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[Francia] La huelga de los refinadores cambia la situación de raíz y abre una brecha para el movimiento obrero

Arthur Nicola

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[Francia] La huelga de los refinadores cambia la situación de raíz y abre una brecha para el movimiento obrero

Arthur Nicola

Ideas de Izquierda

En esta artículo, Arthur Nicola de Révolution Permanente, parte de la Red Internacional La Izquierda Diario, analiza desde adentro el importante proceso huelguístico que se está desarrollando hoy en Francia.

Mientras una huelga en las refinerías francesas sacude el país desde hace casi un mes, lo que se ha convertido en una crisis política para el gobierno está a punto de convertirse en una crisis social de gran envergadura, con la posibilidad de que nuevos sectores entren en huelgas renovables para conseguir aumentos salariales.

Huelgas salariales en las refinerías desde septiembre

Todo comenzó el 20 de septiembre, tras las negociaciones salariales entre la dirección de ExxonMobil, la mayor empresa petrolera del mundo, y los sindicatos franceses. Mientras los dirigentes sindicales volvían a las plantas de refinado tras abandonar la sede de la compañía en París, las dos refinerías del grupo en Francia entraron en huelga, lo que supuso el rápido cierre de todas las instalaciones, privando al país del 27 % de su capacidad de refinado.

Sin embargo, la huelga fue ignorada por los medios de comunicación y el Estado hasta que las refinerías del grupo Total (la quinta compañía petrolera del mundo y la mayor empresa francesa) entraron en huelga el 27 de septiembre: en dos días, la mayor refinería francesa, la “plataforma Normandía”, cerró, al igual que la biorrefinería La Mède, cerca de Marsella. El 3 de octubre, las tres refinerías cerraron por completo y el 60 % de la capacidad de refinado del país se paralizó, mientras que muchas otras instalaciones de Total estaban bloqueadas por las huelgas.

Las causas son las mismas en ambas empresas: los empleados quieren aumentos salariales acordes con la inflación pero también con las ganancias que obtienen sus patrones, mientras las petroleras acumulan miles de millones en este último rubro. Total, por ejemplo, obtuvo una ganancia neta de 5.700 millones de dólares en el segundo trimestre de 2022, y luego se apresuró a pagar 2.620 millones de euros a sus accionistas. En el caso de ExxonMobil, las ganancias son aún más asombrosas: 17.900 millones en el segundo trimestre.

Sin embargo, la política de las multinacionales es inflexible frente a estas ganancias astronómicas, con una negativa por parte de la patronal en Francia a ceder a exigencias que podrían romper el techo salarial en muchas empresas. Así, además de ExxonMobil y Total, en otras empresas con beneficios multimillonarios se han vivido recientemente jornadas de huelga, como Stellantis (grupo resultante de la fusión entre PSA y Fiat) o Carrefour, y una victoria en el sector petroquímico podría alentar a estos trabajadores a llevar adelante una huelga ilimitada.

La escasez de combustible en el inicio de una crisis política

Ante estas huelgas renovables en los principales yacimientos petrolíferos del país, el gobierno francés hizo todo lo posible al principio para ignorar la huelga, ayudado por un gran apagón mediático. En esta situación, Révolution Permanente se impuso como medio de comunicación de la huelga, al poner en el centro de sus artículos la voz de los huelguistas, ampliamente ignorada en otros lugares. Sin embargo, a partir del 7 de octubre, la huelga tomó un cariz totalmente distinto y se situó en el centro de los debates políticos franceses, debido a la escasez de combustible que afectó primero al 20 % y luego al 33 % de las gasolineras.

Las imágenes de colas en las gasolineras empezaron a multiplicarse, obligando a los medios de comunicación a mencionar la huelga, mientras que empresas de transporte como la red ferroviaria SNCF o Keolis subrayaban el impacto de los ceses de actividades y la posibilidad de que afectaran a sus operaciones. En pocos días, la huelga de los refinadores se convirtió en el tema número uno del país. Una crisis política para el gobierno, dirigido por la derecha, que desde el principio de la escasez de combustible exigió la requisición de los huelguistas para hacer funcionar los depósitos de combustible.

