Este miércoles se desarrolló la tercera jornada del pontífice en Chile. Desde la sureña región de la Araucanía, Francisco focalizó en el conflicto entre el pueblo mapuche y el Estado chileno, y en los jóvenes cristianos que fueron a ver al líder religioso en la comuna de Maipú.
Jueves 18 de enero de 2018 07:20
Dos sectores de la sociedad estuvieron presentes y fueron emplazados en los discursos entregados por el Papa Francisco durante la tercera jornada realizada este miércoles. Primero, en el Aeródromo Maquehue situado a 3 kilómetro de la ciudad de Temuco, Bergoglio habló ante 250 mil personas y se refirió al conflicto suscitado entre el pueblo mapuche y el Estado chileno, y de manera más general a los pueblos originarios. En segundo lugar, apuntó a la juventud y a la importancia de esta en la “transformación de la Iglesia”.
La problemática histórica que involucra al pueblo mapuche y al Estado de Chile ha sido un eje constante en la visita de Francisco al país, sobre todo considerando la pugna vigente y actual que tiene, por ejemplo, a la machi Francisca Linconao, junto a otros comuneros mapuche, todavía con medidas judiciales por el caso Luchsinger- Mackay, pese a que hace poco la absolvieron, y a que aún la Justicia, y los querellantes, no logra encontrar pruebas para responsabilizar de lo ocurrido con el matrimonio. Lo mismo sucede con el caso Iglesias. Pablo y Benito Trangol, y Alfredo Tralcal llevan un año y siete meses encarcelados bajo la cautelar de prisión preventina, sin que se puedan corroborar su implicancia con la quema de las iglesias.
El mal llamado “conflicto mapuche” sigue siendo una espina clavada de manera estructural y constante en el Estado y régimen político chileno, y sigue constituyendo una arista estratégica en el cuestionamiento a esta sociedad capitalista, neoliberal y racista. Francisco, en su intento de recomponer y salvar a una iglesia chilena en crisis, y de pasada ayudar al cuestionado régimen, debía sí o sí referirse a los pueblos originarios, y apuntar a la conciliación nacional como vía de escape a un problema que es histórico y político.
“Los falsos sinónimos” y los “artesanos de unidad”
Francisco centró su discurso en la Araucanía en la unidad nacional, la conciliación entre las partes, en el “reconocimiento de la diversidad cultural”, como mencionó en su intervención, y aludió a “dos formas de violencia” que se darían en la región.
“Una de las principales tentaciones a enfrentar es confundir unidad con uniformidad. Jesús no le pide a su Padre que todos sean iguales, que todos sean idénticos; ya que la unidad no nace ni nacerá de neutralizar o silenciar las diferencias. La unidad no es un simulacro ni de integración forzada ni de marginación armonizada”, manifestó el Papa durante la primera parte de su discurso. “La riqueza de una tierra nace precisamente de que cada parte se anime a compartir su sabiduría con los demás. No es ni será una uniformidad asfixiante que nace normalmente del predominio y la fuerza del más fuerte, ni tampoco una separación que no reconozca la bondad de los demás”, continuó el pontífice.
Bergoglio mantuvo en todo momento un discurso que enfatizó la unidad y la conciliación como vías de solución para la problemática del Estado con el pueblo mapuche. De manera reiterativa el pontífice se refirió a la unidad que debiese haber para que las demandas de los pueblos originarios sean de una vez asumidas y otorgadas por las autoridades y el régimen. Para el Papa la unidad debe ser “una diversidad reconciliada, porque no tolera que en su nombre se legitimen las injusticias personales o comunitarias. Necesitamos de la riqueza que cada pueblo tenga para aportar, y dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores o culturas inferiores”, afirmó el líder religioso.
El mismo llamado de unidad les hizo a los sacerdotes y religiosos que el martes tuvieron cita con el pontífice. Unidad ante la crisis de hegemonía que vive la Iglesia Católica como institución, y unidad para enfrentar el terremoto ocasionado por las numerosas denuncias de abusos sexuales y encubrimiento en su contra.
Lo que no queda muy claro de este primer mensaje es cuando Francisco habla de reconocimiento y de valorarse entre distintas culturas y pueblos. Porque puede sonar como un buen mensaje, pero el problema de la opresión a los pueblos originarios lleva siglos de conflicto, matanzas, violencia, represión y promesas al viento. ¿Reconocimiento, acaso, no sería que el Estado chileno devolviera las tierras que le pertenecen históricamente al pueblo mapuche, cuyos integrantes demandan, o que se les reconociera su derecho a la autodeterminación como pueblo? ¿Escuchar no podría haber sido reunirse, por ejemplo, con la machi Francisca Linconao, autoridad mapuche? ¿De qué “reconocimiento” habla el Papa?
