El 1° de febrero de 1931 el régimen de José Félix Uriburu condenó a muerte al militante anarquista e 30 años nacido en Italia. El gran Osvaldo Bayer escribió una de sus biografías más completas.
Martes 1ro de febrero de 2022 09:11
El texto que sigue fue publicado originalmente en 2021 por la historiadora Liliana Caló para la sección Historia de La Izquierda Diario.
Osvaldo Bayer: Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia
El rostro de Severino Di Giovanni parece congregar audacia y rebeldía y la dureza de su propia vida, cruzada de enormes sacrificios. Su mirada inquietante termina de descifrarse al concluir el libro. El retrato del militante anarquista, identificado con las ideas de los anarquistas individualistas y “expropiadores” [1] y los avatares de los emigrados italianos en el país, exiliados de la amenaza fascista, confluyen en la investigación histórica que propone el autor adquiriendo por momentos el tono de un relato en off.
Comencemos por la historia. O mejor, por las condiciones particulares de su historia. Severino nació en 1901 en Chieti, Italia, en la región de los Abruzos a unos 189 km al oeste de Roma. Durante aquellos años la violencia y la miseria de la Guerra mundial y la llegada de fascismo, en el que “todo lo que es oposición es barrido por los squadristas” fueron sin duda una marca en su formación y experiencia a futuro. Abandonó ese país para arribar a Buenos Aires en 1923, junto a su esposa y primera hija. Adquirió el oficio de tipógrafo y periodista autodidacta. Y rápidamente entró en contacto con obreros anarquistas, que para la época representaban un conglomerado y organización importante entre los trabajadores.
A diferencia del proceso migratorio de finales del siglo XIX, alentado por la oligarquía, el de Severino estuvo asociado al de la persecución, por el que casi todos los peninsulares de inmigración reciente en el país compartían la marca del antifascismo. Este fue uno de sus constantes propósitos de lucha. Así puede rastrearse en los diversos periódicos y revistas que editó tanto en la etapa de L’ Avvenire como luego en Culmine, los homenajes a muchos de los caídos en la lucha contra Mussolini y foco de varias de sus acciones políticas. Denunció al gobierno radical de Alvear como encubridor de los fascistas, ¿es que también la Argentina está por convertirse en una colonia fascista? se preguntaba en L’ Avvenire, revelando la colaboración de la policía argentina (y en ella, del departamento de Orden Social) con los consulados donde se armaban prontuarios, redes de espionaje y listas de los emigrados anarquistas. Desde 1925 se habían descubierto varios planes y desarticulado intentos de asesinar al Duce que encontraban eco fuera de Italia. Dando muestras de la magnitud de su pánico, Mussolini promulgaba leyes sobre los exiliados con penas para aquellos que con su acción “dañaran la patria”.
Era claro que el campo de acción de Severino era Buenos Aires pero su horizonte político trascendía las fronteras. Participó e impulsó decididamente la campaña por la libertad de Sacco y Vanzetti, los dos anarquistas italianos condenados en EE.UU. (1927), que conmocionó a los trabajadores de todo el mundo. Se convocaron huelgas, actos, mítines, sin distinción de ideologías, formando centenares de comités “Pro Sacco y Vanzetti”. Cuenta Bayer que “en nuestro país se puede decir que durante un año y medio la acción de los anarquistas y de los anarco-sindicalistas estuvo dirigida a la protesta y a exigir la conmutación de la pena de muerte.” La campaña por los obreros italianos fue tal vez una de las últimas con poder de fuego que realizó el anarquismo en el país. El libro no profundiza sobre las causas y el declive del anarquismo. Era un momento en el que su influencia en el movimiento obrero iba en retroceso, ante el fortalecimiento de otras corrientes y partidos como el Socialista y el Comunista, en parte a su negativa a la organización política de los trabajadores y a un creciente fraccionamiento en su interior entre tendencias sindicalistas, maximalistas y espontaneísmo. [2]
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A través de la biografía de Severino, el libro revela también las condiciones a las que eran condenados los dirigentes y luchadores obreros durante los gobiernos radicales de Yrigoyen y Alvear, en el que “el presidio de Ushuaia fue todo un símbolo de trato bestial”. Allí fue condenado Simón Radowitzky, entre tantos otros, responsable del atentado que asesinó a Ramón Falcón. Así se refería Di Giovanni a lo que en ella se vivía, “Ushuaia, la tierra maldita, la cima del infierno, la Siberia argentina, calvario y sepulcro de nuestros mejores, abierta como una tétrica y hórrida fosa devorante de carne humana, nos ha lanzado un grito y nos pide una promesa. ¡Ushuaia, carne nuestra nos pide justicia!”.
