El presidente Nicolás Maduro aseguró que China respalda su plan de recuperación económica y entra “un nuevo ciclo de cooperación entre las dos naciones”. Sin embargo, en medio de la poca transparencia de los acuerdos firmados se deja ver un curso de mayor entreguismo.
Martes 18 de septiembre de 2018 14:41
El pasado viernes el presidente Nicolás Maduro se reunió su homólogo chino Xi Jinping, en un viaje de último momento para lograr un nuevo préstamo que le permita ganarle tiempo a la severa crisis económica y política. Según Maduro, se suscribieron 28 acuerdos de cooperación en varias áreas y aseguró que hay “compromisos de financiamiento para el crecimiento de la producción petrolera, el crecimiento de la producción de oro e inversión en más de 500 proyectos de desarrollo dentro de Venezuela”. Con seguridad, declaró que los convenios están “valorados en miles de millones de dólares”, sin embargo, es poco claro si realmente habrá ingresos “contantes y sonantes” de algún préstamo al país y, de haberlo, de cuánto será.
Recordemos que días antes la vicepresidenta Delcy Rodríguez realizó una gira por el país oriental allanando el camino para la reciente visita de Maduro.
¿Préstamos para pagar la deuda externa?
Según fuentes del gobierno, Maduro habría conseguido un préstamo de 5.000 millones de dólares, insuficientes para pensar siquiera en reactivar la producción nacional, pero que serían fundamentales para afrontar los vencimientos de bonos de la deuda de los próximos meses, que suman 2.000 millones de dólares y que están garantizados con el patrimonio de Citgo (la empresa pública venezolana de refinación de petróleo y comercialización de gasolina en los Estados Unidos) ante la falta de pagos. Sin embargo, ni siquiera este monto, que había sido anunciado por el ministro de finanzas, Simón Zerpa, fue confirmado por China, quien solo señaló que “ayudaría a Venezuela”, sin mencionar cifras, pero exigió “estabilidad política” y “garantías legales”.
Los intereses geopolíticos del capitalismo chino y el estadounidense
Las negociaciones de Venezuela con China ocurren en medio de la “guerra comercial” y arancelaria que ese país mantiene con Estados Unidos (por “iniciativa” de Trump) y que ha venido escalando en las últimas semanas. Las tensiones entre ambos países se retroalimentan por la expansión económica China en África, para el que acaba de anunciar un plan de préstamos de 60.000 millones de dólares en tres años, y en América Latina, a la que Estados Unidos consideró históricamente su patio trasero, y sobre la que China avanzó exponencialmente en la última década.
No es casual que, en medio de las negociaciones entre el gobierno de Maduro y China, se hagan públicas las declaraciones del secretario general de la OEA, Luis Almagro, sugiriendo una intervención militar contra Venezuela. Almagro, como ya lo hizo en otras ocasiones, funge como emisario fiel de los mensajes que Washington quiere enviar a la región.
Un paso más en la entrega de los recursos nacionales
Más allá de las declaraciones oficiales de que los acuerdos con China serían “amistad y cooperación” entre ambos gobiernos, y los titulares de los medios oficiales, tanto chinos como venezolanos sobre el “compromiso de China con la reactivación de la producción nacional”, lo cierto es que la política de Maduro solo apunta a una mayor dependencia nacional del capital extranjero y una entrega absoluta de los recursos energéticos del país. En este caso en acuerdos con el gobierno chino en disputa con Estados Unidos por conseguir mayor influencia en la región.
Y es que la mayoría de los acuerdos están suscritos en el área energética, gas y petróleo principalmente, pero también en el área minera, hierro y oro: “sabe China que Venezuela avanza en la certificación de lo que podría ser la primera reserva del oro del mundo”, declaró Maduro.
Esa es la manera que Maduro usa para hacer babear al capital internacional, con las promesas de recursos energéticos y oro, mostrando su cara más entreguista y apelando a uno de los medios de expoliación más brutales que sufren nuestros pueblos, el de la entrega de los recursos naturales, que no solo despoja a los países de riquezas, sino que va acompañado por lo general de regímenes de sobre-explotación (donde no se cumple con la legislación laboral nacional), desplazamiento de comunidades y pueblos originarios, y grandes daños al medio ambiente y los ecosistemas para complacer las necesidades del gran capital transnacional. La primera campanada en esa dirección la dio con los convenios en el Arco Minero del Orinoco (AMO) hace un par de años, y ahora avanza más en esa orientación.
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El mecanismo, lejos de contemplar un acuerdo en el que “todos ganan”, sería ampliamente favorable a China garantizando la producción allí donde el país asiático ya tiene empresas (en asociación con el Estado venezolano), donde está invirtiendo, o donde tiene un interés directo. Es decir que los acuerdos de préstamos o inversiones estarían supeditados a mejorar la productividad en las áreas donde existe capital chino.
