A un mes de la asunción de Trump entrevistamos a Bhaskar Sunkara, fundador y editor de la revista Jacobin en Estados Unidos. La era Trump, los movimientos sociales, la izquierda y el Partido Demócrata.
Martes 21 de febrero de 2017
DOSSIER Un mes de la era Trump
A un mes de la asunción de Donald Trump, La Izquierda Diario entrevistó a Bhaskar Sunkara, fundador y editor de la revista Jacobin en Estados Unidos. Sunkara también es vicepresidente de la organización socialdemócrata DSA (Socialistas Democráticos de los Estados Unidos).
En la entrevista con La Izquierda Diario habló sobre el primer mes de Trump en la presidencia de Estados Unidos, las protestas y los movimientos sociales. También desarrolla su visión sobre la izquierda y la relación con el Partido Demócrata, que ya estaba expuesta parcialmente en el último número de la revista Jacobin, como así también por su organización, DSA.
Publicamos a continuación el texto completo de la entrevista y una versión reducida en video de la conversación.
¿Cuál es tu visión sobre el primer mes de Trump en la presidencia?
Yo diría que es casi una lección de la teoría marxista del Estado, porque vemos la manera en que el capital avanza en sus objetivos al impulsar a Trump a ejercer algunas prerrogativas y al apoyar algunas partes de sus planes, pero a la vez intenta alejarlo de ciertas medidas.
El gobierno de Trump es, esencialmente, un gobierno republicano “recargado”
Por ejemplo, Trump propuso un impuesto del 20% a las importaciones sobre bienes importados de México. Y por supuesto que tuvo que dar marcha atrás rápidamente, porque a los capitalistas les preocupaba que esto tuviera un impacto en sus cadenas de valor y en varios aspectos de la producción.
A la vez, Trump decretó la prohibición del ingreso de refugiados sin mucho descontento de parte de la elite, y estos planes sólo han sido obstaculizados por las movilizaciones populares masivas.
Entonces estamos viendo que, aunque algunos sectores de la izquierda quisieron retratar al gobierno de Trump como algo totalmente nuevo -los liberales, en particular, hablaban como si Trump fuera un salto a lo desconocido– hemos visto lo que es, esencialmente, un gobierno republicano “recargado”. Un gobierno que, por más nocivo y odioso que sea, representa fundamentalmente los intereses de un gran sector de la clase capitalista de los Estados Unidos.
Por supuesto, aunque hubiera ganado la elección un socialdemócrata blando, esa misma clase se opondría agresivamente a toda medida y buscaría desestabilizar al gobierno. Pero con alguien como Trump, buscan negociar.
Estamos viendo movilizaciones masivas en repuesta a él. El carácter político del movimiento aún no está determinado
Creo que en el futuro podrá haber una confluencia de intereses entre el ala populista de la coalición de Trump –gente como Steve Bannon– y los republicanos tradicionales más orientados hacia los negocios como, por ejemplo, Paul Ryan en el Congreso. Podrían impulsar las sociedades entre el sector público y el privado. Podrían intentar reconciliar la necesidad del capital de una política inmigratoria más robusta para tratar el tema de sus necesidades de mano de obra, por ejemplo, en la agricultura, con las exigencias del ala populista de los partidarios de Trump que quieren deportar a los inmigrantes, al impulsar medidas como los programas de trabajo temporal de mano de obra extranjera. De esa manera, le brindarían al capital la mano de obra que necesita, pero sin ninguno de los derechos sociales que estarían incluidos en políticas inmigratorias más liberales.
Entonces, creo que esto es lo que estamos viendo en el primer mes del gobierno de Trump. El frente político es otro tema. Estamos viendo movilizaciones masivas en repuesta a él. El carácter político del movimiento aún no está determinado. No creo que debamos ser demasiado optimistas en principio. Pero por ahora, todo está saliendo mejor de lo que podríamos haber imaginado. Hubo más gente protestando en la Marcha de Mujeres que las que habían protestado antes en los Estados Unidos.
