El resultado de las elecciones municipales en Brasil muestran a un bolsonarismo desinflado, con muchos de sus candidatos perdiendo batallas clave, una fuga de votos de los partidos tradicionales y un aumento de la votación hacia el llamado "centro político", que estuvo detrás del golpe institucional, y fue socio del fraudulento lava jato y el autoritarismo judicial.
André Barbieri @AcierAndy
Miércoles 18 de noviembre de 2020 11:00
El resultado de las elecciones municipales de Brasil del último domingo dejó ganadores y perdedores. Bolsonaro no fue como candidato, pero sí como promotor de algunos alcaldes y concejales, que salieron derrotados. Los partidos tradicionales que gobernaron durante años Brasil como el PSDB, el MDB y el PT sufrieron una masiva fuga de votantes. El ganador fue el conglomerado reaccionario de partidos del llamado “gran centro” parlamentario, especialmente los partidos DEM, PP y PSD. Este “gran centro”, que actúa sobre la base del intercambio de favores e incluye elementos bolsonaristas, preserva autonomía de actuación en el Congreso en relación al Gobierno.
Este triunfo de lo que llamaremos “bonapartismo institucional” refuerza su relación de fuerzas favorable ante las negociaciones con Bolsonaro, pero también deja expuesta que esa relación con el Ejecutivo es la que ha venido permitiendo la aplicación de los ajustes más perversos contra los derechos de los trabajadores y de la juventud.
El resultado expresa tanto un golpe para los candidatos de Bolsonaro como también un crecimiento de este bloque golpista que también alberga elementos derechistas (bolsonaristas) y del ala militar, lo que se expresa en la elección de 50 militares como alcaldes y 807 como concejales.
Por un lado, a los propósitos de su proyecto de poder, Bolsonaro tuvo un fin de año ríspido, con duros reveses de aliados internacionales. En primer lugar sufrió la humillación del golpista Fernando Camacho en Bolivia, derrotado en las urnas por los conciliadores del MAS, administradores del capitalismo boliviano que capitalizaron distorsionadamente la heroica lucha de los trabajadores e indígenas en las calles contra el golpe de Estado de 2019. Luego tuvo que tragarse el rechazo de masas a la Constitución de Pinochet en el plebiscito en Chile, rechazo que debe convertirse en lucha de clases activa contra el régimen pinochetista que busca preservar lo esencial del neoliberalismo chileno con la trampa de la Convención Constituyente. Todo esto fue culminado por la derrota de Donald Trump, principal sostén político e ideológico de Bolsonaro, en las elecciones presidenciales estadounidenses. Estos eventos, especialmente el triunfo del imperialista Joe Biden en Estados Unidos, dejaron a Bolsonaro no solo en situaciones de silencio vergonzosas sino también aumentaron su vulnerabilidad interna, debilitando la corriente de extrema derecha internacional y permitiendo que esa debilidad sea aprovechada por el bloque del “gran centro” político brasileño.
Las elecciones municipales profundizan esa tendencia, considerando la baja performance de Bolsonaro como promotor de campaña. De los 45 candidatos a concejal que apoyó en distintas ciudades al menos 33 no fueron elegidos. Bolsonaro apoyó también a 13 candidatos a alcalde y solo 2 ganaron: Mão Santa (DEM) en la ciudad de Parnaíba, estado de Piauí, y Gustavo Nunes (PSL) en la ciudad de Ipatinga, estado de Minas Gerais. Además, Carlos Bolsonaro, hijo del presidente, perdió 36 % de los votos obtenidos en 2016 a la legislatura de Rio de Janeiro, un debilitamiento en el bastión del bolsonarismo. Analizamos estas tendencias con sobriedad, lejos de los análisis interesados de la gran prensa golpista, que exageran intencionalmente la derrota de una extrema derecha que convive con el “gran centro”.