El gobierno hizo entonces una apuesta doble. Por un lado, se jugó a que la opinión pública estuviera claramente en contra de los huelguistas, a los que el jefe de Total acusaba de ganar 5.000 euros al mes (cuando el salario medio es de 1.800 euros). La segunda apuesta era que las huelgas irían debilitándose mientras transcurriera el tiempo, echando mano a una política de importación masiva de combustible, empujando al gobierno a ir a buscar petróleo a Rusia para sortear la escasez.

Por su parte, los trabajadores de las refinerías que militan en Révolution Permanente han intentado, dentro de la coordinación de los sindicatos de la CGT del grupo Total, defender una política de coordinación entre los huelguistas de Total y Exxon, para evitar la división entre los huelguistas, no solo entre las empresas, sino también entre las distintas plantas en huelga. Por otro lado, frente al discurso burgués, la política de los revolucionarios ha sido poner en pie sistemáticamente una política hegemónica hacia el resto de la clase obrera, empobrecida por una inflación creada en gran parte por grupos como Total.

A pesar de la ofensiva mediática que acompañó la visibilización de los huelguistas, presentados como privilegiados que bloquean el país, toda una parte de la población apoya el movimiento. Sin ser abrumador, este apoyo, que expresa la indignación suscitada por las ganancias multimillonarias y la importancia de la cuestión salarial, ha hecho que el gobierno esté preocupado porque esta bronca se pueda extender. Mientras que los principales medios de comunicación de “izquierda” participaron activamente o por omisión en esta ofensiva, Révolution Permanente se convirtió en el único medio de comunicación que defendió activamente la huelga, frente a las fake-news del gobierno y de Total, que querían hacer creer que los refinadores cobraban 5.000 euros. Además, los activistas de la organización juvenil de Révolution Permanente, Le Poing Levé (“El puño en alto”), han conseguido activamente el apoyo de los jóvenes, recogiendo dinero para los fondos de huelga y llevando delegaciones de simpatizantes de las principales universidades a los piquetes.

Al ver que las huelgas de ExxonMobil (que iniciaron su tercera semana de huelga el 11 de octubre) y de Total (que estaban en su segunda semana de huelga) no cedían, el gobierno, que quería mantenerse al margen del conflicto, decidió intervenir de la manera más brutal, ayudado por la CFDT, el principal sindicato “reformista”.

Las requisiciones: una ofensiva contra el movimiento que es un arma de doble filo

La ofensiva contra el movimiento se llevó a cabo en dos etapas. Por un lado, el gobierno y la patronal petroquímica apostaron por la firma de acuerdos salariales por empresa, con la CFDT y los sindicatos de gerentes. El objetivo: llegar a acuerdos salariales muy por debajo de la inflación, para no tocar las ganancias de las multinacionales del petróleo, mostrando al mismo tiempo que el “diálogo social” era posible y deslegitimando el movimiento. En ExxonMobil se firmó un acuerdo que daba a los empleados un aumento general del 5,5 % cuando los huelguistas pedían un 7,5 %, y en Total se firmó el mismo acuerdo de aumento general del 5 % cuando los huelguistas querían un 10 %. La CFDT desempeñó un papel importante en estas negociaciones, ya que su secretario general condenó el 8 de octubre el movimiento, que consideró “inútil”.

