El pasado fin de semana se realizó el Encuentro Nacional por Palestina en la Ciudad de México, con la intervención de decenas de jóvenes de todo el país. Reproducimos acá la ponencia leída por estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria 9.
La Izquierda Diario México @LaIzqDiarioMX
Jueves 18 de julio
Nos encontramos aquí, a pesar de nuestras realidades sociales incómodas o poco más cómodas, cual sea el caso, nos reunimos por una indignación común que provoca este conjunto de personas, tan diferentes una de la otra, que nos hemos levantado a pisar fuerte las calles con un grito de rabia que nos caracteriza como el sector más inquieto del país, inquietes por dignificar la vida, nos pasamos por el Zócalo Capitalino, por las diversas embajadas de estos genocidas que se hacen llamar estados en legítima defensa, acampamos en las faldas de la biblioteca central de Ciudad Universitaria para conquistar una cuestión fundamental que nos ha convocado desde hace ya un tiempo, la ruptura de relaciones entre distintos órganos nacionales y del mismo Estado Mexicano con el ilegítimo estado sionista.
Cómo juventud venimos aportando a esta lucha un granito de arena, pequeño, pero con ánimo de formar algo mayor desde nuestra trinchera. Observamos en la causa palestina, luchas que trascienden, la lucha por la vida, contra el imperialismo y el capital que tanto daño hace al mundo que habitamos, luchas que reconocemos como nuestras y entonces nos cuestionamos nuestro papel en ellas.
A las personas jóvenes que asistimos a las movilizaciones, que carecemos de un entorno politizado, que aún no hemos llegado por edad a las universidades y que venimos de entornos en los que la solidaridad internacional, nacional, mínima, es casi inexistente. De lugares que han creado adultos cansados y hartos de los “problemas ajenos”, que no se meten en lo que dicen que no les toca, porque ya mucho les ha tocado.
Es común que se nos diga que nuestras movilizaciones no tienen razón de ser, que aquél lugar está muy lejos de aquí, y no tenemos por qué indignarnos tanto por una mancha gigantesca de sangre que vemos a través de una pantalla, como muchas que vemos a diario. Cómo juventud nos bastó con dar una mirada a las condiciones de las personas que refieren esto, de las autoridades en nuestra universidad, de nuestras familias, para darnos cuenta de que efectivamente nos acomete, que la guerra nos alcanzó desde Gaza y como sus tanques no llegaron hasta acá, nos la exportaron en forma de tratos con nuestras universidades, para de esta manera financiar estudios que respalden su lógica genocida, nos llegó en adiestramiento policíaco para reprimirnos cada que nos hayamos de quejar.
Nos llegó en la falta de oportunidades para crecer, que no deja que les investigadores, sin más dinero que apoye su trabajo, acepten dinero manchando de sangre; y la universidad, con tal de ese capital extra, acepta, consciente o inconsciente de lo que hace, ¿La autoridad es cómplice o solo incompetente?
Entonces, sin que nos diéramos cuenta, ya formábamos parte de este atroz genocidio. Ahora que la guerra nos alcanzó, en sus formas peculiares, es clara nuestra responsabilidad, es fuerte la necesidad de moverse, pero es difuso nuestro papel como juventud, al mismo tiempo nos enfrentamos adversidades para articular nuestra lucha.
Muches de nosotres sin ingresos existentes y sin dinero propio, sin tiempo porque hay que acabar con la guerra pero también pasar Matemáticas 5, con trabas de autoridades para la organización, que recurren a las mismas estrategias bajas que el estado, lanzando a sus grupos de choque a violentarnos cada que pueden; ejemplos tenemos de sobra, con les compañeres de la toma de Dirección General de CCH y CCH Naucalpan, y cualquier otro bachillerato que reconoce estas violencias perpetradas por la universidad. Parece entonces que la juventud se vio superada por el abrumante poder del estado y el capitalismo, por la hegemonía social y la política que se ha visto envuelta en el “ya no hay más que hacer” y que deberíamos regresarnos a las aulas para agachar la cabeza y apagar el corazón. Sin embargo, ésta cansada lucha, y vaya que lo es, nos demostró que ante una fuerza que pelea por terminar con nuestra organización estudiantil, nosotres siempre resistiremos y buscaremos la manera de organizarnos como sea posible.