¿Cuál es tu opinión sobre este emergente movimiento anti Trump?
Grandes sectores de la población se están politizando por primera vez. Muchos ven el sector del establishment representado por gente como Hillary Clinton como desacreditado e inepto en su respuesta a Donald Trump. Pero existe el peligro de que esto sea una repetición del movimiento contra la guerra durante la década del 2000, que por supuesto politizó a grandes sectores del país, pero al final su energía fue canalizada hacia el Partido Demócrata.
Tenemos que encontrar una forma de introducir política y antagonismo en estos movimientos
Por supuesto, creo que no deberíamos sentirnos desanimados por esto. Por una parte, no podemos decir que como en general este movimiento no tiene la orientación correcta, por ahora, con respecto a algunos de estos temas políticos, deberíamos descartarlo o no sentirnos animados por su desarrollo. En el otro extremo, tenemos que evitar una posición de apoyo incondicional, según la cual no podemos criticarlo, porque es tan joven y nuevo, etc.
Cambiar el carácter político de los movimientos y crear estos movimientos como terrenos para el debate y la deliberación
Tenemos que encontrar una forma de introducir política y antagonismo en estos movimientos. No sólo antagonismo contra Donald Trump y gente como él, sino también antagonismo contra la dirección del Partido Demócrata y antagonismo contra la dirección de muchas de estas agrupaciones liberales de izquierda, las organizaciones como la ACLU (Unión Estadounidense por los Derechos Civiles) y Planned Parenthood (organización que ofrece servicios de salud reproductiva) no deberían estar exentas de críticas por parte de la izquierda ni de estos debates políticos.
Así que tenemos que intentar promover estas tendencias y debates, especialmente en relación con la dirección del Partido Demócrata tenemos que impulsar cierto grado de antagonismo. Y eso es algo que podría faltar en este movimiento. Y creo que ahí es donde adquiere importancia el papel de los socialistas. Porque obviamente no sólo participamos de acciones de solidaridad. No es suficiente reclutar a individuos, uno por uno, y luego dirigirlos a las protestas y decir “Antes había 5.000 personas, pero debido a toda nuestra organización, ahora hay 10.000 personas aquí”. No sólo tenemos que hacer ese buen trabajo, sino también cambiar el carácter político de los movimientos y crear estos movimientos como terrenos para el debate y la deliberación y como algo totalmente distinto a los fenómenos breves y efímeros de las redes sociales que vienen y van, y por otra parte, a los pseudo movimientos de masas cuidadosamente planificados, como los de la última etapa de las movilizaciones contra la guerra en Irak, que en última instancia no criticaron a los demócratas en la medida suficiente, aunque votaron a favor de la guerra, y en 2006 el movimiento terminó impulsando la elección de los demócratas en las elecciones legislativas.
¿Cuáles crees que son los desafíos para la izquierda en esta etapa?
Creo que el desafío es cómo impulsar una crítica política de este movimiento, sin ser sectarios ni apartarnos de él. Y uno de los desafíos, por supuesto, es que no estamos en una situación en la que podamos, por voluntad propia, cambiar inmediatamente nuestro sistema electoral ni cambiar la manera en la que está estructurada. Si tuviéramos un sistema electoral como en muchos otros países parlamentarios, de representación proporcional, creo que en una elección, por lo menos alguien con una plataforma socialdemócrata de izquierda, si no una más radical, podría obtener el voto de más de un cuarto del país. Creo que existe una base lo suficientemente grande ahora, especialmente entre los jóvenes, para la política de izquierda.