Severino identificado con el sufrimiento y la opresión del pueblo era intransigente en la lucha contra los explotadores. Denunciaba en las páginas de Anarchia, con el seudónimo de Alberto Lubeni, “en la Argentina existen territorios en los cuales todavía impera la esclavitud. En el Chaco, en Misiones y en otros lugares se hallan esparcidos miles y miles de feudos —como ‘La Forestal Ltda’— donde la policía subvencionada por las empresas está al servicio de los patrones. (...) En la mayor parte de estos feudos, el obrero no puede abandonar el trabajo bajo la pena de ser cazado como una fiera por la policía local o de la empresa. (...) Son explotados sin compasión, sin poder jamás saldar sus deudas con el patrón debido al «anticipo». Si reclaman su libertad, son castigados; fugan a la selva y allí son reprimidos a palos —o muertos— y devueltos al trabajo continuo, coaccionado y forzado, donde no pueda hacer escuchar ninguna protesta por estar tan lejos de la justicia argentina’ (informe del juez de Misiones Alejandro Peralta al ministerio del Interior). Y cuando el feudo queda al descubierto, bajo los ojos de la opinión pública, entonces el fugitivo es procesado y condenado por el delito de... fraude!”.
Bayer describe que Severino “no aceptaba los métodos dialécticos, ni circunstancias propicias, ni situaciones maduras, ni políticas realistas” y consideraba que la lucha efectiva no podía limitarse a la propaganda sino adoptar la forma de la violencia en acción y la fuerza explosiva de la dinamita, por fuera de la organización y actuación de la clase obrera. Todas sus energías y recursos se consumen en la preparación de las acciones y atentados, que no siempre resultan como se habían planificado. El aislamiento y la respuesta represiva que conllevaba este curso de acción por fuera del movimiento de masas pagaría un alto precio cuando el régimen oligárquico prepare su golpe de Estado el 6 de septiembre de 1930. Se declaraba la ley marcial y el estado de sitio, son allanados y clausurados sindicatos y publicaciones, se aplica la Ley de Residencia. Muchos anarquistas son deportados y entregados a Mussolini, “las torturas son el pan diario en las cárceles y comisarías. Se comienza a aplicar el invento argentino: la picana eléctrica”. Severino fue detenido en una de las tantas persecuciones a las que fue sometido, herido y apresado para ser juzgado por un tribunal militar que lo condenó a muerte por unanimidad, firmando el general Uriburu y su ministro de Guerra, el general Medina, la orden de fusilamiento el 1 de febrero de 1931 cuando tenía 28 años en la Penitenciaría Nacional, actual parque Las Heras. El régimen quiso convertirlo en un escarmiento, y buscó que tuviera amplia difusión. Lo preparó como un espectáculo, presenciado por numerosos testigos. Una de las crónicas más recordadas, la de Roberto Arlt "He visto Morir".
El libro de Bayer permite conocer de primera mano a través de una extensiva recopilación de documentos que incluye escritos, polémicas, intercambio epistolar con compañeros de ruta y teóricos del movimiento, momentos de su vida afectiva y personal, a una de las figuras más destacadas entre los libertarios individualistas del anarquismo en el país, y como dice el autor, demonizada por la sociedad de la época. Para quienes no conocen su vida, o incluso no hayan escuchado su nombre, la investigación de Bayer es una oportunidad de reconstruir con sentido crítico todas las facetas de Severino Di Giovanni, sus luces y sombras.
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[1] Llamados así porque realizaban asaltos para conseguir dinero y financiar actos, propaganda y fondos para mantener a las familias de presos políticos.
[2] Para profundizar sobre el movimiento anarquista argentino y una crítica marxista de sus posiciones ver Cien años de historia obrera en la Argentina 1870-1969, Ediciones IPS