Entre los años ‘60 y ‘70 hubo un reverdecer de los estudios sobre la opresión de las mujeres conforme se expandía el resurgimiento de los movimientos feministas. La variedad de discusiones, desarrollada en dossier de revistas especializadas, libros, compilaciones de artículos, así como en boletines y panfletos de organizaciones feministas, en su gran mayoría escritos por mujeres del campo académico y político de distintas partes del mundo, daban cuenta de la centralidad de una problemática que recobraba peso en términos de la dinámica social. A partir de estudios tanto teóricos como empíricos desarrollados fundamentalmente desde el campo del marxismo, se reforzaron los cuestionamientos contra la posición de las mujeres particularmente definida por su lugar de madres y amas de casa –que aún cuando ingresaban al mercado de trabajo se mantenía invariable– y a discutir sobre su potencialidad revolucionaria [1].
La feminización de la fuerza de trabajo que tuvo lugar en las últimas décadas –en condiciones de precariedad e informalidad laboral [2] – sin dudas complejiza las discusiones sobre el trabajo doméstico no asalariado que realizan mayormente las mujeres en el ámbito privado del hogar, dado que se mantiene como un problema irresuelto en el marco del capitalismo actual [3]. Esta situación otorga centralidad a la pregunta por la relación entre trabajo doméstico y trabajo asalariado, así como a sus efectos sobre la vida cotidiana de las mujeres trabajadoras, atravesada por las condiciones que impone la doble jornada (es decir, la jornada de trabajo para el mercado sumada a la jornada de trabajo doméstico), en un contexto donde, a su vez, ambas se encuentran en crisis [4]. En este marco, es que consideramos preciso posar la mirada sobre las percepciones de las y los trabajadores acerca del reparto de las actividades domésticas en el hogar y el peso que tienen las mujeres en él.
Sobre la base de este objetivo, a continuación, planteamos un primer análisis de la investigación empírica que llevamos adelante en el Subterráneo de Buenos Aires entre los años 2016 y 2017, donde aplicamos la “Encuesta Obrera”. Inspirada en la Encuesta Obrera que elaboró Marx en 1871 para los sindicatos franceses, la misma contiene preguntas sobre diversos temas como situación socioeconómica, condiciones laborales, organización sindical, demandas obreras, opiniones políticas, reparto de las tareas domésticas y de cuidado, principales demandas de las mujeres obreras y opiniones sobre la participación sindical de las mujeres [5].
Esta nota abordamos las respuestas obtenidas en torno al trabajo doméstico no remunerado, su relación con el trabajo asalariado y sus efectos sobre la configuración de la doble jornada para las mujeres trabajadoras.
El trabajo doméstico en el Subte
Además de la cantidad de trabajadores por línea, tuvimos en cuenta la cuota de género para la elaboración de la muestra. Así, de un total de 178 trabajadores encuestados –que corresponden a los tres grandes sectores en los que se divide el trabajo en el Subte: estaciones, talleres y tráfico–, las mujeres representan el 24,2 % del total y los varones el 75,8 %.
Ahora bien, pese a que representan un cuarto de la fuerza de trabajo total, este porcentaje no se corresponde con su distribución en cada uno de los sectores de trabajo. Las mujeres están mayormente concentradas en el sector estaciones (boletería y auxiliar) donde el trabajo es menos calificado, mientras que los talleres están vedados para las trabajadoras mujeres y en tráfico (guarda y conductor) la incorporación fue gradual (primero como guardas y luego como conductoras) a partir de una lucha que llevaron adelante en 1997 por conquistar espacios en un sector donde tradicionalmente solo trabajaban varones [6]. Aunque, continúan siendo minoría, se trata de un sector que está en ascenso en los últimos años [7].
Respecto a la discusión específica sobre el trabajo doméstico, la distribución del tiempo de trabajo no remunerado entre mujeres y varones, y su relación con el trabajo asalariado que aquí nos ocupa, hay una amplia variedad de preguntas en la encuesta que nos permiten reflexionar y extraer conclusiones. Sin embargo, hay una que se presenta como particularmente significativa por su capacidad de expresar la superposición entre trabajo asalariado y trabajo no remunerado y de mostrar en movimiento una dinámica que luego se verá desplegada (aunque menos gráficamente) en otras discusiones. Por tales motivos proponemos tomar como puntapié inicial el siguiente interrogante: “Si durante la jornada laboral hay algún problema con alguno de sus hijos/as ¿quién se hace cargo?” A partir de allí se abren una serie de opciones de respuesta (vos, tu pareja, el padre o la madre de tus hijos/as, otros familiares, amigos/as o vecinos/as, otros), entre las que pedimos elegir las dos principales. Tomando como referencia la primera opción que mencionan los encuestados, a la que otorgamos el carácter de prioritaria o más frecuente, construimos un primer cuadro, donde queda evidenciado que tanto las mujeres como los varones reconocen que son las mujeres quienes asumen mayormente esta tarea.