Claro que estamos en una situación en la que tenemos dos partidos firmemente afianzados y un sistema que fue construido sistemáticamente desde fines del siglo XIX para impedir el surgimiento de un tercer partido. Lo hemos intentado muchas veces y hemos fracasado. Así que creo que necesitamos la flexibilidad táctica para decir que queremos construir una organización socialista independiente, pero eso no siempre significa necesariamente presentar candidaturas propias. Hay una nota excelente en la última edición de Jacobin de Seth Ackerman que explica esto. Podríamos si tuviéramos redes propias de financiamiento, si tenemos criterios ideológicos propios para seleccionar a los candidatos y pedirles cuentas y, potencialmente, presentar candidatos en las elecciones primarias demócratas. No como demócratas, sino como socialistas, espero. Creo que ésa podría ser una táctica en ciertas zonas. En otras zonas, creo que tiene sentido implementar inmediatamente las opciones limitadas que tengamos en cuanto a candidaturas independientes.
Pero creo que en este proceso de politización, debemos crear antagonismos dentro de la base del Partido Demócrata, presentando, por una parte, los puntos de vista de mucha gente que, ya sea que haya votado por Hillary Clinton o Bernie Sanders, apoya una visión de un estado de bienestar más inclusivo y de la redistribución y desmercantilización de ciertos bienes; y por otra parte, una dirección muy tecnócrata del Partido Demócrata, gente como Hillary Clinton, que son la primera opción, ni siquiera la segunda, de grandes sectores del capital. Su conexión con Wall Street no está limitada a Hillary Clinton, sino que incluye a toda la dirección demócrata y funcionarios electos comunes, no sólo a nivel nacional, sino también a nivel estadual.
En otras palabras, creo que tenemos que ser tácticamente flexibles al utilizar incluso instancias como las elecciones primarias de las elecciones demócratas, pero no con el solo objetivo de llevar a los demócratas hacia la izquierda ni de provocar un realineamiento del Partido Demócrata, sino para construir cierto tipo de poder político independiente e, idealmente, en el futuro, forzar una especia de fisura. En otras palabras, provocar una escisión en lugar de un realineamiento. Creo que esa es una distinción que alguna gente no comprende.
Pero hay que aclarar que estos planes son imposibles sin un nivel mucho mayor de actividad por parte de los movimientos sociales y sin la revitalización del movimiento de los trabajadores, en particular las luchas de base del movimiento obrero.
Ahora la izquierda está creciendo, a un nivel que no hemos visto desde principios de la década de 1970. Pero está creciendo con afiliaciones individuales. Yo soy Vicepresidente de una organización, los Socialistas Democráticos de los Estados Unidos, que creció de alrededor de 6.000 afiliados a casi 17.000 miembros en sólo un año, aproximadamente. Pero ¿cómo reclutamos a estos afiliados? ¿Provienen mayormente de algún sector en particular de la industria? ¿Tienen una larga historia de organización en comunidades de la clase trabajadora, etc.? No, claro que no. Se afilian de manera individual y, como consecuencia, aunque la izquierda sea más grande numéricamente, es difícil decir que tengamos más peso social que antes.
Pero sí hay una apertura. Y creo que tenemos que comprender nuestra debilidad, en cuanto a nuestra fuerza actual, pero también ver que existe una posibilidad real para la izquierda. En parte porque creo que estamos más cerca de tener una mayoría social de apoyo a políticas generalmente de izquierda, a favor de la redistribución, que de tener una mayoría social a favor del tipo de etnonacionalismo que impulsan Trump, Bannon y otros. Básicamente, su plataforma, sus ideas son impopulares.
Pero si no logramos desplazar a los políticos del establishment del Partido Demócrata mientras no tienen el apoyo de la mayoría, creo que nuestra situación política va a empezar a parecerse a la de Francia, en la que existe una derecha populista insurgente que capta toda la energía contra el establishment por un lado y, por otro lado, un consenso centrista, que se extiende desde los medios hasta grandes sectores de la burocracia del estado, políticos comunes y segmentos del movimiento obrero. Eso no es lo que queremos. Queremos intentar construir una alternativa de izquierda, pero somos muy conscientes de las dificultades particulares que tenemos en los Estados Unidos para eso.
El reportaje se realizó el viernes 17 de febrero de 2017