Por otro lado, ese mismo “gran centro”, con Rodrigo Maia en la presidencia de Diputados y Davi Alcolumbre en la presidencia del Senado, fue un aliado insustituible para el avance del proyecto de Bolsonaro de ataques en toda la línea contra los derechos sociales de millones de personas, como la reforma previsional, las privatizaciones, la serie de reformas laborales que transformaron la vida de las masas en un infierno. La Corte Suprema actuó como primer violín en la ejecución de la agenda económica del golpe, lo que quedó solemnizado en el abrazo de su presidente Dias Toffoli y Bolsonaro. Están todos al unísono para desmantelar nuestros derechos. Los periodistas de diarios como Globo, Folha y Estadao no pueden ocultar lo inocultable.
Ganadores y perdedores en números
Una mirada por el mapa electoral de la primera vuelta puede ayudar a develar la composición de fuerzas políticas. El Movimiento Democrático Brasileño (MDB), uno de los partidos tradicionales brasileños de centro, obtuvo 10,9 millones de votos para prefecto en todo el país, y los liberales del Partido Social Democrático (PSD) prácticamente empataron con el tradicional PSDB (del expresidente Fernando Henrique Cardoso), con 10,6 millones, seguidos del centroderechista DEM con 8,2 millones y el derechista PP con 7,5 millones. El Partido de Trabajadores obtuvo 6,9 millones y el PSL (socios bolsonaristas), quedaron bien atrás, con 2,7 millones.
En la evolución de la cantidad de alcaldes de 2016 a 2020 es notorio el avance del llamado “gran centro” político, en comparación con la vieja tríada que fue el pilar del Régimen de 1988: PSDB-MDB-PT. A pesar de que el MDB y el PSDB se quedaron con más prefecturas en datos brutos, quien ganó más prefecturas en relación a 2016 fue el DEM, que pasó de 268 alcaldes a 458, 190 más. El PP viene detrás: tenía 495 alcaldes en 2016 y pasó a tener 672, 177 más. El PSD pasó de 539 alcaldes a 640, 101 más. Esta robusta votación coloca al DEM al mismo nivel de 2008, y es la mejor votación del PSD desde su creación en 2012.
Este caudal de votos fue absorbido de la base de votantes de los grandes perdedores de las elecciones, el PSDB, el MDB y el PT. El PSDB pasó de 799 alcaldes en 2016 a 497, una sangría de 302. El MDB pasó de 1044 a 766, una pérdida de 278. El PT pasó de 254 a 189, una pérdida de 65. El PCdoB perdió 35 alcaldías, pasando de 81 a 46. El PSB y el PDT también perdieron: el PSB pasó de 407 a 245, una pérdida de 162 alcaldías. El PDT tuvo un saldo negativo de 30 alcaldías.
En cuanto a concejales elegidos, el “gran centro” también fue el gran ganador. El MDB se llevó el trofeo con 7183 concejales, mientras el PP alcanzó 6179. El PSD sigue en tercer lugar con más cantidad de concejales logrados, 5488. El DEM supera el PSDB, alcanzando los 4169 contra los 4158 concejales elegidos. En términos relativos, el PP fue el partido que más incrementó su caudal desde el 2016, ganando 1437 concejales más. El DEM lo sigue con 1265 concejales más. Republicanos tuvo un aumento de 849 concejales, el PSD saca 838 concejales más que el 2016. El PSL terminó con 1158 concejales elegidos, ganó 280. En términos relativos, una vez más el PSDB es el mayor perdedor. Pasó de 5364 concejales en 2016 a 4158 en 2020, una pérdida de 1206. El MDB también pierde, con 381 concejales menos. El PSB y el PDT pierden muchos concejales en la contienda: el PSB pasó a 2948, perdiendo 687 concejales en 2020, y el PDT perdió 426 concejales en 2020.
El PT tenía 2815 concejales en 2016 y cayó a 2584 en 2020, una pérdida de 231 concejales, mientras el PCdoB perdió 332 concejales, una caída de 32,87 %.
La formación de izquierda PSOL ganó 19 concejales más que en 2016, pasando de 56 a 75. Pasó de 2 a 4 alcaldías en las ciudades de Janduís (Rio Grande do Norte), Potengi (Ceará), Ribas do Rio Pardo (Mato Grosso do Sul) y Marabá Paulista (San Pablo), ciudades muy pequeñas. En Rio de Janeiro, hasta entonces bastión electoral de la sigla, sufrieron una dura derrota en el ejecutivo, fruto de años de adaptación a las instituciones y al aparato represivo, agravados con la política de Frente Amplio con partidos burgueses que llevó adelante Freixo con la rúbrica de la organización.
