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Elecciones europeas: Alemania y la Europa fortaleza amurallada del capital

Redacción Klasse Gegen Klasse

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Elecciones europeas: Alemania y la Europa fortaleza amurallada del capital

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[Desde Alemania] Este artículo editorial fue publicado originalmente en alemán en el 29 de mayo en Klasse gegen Klasse, parte de la red internacional de La Izquierda Diario en Alemania.
Este domingo 9 de junio finalizan las elecciones al Parlamento de la Unión Europea, y existe la amenaza de una consolidación de la extrema derecha. La hipocresía de la alianza que gobierna en Alemania (la llamada “Coalición del Semáforo”, por los colores de sus tres partidos, la socialdemocracia –SPD-, los liberales –FDP- y los verdes) y de los opositores de la democracia cristiana (CDU/CSU) no puede ocultar que están allanando el camino al partido de la extrema derecha, Alternativa por Alemania (AfD). Pero ni siquiera los votos a la izquierda reformista de Die Linke [1] o la BSW (Alianza Sahra Wagenknecht) [2] frenarán a la AfD. Lo único que realmente sirve es organizarse por una salida socialista.

Si uno camina por las calles en estos momentos, a pocas semanas de las elecciones europeas del 9 de junio, es entendible que piense que se trata de una elección entre democracia y autoritarismo. En cualquier caso, los partidos de gobierno (SPD, Verdes y FDP), así como la CDU/CSU, están haciendo todo lo posible por presentarlo de esa manera: hay que votar contra la AfD para que la extrema derecha no se imponga en la UE y la transforme en un instrumento del autoritarismo. Pero la UE no es un remanso de democracia, derechos humanos y paz. Y no solo ni principalmente por la extrema derecha de AfD y compañía, sino precisamente por las políticas de los partidos del “extremo centro” (según la expresión de Tariq Ali).

Esto es particularmente evidente en la cuestión de la guerra: aunque el SPD, los Verdes, el FDP y la CDU/CSU apoyan sin fisuras el genocidio en Gaza, el rearme y la militarización y la guerra en Ucrania, los partidos hacen campaña para “proteger la paz”. En vista de los miles de muertos en el Mediterráneo cada año, del endurecimiento racista de la política de asilo por parte del gobierno y de la reciente adopción del Sistema Europeo Común de Asilo (SECA) -nada más que un eufemismo que encubre el levantamiento de un muro aún más elevado en torno a la “Fortaleza Europa”-, promocionarse con carteles que hablan de proteger las vidas humanas que cruzan el Mediterráneo o de la defensa de los derechos humanos no solo se trata de hipocresía, sino del cinismo más repulsivo de los partidos gobernantes y de la CDU/CSU. Además, la militarización exterior y los preparativos para cada vez más guerras se reflejan también en la política interior: medidas de austeridad para todos los ministerios excepto el de Defensa, las propuestas del FDP y de la CDU/CSU en particular para rebajar las jubilaciones y alargar la jornada laboral, campañas de reclutamiento para las fuerzas armadas y una represión cada vez mayor contra las protestas sociales, en particular aquellas contra el genocidio en Palestina. El objetivo no es proteger a los trabajadores, los jóvenes, los inmigrantes, las mujeres y las personas LGBTQ+, sino resguardar la posición del capital alemán en Europa.

Mientras tanto, las encuestas le dan a la AfD un 15% de intención de voto, más que en las últimas elecciones europeas, pero menos que a principios de año, cuando la AfD era, con diferencia, la segunda fuerza. El partido racista, islamófobo, sexista, transfóbico y antisocial no puede ser una alternativa para los explotados y oprimidos, por mucho que se presente como tal. Tampoco es el partido de la paz. Está a favor de un acuerdo con Rusia, pero no contra el armamentismo y menos contra el genocidio en Palestina. Está formado por nazis auténticos y relativistas del Holocausto hasta las más altas esferas, como lo demuestran no solo Björn Höcke, sino también, más recientemente, las declaraciones sobre las SS del principal candidato a las elecciones europeas, Maximilian Krah. Defiende la opresión contra las minorías y un mejor posicionamiento del capital alemán en la competencia con otros Estados imperialistas mediante el proteccionismo y los ataques a los derechos laborales. Solo por eso la AfD está a favor de un equilibrio con Rusia y China, ya que este puede llevar a un fortalecimiento de la economía y del imperialismo alemanes.

