Según un reporte de la Liga Antidifamación de Estados Unidos, los últimos años han visto un incremento en la distribución de propaganda racista.
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Óscar Fernández @OscarFdz94
Viernes 3 de abril de 2020 01:41
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Imagen: Performance artístico parodiando a Trump tomándose fotos con el KKK.
Si bien durante la era de Obama los discursos de odio (es decir, discursos que atenten contra la integridad de una persona sobre la base de su identidad de género o procedencia étnica) habían disminuido un 23%, luego de la aparición del movimiento #BlackLivesMatter en 2014 a escala nacional, éstos comenzaron un lento incremento que después se disparó con la aparición de la candidatura de Donald Trump.
El discurso xenófobo del magnate de Nueva York, poniendo especial énfasis en su odio hacia los mexicanos y su propuesta (fuertemente aceptada entre sectores conservadores y de ultraderecha) de construir un muro en la frontera con México fueron un particular aliciente para que surgieran organizaciones de extrema derecha y de supremacistas blancos. El fenómeno tiene fuertes "bastiones" confederados: son los estados del sur del país imperialista, los que en 1861 se levantaron contra el gobierno para defender el derecho de mantener la esclavitud.
Por una parte, son Texas, Ohio, Virginia, Kentucky, y Florida, los que tienen fuertes antecedentes de organizaciones que reivindican a la Confederación y tienen fuerte presencia de grupos como los Minutemen (milicias que se encargan de ejercer un rol para-policial y deportar indocumentados), el Ku Klux Klan y semejantes. Pero de igual forma hay estados históricamente dominados por los demócratas y un fuerte sentimiento progresista, como lo son California, Nueva York, Massachusetts, Nueva Jersey, y Washington, los que también cuentan con organizaciones supremacistas.
Las consecuencias han sido, por un lado, la aparición de la llamada "alt-right" (derecha alternativa), la cual, por medio de las redes sociales y diversas páginas de internet, ha intentado impulsar agendas de ultraderecha y reaccionarias con un matiz "moderno" (por eso se reivindican "alternativos") y con la adopción de ciertas políticas tibias para delimitarse de lo que históricamente se ha asociado con la extrema derecha —por ejemplo, algunos grupos toleran y aceptan la diversidad sexogenérica, aunque en lo político y económico su planteo no difiera mucho de los que esbozaba Mussolini.
Por el otro, este discurso que el presidente Trump ha esbozado "envalentona" a distintos grupos que son susceptibles de creer en las noticias falsas, teorías de conspiración y en las "amenazas" de un genocidio blanco (léase: mestizaje profundo). Las consecuencias ya han quedado a la vista de todos: en Charleston, Dylann Roof, un chico blanco de entonces 21 años, firmó un manifiesto racista desde su sitio "The Last Rhodesian", [1] en el cual resalta la supremacía blanca y posteriormente entró a una iglesia negra en pleno servicio, asesinando a varios feligreces; en El Paso, Ohio y en California, tres supremacistas seguidores de Trump realizaron tiroteos masivos en un corto lapso.
En 2017 la población estadounidense vio con horror cómo distintas organizaciones supremacistas (incluyendo secciones del Ku Klux Klan y diversas formaciones neo-nazis) se congregaban en Charlottesville, Vigrinia, en un evento que se convocó bajo la consigna "unite the right" (unir a la derecha). Hacia 2019 se reportaron 2713 incidentes de supremacía blanca, desde reparto de propaganda, mítines y carteles.
¿Cómo frenar el racismo y la derecha?
Pero esta situación, instigada por la histórica opresión racial de Estados Unidos que, bajo distintos matices, continúa hoy en día y es promovida incluso por el presidente, no ha salido sin respuestas. La militancia de izquierda se ha incrementado también en los últimos años, incluso fortaleciendo organizaciones como los DSA (Socialistas Democráticos de Estados Unidos), a pesar de ser reformistas e impulsar candidaturas demócratas como la de Bernie Sanders.
En el corazón del imperialismo, nuestros compañeros de Left Voice han plantado la bandera de la izquierda socialista y anti-imperialista, promoviendo la organización independiente de la clase trabajadora estadounidense (gran parte de ella multi-étnica) de los partidos al servicio de los capitalistas. Asimismo, dan cuenta de las principales luchas obreras que surgen en el centro del imperialismo, como fue el caso de las huelgas magisteriales de 2018, muchas de ellas incluso en estados históricamente republicanos; es esa misma organización la que puede frenar a los grupos racistas y de ultraderecha.
La clase obrera es la mayoría, y en especial en un país capitalista por excelencia como lo es Estados Unidos. Con una estrategia que ponga a los obreros al frente, es posible ganar.
[1] Significa "el último rodesiano" y hace referencia a Rhodesia, colonia británica en África nombrada por Cecil Rhodes, quien fue conocido por ser brutal contra la población negra y considerar que "la raza inglesa" era superior. Estas posturas luego influyeron a Hitler, quien consideró que Rhodes fue el único que "entendió los ideales anglosajones".
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Óscar Fernández
Politólogo - Universidad Iberoamericana