Militar Privada. Centrándonos en sus actividades, son estructuras comerciales privadas que se encuentran registradas, altamente rentables, dotadas de especialistas técnicos muy calificados y que trabajan en interés del Estado por el que son contratadas. Esta definición subraya la diferencia fundamental entre las CMPs y las unidades mercenarias clásicas. Sus servicios militares incluyen operaciones de combate, planificación estratégica, recopilación de información, formación de personal militar y apoyo logístico .
Como veremos a lo largo del artículo, el principal cliente de las CMPs es el Estado. Por lo tanto, las empresas registradas en el territorio de determinado Estado funcionan, de hecho, como instrumentos de la política exterior de este. Así se puede observar que en la actualidad cada vez es más común que los Estados opten por firmar contratos con empresas privadas para resolver problemas específicos en lugar de utilizar sus propias Fuerzas Armadas nacionales, a menudo debido a consideraciones de costo económico y político. El uso de compañías militares privadas se percibe como una forma de proporcionar a la dirección militar de la política exterior del Estado una cierta inmunidad frente al derecho internacional, sus conflictos con otros Estados y la opinión pública.
Evolución histórica del uso de militares privados
La historia de la utilización de la fuerza militar por parte de terceros en interés del Estado se remonta a la antigüedad. Desde tiempos remotos, los Estados no siempre han podido responder de manera inmediata a los cambios y amenazas repentinas y en diversas fuentes se pueden identificar los primeros indicios de tropas mercenarias. Un ejemplo de ello se encuentra en la obra del historiador y militar griego Jenofonte, Anabasis, escrita en el siglo V a.C. donde se describe cómo Ciro el Joven contrató a mercenarios griegos -entre ellos el mismo Jenofonte- en su lucha por el poder en Persia.
En tiempos más modernos, el pensador florentino Nicolás Maquiavelo, en su obra publicada en 1532 "El Príncipe", desaconsejó la contratación de los mercenarios y su dependencia en asuntos militares [1], como las compañías de Condottieros, nombre derivado de condotta, contrato entre el jefe de mercenarios y el Estado que los contrataba. Estos pueden considerarse como los primeros prototipos de las modernas Compañías Militares Privadas. El caso más famoso es el de Francesco Sforza, que beneficiándose de su condición de condotiero se enriqueció y luego se convirtió en duque de Milán.
La era de los ejércitos mercenarios en Europa, donde se utilizaban con mayor frecuencia, llegó a su fin aproximadamente en 1630, coincidiendo con la Guerra de los 30 años, cuando el rey sueco Gustavo Adolfo II creó el primer ejército profesional. Con la creciente influencia de la monarquía y la dependencia de las tropas regulares, desapareció la necesidad de grupos armados no estatales [2]. El mercenarismo clásico fue finalmente reemplazado por la Revolución Francesa en el pasaje de los Estados monárquicos a los Estados nacionales dado que la condición de ciudadano obligaba a realizar el servicio militar [3].
La historia moderna de las CMPs se puede remontar hasta la fundación de Watchguard International (WI) en 1967 en Gran Bretaña por el coronel David Stirling. Esta compañía se destacó por ser una organización comercial registrada oficialmente bajo control estatal, a diferencia de las unidades mercenarias clásicas de la Baja Edad Media y el Renacimiento nombradas anteriormente. Inicialmente, WI trabajaba para Estados aliados de Gran Bretaña y organizaciones intergubernamentales. Otra empresa de Stirling, Kilo Alpha Service (KAS), participó en diversas operaciones, como la lucha contra la caza furtiva en Sudáfrica en la década de 1980 en nombre de la Federación Internacional de Vida Silvestre. Esto nos da una idea de que KAS y la venta de sus servicios fue una fachada para la intervención de los países imperialistas en la guerra civil de Angola en el contexto de la Guerra Fría.