Sin embargo, el giro a la derecha no puede medirse únicamente en términos del apoyo a la AfD, ya que sus posiciones se han abierto camino en el centro político y ella misma se está integrando cada vez más en el régimen. El gobierno y las instituciones estatales están impulsando con gran entusiasmo la represión contra la solidaridad con Palestina y han adoptado el racismo antimusulmán de la AfD para justificar la represión. Aunque en las últimas semanas han aumentado las voces que se oponen públicamente por motivos democráticos -en particular desde el sector universitario, donde cientos de docentes, ayudantes de investigación y académicos han firmado una petición contra la represión y en defensa de la libertad académica-, aun así siguen siendo objeto de campañas públicas de difamación y desprestigio, entre otros, por parte de Springer-Verlag, el conglomerado de medios más importante de Alemania que publica los diarios y revistas más leídos.

Ni Die Linke ni el movimiento de Sahra Wagenknecht son una alternativa

Ni siquiera Die Linke se mantiene unido contra la represión. Al contrario: los principales políticos del partido se han pronunciado repetida y explícitamente a favor de la represión contra la solidaridad con Palestina, como Elke Breitenbach y Klaus Lederer, de la regional berlinesa de la organización, quienes firmaron conjuntamente una carta en la que se pedía la prohibición del “Congreso por Palestina” que precisamente no se pudo celebrar en Berlín en abril. Esto no es sorprendente, dado que la dirección de Die Linke ha expresado repetidamente su solidaridad con el Estado genocida de Israel en los últimos meses, tanto en varios actos pro-sionistas como en una votación en el Parlamento, donde se sumó a todos los demás partidos, desde los del gobierno hasta la extrema derecha de la AfD, exigiendo la represión contra los activistas y organizaciones pro-palestinos. Pero no es solo en la cuestión palestina donde el partido levanta posiciones reaccionarias: al tiempo que se ha venido esforzando por normalizar las posiciones pro-OTAN con el trasfondo de la guerra de Ucrania y en parte también se pronunció por la entrega de armas, Die Linke también ha apoyado repetidamente el giro a la derecha del Estado alemán, tanto al nivel de los gobiernos regionales como del federal, como lo demuestran los innumerables desalojos forzosos y deportaciones que Die Linke ha apoyado durante su participación en el gobierno en varias regiones. Aunque Die Linke ahora lleva como cabeza de lista para las elecciones europeas a Carola Rackete, una activista que se dedica al salvataje marítimo de migrantes, -junto con una campaña electoral a favor de rutas de escape seguras para quienes buscan asilo-, sigue sin oponerse sistemáticamente a las deportaciones en las regiones en las que forma parte del gobierno (Turingia –donde lo encabeza-, Bremen y Mecklemburgo-Pomerania Occidental). En última instancia, la candidatura de Carola Rackete no funciona más que como cobertura por izquierda para la gestión compartida de una política migratoria inhumana.