En una segunda fase, el gobierno utilizó una de las armas legales más contrarias a la huelga para quebrar el movimiento y poner fin al desabastecimiento. Utilizando el acuerdo firmado en la empresa para justificar la represión, anunció el 11 de octubre la requisición de los huelguistas de ExxonMobil, obligándolos a volver a trabajar o sufrir una pena de seis meses de cárcel. Frente a esto, los militantes de Révolution Permanente, y en particular los abogados, encabezaron la defensa jurídica y mediática de los huelguistas, denunciando la ofensiva contra el derecho de huelga por medio de [una declaración firmada por 112 abogados publicada en el periódico de centro-izquierda Libération, y apelando las órdenes de requisición ante los tribunales administrativos. No obstante, esta requisición se extendió al final de la semana al depósito de Total en Flandres, cerca de Dunkerque. Una política bonapartista del gobierno que, sin embargo, tuvo un resultado a medias.

En efecto, por una parte, la requisición y la firma de los convenios pesan claramente sobre algunos trabajadores, que pueden tener la impresión de que ahora se ven privados de su poder de negociación. Pero, por otro lado, las requisiciones suscitaron un fuerte rechazo en algunos sectores obreros, especialmente del lado de las bases sindicales. Ante esta situación, las direcciones sindicales, que hasta entonces eran partidarias de una política de “diálogo social” con el gobierno se vieron obligadas a convocar a una jornada de huelga intersindical (aunque sin la CFDT) el 18 de octubre, por los salarios y las “libertades sindicales”. Una movilización rápidamente calificada como “huelga general” por muchos medios de comunicación.

Al mismo tiempo, se intensificaron los fenómenos de lucha por el aumento de los salarios en algunas empresas: en ocho centrales nucleares de un total de dieciocho (Francia produce el 66 % de toda su energía gracias a estas centrales) se iniciaron huelgas, incluyendo la mayor central de Europa Occidental, la de Gravelines. En varias empresas de la industria automovilística y aeronáutica han estallado huelgas, mientras que los poderosos sindicatos de trabajadores ferroviarios, conductores de autobuses, de empleados estatales, de docentes e incluso de trabajadores de la industria automovilística han convocado a ceses de actividades, algunos de ellos renovables, por el salario y por el derecho a huelga.

Una nueva situación para un gobierno debilitado por la crisis política

La nueva secuencia abierta por la huelga de los refinadores llega en un momento en que los conflictos por salarios se multiplican desde hace año y medio. Estos han afectado al sector de comercio minorista, a Amazon, a la industria aeronáutica (muy importante en el país), luego al sector del transporte público, a los aeropuertos de París y, finalmente, a la industria del automóvil. Estas huelgas tenían características relativamente comunes: a menudo locales y mayoritarias, afectaban tanto a sectores con tradición de lucha como a sectores sin experiencia sindical. Sin embargo, nunca lograron dar lugar a un movimiento unificado, quedando confinados a empresas individuales.

También llega en un momento en que el gobierno francés está debilitado por una crisis política. En mayo, Emmanuel Macron se convirtió en el presidente que fue elegido con menor cantidad de votos en la historia, abriendo una situación explosiva en la que un gobierno con poca legitimidad pretendía llevar a cabo cinco ataques contra el movimiento obrero. Esta crisis se agudizó tras las elecciones legislativas de junio. Por primera vez desde el inicio del régimen de la V° República, fundada en 1958, el gobierno no obtuvo la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Con una mayoría relativa en la Asamblea Nacional, frente a una coalición de izquierda, liderada por el partido neorreformista La France Insoumise y que incorpora al viejo Partido Socialista, a los Verdes y al Partido Comunista Francés, así como frente a un amplio grupo parlamentario de extrema derecha en torno al Rassemblement National de Marine Le Pen, el gobierno francés se encontró así en una situación muy inestable, obligado a intentar obtener mayorías parlamentarias por ley, o a jugar con los mecanismos antiparlamentarios del régimen para pasar por encima de la Asamblea.

