Las convocatorias a bloqueos renovables en las universidades a partir del 7 de marzo se multiplican. ¿Cómo preparar esta lucha para que el movimiento estudiantil juegue el rol de chispa que estalle la huelga renovable contra Macron y sus políticas?
Miércoles 22 de febrero de 2023 07:48
Para lograr vencer a Macron, la necesidad de radicalizar la lucha contra la reforma de las pensiones empieza a imponerse en el panorama político.
Ya el pasado 8 de febrero, algunos sectores de trabajadores como los puertos y astilleros, los ferroviarios, las refinerías y el sector energético formularon la necesidad de convertir en huelga renovable la movilización convocada un día antes por la intersindical. Ahora, tras cinco jornadas aisladas de huelga convocadas esta perspectiva gana terreno, con llamados a la huelga renovable a partir del 7 de marzo en transportes, petroquímica, la energía, la Educación y basureros.
En las universidades también ha habido varias llamadas a un “bloqueo renovable” a la vuelta de las clases surgido de las Asambleas generales estudiantiles. En la universidad Rennes 2, los estudiantes votaron el bloqueo indefinido de su universidad desde el 7 de marzo. En la región parisina, la convocatoria de la Asamblea general interfacultades, que reúne a más de una docena de centros, subrayó la urgencia de que la juventud “se uniese a la lucha contra Macron y la burguesía, preparando la huelga renovable para sumarse al combate junto a los trabajadores a inicio de marzo”. En paralelo, varias organizaciones de la juventud invitaron en un comunicado unitario a “continuar la movilización el 9 de marzo” para “aumentar la presión en favor de los trabajadores”.
Una perspectiva de radicalización de la movilización que refleja la profunda colera y que por diferentes motivos se ha generado en la juventud después de varios años, pero que no había encontrado aún la oportunidad de desarrollarse totalmente y se ha producido en el marco de la movilización contra la reforma de las pensiones. Sin embargo, como recuerda la convocatoria surgida de la Asamblea General interfacultades de la región parisina, esta es una increíble “oportunidad de hacer que Macron pague por el futuro que intenta imponernos”. Dicho de otro modo, para que los llamados a bloquear las facultades de forma renovable eleven el nivel de la movilización, hay que resolver ciertas contradicciones del movimiento en la juventud que expresamos a continuación.
Hacer a los jóvenes los protagonistas de las movilizaciones en las universidades para desarrollar todo el potencial del movimiento estudiantil
La entrada de la juventud en el movimiento contra la reforma de las pensiones fue notable: según la UNEF (Unión Nacional de Estudiantes Franceses) 150.000 jóvenes tomaron las calles el 31 de enero y 180.000 el 7 de febrero, con decenas de universidades bloqueadas esos días. Pero si los cortejos jóvenes se llenan manifestación tras manifestación, la dinámica se reproducen de manera desigual en las Asambleas Generales. En Mirail, Rennes 2 o París 1, estas asambleas se masifican mientras que en otras universidades como Paris 8, Paul Valéry (Montpellier) o Saint-Charles (Marsella), tan solo llegan a reunir a poco más de una centena de estudiantes en cada asamblea.
Al igual que en el caso de los trabajadores, la debilidad de las Asambleas generales se basa en una confianza acordada en el calendario impuesto por la Intersindical, que tiende a pacificar a los sectores que se movilizan al proponer únicamente un calendario inamovible de manifestaciones aisladas. Y si rápidamente surgieron otras propuestas en la juventud, estas no pudieron encarnar una alternativa debido a la pasividad organizada por las direcciones sindicales ya que estas cortocircuitan toda posibilidad de autoorganización en facultades e institutos: de la movilización del 21 de enero, a la organización del bloqueo de Rennes durante una reunión con el diputado Louis Boyard (Francia Insumisa) e incluyendo acciones minoritarias decididas por fuera de las Asambleas generales, todas esquivan la cuestión central de la organización democrática de los estudiantes. Sin embargo, es una condición sine qua non para que la juventud se convierta en sujeto político propio que pueda decidir por sí misma su ritmo de movilización, sus reivindicaciones y sus formas de acción.