El partido que en los medios de comunicación se ha pronunciado con mayor éxito tanto contra la guerra en Ucrania como contra la guerra de Israel contra Gaza es sin duda la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW). Uno de sus lemas centrales de la campaña electoral es “¿Guerra o paz? Ahora podés elegir”. La BSW también se está posicionando como feroz crítica de las políticas antisociales del gobierno. Pero aunque algunos periodistas tachen a Sahra Wagenknecht de “comunista”, no podría estar más lejos de ello. Ella se ha manifestado como admiradora de Ludwig Erhard, antiguo canciller demócrata cristiano de Alemania Occidental en los años ’60. La diputada, ex miembro de Die Linke y quien fuera su figura pública más popular, defiende una política económica nacionalista que pretende fortalecer a las empresas alemanas frente a la competencia extranjera. Su idea de justicia distributiva tiene poco que ver con el socialismo, y más bien es tributaria de la “teoría del derrame” de fortalecimiento de los capitalistas alemanes -es decir, la idea de que si los empresarios se benefician en última instancia eso también redunda en bienestar para los trabajadores. La perspectiva de expropiar a las grandes empresas le es ajena. El lema de su campaña electoral “¿Mordaza u opinión?” es también un claro guiño a movimientos de extrema derecha (como el llamado Querdenken [algo así como “pensamiento políticamente incorrecto”]) y a la AfD, que dicen que hay una dictadura por la cual no se puede pensar distinto a un supuesto consenso progresista. Sin embargo, la propia Wagenknecht está a favor de la mordaza: plantea que se tiene que prohibir hablar de género en las escuelas e instituciones públicas. La BSW también utiliza sin pudor el discurso anti-LGBTQ+ de la derecha e incitó al odio contra las personas trans cuando se aprobó la Ley de autodeterminación de género en abril. Lo mismo puede decirse de su restrictiva política migratoria, en la que sus demandas están fuertemente alineadas con las del gobierno, los demócratas cristianos y hasta la AfD.

Una cosa está clara: ni Die Linke ni la BSW son una alternativa para los trabajadores ni para la juventud, que están mostrando su solidaridad con el pueblo palestino a través de manifestaciones y ocupaciones de universidades en todo el mundo y también en Alemania, enfrentándose a la represión de la policía y de las autoridades universitarias, así como a las políticas de sus gobiernos imperialistas. Así lo demuestra el silencio ensordecedor de los políticos de alto rango de Die Linke y de la BSW ante la represión contra el movimiento estudiantil de solidaridad con Palestina en las últimas semanas.

Resulta aún más decepcionante que organizaciones que se consideran parte de la tradición trotskista, como la Organización Socialista Solidaridad (Sol), Alternativa Socialista (SAV) o el Grupo Poder Obrero (GAM), por nombrar solo algunas, llamen a pesar de todo a votar a Die Linke en estas elecciones europeas y, muy probablemente, en las regionales de septiembre próximo en Sajonia, Turingia y Brandemburgo (aunque rechacen, con razón, llamar a votar al movimiento de Sahra Wagenknecht). Los argumentos difieren en los matices, pero lo que tienen en común es que, a pesar de todas las “frustraciones” o “problemas” de Die Linke, si se vota a este partido aún se puede expresar un “voto por los intereses de los asalariados” (Sol), ya que Die Linke sería “la única fuerza importante” que “no solo plantea cuestiones sociales, quiere hacerles pagar a los ricos y apoya las huelgas, sino que también se opone al consenso racista y militarista, aunque por desgracia a menudo de una forma bastante difusa” (SAV). Pero el problema de Die Linke no es que su programa sea demasiado difuso. El problema es que está plenamente integrado en el Estado imperialista y cada fibra supuestamente progresista de su programa se ve comprometida por la realidad de esta integración, incluso cuando ya no está en el gobierno, como muestra de manera pasmosa el caso de los dirigentes pro sionistas de su regional berlinesa. (El argumento del GAM de que hay que acompañar las ilusiones en Die Linke por medio de un apoyo electoral crítico como parte de una “táctica de frente único” está abordado en otro artículo en Klasse gegen Klasse).

Al final, todos estos argumentos se basan en la misma lógica que la propia Carola Rackete formuló como cabeza de lista de Die Linke: no hay que dividir el potencial de voto de la izquierda porque cualquier otra cosa beneficiaría a la derecha. Sin embargo, esto no podría ser más erróneo. El ascenso de la derecha no se debe a una abstracta “división de la izquierda”, sino sobre todo a la política derechista de los partidos reformistas de la izquierda. El hecho de que la AfD sea vista como el único partido antisistema es culpa de la izquierda reformista, que se ha integrado en el establishment.

Lo que necesitamos no es volver a apoyar a un supuesto “mal menor”, que cuando llega al gobierno carga también sobre sus hombros el giro a la derecha de la política alemana. Lo que hace falta es una alternativa anticapitalista coherente que contrarreste a esta Europa, verdadera fortaleza amurallada del capital, con una salida internacionalista y socialista para los trabajadores y los jóvenes.

