Durante estos 40 días de rebelión en Chile los y las trabajadoras no solo participaron de diversas maneras de las manifestaciones, sino que protagonizaron conflictos propios que estuvieron teñidos por el clima de agitación social que vive el país.
Lunes 2 de diciembre de 2019 13:30
Los y las trabajadoras de Chile han intervenido en estas seis semanas de rebelión de diversas maneras. En algunos casos participaron directamente de las movilizaciones o de las jornadas de huelga, en otros acompañaron con su apoyo a los miles que marchaban, o se organizaron en dentro de su lugar de trabajo o en comités, cómo el de Emergencia y Resguardo que se formó en Antofagasta.
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Como decía el dirigente revolucionario Vladimir Lenin "Hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas". Esto es exactamente lo que se vio en estos 40 días en Chile. Junto con la rebelión que cuestionó los "30 años" de herencia neoliberal pinochetista, los y las trabajadoras tomaron coraje para cuestionar muchas de las cosas que estuvieron naturalizadas durante años en el país. En estos pocos días se sucedieron una serie de conflictos, de los cuales la mayoría terminaron en triunfo, que cuestionan el nudo de la prepotencia empresarial chilena: la enorme precarización laboral, la subcontratación, los ritmos y extensión de la jornada laboral, entre otros. ¿Cuáles son las conquistas de las y los trabajadores que hemos visto ya cristalizadas en esta revuelta popular a la Chilena?
¿Qué guardan en común estas experiencias? ¿Qué incógnita intentan desarrollar las luchas puntuales que estos sectores han plasmado en sus diferentes puestos laborales y que se unen al clamor de dignidad, solidaridad y derechos que vemos en cada jornada de movilización?
En primer lugar es volver a creer en el movimiento, en tomar otra vez la movilización como herramienta de masas, que puede golpear las decisiones arbitrarias de jefes y patrones. Allí donde el sueño se hace posible, donde se vuelve algo concreto, mediante el movimiento organizado de las y los trabajadores, es que se dan espacio para pensar en un nuevo orden de las cosas y redefinir también los límites de los hechos que antes los paralizaban.
La segundo es la cohesión, es la construcción en red, la convergencia en sus órganos de base. Es demandar colectivamente. Hemos visto como en estas semanas se han levantado múltiples iniciativas de comunicación paralela a los medio del monopolio informativo que dan apertura a ese saber antes enclaustrado.
Si en efecto la intensidad decrece a medida que pasa el tiempo, evidenciado en que no se ha logrado una segunda gran marcha nacional como la del millón y medio de trabajadores y trabajadoras de aquel 25 de octubre, esa intensidad que se resta, por otro lado multiplica la agitación permanente en múltiples otras demandas que nacen día a día, semana tras semana.
Las lucha y conquistas de las y los trabajadores se evidencian ahora, como una posibilidad concreta que busca otros senderos por los cuales transitar, pero que al pasar las semanas ha ido convergiendo a una necesidad práctica de desarrollar esa fuerza y ese deseo de querer cambiarlo todo. Y es que vemos en la calles, en los trabajos, que la conquista no es aislada y más bien, responde a estas ganas de querer dar vuelta todo este régimen.
Esta confianza en la movilización, en los métodos de la huelga y el paro como formas de lucha clave, para conseguir nuestras demandas, representa la enorme fuerza que tiene la clase trabajadora para lograr cambios estructurales y avanzar hacia una verdadera Asamblea Constituyente Libre y Soberana. Anhelo que hoy sectores de la oposición están transando y negociando en el parlamento, convirtiéndola en una instancia enmarcada en los límites de la democracia representativa heredera de la dictadura, que es la misma democracia del descontento de estudiantes, mujeres y trabajadores que hoy salen a la calle y que en 30 años de pacto neoliberal no vieron sus necesidades cubiertas.
Así, estos procesos pueden dejar dos conclusiones sobre la mesa: que la conquista de los trabajadores debe anudarse necesariamente a la conquista de sus órganos de base, con amplitud democrática y exigencia estricta a que las direcciones se subordinen a las decisiones de las asambleas o coordinadoras de bases. Y dos, que a pesar de una baja intensidad (que sin embargo mantiene aún su vanguardia activa, como lo ha sido por ejemplo la primera línea en las calles) los sueños y deseos, convertidos en demandas sociales y en necesidad de un nuevo horizonte y frente de conquista, no se detiene y por el contrario se expande constantemente en nuevos grupos y gremios que paralizan y se adentran en lo que ha sido la mayor revuelta social de las últimas décadas en Chile.
Andrés Vargas
Médico General en APS Redactor La Izquierda Diario Chile