La elección de mujeres negras y trans a las legislaturas de distintas ciudades fue un rasgo interesante de estas elecciones, aunque lo que define siempre es el contenido de cada una de estas candidaturas elegidas.
De aquí devienen algunas conclusiones
La primera es el debilitamiento del PSDB y del MDB, actores centrales del régimen anterior al golpe institucional contra Dilma Rousseff, que pierden parte de sus votantes, que van hacia el DEM, el PP y el PSD. El PSDB redujo más del 39 % de su votación del 2016. No es una buena noticia para los llamados tucanos, que venían perdiendo figuras desde el derretimiento de su candidatos Geraldo Alckmin para las presidenciales de 2018. Esto, sin embargo, debe ser leído teniendo en cuenta que el PSDB y el MDB siguen siendo los más votados para ambas categorías municipales.
En otro plano, se achica el espacio de la llamada “centro izquierda” que incluye el PDT, PSB y Rede. Las pérdidas fueron grandes en ese espacio político. Todos perdieron muchos alcaldes y concejales con respecto a 2016, cayendo globalmente de 15.807.615 a 10.944.128 votos, una caída de 30,77 % en cuatro años.
Otra conclusión es el revés sufrido por el PT y por el PCdoB: globalmente perdieron 100 alcaldías (una caída del 32 %) y casi 600 concejales. El PT tuvo una caída de 31,5 % y el PCdoB pasó de 81 a 45, una caída de 44,44 %, sufriendo una derrota más acentuada. La prensa hace uso político propio con los malos resultados del PT, que no deben ser exagerados: la sigla todavía participa del segundo turno en 15 ciudades, algunas de ellas importantes como Recife y Vitória, y tuvo buenos resultados en Fortaleza y Salvador. Es un pilar del reformismo en el régimen que se desempeña, y la propia corporación mediática Globo no descarta la posible utilidad de Lula para derrotar a Bolsonaro en 2022, aunque prefiera a los ajustadores de la derecha golpista.
El PT pagó el precio por su conciliación. Después de administrar por trece años el capitalismo brasileño, con el PCdoB a su lado, junto a la derecha y al “gran centro”, abrieron camino al golpe institucional y al fortalecimiento de las cúpulas evangélicas, del agronegocio y del aparato represivo que son hoy base de Bolsonaro. No opusieron ninguna resistencia seria a los trabajadores e impedir que luchen contra sus organizaciones sindicales de masas. Donde gobiernan, en los estados del Nordeste, PT y PCdoB aplican los ajustes neoliberales del gobierno federal, como la reforma previsional.
Por caminos distintos, hoy buscan mostrarse serios pretendientes a la administración de la obra económica del golpe, haciendo las mismas alianzas con la derecha (el PT y el PCdoB llegaron a tener respectivamente 140 y 70 alianzas con el expartido de Bolsonaro, el PSL, en estas elecciones). La reedición del camino de conciliación de clases con la derecha y los golpistas no puede ser ninguna alternativa para quienes quieren enfrentar a la derecha, y los resultados lo muestran.
La conclusión más general es que triunfó el bonapartismo institucional, que incluye al Congreso, la Corte Suprema, la gran prensa, todos actores fundamentales del golpe institucional que ayudaron a que lleguemos a esta situación con el bolsonarismo. Hay que decir, además, que la izquierda en su mayoría se adaptó silenciosamente a las prescripciones de este régimen golpista en las elecciones.
El precio de esta política es el fortalecimiento del “gran centro”. Bolsonaro, aunque la mayoría de candidatos que apoyó fueron derrotados, no tiene las manos atadas. Partidos como Republicanos de la Iglesia Universal, PSL y PSC que son base de su reaccionarismo tuvieron un fortalecimiento importante. La crisis económica mundial y sus repercusiones en Brasil (proyección de caída de 4,4 % del PBI en 2020) y los problemas devenidos del cercano fin de la ayuda de emergencia en 2021 -que colocaría inmediatamente a 33 % de la población en situación de pobreza- pueden llevar nuevamente a pruebas de fuerza de Bolsonaro. Además, conflictos de la lucha de clases están inscriptos en el caso de un deterioro mayor de las condiciones de vida de los millones que se sostuvieron durante la pandemia con una ayuda estatal que bloqueó temporalmente los efectos del alto desempleo y la inflación sobre los alimentos.
