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Red Internacional
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Tribuna Abierta. Feminismo sin balas de salva

Lunes 16 de enero de 2017

Es verdad, cualquier proceso que elabore alternativas al capitalismo será feminista o no será. Sencillamente porque estamos hablando de la libertad y responsabilidad privada y pública de un poco más de la mitad de la humanidad.

Una moda común en foros de internet y redes sociales es una suerte de contra-victimización de hombres que, apelando a la carga de expectativas sociales que llevan a cuestas como jefes o futuros jefes de familia, aseguran que todo lo que era el feminismo se ha realizado con el derecho al voto de las mujeres y la alarma contra el abuso doméstico y asalto sexual, que ha adquirido medios para su contención. Para ellos, el feminismo actual se trata de una desviación a una retórica resentida con los varones, que mira con sospecha las diferencias biológicas entre ambos sexos, la atracción, el erotismo, la familia, la maternidad, y abandona la lucha compartida por denunciar casos de violencia contra el hombre, exceptuando por supuesto si dañan a grupos de vulnerables también marginalizados, no heterosexuales y fuera de la tradición.

Una de las aportaciones de la llamada “escuela marxista británica” es la crítica del historiador Terry Eagleton a la amplia Teoría Cultural de la década de los 70’, las diversas perspectivas anticapitalistas que analizaban y desconstruían ideas, creencias e instituciones del capitalismo, desde la psiquiatría hasta el cine. La teorización del género, lo femenino y la sexualidad, es parte de lo que Eagleton señala como una “cultura de la teoría”, que en sus contradicciones y vicios termina por generar discursos especializados. [1] Las acusaciones generalizadas a las feministas como insolidarias pienso que es parte de una degradación de esta cultura, pues sus abusos relativizan la causa por los derechos plenos de la mujer, escenario que llama a lo concreto del feminismo, que no necesita balas de salva.

Este ensayo es una oportunidad para explicar por qué esta generalización fácil me indigna y más aún, me alarma encontrarla en hombres e incluso mujeres educados en ambientes más equitativos, conviviendo diariamente con profesionistas, políticos, estudiantes y servidores públicos mujeres. No es que a las feministas no les importe la muerte de otros seres humanos por causas distintas al género: es imprescindible etiquetar lo público para entender cómo se manifiesta la violencia; de otro modo no es posible definir causas y alternativas. Por ejemplo, si no se habla de homofobia, crímenes homófobos, o de xenofobia, crímenes de odio, caracterizándolos ramplonamente como crímenes humanos, perdemos discurso, renunciamos a la batalla de las ideas, dejando de pensar por qué nos indignamos, sin defensa, denuncia y propuesta clara.

A pesar de que podemos hablar de una primera etapa del feminismo, enfocado en garantizar derechos políticos e independencia económica para las mujeres, como de un segundo y tercer feminismo que debate la teoría de género y el machismo culturalizado, siempre estamos hablando de feminismos, de movimientos activistas y propuestas teóricas múltiples que no pueden rechazar el contexto y lo concreto.

Sobre el argumento de que ya hemos alcanzado los objetivos del feminismo original y la ideología actual es solo profemenina, reducida a la discriminación positiva basada en ventajas injustificadas sobre el hombre, hay que decir que muchas de las reivindicaciones de los primeros movimientos feministas donde participaron y participan no solo mujeres sino también los hombres, siguen pendientes en muchos países del mundo, o en regiones, comunidades y sectores sociales en países donde hay mayor equidad de carácter formal.

En cuanto a las ventajas injustas que supuestamente buscan las feministas actuales, como la cuota de género en la política o el trabajo, no pretenden dejar fuera a hombres calificados poniendo en su lugar a mujeres incapaces; se trata de buscar una legislación y mecanismos para zanjar la todavía poca presencia de mujeres en cargos y puestos que influyen en la vida de todos, mujeres que deben demostrar por supuesto cualidades probadas y suficientes.

Nadie niega que el hombre también sufra violencia. Es verdad que estadísticamente los hombres viven menos todavía por el estrés en el trabajo; pero el feminismo pretende también dar mayor flexibilidad laboral al hombre con la paridad de género. A la par de reformas que persiguen alternativas laborales para trabajar menos ambos géneros son deseables modos de vida y consumo distintos; no hay aquí nunca contradicción de principios. Es también verdad que la mayoría de los muertos en guerras y por la criminalidad son hombres. Pero sabemos que, en el pasado y aun ahora en algunos casos, no existían ejércitos profesionales. En la mayoría de las culturas tradicionales, la mujer debía quedarse en casa para asegurar el bienestar de los hijos, mientras que el hombre iba a la guerra sin instrucción, por ser en promedio físicamente más fuerte, resistente y ágil, sin olvidar que en las guerras las mujeres sufrían violaciones o eran tomadas como esclavas.