En la década de 1970, el número de CMPs aumentó significativamente, y comenzaron a involucrarse en una variedad de tareas militares. Un ejemplo destacado fue Vinnell Corp, parte del consorcio militar-industrial estadounidense Northrop Grumman, que celebró contratos por más de 500 millones de dólares con el gobierno de Estados Unidos en 1974. Sus empleados entrenaron a la Guardia Nacional Saudita y protegieron instalaciones de producción de petróleo. Además, en 1977, se fundó Keenie Meenie Services (KMS), que en 1984 trabajó por orden de la CIA en Nicaragua y estuvo involucrada en la venta ilegal de armas estadounidenses a Irán. El número de CMPs y sus empleados continuó creciendo en las décadas siguientes, y a principios de 1978, más de 11,000 ciudadanos estadounidenses ya trabajaban en el extranjero en programas militares de este tipo, según el Departamento de Estado de Estados Unidos.
El desarrollo de las CMPs y su aumento en número en las décadas de 1960 y 1970 se debió a la influencia de los movimientos antiguerra en el contexto de ascenso de la lucha de clases durante estas décadas. A lo largo de 10 años, entre 1965 y 1975, en Estados Unidos se desarrolló un movimiento antiguerra influido por la radicalidad de la juventud y la expansión del Movimiento de los Derechos Civiles, mientras que en Europa Occidental este estuvo entrelazado con el Mayo Francés.
Esto se expresó en la guerra de Vietnam. Esta primera gran derrota del imperialismo yankee puede ser considerada como el hito que marca el cambio de los Estados en la forma de intervenir militarmente, por sus consecuencias políticas. La campaña conocida como La ofensiva del Tet, es un ejemplo de esto. En esta operación militar iniciada por Vietnam del Norte y el Viet Cong, tuvo como resultado 100 mil bajas vietnamitas y 5 mil para las fuerzas estadounidenses. Sin embargo, el curso de la guerra cambió a favor de los vietnamitas ya que, a diferencia de estos, la opinión pública en EEUU no aceptaba bajas ante la lejanía del conflicto y la falta de una amenaza visible.
Así, tanto la guerra de Vietnam, como, el ascenso de la lucha de clases en los años 60, marcaron una tendencia que obligó a los Estados a buscar métodos no oficiales para lograr sus objetivos de política exterior. La participación de actores no estatales en la esfera militar se convirtió en una opción para abordar los intereses de los estados imperialistas en el plano internacional y los conflictos militares donde participan.
Las CMPs desde los años ‘90 hasta la actualidad
El surgimiento de las Compañías Militares Privadas se dio en el contexto posterior a la Segunda Guerra Mundial y en el desarrollo de la Guerra Fría. Sin embargo, la práctica de recurrir a grupos privados para llevar a cabo operaciones militares resurgió en la última década del siglo XX, especialmente en el marco del neoliberalismo. Esto se debió a dos factores clave. Por un lado, hubo una proliferación de militares disponibles y personal militar altamente capacitado, debido a la sobredimensión de las Fuerzas Armadas de los países involucrados durante la Guerra Fría. La disolución de la Unión Soviética también puso a disposición armamento de alta calidad a precios accesibles, ya que los países que la conformaban perdieron el control sobre su arsenal. Además, muchos nuevos países independientes carecían de una economía lo suficientemente fuerte como para mantener sus Fuerzas Armadas, lo que los llevó a vender parte de su arsenal para obtener fondos, facilitando el crecimiento de las CMPs y la disponibilidad de armamento ex-soviético en el mercado formal de armas y el mercado negro.
Como señala Nievas, hombres especializados en la guerra desocupados, por una parte, armas disponibles por otra, fueron dos condiciones necesarias para la conformación de las Compañías Militares Privadas. Sin embargo se necesita un capitalista para pagar los salarios, comprar armas y gestionar contratos con los Estados. No puede ser cualquier capitalista. Como veremos, son aquellos que tienen importantes vínculos con los gobiernos [4].