De este primer cuadro se desprenden distintos elementos interesantes. En primer lugar, que son las trabajadoras mujeres quienes principalmente se hacen cargo de atender las urgencias que pudieran ocurrir con sus hijos mientras se desarrolla su jornada laboral (44 %). A su vez, según las respuestas obtenidas, a esta opción le sigue la de “otros familiares” en un porcentaje (28 %) que es aún más alto a la suma de las dos opciones que contemplaría directamente a los varones del hogar, es decir, “tu pareja” (12 %) o “el padre de tus hijos” (12 %). Esta cifra baja más de 10 puntos porcentuales si consideramos el caso de los varones (31,8 %). Estos datos nos conectan, al menos, con tres discusiones. Por un lado, con el peso y el carácter que tiene el trabajo doméstico en el caso de las mujeres trabajadoras, que conserva un lugar prioritario respecto al trabajo asalariado aun cuando las mujeres están insertas en el mercado laboral [8]. Por otro lado, aunque directamente vinculado al punto anterior, saltan a la vista las diferencias que existen, aun en un contexto de feminización de la fuerza de trabajo, en la ponderación del trabajo asalariado entre las mujeres trabajadoras y los varones. Y, finalmente, que entre las distintas tareas que involucra la reproducción de la fuerza de trabajo son las de cuidado las que ejercen mayor presión sobre la vida y la organización del tiempo de las mujeres. Este último punto se refuerza si analizamos las respuestas de los trabajadores varones, quienes sostienen que son sus parejas (44,9 %) o las madres de los hijos (11,5 %) quienes realizan esta tarea, lo que representa un 56,4 % del total de varones. Este dato, a su vez, se profundiza si tenemos en cuenta que un porcentaje bajo de los varones encuestados respondió que su pareja/esposa era definitiva o transitoriamente “ama de casa” [9].
Directamente ligado a este punto, también es interesante analizar la pregunta que apunta a analizar la cantidad de horas que dedican mujeres y varones a las tareas de cuidado.
Si a partir del primer cuadro (Cuadro 1) veíamos que las tareas de cuidado (en ese caso solo de los hijos) recaían principalmente sobre las mujeres y lo hacíamos en una situación donde directamente se superponía el trabajo asalariado y el trabajo doméstico no remunerado, a partir de este cuadro (Cuadro 2) es posible observar cómo dicha sobrecarga se expresa también en la cantidad de horas que dedican mujeres y varones a tales actividades. Pese a que mayoritariamente tanto las mujeres como los varones reconocen que dedican “de 4 a 6 horas” por día a esta actividad, lo cierto es que en el caso de las mujeres esta respuesta se extiende a casi el 55 % de los casos, mientras que entre los varones no alcanza el 40 %. Este dato se refuerza cuando preguntamos a los varones por la cantidad de tiempo que dedica su pareja a estas actividades. Frente a esa pregunta, el 60 % reconoce que su pareja dedica entre 4 y 6 horas a las tareas de cuidado. De estos datos se desprenden tres elementos interesantes y complementarios de lo que venimos sosteniendo. En primer lugar, que las tareas de cuidado de hijos/as y familiares insumen una gran cantidad de horas de la jornada de trabajo destinada a la reproducción de la fuerza de trabajo, siendo en el 44 % del total de la muestra casi equivalente a la extensión de la jornada laboral en el sector [10]. En segundo lugar, como decíamos anteriormente, que este trabajo recae mayormente sobre las mujeres, reforzando las presiones de la doble jornada sobre un sector específico de la clase obrera. Y, en tercer lugar, que existe una cierta visibilización de las desigualdades que involucra el trabajo doméstico, dado que los varones reconocen que son las mujeres quienes dedican mayor cantidad de tiempo a estas actividades.