Sin minimizar lo antes dicho, de acuerdo a la información de instituciones como la Coordinadora Nacional de Ayuda a Mujeres Indígenas, el Instituto Nacional de las Mujeres, la Organización Mundial de la Salud, la FAO, UNICEF y Caritas Internacional, la mujer no solo es sujeto de violencia por sufrir como civil junto al hombre una guerra o corriendo el riesgo de ser agredida por un asaltante; sigue siendo común que sea violentada de manera sexual y no sexual por su condición específica de mujer. Hablamos de problemas muy serios:

Sabemos de 200 millones de mujeres (más personas que la población total de México) que han sufrido una ablación de clítoris o mutilación genital, no solo en el continente Africano y Medio Oriente, sino en regiones de Europa y nuestro propio continente. [2]

Sabemos que en nuestro país el feminicidio se ha desantentido o resuelto pobremente por las autoridades, agudizándose todavía más en el Estado de México. De acuerdo con los informes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en los últimos 15 años, de 2000 a 2014, la cantidad de mujeres asesinadas en México asciende a 26,267, un promedio que significa 5.1 por día, duplicándose de 1,284 a 2,349; desde 2009 aumentaron a cerca de la mitad aquellos que ocurren en la vía pública, sin relación con el ambiente doméstico. [3]

Estadísticamente, las mujeres siguen ganando menos por hacer el mismo trabajo o trabajos similares; siguen teniendo menos escolaridad básica; la pobreza alimentaria y pobreza simple en el mundo sigue siendo más común en ellas; son también junto con los niños, la mayoría de los refugiados que buscan huir de zonas de conflicto.

En países como India y China, el abandono de niñas en condiciones mortales o el aborto de fetos femeninos es común por razones culturales o económicas. En esos países, como en muchos otros incluido México, sigue siendo un fenómeno común el matrimonio forzado y de mujeres menores de edad, así como el embarazo en niñas por debajo de los 15 años.

Estas encuestas pueden ser rebatidas como parciales, argumentando por ejemplo que la mujer en promedio trabaja menos horas, lo que explica la diferencia de salario; gracias a la legislación constitucional que existe en México, es cada vez menos común y factible que empresas públicas o privadas mantengan una discriminación salarial por género. No obstante, hacemos referencia también al trabajo informal, los casos de ilegalidad terca, la subcontratación entre otras cosas, trabajo migrante, trabajo todavía no reconocido, etc.

Frente a quienes sostienen que las mujeres tienen poco cuidado de su persona, vistiendo de forma provocativa en zonas inseguras, siendo una forma de cuidado familiar procurar su arreglo, solo se puede decir que tal argumento confunde los efectos de las conductas sociales con las causas, confusión que solo puede guiar a una moral autoindulgente, pobre y lastimera, que por endógena pierde un sentido más eco-lógico y libertariamente humano.

No podemos negar que existen personas que toman la bandera feminista desde una culpabilización vengativa de forma y estilo que, de no carcomer, paraliza en su simplificación de los fenómenos sociales, desconociendo en tanto contenido experiencias religiosas y morales que llevan a las mujeres a vivir de formas diversas. Considero un privilegio la amistad talentosa que me extienden mujeres y hombres feministas.

Es verdad, las sociedades ultradesarrolladas de consumo saben, y lo saben bien, cuál es su atractivo; pero el neoliberalismo no ha probado generar más cohesión social, y es palpable en los efectos de ese modelo en los países que sirven para el crecimiento de otros cuando las políticas de Estado desprotegen a los grupos más vulnerables, incluyendo a las mujeres, madres solteras, víctimas de violación y acoso, proveedoras del hogar, y niñas y jóvenes con expectativas de estudio y calidad de vida altos.

Si el liberalismo es sumamente atractivo, el discurso feminista no puede permitirse el reproche y la culpabilización al igual que cualquier horizonte altermundista; siempre hay que hablar de un por qué mutualista tanto como feminista: porque dejar algunas formas de vida implica adoptar otras que podrían disfrutarse más con menos, al hacer y tener más cooperación.


[1Passim., Eagleton, Terry, “La política de la amnesia”, en Después de la Teoría, 1ª ed., Barcelona, Debate, 2005.

[2Organización Mundial de la Salud, Mutilación genital femenina, febrero de 2016, http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs241/es/

[3Rubén Aguilar, Feminicidio en México, México, Animal Político, 5 de enero del 2016, http://www.animalpolitico.com/blogueros-lo-que-quiso-decir/2016/01/05/feminicidio-en-mexico/