Durante la Guerra del Golfo en 1991, surgió una importante proporción de soldados contratados en comparación con el personal militar estadounidense. Las aerolíneas comerciales, como Evergreen y Southern Air Transport, jugaron un papel clave al transportar aproximadamente el 65% de todas las fuerzas y carga militares [5]. Además, incluso el apoyo logístico y de retaguardia a las tropas sauditas fue llevado a cabo por contratistas privados estadounidenses. Este vínculo entre las CMPs y el ejército estadounidense marcó un hito importante al convertir a las primeras en una parte integral del sector militar, con todas las responsabilidades y derechos correspondientes.
La Guerra de Irak también fue un punto de inflexión en la historia de las CMPs. En 2004, se fundó la Asociación de Empresas de Seguridad y Militares Privadas Occidentales, posteriormente conocida como Asociación de Empresas de Seguridad Privadas de Irak (PSCAI). Esta asociación tenía como objetivo coordinar las actividades de las numerosas empresas militares y de seguridad que operaban en Irak, que en ese momento sumaban alrededor de 40.
La relación entre los intereses políticos de los gobiernos y las CMPs es profunda. En EEUU Dick Cheney, secretario de Defensa de Bush (padre), encargará el primer estudio para impulsar la privatización del Ejército. Aquel informe fue elaborado por Brown & Root (filial de Halliburton, que luego dirigiría él mismo) y llegó a la conclusión de que era mucho más efectivo y barato ceder el trabajo sucio del Ejército a los contratistas. Según Amanda Benavides, que pertenece al Grupo de trabajo contra el mercenarismo de la ONU, en 1990 se registró la creación de cien nuevas CMP. Luego, Cheney como vicepresidente de G.W. Bush (hijo), fue parte de la presión que ejercieron en 2001 las compañías militares privadas para la compra de sus servicios.
A su vez las CMPs forman parte de empresas transnacionales y se vinculan con grupos empresarios ligados a la industria militar como es el caso de Blackwater (Academi) o Kellogg Brown & Root (filial de Halliburton) que se encuentran en ambos sectores. De esta manera la prolongación de conflictos armados garantizó y garantiza al día de hoy, tanto a las CMPs como a la industria armamentística ingresos constantes, manteniendo el complejo militar industrial luego de décadas de finalizada la Guerra Fría.
Su cartera de clientes va desde empresas transnacionales como Coca Cola, Ecopetrol, Texas Petroleum Co, entre otras, u ONGs como Cáritas o Cruz Roja Internacional. También organismos internacionales como la ONU, particularmente en su intervención en el continente africano. DynCorp, proporcionando helicópteros de transporte y comunicación satelital, o International Charter Incorporated, contratada para el transporte de personal, tropas y suministros, son ejemplos del uso de CMPs por parte de Naciones Unidas en sus intervenciones en Sierra Leona y Liberia.
Estados soberanos como EEUU, Reino Unido, Canadá (en intervenciones de la OTAN), Sudáfrica, o incluso Argentina, han sido clientes. Durante la gobernación provincial de Aperovich fue contratada la CMP de capitales israelíes SIA (Security and Intelligence Advising) para realizar trabajos de seguridad e inteligencia contra trabajadores argentinos y la prensa.
Los que conforman esta industria de la guerra son por lo general militares retirados o aquellos que piden su baja porque en estas empresas ganan mejores sueldos. Se consideran de mayor valía los veteranos de guerras anteriores. Las empresas fundadas por militares retirados son aquellas que mejor cotizan, en un negocio donde las ganancias generadas en 2010 alcanzaron los 200.000 millones de dólares. Por lo general estas empresas están relacionadas o pertenecen a firmas de fabricación de armas, manteniendo todo el proceso de generación de ganancias en el mismo conglomerado.
Sin embargo, a pesar de ser contratados por diferentes Estados, su actuación y su soberanía dependerá del carácter del mismo. Si es un Estado imperialista como EEUU o Reino Unido, las CMP refuerzan su soberanía más allá de sus fronteras manteniendo su presencia a través de la construcción de bases militares (como en Colombia en nuestra región) y su posterior administración en diferentes países como el caso de Irak o Afganistán. Si son contratados por Estados dependientes y débiles, con escasa gobernabilidad efectiva, socavan el poder estatal generando una dependencia mayor de este tipo de Estados hacia sus servicios y el sometimiento a las grandes potencias militares. El ejemplo de África es el más claro, donde las CMPs de capitales de diferentes países mantienen el control efectivo sobre recursos estratégicos [6].