Por otro lado, la forma en la que China se va apropiando de recursos naturales en Venezuela no es nueva, sino que sigue el mismo mecanismo utilizado ampliamente en países africanos: tras el otorgamiento de préstamos que se convierten con el tiempo en deuda impagable, China responde quedándose con parte de los recursos de esos países.
Los acuerdos con este tipo de cláusulas no son nuevos. Ya bajo el gobierno de Chávez varios de los acuerdos firmados con China incluían el pago de la deuda con la producción petrolera futura, así como la obligación de adquirir bienes chinos con el dinero recibido en préstamo. Lo que se dice un negocio redondo… para el capital chino.
De todas maneras, el “entusiasmo” chino con Venezuela había decaído en los últimos años a medida que el país caía en una espiral de crisis económica y política, con una hiperinflación descontrolada y la amenaza permanente de caer en cesación de pagos. Con este panorama China ya no parece dispuesta a entregar más dinero si no es a cambio de condiciones cada vez más ruinosas para el país.
En este marco, la visita de Maduro culminó con una infame declaración:
“Ha sido un éxito total esta visita de Estado al más alto nivel".
¿Endeudar más al país para “superar la crisis”?
La situación nacional está marcada por una cantidad de necesidades para el pueblo que no verá ni un céntimo de esa cifra en salud, educación, alimentos o mejora de los servicios públicos. Este monto, sin embargo, se sumará a una deuda con China que asciende a los 28.000 millones de dólares, deuda que el gobierno nacional promete pagar en los próximos años, en buena parte con producción petrolera.
Los “miles de millones de dólares en inversiones para hacer realidad nuestras empresas mixtas en el campo petrolero”, no son más que métodos de sumisión a las potencias extranjeras que hipotecan el futuro del país, con promesas de exoneración de impuestos y jugosas ganancias para las trasnacionales. Es que el gobierno de Maduro busca por todos los medios refinanciar la deuda externa y sortear las sanciones del gobierno de Trump, pateando hacia adelante la terrible crisis nacional para mantenerse en el poder mientras las calamidades del pueblo trabajador aumentan.
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La deuda externa es uno de los mecanismos por excelencia de dominación y expoliación de los pueblos por parte del gran capital. Además, en nuestro caso (como también el de Argentina, por ejemplo), sirve para “sostener” la fuga de capitales que hacen las respectivas burguesías nacionales: en nuestro país, a medida que Chávez aumentaba exponencialmente el endeudamiento del país, corría paralelamente un gran aumento de la fuga de capitales, un saqueo hecho por las distintas fracciones de la burguesía nacional (la tradicional y la “nueva”). Es decir, se hipoteca el futuro de país, se comprometen los recursos que se necesitarían para las necesidades del pueblo, en una deuda “eterna” para garantizar los intereses de usura el capital financiero y, sin embargo, por lo general lo que “le toca” a los trabajadores y el pueblo de esos “préstamos”, es poco o nada.
De hecho, ya la actual deuda está en el centro de las calamidades que hemos venido sufriendo, pues el gobierno de Maduro ha preferido destinar en los últimos años casi 80 mil millones US$ para esos “buitres”, a cambio de reducir los recursos para la importación de medicinas, alimentos y bienes para la producción.
La superación de la crisis nacional no tiene como única vía y destino “inevitable” profundizar la dominación del gran capital sobre nuestra economía, mediante mayores endeudamientos, tal como nos lo quieren hacer ver las diferentes alas de la política burguesa nacional: los de la oposición buscan un endeudamiento con el capital financiero tradicional y los organismos clásicos del imperialismo (como el FMI), y el gobierno lo busca con potencias capitalistas en ascenso, como China.
Los trabajadores y sectores populares debemos organizarnos para exigir ¡no pago de la deuda externa! y ¡repatriación obligada de capitales! Ese dinero que se va en deuda y se le niega al país y a sus mayorías, debe emplearse para las necesidades urgentes que tenemos aquí. Los recursos fugados, provenientes en su casi totalidad de la renta petrolera pública, deben volver a su legítimo dueño: el pueblo venezolano. Repatriación obligada, so pena de expropiación de todos sus bienes en el país y su pase a manos de la gestión directa de los trabajadores con participación de las comunidades, no en manos de la casta gobernante, responsable junto a los capitalistas de toda esta crisis y de la gran corrupción.
Son algunas de las medidas fundamentales que debemos contraponer, desde la clase trabajadora, a las medidas entreguistas y de mayor dependencia nacional que tanto la oposición de derecha como el gobierno proponen como “salida” a la profunda crisis nacional.