A inicios de marzo de 1921, los marineros de la fortaleza naval del golfo de Finlandia, se levantaron en armas contra el joven Estado obrero ruso. En la revolución de Octubre de 1917, los marineros de esta misma fortaleza habían ayudado a los bolcheviques a tomar el poder y a sostenerlo en los momentos más duros de la guerra civil, ¿qué ocurrió realmente?
Jueves 1ro de marzo de 2018
Fueron en ese momento de la revolución, los destacamentos de aguerridos marineros junto a los guardias rojos, parte de la toma del palacio de invierno, de las tropas que disolvieron a la “Asamblea constituyente” menchevique y que participaron luego prácticamente en todos los frentes de la guerra civil.
Pero en 1921 bajo las banderas de “soviets libres” y por una “tercera revolución” que los librara del “yugo comunista”, establecieron un motín que duró dieciséis días antes de ser derrotado por el Ejército Rojo.
Los bolcheviques se vieron enfrentados al amotinamiento de su propia armada, en un punto de vanguardia dentro del territorio ruso que vigilaba el acceso a Petrogrado. Un punto estratégico como trampolín de una nueva intervención de los Ejércitos Blancos (la contrarrevolución). Kronstadt era una ciudad fortificada y la principal base Naval de la flota del Báltico, situada en la isla de Kotlin a sólo 30 kilómetros de Petrogrado. El golfo de Finlandia permanecía helado durante más de cuatro meses por año por lo cual el Estado obrero debía actuar con celeridad para no perder la oportunidad de acceder a la fortaleza por tierra, su única opción, y evitar así la posibilidad del desembarco de tropas blancas y ayuda extranjera.
El desarrollo del motín y las huellas de la conspiración
A mediados de febrero de 1921 las tensiones en la Flota del Báltico habían alcanzado un grado importante. El 28 de febrero se realizó una reunión en el acorazado Petropavlovsk, donde los marineros adoptaron una resolución de quince puntos que exigía entre otras cosas, la reelección de los soviets por voto secreto tras una campaña electoral “libre”, libertad de prensa y de reunión para los partidos anarquistas y socialistas; así como la liberación de los militantes mencheviques y eseristas (socialrevolucionarios), abolir los destacamentos comunistas de combate y el fin de las requisas a los campesinos, dándoles plena libertad para actuar con su tierra.
Un mitin masivo se celebró en la Plaza del Ancla de Kronstadt el 1º de marzo, en el que se propone el pliego de demandas votadas en el acorazado y una conferencia el 2 de marzo para discutir nuevas elecciones al soviet local. Los oradores comunistas fueron interrumpidos repetidamente y no se les permitió terminar sus intervenciones. Kalinin, Presidente de la República Soviética, fue detenido temporalmente antes de poder abandonar la isla.
A la conferencia asistieron delegados elegidos a toda prisa. La sesión dio inicio rodeada de marineros armados y fue presidida por Petrichenko, cabeza de los rebeldes, quien comenzó eligiendo un presídium de cinco hombres. El comisario de la Flota del Báltico, Kuzmin, y otros dos líderes comunistas fueron arrestados con el pretexto de asegurar que las elecciones fueran “verdaderamente libres”. Cuando los delegados se resistieron a aprobar la propuesta de arrestar a todos los demás comunistas presentes, se hizo correr el anuncio dramático e infundado, de que el salón estaba a punto de ser rodeado por destacamentos armados de comunistas.
Este rumor precipitará el inicio del motín. Se designó al presídium de la conferencia como Comité Revolucionario Provisional bajo la presidencia de Petrichenko y estableció su cuartel general en el buque insignia Petropavlovsk. Rápidamente envió destacamentos armados a ocupar varios puntos estratégicos, tomando el control de la ciudad. El 3 de marzo, con tres líderes bolcheviques encarcelados y el control de la isla, los amotinados prohibieron la salida de la ciudad, cancelaron las licencias militares e impusieron el toque de queda a partir de las 11 de la noche.