Consideraciones finales
El papel de las Compañías Militares Privadas en la arena internacional se ha ido transformando a lo largo del tiempo. Los vínculos con el Estado han sido un elemento fundamental en su expansión. En un primer momento su desarrollo ha estado estrechamente relacionado con cambios en la forma en que los Estados imperialistas abordaron los conflictos armados al involucrarse de manera indirecta. Por las razones mencionadas anteriormente, si bien siguen sus propios intereses, no dejan de ser instrumentos de las potencias capitalistas en su búsqueda de ganancias, generando el mantenimiento de los conflictos, la profundización de la pobreza y el sufrimiento de las poblaciones. A lo largo de las últimas décadas las CMPs se han multiplicado y fueron teniendo un papel significativo en los conflictos internacionales, profundizándose en las guerras del siglo XXI.
La reticencia de los Estados imperialistas a involucrarse en conflictos bélicos ha contribuido al éxito de las CMPs. La pérdida de un soldado del ejército regular suele tener un costo político mucho mayor que la muerte de un contratista de seguridad, lo que a menudo pasa desapercibido, ya que no siempre refleja la nacionalidad de la empresa contratante. A su vez esto demuestra la relevancia y el peso de la infatería en la actualidad contra la creencia de un supuesto predominio de tecnologías en el campo de batalla como son los drones. Sumado a lo anterior, los discursos sobre la “democracia” que defienden estos países imperialistas para mantener sus beneficios, implica que “hacer la guerra” tenga un costo político mucho mayor para los gobiernos.
Otro aspecto a considerar en la utilización de las PMCs por parte de los Estados es la reducción de costos. Al subcontratar servicios de seguridad y defensa, los gobiernos pueden eludir los altos costos asociados con el entrenamiento y mantenimiento de grandes contingentes de fuerzas armadas. Esto a la vez le permite a los Estados sortear la falta de transparencia en cuanto al costo real de la guerra, tanto en términos económicos como humanos, ya que los crímenes cometidos por PMC pueden quedar fuera de la responsabilidad gubernamental. Un ejemplo significativo de esto y en correspondencia con la influencia de las PMC en la política y la percepción pública fue la Orden No. 17 en Irak, emitida en 2004 por Paul Bremer, ex secretario del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Esta orden otorgó inmunidad a los contratistas estadounidenses, excluyéndolos de las estadísticas oficiales de combate, lo que tuvo consecuencias importantes en términos de responsabilidad sobre futuros crímenes que cometieran.
El guerrerismo y el militarismo son fenómenos que han acompañado al capitalismo desde su origen. Las potencias capitalistas recurren a conflictos armados en busca de recursos y mercados. Por lo tanto, las guerras en el capitalismo son un medio para mantener funcionando el sistema, preservando y extendiendo los intereses económicos de los grandes grupos empresarios. Con el Imperialismo, se produce un salto cualitativo tanto en su utilización como en la cantidad de CMPs que surgen. Como las crisis económicas, las guerras son parte integral de este sistema que se caracteriza por su voracidad en la búsqueda de ganancias y recursos; y las Compañías Militares Privadas son la expresión contemporánea de la relación entre el capitalismo y el militarismo, evidenciando más que nunca la importancia del negocio de la guerra.
Bibliografía de consulta
Veselov Yuri Alexandrovich, Historia y papel de las PMC en la política mundial moderna, Universidad Estatal de Moscú, Moscú, 2021. Se puede visitar acá
Maquiavelo, El arte de la guerra, Buenos Aires, 2004, p.23.
Flabián Nievas, Compañías militares privadas, en Aportes para Aportes para una sociología una sociología de la guerra, Buenos Aires, Proyecto Editorial, 2006.
Geoffrey Parker, Historia de la Guerra (Comp.), Madrid, Akal, 2010
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