Pero hay algo que tiene que quedar bien claro: esa alternativa no cae del cielo. Hay que construirla. Pero esto no se puede hacer transigiendo una y otra vez con ilusiones reformistas en Die Linke o en Sahra Wagenknecht y su alianza. Tampoco se logrará tomando atajos como el apoyo a formaciones “progresistas” como Mera25 (antes Diem25). Este movimiento fue fundado por el ex ministro de economía griego de Syriza, Yanis Varoufakis, junto a numerosas personalidades. Actualmente ha encontrado cierta aceptación en el marco del movimiento de solidaridad con Palestina, debido a la infame política de Die Linke. Pero la propia Mera25 -a pesar de muchas posiciones progresistas, en particular en relación con Palestina- no representa una alternativa fundamental a la Europa del capital, sino que insiste en un “Green New Deal” y se referencia en la llamada “Internacional Progresista” relacionada con Bernie Sanders. Aunque se opone a los excesos del neoliberalismo y quiere volver a una economía de mercado más “social”, esta fuerza no es en absoluto anticapitalista. Esto no es sorprendente, dado que Diem25 surgió del fracaso de Syriza, la fuerza emblemática de la debacle del reformismo de izquierda en la lucha contra la política de austeridad neoliberal de la UE liderada por Alemania. Pero es precisamente el fracaso de estos gobiernos reformistas de izquierda lo que ha favorecido el ascenso de la extrema derecha en toda Europa.

Por una salida anticapitalista y socialista de la Europa fortaleza amurallada del capital

En lugar de las fuerzas que describimos más arriba, necesitamos una alternativa fundamentalmente diferente a la Europa del capital, de las fronteras, el empobrecimiento y las guerras. La UE no solo es responsable de la muerte masiva de migrantes en el Mediterráneo, sino que también sirve a las superpotencias imperialistas como Alemania como instrumento económico y militar para imponer sus intereses. Subvenciona a las grandes corporaciones y somete a los países dependientes a brutales dictados de austeridad. No se puede reformar a la UE; toda idea de utilizarla como herramienta para crear una Europa “solidaria” está condenada al fracaso.

Solo contra los imperialismos europeos y las grandes empresas -en última instancia, solo sobre las ruinas de la UE- es posible una Europa completamente diferente: una Europa de solidaridad internacional entre todos los explotados y oprimidos. Para nosotros, esta es la perspectiva de los Estados Unidos Socialistas de Europa, a partir de la conquista de gobiernos obreros que rompan con el capital y se basen en la movilización y la autoorganización de la clase obrera y las masas.

Las crecientes tensiones geopolíticas, que ya están provocando nuevas crisis, guerras y masacres brutales como la de Gaza, también han comenzado a encender la lucha de clases. Por un lado, en los dos últimos años hemos asistido a una nueva oleada de lucha de clases con huelgas masivas de sectores clave en varios países imperialistas. Por otro lado, el movimiento de solidaridad de masas con Palestina en particular ha sacudido la estabilidad europea. También en Alemania, en las últimas semanas, los jóvenes universitarios han empezado a cuestionar cada vez más el genocidio, la represión y los intereses del imperialismo alemán.

Son precisamente estos fenómenos los que pueden constituir la simiente del movimiento que pueda derribar esta Europa que es una fortaleza amurallada del capital. Por esta razón, es una tarea central para nosotros contribuir a que avancen estos movimientos con todos los medios posibles, promover su autoorganización -independiente de los partidos y aparatos del régimen- y luchar por fracciones antiimperialistas y revolucionarias dentro de ellos. Este enfoque es lo que llamamos estrategia soviética. En esta perspectiva –al contrario de las formaciones burguesas y reformistas- las bancas en el Parlamento no son un fin en sí mismo ni un instrumento para conseguir reformas cosméticas, sino un lugar desde donde amplificar la voz para fortalecer las luchas de los explotados y oprimidos.