Una de las razones que alertaron a los comunistas contra el motín, así como de estar influido y auxiliado de una conspiración contrarrevolucionaria, fue la aparición en la prensa tanto internacional como de los exiliados rusos de la noticia dos semanas antes de los acontecimientos. Trotsky también señalará la reacción al alza del mercado al conocerse la noticia del motín.
El día 4 el Comité de Defensa de Petrogrado aprueba una resolución donde se exhorta a los marinos a abandonar su peligrosa aventura. El 5 Trotsky emite la “última advertencia”, un duro ultimátum para que los rebeldes depongan las armas. Ese mismo día el Comité de Defensa de Petrogrado lanzó a la isla desde aeroplanos un panfleto donde advierten que se está engañando a los marineros con falsas promesas de libertad y que detrás de los socialistas revolucionarios y los mencheviques muestran sus dientes los oficiales blancos. Exige la liberación de unos 300 comunistas encarcelados y da un plazo de 24 horas para la rendición, augurando que sus dirigentes, cuando todo esté perdido, huirían hacia Finlandia.
Al día siguiente, ampliando el plazo, el Soviet de Petrogrado propuso a los rebeldes que una delegación de miembros de afiliados y no afiliados al partido visitara Kronstadt en calidad de observadores. Ésta fue rechazada bajo una réplica inflexible. El hielo y la nieve en las calles de Kronstadt comenzaban a ablandarse. El día 7 por la tarde, vencida la ampliación del plazo, las baterías comunistas de Sestroretsk y Lisy Nos abrieron fuego contra Kronstadt. Trotsky dirá al respecto: “Esperamos todo lo que pudimos a los camaradas marineros confundidos para que vieran con sus propios ojos a donde los estaba llevando el motín”.
El 17 de marzo, comenzado el avance, Petrichenko junto a la mayoría del Comité Revolucionario Provisional, huyen a Finlandia junto a Kozlovsky y otros especialistas militares, seguidos por algunos miles exiliados.
Carácter de clase del motín de Kronstadt
Los marinos de Kronstadt en 1921 no eran los mismos que en 1917. La composición social de la flota había sido profundamente trastocada por la guerra civil. En 1917 la Flota del Báltico, con su necesidad de habilidades técnicas y de ingeniería, tenía una sustancial mayoría obrera proveniente de Petrogrado. Pero a medida que los combatientes con más conciencia de clase partían a los distintos frente de la Guerra Civil –más de 40.000 participaron en la lucha contra los Blancos–, o tomaban puestos administrativos y de dirección en el aparato del nuevo Estado obrero, iban siendo remplazados por estratos más atrasados y más ligados al campo que incluían a un número considerable de reclutas de las zonas rebeldes de Ucrania.
Las difíciles condiciones materiales impuestas al pueblo y los revolucionarios rusos por cuatro años de guerra imperialista, la intervención militar imperialista de catorce ejércitos que desató una feroz guerra civil durante tres años, así como el bloqueo económico por el imperialismo, obligó a los comunistas a adoptar una política económica transitoria conocida como “comunismo de guerra”.
Esta política fue clave para poder superar uno de los períodos más difíciles del Estado obrero. Los campesinos también lo comprendieron, por lo cual se mantenían en su gran mayoría junto a la revolución para defender sus conquistas. Pero inevitablemente fue erosionando las relaciones en el bloque de las clases de la revolución: el pequeño proletariado y el ampliamente mayoritario campesinado. Este último comenzó a expresar más abiertamente su descontento contra las medidas excepcionales en lo que se conoce como la crisis de marzo de 1921, de la cual el amotinamiento de Kronstadt es su expresión más aguda.