El ánimo de organización, aunque pequeño, se encuentra allí, en las aulas, en los cubículos
estudiantiles, en los grupos de amigos que hablan sobre la situación en Palestina, que funcionan como células dispersas. Solo les hace falta un empujón, una chispa, un volante, una demostración de sus pares para desembocar la organización en todos nuestros bachilleratos a partir de las pocas personas que se empiezan a integrar, y que poco a poco van llevando la lucha a su entorno, a su escuela, a su lugar, creando así una pequeña pero poderosa bola de nieve informativa con la capacidad de agrandar el movimiento.
En vista de esto es fundamental diversificar la lucha más allá del ámbito universitario-estudiantil y llevarla a los sectores en la periferia, hablando en la inmediatez aterrizada, de los Colegios de Bachilleres, Escuelas Normales, y el grueso sector popular que puede incluso que no esté en una escuela.
Como estudiantes es fundamental poder articular en palabras lo que sucede en el territorio palestino y hacerlo de manera en la que podamos explicar el papel fundamental de la población internacional, comunicarlo a los sectores, de ser posible brindar herramientas y apoyo que incentive la organizacion que atienda a su realidad.
Como pequeñas células de trabajo y espacios en resistencia, que luchan por una educación más digna, una formación política más allá de lo que nos enseñan dentro de las aulas, la preservación y reivindicación de los espacios que realmente nos son propios. A pesar del constante esfuerzo durante los últimos años se ha hecho evidente un reflujo dentro de toda la estructura que conforman los movimientos estudiantiles. Ha resultado de muchas formas desmotivador, saber que en los mismos pasillos que todos los días recorremos, existen más estudiantes que por diversas razones, no han encontrado en los espacios de lucha que ya se han ganado, un lugar donde puedan expresar y organizar toda esa rabia, producto de un sistema que les ha fallado o entre otros casos diversos, la impotencia de no tener las múltiples herramientas que para organizarse se necesita; peor aún, es saber que hay estudiantes a les que ni siquiera les ha nacido la rabia. Sin embargo, vemos que la problemática que nos acomete a todes el día de hoy, la solidaridad con el pueblo palestino que hoy nos congrega puede ser un posible eje para un nuevo flujo, un flujo que nos acomete a todes, bien sabemos y hay que seguir corriendo la palabra, de que ninguna violencia nos puede ser ajena.
El día de hoy como estudiantes vivimos de forma inmediata esta violencia en las aulas que conforman la institución que se supone debería de protegernos, en las calles y el transporte público de regreso a nuestros hogares, en cada uno de los círculos sociales que conformamos, en todos estos lugares y más, se siguen replicando las violencias que sostienen lo que el día de mañana será una amenaza todavía mayor a nuestra integridad individual y colectiva. Por todo esto es importante comprender cómo la violencia que desde hace años se da hacia el pueblo palestino, se ve reflejada en los espacios que conformamos, el hecho de que no nos sea ajeno, es crucial para poder articularlo a nuestras luchas más inmediatas.
Resulta entonces esperanzador el vernos a todes aquí reunides, observar en carne propia como las movilizaciones estudiantiles están trascendiendo más allá de las problemáticas inmediatas, articulado diversas luchas que sin antes haberlo notado, también nos afectaban.
Si bien no es el eje definitivo que rija el futuro más inmediato de los movimientos estudiantiles en nuestro contexto, es un gran momento para no perder las esperanzas de que las pequeñas células de trabajo, los espacios y personas que sus voces no han alcanzado a ser escuchadas, encuentren en la lucha por el pueblo palestino, una oportunidad para articular y reflexionar a cerca de aquellas violencias que por desgracia nos unen.
Detengámonos un momento a presenciar el alcance que la lucha por el pueblo palestino está teniendo a lo largo de todo el mundo, que si bien la lucha todavía no termina, debemos de mostrarnos fuertes, de mantener ese ímpetu de protesta, porque no hay nada a lo que las instituciones opresoras le teman más, que un pueblo organizado y una juventud despierta.
¡Hasta la victoria siempre compañeres!