Por último, nos interesa abordar las preguntas específicas de la encuesta sobre las tareas domésticas. Aquí, otra vez, aparece como rasgo más sobresaliente la diferencia que existe entre mujeres y varones. La pregunta sobre quién se ocupa de las tareas domésticas en su hogar tenía distintas opciones de respuesta: vos, esposa/o-pareja, hijo/s, hija/s, otros, y se pedía indicar las dos opciones principales. Del total de mujeres encuestadas solo el 11,6 % sostuvo que no se ocupaba del trabajo doméstico, mientras que este porcentaje ascendía en el caso de los hombres al 29,6 %. Ahora bien, la totalidad de los varones y mujeres encuestadas que no se incluyen entre quienes realizan tareas domésticas, reconocen que son otras mujeres las que lo hacen. En el caso de los varones aparecen mencionadas las “esposas”, “parejas”, “hijas”, “madres” y “empleadas domésticas”, mientras que entre las mujeres se mencionan a las “madres” y “empleadas domésticas”. De modo que un elemento sobresaliente es que todos los encuestados reconocen la participación central de las mujeres en la realización de las actividades domésticas.
Si consideramos la cantidad de horas que dedican mujeres y varones a esta actividad, saltan a la vista nuevamente las diferencias.
Atendiendo a las cifras que arroja el cuadro vemos que la opción que más se reitera entre mujeres y varones es “hasta dos horas”. Esto marca una diferencia bastante marcada con el tiempo dedicado a las tareas de cuidado, donde la respuesta más extendida era “de 4 a 6 horas”. Ahora bien, si entre las mujeres representa el 48,2 % de los casos, entre los varones asciende al 66,1 %. A su vez, si sumamos el porcentaje de mujeres que responde “de 2 a 4 horas” y “de 4 a 6 horas”, la cifra alcanza al 48,8 % mientras que en el caso de los varones solo representa el 27,8 %. La mayor proporción de tiempo que dedican las mujeres a las tareas domésticas y de cuidado no solo se evidencia en las respuestas de las trabajadoras encuestadas, sino nuevamente cuando analizamos la percepción de los trabajadores varones respecto al tiempo que dedican sus parejas/esposas (“de 2 a 4 horas” un 38,9 %, “de 4 a 6 horas” un 33,7 %). Aunque se incrementa en el caso de las esposas/parejas que ocasionalmente no están trabajando al momento de responder la encuesta o en el caso de las “amas de casa” (que como vimos, en conjunto, representa un porcentaje bajo), estas diferencias se mantienen incluso cuando ambos miembros de la pareja trabajan, lo que refuerza la sobrecarga de la doble jornada sobre las mujeres trabajadoras.
A modo de síntesis
Partiendo del análisis efectuado hasta acá, la conclusión que se impone es que aun cuando están insertas en el mercado laboral, son las mujeres quienes participan y dedican más cantidad de horas al trabajo doméstico, siendo esta brecha aún más amplia en el caso de las tareas referidas al cuidado. Esta sobrecarga, que impacta directamente sobre la disposición de la vida cotidiana y el bienestar general de las mujeres, y que asume valores concretos al analizar un caso empírico, permite evidenciar de qué modo y en qué términos el trabajo doméstico configura una doble jornada para las trabajadoras. De hecho, entre las principales demandas de las mujeres trabajadoras que tanto mujeres como varones mencionan en primer lugar cuando son indagados en la encuesta, se destacan las guarderías gratuitas durante toda la jornada laboral y la extensión de licencias pagas por maternidad, dos reclamos que apuntan a las tareas de cuidado y que por ende contribuirían a contrarrestar los efectos de la doble jornada sobre las mujeres trabajadoras.
Pero, a su vez, otro dato que salta a la vista es que los varones también dedican parte de su tiempo a las tareas asociadas a la reproducción de la familia obrera. En la mayoría de los casos, esta situación aparece asociada a que la esposa/pareja está inserta en el mercado de trabajo y se presenta la necesidad de repartir las actividades domésticas [11]. Podríamos plantear distintas hipótesis que contribuyan a explicar esta mayor participación de los trabajadores del Subte: desde la historia de la organización sindical y la tradición lucha de dicho colectivo de trabajadores donde, por ejemplo, se destacan conflictos impulsados por demandas específicas de las mujeres (como el que mencionamos anteriormente por el acceso a categorías más altas) [12]; hasta las propias particularidades de la jornada laboral, cuya extensión es de 6 horas, los turnos de trabajo en general son fijos y no es posible realizar horas extras, habilitando una mayor disponibilidad y organización del tiempo que podría impactar sobre el reparto de tareas en el hogar y, por ende, sobre la configuración de la doble jornada de las trabajadoras.
Teniendo en cuenta esto, la necesidad del capital de resolver las tareas de reproducción de la fuerza de trabajo en un contexto en que las mujeres tienen más presencia en el mercado de trabajo, refuerza la necesidad teórica y estratégica de abordar a la clase obrera en su conjunto, si de lo que se trata es de acabar con un sistema que se basa en la opresión y la explotación como vías de funcionamiento.
COMENTARIOS