Un objetivo para el que resultan esenciales las Asambleas generales estudiantiles que ya han acumulado un cierto número de acciones, por ejemplo la organización de una manifestación “salvaje” (no autorizada legalmente) estudiantil en el barrio latino de París el 8 de febrero, concentraciones en varias ciudades de Francia por fuera del calendario de la Intersindical, o incluso la preparación de una jornada nacional de movilización de la juventud el pasado 23 de febrero para desbordar la consigna de únicamente la retirada de la reforma de las pensiones y preparar así la idea de la huelga renovable con la vuelta de las clases.
Pero para que estos marcos de autoorganización permitan construir verdaderamente el movimiento “desde abajo” en facultades e institutos, deben estar tomadas por las estudiantes de universidad e instituto movilizados. Emmanuel Barot escribió en 2016: es en las Asambleas generales donde puede cristalizar y organizarse no solamente una movilización masiva, sino más allá de eso, la única y verdadera “radicalidad” política. En este sentido, la radicalización de la lucha contra la reforma de las pensiones en la juventud está aun íntimamente ligada a la construcción paciente de asambleas generales masivas, capaces de escuchar las reivindicaciones del movimiento, proponer acciones que desborden el calendario impuesto por las direcciones sindicales y construir una alianza con los trabajadores.
Para ello hace falta recuperar la tradición del movimiento estudiantil, que se ha deteriorado después de años de represión policial y administrativa. La mayoría de estudiantes que van a al universidad actualmente están más familiarizados con que las facultades cerrasen por el confinamiento durante la pandemia, a las clases online y a la nula movilización en las facultades, así como a las violencias policiales cuando intentaron bloquear su centro de estudio, que a la movilización estudiantil y a sus métodos. Para una buena parte de ellos, el rol de las Asambleas generales para estructurar la movilización en las facultades y discutir las reivindicaciones no es algo evidente. Es más, en estos últimos años, los jóvenes que se han movilizado masivamente en manifestaciones por el clima, las marchas feministas o la lucha contra las violencias policiales y el racismo de Estado, lo han hecho sin que estos combates se organizasen en el seno de las universidades ni se dotasen de marcos de autoorganización para desarrollar y radicalizar la movilización.
Hacer de la movilización contra la reforma de las pensiones una oportunidad para dar una respuesta contra los ataques generalizados de Macron en contra de los jóvenes
La profundidad del movimiento actual, que se extiende sobre una superficie geográfica y social extraordinaria, se observa también en la movilización universitaria y de secundaria. Normalmente, las luchas estudiantiles se concentran en universidades e institutos de las metrópolis. Pero actualmente, muchas ciudades medianas se han sumado a la lista: Poitiers, Calais, Dijon, Besançon, Rouen, Brest o Albi. Estudiantes de secundaria y universidad participan en las movilizaciones, impulsadas por Asambleas generales en los campus y también organizan acciones. Incluso en las grandes ciudades, el movimiento desborda las universidades que normalmente se movilizan. Por lo que si no es raro que se vean estos números en Mirail o Rennes 2, las movilizaciones en la Université du Capitole o la de Paul Sabatier en Toulouse por ejemplo si tienen un carácter inédito.
Si “tener 20 años es duro en 2020” como dijo el presidente francés durante la pandemia, no es más fácil tener 23 años en 2023. La reforma de las pensiones ha funcionado como una chispa que ha encendido la colera acumulada en la juventud frente al futuro que el capitalismo les ofrece: una sociedad donde el 40% de los estudiantes viven por debajo del umbral de la pobreza, o donde alternan periodos de paro y trabajos precarios mientras sus padres trabajan hasta morir, y donde la crisis climática se profundiza mientras la burguesía sigue contaminando el planeta para acumular beneficios récord.
Si bien, numerosos jóvenes se suman a un movimiento para protestar contra una reforma que les afectará de lleno, la rabia que expresan va más allá del tema pensiones, y las consignas contra la precariedad estudiantil, la crisis climática o las leyes migratorias surgen en las Asambleas generales y las manifestaciones. Por ejemplo, tras varios años de movilizaciones feministas de gran importancia, ya sea sobre las violencias sexistas y sexuales que sobre los derechos democráticos de las personas LGTB, la cuestión de género aparece ampliamente en el seno del movimiento juvenil.