No solo los ejemplos históricos demuestran que la construcción de una alternativa revolucionaria con influencia entre las masas no es una utopía; por ejemplo también lo manifiesta el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) como parte del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT-U) en Argentina, que está jugando un papel importante en las actuales luchas de clase contra el gobierno ultraderechista de Javier Milei. Contrariamente a cualquier adaptación a las políticas de los aparatos burocráticos del peronismo, el PTS defiende la construcción de agrupaciones clasistas y antiburocráticas en la clase obrera, como se demostró recientemente, el 25 de mayo pasado, en una reunión de miles de delegados de un centenar de sindicatos de base, comisiones internas y agrupaciones clasistas. Al mismo tiempo, el FIT-U logra cosechar cientos de miles de votos en las elecciones con un programa de derrocamiento del capitalismo y construcción de un gobierno obrero.

Una fuerza así no existe todavía en Europa. Sin embargo, estamos firmemente convencidos de que merece la pena luchar para construirla.

El programa que podría levantar una formación de ese tipo en las elecciones europeas lo ejemplifica la candidatura de nuestra organización hermana española, la CRT (Corriente Revolucionaria de Trabajadoras y Trabajadores), que logró presentar una lista para participar de las elecciones europeas con un programa anticapitalista y socialista, contra el genocidio en Palestina, contra la guerra y contra la Europa “fortaleza amurallada”.

El estudiante Pablo Castilla y la profesora universitaria precarizada Lucía Nistal, quienes encabezan la lista de la CRT, representan un programa que se opone consecuentemente al genocidio en Palestina, contra toda complicidad imperialista y por la perspectiva de una Palestina socialista de los trabajadores como parte de una federación socialista en Oriente Medio. Un programa que se opone consecuentemente a todo rearme imperialista y que no se ponga ni del lado de la OTAN ni del de Putin. Un programa que deje claro que la UE sirve a los intereses del capital y no puede ser reformada. Un programa contra la Europa Fortaleza y sus leyes racistas contra la inmigración, así como por la cancelación de todas las deudas externas de los países semicoloniales y la retirada de las empresas multinacionales. Un programa para que la crisis la paguen los capitalistas y no los trabajadores, los jóvenes y los jubilados. Un programa de expropiación sin indemnización y nacionalización de todas las empresas estratégicas, las grandes empresas inmobiliarias y los bancos bajo el control de los trabajadores y los usuarios. Un programa de reducción de la jornada laboral y reparto de las horas de trabajo sin recorte del salario, contra los salarios de miseria y la precariedad. Un programa contra la destrucción capitalista del medio ambiente y por un plan de transformación ecológica elaborado democráticamente desde abajo en interés de las grandes mayorías, y no en interés de la ganancia capitalista. Un programa contra la extrema derecha y por plenos derechos para las mujeres, las personas LGBTQ+ y los inmigrantes. Un programa contra la criminalización de las protestas sociales. En resumen, un programa por una salida anticapitalista y socialista, por un gobierno de los trabajadores en la perspectiva de unos Estados Unidos Socialistas de Europa.

Si en estas elecciones europeas llamamos a anular el voto en Alemania, es con la perspectiva de construir un frente electoral socialista, a más tardar para las elecciones nacionales del año próximo. También en Alemania debemos reagrupar fuerzas para una alternativa anticapitalista e internacionalista consecuente, independiente de las burocracias y partidos reformistas.

Traducción y adaptación: Guillermo Iturbide


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NOTAS AL PIE

[1Nota del traductor: Literalmente “La Izquierda”. Partido creado sobre la base de los restos del viejo estalinismo de Alemania Oriental y de un sector que rompió con la socialdemocracia.

[2Nota del traductor: Ruptura reciente de Die Linke en torno a su principal figura pública. Se trata de un partido “rojipardo”, es decir, que presenta un discurso que articula reivindicaciones clásicas de la izquierda reformista, por ejemplo sobre algunas condiciones materiales de la clase obrera, pero combinadas con parte de la retórica de la extrema derecha: anti “progresista”, nativista, contra los inmigrantes, antifeminista y anti-diversidades, etc.
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