“No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro”
El segundo mensaje en la Araucanía se centró en el tema de la violencia. Francisco fue claro en plantear que existen dos violencias en este conflicto y que el nivel de responsabilidad es igual para ambas partes. “La unidad, si quiere construirse desde el reconocimiento y la solidaridad, no puede aceptar cualquier medio para lograr este fin”, afirmó el Papa al referirse a los tipos de violencia presentes.
Sobre una de las violencias dijo que “debemos estar atentos a la elaboración de “bellos” acuerdos que nunca llegan a concretarse. Bonitas palabras, planes acabados, sí —y necesarios—, pero que al no volverse concretos terminan “borrando con el codo, lo escrito con la mano”. Esto también es violencia, y ¿por qué? Porque frustra la esperanza”, aseguró Francisco al referirse a los compromisos incumplidos por los gobiernos en “materia de pueblos originarios”.
“En segundo lugar, es imprescindible defender que una cultura del reconocimiento mutuo no puede construirse en base a la violencia y destrucción que termina cobrándose vidas humanas. No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división”, continuó el Papa con su lectura de la otra violencia.
En este segundo tipo de violencia es donde entra el pueblo mapuche, con las acusaciones en su contra, como actualmente sucede con Linconao y los demás comuneros involucrados en los casos ya mencionados. Pero, ¿se puede hablar de igual manera de “violencia” al referirnos al pueblo mapuche y al Estado chileno? ¿Cuando el Papa habla de la violencia que “cobra vidas humanas” se referirá a las acusaciones sin comprobar contra integrantes del pueblo mapuche, o a los asesinatos de mapuche en manos de la policía? La generalidad y “neutralidad” cuando se trata de un conflicto histórico, de siglos, que implica la opresión y violencia constante por parte de un aparato como es el Estado chileno hacia un pueblo en específico, termina avalando el actuar del único y verdadero opresor, e igualando las acciones de las partes. Por eso se habla de que las “dos violencias son iguales”, mientras se dice apoyar al pueblo que denuncia injusticias.
El llamado del Papa a los jóvenes a “que nos muevan el piso, que nos ayuden a estar más cerca de Jesús"
El segundo eje de la jornada fue la visita de Francisco al Templo de Maipú, instancia dirigida a la juventud cristiana, y que congregó a 40.000 personas. Con un discurso más distendido, el pontífice hizo un llamado a la acción por parte de los jóvenes y a ser “los protagonistas del Chile que sus corazones sueñan; y yo sé que el corazón de los jóvenes chilenos sueña, y a lo grande”, inició el Papa.
Francisco apuntó al carácter transformador y dinámico de la juventud, e incitó a miles de jóvenes a fortalecer el “amor a la madre patria”, enfatizó en que “mirar hacia el horizonte se tiene que hacer con los pies en la tierra”, e hizo un llamado a intervenir más directamente en la Iglesia y en la religión.
Bajo el discurso de que los jóvenes no deben quedarse callados, sino que hablar y decir lo que piensan, Francisco hizo un enfático llamado a participar activamente de la vida religiosa, y de las iglesias, y “a que nos muevan el piso, que nos ayuden a estar más cerca de Jesús”. “Es importante que ustedes hablen y no se dejen callar”, les dijo el Papa a miles de jóvenes cristianos.
Mostrando un perfil crítico y cercano a la juventud chilena, el Papa les dijo a los presentes que “pareciera que madurar es aceptar la injusticia, es creer que nada podemos hacer, que todo fue siempre así. Eso es corrupción”, afirmó el pontífice, a la vez que incitaba a los jóvenes a actuar de la vida del país.
Lo curioso es que las veces que la juventud ha participado de la vida nacional, y se ha planteado transformar aspectos de esta sociedad, instituciones como la Iglesia Católica ha cumplido un rol opositor a esos anhelos y propósitos. Pasó con la gran lucha y demanda por la educación gratuita universal y financiada por el Estado, que cuestionó profundamente el negocio en la educación y develó los profundos intereses económicos y políticos que involucran a todo el régimen político, partidos tradicionales, empresarios, y también a la Iglesia con sus negocios y establecimientos educacionales. También ha sucedido cuando amplios sectores de la juventud se han manifestado en diversidad ocasiones a favor de demandas que involucran a las mujeres y a la diversidad sexual, por ejemplo, como es el caso del aborto- incluso en solo tres causales-, el matrimonio igualitario, o la ley de identidad de género, entre otras. ¿Acaso en estas ocasiones Francisco también llama a luchar y a la acción?
Este jueves es el último día del Papa en Chile y, si bien, aún falta saber el resultado de la visita en Iquique, lo cierto es que la presencia de Francisco más que cerrar o recomponer la profunda crisis de la Iglesia Católica mostró de manera más acentuada el complejo momento por el que atraviesa una de las principales instituciones de esta sociedad de clases.