[Nota de la redacción] Este artículo es la desgrabación editada de la entrevista realizada con Jimena Vergara desde Nueva York, a la que se puede acceder aquí.
Después de lo que pasó esta semana, está claro que no hay vuelta atrás para el imperialismo estadounidense. Con las imágenes de ultraderechistas abriéndose paso hacia el Congreso sin ninguna resistencia seria por parte de la policía del Capitolio volviéndose virales en todo el mundo, la hegemonía ya debilitada de los EE. UU. está en duda hoy más que nunca. Durante décadas, republicanos y demócratas promovieron en todo el mundo golpes de estado, cambios de régimen o intervenciones militares directas contra las semicolonias en nombre de su “democracia” perfecta y con el ejército más poderoso del planeta: esa imagen global está estallando por los aires.
En sus cuatro años en el cargo, Trump no llevó hasta el final su programa proteccionista pero sí logró cambiar la agenda internacional: se distanció de los aliados tradicionales de Estados Unidos como la Unión Europea, se embarcó en una guerra comercial con China, hizo estallar el acuerdo nuclear con Irán, impuso un nuevo acuerdo comercial con México y superó las expectativas del Partido Republicano en su alianza estratégica con el Estado de Israel. Joe Biden asumirá la presidencia para tratar de recrear una suerte de normalidad pre-trumpista imposible. La “globalización armoniosa” en la que los aliados de Estados Unidos trabajaban para sostener el liderazgo norteamericano es cosa del pasado. El agotamiento del proyecto neoliberal puesto de relieve con la crisis de 2008 y exacerbado por la Pandemia del 2020 es lo que explica en parte el surgimiento del populismo de derecha a nivel internacional. La contradicción estructural entre la decadencia imperial de Estados Unidos y el ascenso de China será fuente de tensiones en el próximo periodo histórico con consecuencias aún insospechadas. El liderazgo estadounidense se resquebraja con la Pandemia aun haciendo estragos y una economía que no encuentra como restaurar el crecimiento económico previo al 2008.
La crisis del bipartidismo norteamericano
Lo que sucedió en Washington el miércoles es solo un síntoma de una crisis orgánica del régimen estadounidense. El agotamiento de la gran empresa burguesa que fue el neoliberalismo está mostrando sus secuelas con una gran crisis económica cuyo derrotero es aún incierto, una gran crisis de representación política donde las pasiones, aspiraciones y reivindicaciones de las masas ya no caben en el corset de los dos partidos del capital imperialista, como lo evidencia la existencia el trumpismo por derecha y del sanderismo por izquierda. Una crisis de las instituciones del estado imperialista como la policía, el colegio electoral, la corte suprema, todas instituciones odiadas por las masas. Y un odio cada vez más creciente a Wall Street y los super-ricos para los que el establishment de ambos partidos gobierna producto de la aberrante desigualdad. En las calles esta polarización se expresó este año con el movimiento Black Live Matters por un lado y con las marchas de la ultraderecha por otro.
Trump y el Partido Republicano
El Partido Republicano está en una crisis existencial. Ser el Partido Republicano o ser el partido de Donald Trump. El asalto al Capitolio sólo profundizó la división entre los republicanos del establishment y el ala trumpista. Los republicanos, fueron cada vez más incapaces de contener a los sectores de extrema derecha que crecieron luego de la crisis capitalista de 2008. El establishment republicano sabe que enemistarse con Trump es perder el caudal de votos que les devolvió el poder en el 2016. Pero su alianza con Trump también les costó la elección en Georgia. No está claro si los republicanos podrán hacer que los partidarios de Trump regresen al redil o si vamos a una ruptura que tendría consecuencias inciertas. Pero lo que es un hecho es que el trumpismo es un fenómeno social que goza de buena salud y el populismo de derecha, anclado en la crisis económica y social para ser parte de las tendencias que se fortalecerán hacia el futuro.
El escenario que le espera al nuevo gobierno de Biden
El asalto al Capitolio marca el fin de la ilusión de una transición pacífica de regreso al proyecto neoliberal bipartidista de los años de Obama. Joe Biden y Kamala Harris se preparan para asumir el cargo en 13 días. Las masas que votaron por Biden tienen ilusiones en hacer realidad los planteamientos progresistas del ala izquierda del partido demócrata representada por Bernie Sanders y en terminar con la violencia racista de los departamentos de policía. El Partido Demócrata liderará el ejecutivo y tendrá el control de ambas cámaras, en medio de una profunda crisis social y económica y los capitalistas esperan que Biden aplique los planes de austeridad para que la crisis la paguen los trabajadores y los pobres. En este momento, el establishment, desde los republicanos y demócratas hasta el ejército, está unido contra Trump porque amenaza con arrancar la frágil máscara de la farsa de la democracia estadounidense. Pero no los une el amor sino el espanto. El gobierno Biden será un gobierno que tendrá que gestionar la crisis de la hegemonía estadounidense, cumplir fielmente la agenda de Wall Street, lidiar con la amplia base social trumpista y con las aspiraciones de sus propios votantes.
¿Qué debería debatir y proponerse la izquierda?
El futuro está lleno de oportunidades para la izquierda revolucionaria. La juventud millenial y centennial ya no cree en el capitalismo y se interesa por las ideas socialistas. El movimiento Black Live Matters abrió la posibilidad de que la lucha por la liberación negra se transforme en la lucha por acabar con el régimen imperialista y sus instituciones podridas. La clase obrera estadounidense está levantando cabeza con nuevos procesos de lucha por sindicalización como en Amazon y Google, tendencias a la unidad entre trabajadores precarios y sindicalizados y tendencias a la unidad entre el movimiento negro y la clase obrera. Así lo demostraron los grandes paros portuarios que paralizaron 29 puertos en el cénit del movimiento Black Live Matters. La lucha de clases debe desarrollarse donde sea posible, apoyando firmemente toda resistencia contra la austeridad capitalista y la opresión racista, con un programa que tenga como objetivo cuestionar el capitalismo en su conjunto, y apostar a poner en pie la gran fuerza de la clase obrera norteamericana. La subordinación al Partido Demócrata es un cáncer que afecta a gran parte de la izquierda estadounidense. Necesitamos una organización de la clase trabajadora y los oprimidos completamente independiente del Partido Demócrata, revolucionaria y antiimperialista. Tal organización debe servir para enfrentar a los neoliberales y la ultraderecha xenófoba no solo en las urnas, sino en las calles, comunidades y lugares de trabajo, así como también dar la pelea en el ámbito de las ideas y la teoría.
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