En este contexto, el gobierno, que había puesto la ley de pensiones en el centro de sus contrarreformas [1], había hecho todo lo posible a principios de año para sentar a todas las centrales sindicales en mesas de negociaciones y consultas para evitar una conflagración. Y tuvo éxito, ya que todos los sindicatos, desde la CGT, principal central sindical “de lucha” en Francia, hasta la CFDT, principal central “reformista” (es decir, que acompaña todas las contrarreformas) habían aceptado sentarse a discutir, mientras que la reforma iba a ser obviamente sinónimo de retroceso social. Ahora, la situación desafía este estrecho camino de contrarreforma, que podría llegar en un contexto social caldeado por la huelga de refinadores y su posible extensión.

Por lo tanto, la situación se encuentra en un punto de inflexión con la posibilidad de una potente huelga intersindical el martes, y la posibilidad de que sectores estratégicos se sumen a una huelga renovable. Anasse Kazib, vocero de Révolution Permanente, lo expresó así en el piquete de los refinadores de Total este viernes:

Lo que ustedes están haciendo es la historia de la lucha de clases que está en camino de abrirse. Están demostrando a todo el mundo que la fuerza de los trabajadores es la huelga. Gracias a ustedes, los trabajadores ferroviarios entrarán en huelga a partir del lunes. Todo el mundo entiende una cosa: si todos empezamos a golpear juntos, ¿qué les queda a los patrones, que ni siquiera pueden con una huelga de las refinerías? Vamos a construir juntos la generalización de esta huelga, es todo nuestro campo social el que está despertando.

Anasse Kazib en el piquete de las refinerías de Total Normandie.
Universidad de verano de Révolution Permanente de agosto de este año.

Los desafíos para la extensión del movimiento

La lucha todavía está lejos de haber triunfado. De hecho, la estrategia gubernamental para reprimir la huelga empezó a funcionar: en ExxonMobil, ante las firmas del acuerdo y las requisiciones, se levantó la huelga en las dos refinerías el 14 de octubre. En Total, la requisición de los huelguistas alivió el desabastecimiento en todo el norte de Francia, que se vio especialmente afectado. Esta victoria del gobierno fue posible sobre todo por la inacción de las centrales sindicales, empezando por la dirección nacional de la CGT, que ignoró totalmente la huelga cuando ya estaba bloqueando el país.

Aunque la situación social ya era favorable a un movimiento unificado, la dirección de la CGT prefirió sentarse a la mesa del gobierno antes que construir un movimiento en torno a los huelguistas de ExxonMobil, dejando que se agotara y que los huelguistas volvieran al trabajo. Además, lo que también ha retrasado, en menor medida, la entrada de nuevos batallones a la huelga, ha sido la dificultad que han tenido los sindicatos de refinadores para plantear un discurso hegemónico hacia el conjunto de la clase, denunciando las ganancias multimillonarias obtenidas por estas empresas gracias al aumento del precio de los combustibles y de la energía.

A pesar de este retroceso, la posibilidad de una huelga que abarque a numerosos sectores sigue siendo posible hoy en día. La determinación de los refinadores de Total será una de las claves. Mientras los huelguistas cargan con el peso de todas las presiones del Estado francés y de la patronal que quiere hacer que vuelvan al trabajo, todavía tienen la posibilidad de permanecer hasta el inicio de un movimiento intersindical que podría comenzar la próxima semana y cambiar todo el calendario de los próximos meses.

Por otro lado, en los sectores que están entrando en el movimiento, también será clave la puesta en marcha de iniciativas desde abajo que permitan dar una salida frente a la insuficiencia de la política de las direcciones sindicales. Esta es la política seguida por Révolution Permanente que llamó a un Encuentro de Trabajadores del Transporte el sábado 15 de octubre, para abrir una discusión dentro de la vanguardia del sector en las diferentes empresas (SNCF, RATP, Keolis, Transdev, etc.) sobre la necesidad de la huelga renovable. Una política que debe ir acompañada de los primeros elementos de coordinación de los diferentes sectores en huelga la próxima semana.

La “indexación salarial”: ¿una nueva consigna para la vanguardia obrera?