Entrevistado por RFI, el sociólogo Paolo Stuppia describía la protesta contra la reforma en la juventud como “la gota que colma el vaso en un horizonte ya sembrado en varias etapas”. “Una provocación extra en un conjunto de políticas públicas -por ejemplo la bajada de cinco euros en las ayudas al alojamiento-, que al final se realizan en contra de la juventud y los sectores más precarios de la sociedad”.
Dicho de otro modo, la movilización contra la reforma de las pensiones encarna el catalizador de una rabia más profunda y general del conjunto de la población, pero también de la juventud después de seis años de ataques sistemáticos y la promesa de un futuro sombrío. Desde este punto de vista, parece necesario que la movilización estudiantil no se quede en una simple protesta contra la reforma de las pensiones sino que incluya el conjunto de reivindicaciones contra los ataques sociales, políticos e ideológicos que sufre la población y la juventud. En las asambleas generales, varias iniciativas en este sentido fueron votadas, por ejemplo, la moción en París 1 contra la ley de Asilo e Inmigración. De la misma forma, el hecho de que la huelga renovable se plantee en sectores de trabajadores y estudiantes el día de antes del 8 de marzo debe servir como punto de apoyo para que la huelga sea política y feminista.
Mientras que la Intersindical busca desligar la movilización feminista del 8 de marzo de la lucha contra la reforma de las pensiones, aislando la jornada en una fecha sin manifestación que será la oportunidad de “realizar acciones y comunicados específicos sobre la situación de las mujeres respecto a la jubilación”, la juventud debe tomar el 8 de marzo para plantear reivindicaciones feministas que vayan más allá de la retirada de la reforma: un derecho efectivo y gratuito al aborto, seguro y legal, medios masivos para los servicios públicos así como aumentos de salarios. En varias universidades, ya se han votado mociones con esta lógica: en Paris 8, el colectivo Pan y Rosas organizó una reunión pública con Adèle Haenel (actriz francesa) el lunes 20 de febrero por un “7 y 8 de marzo feministas y antirracistas”, mientras que en la universidad de Burdes, varias organizaciones han impulsado un festival feminista con el lema “reforma de las pensiones y patriarcado, mismo combate”.
Hacer del 7 de marzo el punto de partida de un movimiento renovable y político en todas las universidades de Francia
El pánico del gobierno sobre una posible movilización masiva de la juventud podría convertirse en una realidad. Pero si la fecha del 7 de marzo ya está planteada, queda aún convencer al conjunto de los estudiantes que rechazan la reforma de las pensiones, y que también aquellos que sufren ansiedad frente al futuro que se les trata de imponer, que viven condiciones precarias, que trabajan y estudian. Hay que convencerles de que pueden ganar algo más que la retirada de la reforma si se unen a la movilización. Ya que si Macron teme la radicalización del movimiento en la juventud (como demuestra la represión en las universidades movilizadas9, también ha demostrado que no hará ninguna concesión, ni siquiera la más mínima, como la de generalizar las comidas en comedores a un euro, si estas no se les imponen por correlación de fuerzas.
Si el bloqueo de universidades no servirán por sí solos para derrotar al gobierno, la entrada en combate de un gran movimiento estudiantil ligado a los trabajadores podría sumar la inventiva y la fuerza de la juventud al servicio de la construcción de la huelga renovable. Esta dinámica podría pasar por la transformación de las universidades en lugares de movilización cotidianos que construyan la huelga renovable a través de mitin, reuniones de apoyo, difusión de cajas de resistencias, el envío de delegaciones estudiantiles a piquetes de huelga, o la construcción de Asambleas generales Interprofesionales que permitan al conjunto de los trabajadores convertirse en protagonistas de la huelga.
Mientras que el movimiento ya nos ha demostrado que tan solo con una correlación de fuerzas positiva se podrá derrotar al gobierno, hace falta prepararse para un combate más amplio, reclamando la jubilación a los 60, la indexación de los salarios sobre la inflación o la puesta en marcha de una renta estudiantil que paguen los capitalistas. Ya que las tres millones de personas que tomaron las calles el 31 de enero mostraron que más allá de la reforma, lo que buscaban era una mejora de sus condiciones de vida, estudios y trabajo. Reivindicaciones que pueden lograrse, si se construye una huelga renovable política a la cual el conjunto de universidades francesas debe sumarse.