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Red Internacional
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Testimonio. Experiencias con la campaña antidrogas en la escuela secundaria

El pasado 17 de abril se anunció oficialmente la campaña nacional para la prevención de adicciones. En mi escuela, como en miles más, se repartieron materiales y “sugerencias didácticas” para hablar de este tema con nuestros jóvenes estudiantes. ¿Será suficiente?

Miércoles 3 de mayo de 2023

En su conferencia matutina del 17 de abril, el presidente anunció: “Hoy comienza la campaña contra las adicciones, un programa especial que se inicia con la participación de maestras, maestros y padres de familia, a quienes les agradecemos mucho por su cooperación, por su apoyo, porque es totalmente voluntario, es informar en todas las escuelas sobre el daño que provocan las drogas”.

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A los docentes nos repartieron 2 materiales: carteles y un folleto. En éste se incluye un ’catálogo’ en el que se describen las principales características de diferentes tipos de sustancias adictivas y se sugieren algunas actividades para realizar con lxs jóvenes en el aula.

Estas actividades están enfocadas en “reflexionar sobre las consecuencias que trae el consumo de drogas” sobre todo del fentanilo, una sustancia que es mucho más adictiva que la mayoría de las drogas sintéticas.

Durante la sesión del Consejo Técnico Escolar en la que nuestros directivos nos presentaron la campaña, una de mis compañeras cuestionó que nos carguen con esta responsabilidad sin ser expertos en la materia, sin contar con capacitación ni con materiales suficientes, para poder tener un seguimiento de la estrategia y valorar sus resultados. Para determinar si realmente funciona en lxs jóvenes o si esta forma de abordar el problema de las adicciones solo es “para cumplir el requisito”, sin lograr hacer conciencia en las y los estudiantes sobre el potencial peligro de las sustancias adictivas.

No podemos perder de vista que, fuera de la escuela, lxs jóvenes se enfrentan a un contexto social agresivo, en muchos casos con familias desintegradas producto de la precarización de la vida que obliga a sus padres a trabajar dobles o triples jornadas. A esto se suma la violencia estructural traducida en la falta de oportunidades de empleo, de alimentación sana y nutritiva, recreación, deporte, ocio o seguridad social.

Las y los estudiantes suelen ver este tema, porque así se aborda por la propia SEP, como el trillado discurso de “no consumas drogas”, que se basa en la lógica de responsabilizar al consumidor por ingerir las sustancias dañinas que están a su alcance -en mayor o menor medida-, incluyendo la comida chatarra.

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Centrar el problema de las adicciones en el consumo, tal como plantea la SEP, trae como consecuencia que se le desvincule de otros problemas sociales -y políticos- como el narcotráfico, la violencia desatada por la ’guerra contra el narco’, la militarización del país y la complicidad de las fuerzas armadas y de funcionarios de gobierno (como demostró el caso del ex secretario de Seguridad, Genaro García Luna) con los grupos del crimen organizado.

¿Es suficiente pedirle a los jóvenes “no consumir” drogas?

Las adicciones son un problema profundo que tiene múltiples aristas, partiendo de los sectores que pueden ser más vulnerables como lxs niñxs y jóvenes de entre 10 y 24 años, según cifras oficiales; las mismas señalan un incremento en el consumo de sustancias ilegales, de los cuales solo se atienden el 2.4% de los casos registrados.

¿Qué posibilidades hay de que lxs jóvenes no se enganchen con adicciones si tienen escaso o nulo acceso a la recreación o al ’ocio creativo’, a través de las artes, el deporte u otras actividades de esta naturaleza? ¿Son suficientes y accesibles las iniciativas culturales del gobierno, que en la mayoría de los casos se basan en el trabajo precario y no reconocido como tal de quienes laboran como docentes o talleristas en los Pilares, Faros y otros programas sociales? ¿Por qué se sigue tratando como criminales a quienes consumen o caen en adicciones en vez de garantizarles el acceso a un tratamiento?

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Otro aspecto de este debate tiene que ver con el consumo recreativo, el cual está estigmatizado y fuertemente criminalizado cuando las sustancias son ilegales, además de que las consecuencias sociales que generan las adicciones suelen atribuírseles al consumidor individual desarraigado del entorno que lo rodea.

La campaña no solo no cuenta con materiales suficientes y su enfoque es unilateral, sino que responsabiliza -una vez más- a los docentes para tratar un problema muy complejo, sin que cuenten con la capacitación necesaria, sin que se contraten especialistas en el tema en cada escuela, psicólogos para atender o al menos canalizar los casos que se presenten, sin que se doten recursos para que las escuelas y los barrios tengan muchas más alternativas recreativas, deportivas, culturales y de salud, para que las y los jóvenes se sientan segurxs y felices.

Pero como señalábamos al principio, el problema de las adicciones si bien tiene eco en las escuelas, sus causas profundas no se resuelven en éstas, ni mucho menos es responsabilidad del consumidor individual que se pueda resolver solo con que éste conozca los daños que le pueden ocasionar las adicciones.

Legalizar el conjunto de las drogas significaría tratar las adicciones como una cuestión de salud pública, ya que la estrategia de ’guerra contra el narcotráfico’ -dictada desde Estados Unidos- que se ha aplicado durante años y la militarización del país han sido completamente impotentes para resolver el problema.

Un plan con este enfoque no será realizado por la ’buena voluntad’ del gobierno, que en este sexenio ha continuado la política militarista. Desde nuestro punto de vista, como docentes de la Agrupación Nuestra Clase, opinamos que este asunto no solo debe ser tomado por las y los docentes, la clase trabajadora -a la que pertenecen la mayoría de las madres y padres de familia- tiene la posibilidad de pelear por un verdadero plan de salud integral, con la movilización, paros, huelgas y otros métodos de lucha, para incorporar esta perspectiva a sus demandas de trabajo, mejores salarios y seguridad social.