En esta perspectiva de “todos juntos”, hay que señalar que si el futuro del movimiento es aún incierto, por lo menos logró imponer como reivindicación de la vanguardia obrera francesa la indexación de los salarios sobre la inflación, única reivindicación capaz de poner fin a la pérdida de salarios por el aumento de los precios. Aunque esta consigna estuvo relativamente poco presente en los primeros días de la huelga, luego logró imponerse entre los voceros de las refinerías en lucha, en el marco de una campaña política de Révolution Permanente por la indexación de los salarios sobre la inflación y por la expropiación de los grandes grupos energéticos ante la inflación y los precios de la energía. Los activistas, en sus intervenciones en los piquetes, así como en numerosos artículos de prensa, trataron de hacer llegar esta reivindicación, que se fue imponiendo en el movimiento.

Alexis Antonioli, dirigente de la CGT en la refinería Total Normandía, lo explicaba así el martes 11 de octubre:

Más allá de las refinerías, ¿qué ciudadano en Francia no está sufriendo la inflación? Los únicos que se benefician son el 1 % que tiene la panza llena. ¿Cómo obtuvieron estas ganancias? Ni hablemos del saqueo que hacen en Uganda. Pero cuando pagamos 2,20 euros por litro de combustible, lo que pagamos son sus ganancias. Tenemos que indexar los salarios a la inflación, ¿por qué no vamos a hacerlo? ¿Por qué los trabajadores tenemos que luchar cada año para mantener nuestro nivel de vida? Esta reivindicación debe ser tomada por toda la clase obrera y los sindicatos. Tenemos que torcerles el brazo para que se indexen los salarios a la inflación para todos los trabajadores, no solo para los refinadores.

Siguiendo los pasos de los refinadores, fue la federación CGT de la industria química la que incluso llevó esta consigna a los paneles de los programas de televisión, lo que supuso un paso adelante de la reivindicación.

En un momento en que el movimiento podría generalizarse, la indexación de los salarios a la inflación y la exigencia de un aumento inmediato de 400 euros de todos los salarios es la mejor manera de acabar con el empobrecimiento de la clase obrera francesa, cuyos salarios más bajos están cada vez más cerca del salario mínimo. Una reivindicación que podría unir a los trabajadores estatales y a los ferroviarios, cuyos salarios llevan años congelados, así como a los trabajadores del sector privado, cuyas últimos aumentos oscilaron entre el 0,5 % y el 1 %. En el marco de un movimiento intersindical por aumentos salariales, esta reivindicación podría ser capaz de unir a todos los sectores, y evitar que los principales batallones de los sectores en huelga se separen del movimiento por medio de negociaciones sectoriales.

Estos elementos dan cuenta de la dinámica de maduración de los sectores de la vanguardia. Junto con las iniciativas de autoorganización y coordinación, serán decisivas en las próximas semanas para construir un movimiento unificado.

Traducción: Guillermo Iturbide


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NOTAS AL PIE

[1En Francia, el tema de las pensiones es sinónimo de movimientos sociales de gran envergadura. En 1995, una huelga de tres semanas de los trabajadores del ferrocarril y del transporte público de París paralizó el país contra una reforma que ampliaba el número de años trabajados antes de la jubilación. La huelga hizo recular parcialmente al gobierno. En 2010, una nueva reforma preveía el aplazamiento de la edad de jubilación dos años: Francia se incendió con las huelgas recurrentes de los ferroviarios y los refinadores. Cuando la reforma aprobó, fue tras semanas de bloqueos en todo el país. Finalmente, en 2019, una nueva reforma de las pensiones pretendió suprimir los “regímenes especiales de jubilación”, pero fue barrida por una huelga de un mes y medio en la SNCF y la RATP, aunque el gobierno francés aprovechó la llegada de la pandemia de Covid para “aplazar” su reforma.
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Arthur Nicola

Periodista, miembro de Révolution Permanente de Francia