Los golpistas y la izquierda
El régimen golpista no encuentra así ningún obstáculo con la política de conciliación con los patrones y golpistas. Los capitalistas quieren a los mejores aplicadores de ajustes contra la población trabajadora y pobre. Por eso defendimos en las candidaturas del Movimiento Revolucionario de Trabajadores (MRT) que la tarea de toda la izquierda es discutir la necesidad de una nueva Constituyente libre y soberana, que para nosotros siempre estuvo íntimamente vinculada a la autoorganización de los trabajadores y a la batalla por un gobierno de los trabajadores, de ruptura con el capitalismo. Impulsada por la movilización, que debería haber sido alentada durante la campaña electoral, una política como ésta permitiría a la izquierda dialogar desde un ángulo ofensivo contra el régimen del golpe, cuestionando al conjunto de los ataques que fueron implementados desde entonces.
Es imposible enfrentar a la extrema derecha bolsonarista sin romper el compromiso con la patronal y los golpistas.
La izquierda no hizo esto. Justamente una de nuestras principales diferencias con la dirección del PSOL es que buscan administrar normalmente el régimen golpista, mientras como marxistas buscamos actuar en las elecciones para organizar a los trabajadores para la lucha contra este régimen político. Una alternativa política con un programa anticapitalista jamás se propondría gobernar San Pablo en medio del bolsonarismo, pero sí presentaría la perspectiva de que solo la organización de los trabajadores podría llevar adelante esta perspectiva. Esta es la visión que llevó adelante la Bancada Revolucionaria del MRT en San Pablo, así como nuestras candidaturas con Flávia Valle en Contagem (Minas Gerais) y Valéria Muller en Porto Alegre (Rio Grande do Sul), inspirados en los lugares donde actuamos en el parlamento, como es el caso de Argentina, donde nuestros compañeros son diputados revolucionarios por el PTS en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores. El FIT defiende un programa para que sean los capitalistas los que paguen por la crisis y ponen sus mandatos integralmente al servicio de fortalecer las luchas de la clase trabajadora, como hicieron enfrentando junto a los vecinos la represión del gobierno de Alberto Fernández-Axel Kicillof en la ocupación de Guernica.
El PSTU, en el más clásico cretinismo antiparlamentario, sigue con su renuncia a hacer política y tuvo malos resultados, enalteciendo su estrecho sindicalismo, que tuvo como contracara la misma adaptación general de la izquierda al régimen del golpe. Los estalinistas del PCB y la UP, a pesar de la legalidad, no tuvieron ninguna personalidad en las elecciones, diluyéndose en las candidaturas del PSOL.
Las elecciones en San Pablo
Entre las elecciones municipales, la que más atrajo los reflectores fue sin duda la de San Pablo. El debilitamiento inédito del PT, con el PSOL ocupando su lugar, hizo que la disputa electoral de esa ciudad atrajese la atención de todos.
Además de una segunda vuelta entre Bruno Covas (PSDB) y Guilherme Boulos (PSOL), fue una importante señal del debilitamiento petista que su candidato haya quedado por debajo del reaccionario Arthur do Val del MBL (Movimento Brasil Livre, agrupamiento juvenil de derecha). Con un discurso ultraliberal y con una demagogia contra el establishment, el casi 10 % que alcanzó la candidatura de Arthur do Val muestra que hay un espacio determinado por el radicalismo de derecha en la mayor capital del país. En la segunda vuelta, es probable que una parte significativa de esos votos migren a Covas.
El candidato de Bolsonaro, Celso Russomanno (Republicanos) una vez más se derritió, por habilidades propias, y no lo ayudó a pasar a segunda vuelta el apoyo explícito del presidente, que una vez más vio sus índices de aprobación caer en la capital paulista.
Jilmar Tatto (PT) confirmó la tragedia electoral ya prevista y tuvo que ver incluso a Lula delimitarse de su decisión de mantener al candidato, atribuyendole exclusivamente la responsabilidad por no haber apoyado a Boulos en primera vuelta.
Ahora, en vísperas de la segunda vuelta, estamos acompañando a todas las trabajadoras y trabajadores, grandes contingentes de la juventud, todos los que luchan contra el racismo, el machismo y la LGBTfobia, en la batalla contra el reaccionario Covas-Doria y su legado tucano en el municipio y en el estado de San Pablo. Colocaremos nuestra fuerza militante, los centenares de miles de accesos en Esquerda Diario, nuestros voceros, nuestra producción audiovisual, para combatir al odioso tucanato que siempre gobernó a favor de las privatizaciones y del mercado financiero.
Durante las elecciones, Covas intentó presentarse como un buen gestor, de perfil moderado. Para eso, y por el inmenso rechazo que tienen en las encuestas de opinión, Covas intentó despojarse de su principal responsable político, Joao Doria. El mismo Covas que ahora dice que quiere enfrentar al supuesto “radicalismo” fue viceprefecto de un candidato que se eligió en la estela de la ola reaccionaria y bajo el mote de “BolsoDoria”. Hasta el lema de la defensa de “la ley y el orden”, marcado recientemente por ser usado indiscriminadamente por Donald Trump, fue evocado por Covas en su discurso de cierre de campaña para dialogar con el electorado más reaccionario de San Pablo.
Los docentes y trabajadores municipales de la salud vivieron y sintieron en la piel las marcas de la gestión de Bruno Covas. Para pasar la reforma previsional municipal, que hará que varios de los trabajadores públicos trabajen hasta morir, Covas utilizó una violenta represión policial que hirió gravemente a varios manifestantes que rechazaban esa medida. Su padrino político, Doria, repitió la dosis con los empleados estaduales, con la misma crueldad.
Compartimos todo el odio de los trabajadores, las mujeres y la juventud contra el PSDB. En ese sentido decimos: es imposible enfrentar a la extrema derecha bolsonarista y a Covas-Doria disputando el perfil de buen gestor eficiente o moderando el discurso para atraer a los votos de França, Russomanno y el 70 % que no votó a Covas. Por eso, llamamos a Boulos a romper el diálogo y los compromisos con la patronal y los golpistas, como hizo con los empresarios del comercio paulista. Para golpear a Covas y a los golpistas donde realmente les duele, habría que presentar programas que ataquen las enormes ganancias de la minoría compuesta por grandes grupos empresariales que se enriquecen a costas de la explotación de la gran mayoría de la población. Una campaña así serviría para impulsar la movilización de los trabajadores, las mujeres, negras y negros, la comunidad sexodiversa y la juventud, única forma de imponer esas medidas ytambién de derrotar realmente a Covas, Doria y la extrema derecha y los golpistas. Al contrario de enfatizar que no hará ningún aumento de impuestos, habría que imponer un impuesto a las grandes fortunas, básico en cualquier candidatura que quiera imponer a los más ricos los costos de las medidas de enfrentamiento a la crisis, además de romper con la Ley de Responsabilidad Fiscal. Buscar dialogar con los golpistas y con los grandes grupos empresarios es un grave error que solo llevará a nuevas derrotas.
La lucha contra Covas y Doria tiene que ser una guerra declarada sin mediaciones o proposiciones que alienten la expectativa de mejoras a través de una buena gestión. Pondremos todas nuestras energías en San Pablo para derrotar a Covas, pero con un programa político a la altura, que parta de la ruptura de los compromisos con la patronal y los golpistas. La crisis económica internacional, agravada por los efectos de la pandemia, seguirá produciendo grandes enfrentamientos y nuevos ataques a las condiciones de vida de las masas. Prepararse para ese escenario es el desafío que nos planteamos para ahora.
André Barbieri
Nacido en 1988. Licenciado en Ciencia Política (Unicamp), actualmente cursa una maestría en Ciencias Sociales en la Universidad Federal de Río Grande el Norte. Integrante del Movimiento de Trabajadores Revolucionario de Brasil, escribe sobre problemas de política internacional y teoría marxista.