Este período se vio cruzado por las dificultades de la desmovilización de casi la mitad del Ejército Rojo en combinación con el hecho de que el reparto de las tierras, alentado por los bolcheviques, había convertido a buena parte de los campesinos pobres, es decir de proletarios y semiproletarios, en campesinos medios. Hacia 1921 la situación se agravó por la mala cosecha, la falta de forrajes y el aumento de la mortandad del ganado. El objetivo del embargo económico a la URSS de las potencias era provocar “revueltas del hambre” contra el poder soviético.
La conspiración contrarrevolucionaria
Lejos de haber sido una rebelión “espontánea”, existió una conspiración contrarrevolucionaria que queriendo utilizar el descontento de los marineros de Kronstadt, tenía sus propios planes.
Trotsky señala que “La lógica de la lucha habría dado predominancia a los extremistas en el fuerte, es decir, a los elementos contrarrevolucionarios. La necesidad de provisiones habría hecho a aquél directamente dependiente de la burguesía extranjera y de sus agentes, los emigrantes blancos. Todos los preparativos necesarios para este fin se estaban elaborando”. Los archivos lo confirman.
El llamado producido el 6 de marzo por el Centro Nacional para que los emigrados apoyen la revuelta, tuvo su eco. El Centro Nacional era una organización contrarrevolucionaria fundada en 1918 por emigrados rusos blancos con centro en París. La Unión Rusa de Comercio e Industria de París manifestó su intención de enviar abastecimientos a Kronstadt. Al mismo tiempo, comunicó al Comité Revolucionario de Kronstadt su pleno apoyo en “la sagrada causa de liberar a Rusia”. Habían obtenido del ministro francés de relaciones exteriores una promesa de ayuda para los insurgentes. El 9 de marzo se estableció un comité con el fin de organizar el abastecimiento para Kronstadt y Petrogrado.
Entretanto, la filial del Centro Nacional en Helsingfors (Finlandia) formó un comité para canalizar los abastecimientos hacia los insurgentes. Además de la banca francesa participaron bancos rusos, compañías de seguros e intereses financieros de toda Europa, así como la Cruz Roja rusa, que canalizó las contribuciones hacia el Centro Nacional. Hasta el mismo general Wrangler desde Constantinopla envió un mensaje a Kozlovsky ofreciéndole el apoyo de su ejército, abastecido por el gobierno francés.
Uno de los documentos del Centro Nacional, se jacta de cómo los emigrados derechistas rusos, disfrazados como delegación de la Cruz Roja, fueron bien recibidos en Kronstadt por Petrichenko y otros líderes de los amotinados. Incluso fue descubierto por el historiador Paul Avrich un “Memorándum secreto” entre los archivos de esta organización que revelaba planes detallados, con un conocimiento in situ de la situación militar y política de la fortaleza, para abastecer a los amotinados y brindarles ayuda militar.
Muy ilustrador es el devenir de algunos de los máximos dirigentes de la revuelta. Petrichenko junto a otros dirigentes del motín ofrecieron en Finlandia sus servicios como voluntarios al general blanco Wrangel. En última instancia y a su manera Petrichenko le daba la razón a Lenin y a Trotsky, que como habían insistido, no había ni podía haber término medio entre las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución.
Conclusiones
Los archivos no hacen más que confirmar la caracterización de los bolcheviques. Esto incluso obliga al historiador simpatizante del anarquismo P. Avrich a afirmar que: “Kronstadt presenta una situación en la cual el historiador puede simpatizar con los rebeldes y conceder, no obstante, que los bolcheviques estuvieron justificados al someterlos. Al reconocer este hecho se capta en verdad toda la tragedia de Kronstadt”.
Los bolcheviques no dejaron de ver móviles honestos en la protesta, comprendían la situación calamitosa por la que estaba pasando el país entero y no temían las demandas económicas del movimiento. Pero los actos de los dirigentes, seguidos por los marineros, se convirtieron en una rebelión armada que cualesquiera que fueran sus intenciones, no podía sino ayudar a las fuerzas de la restauración capitalista y obligaron a los bolcheviques a reprimirla.
Los defensores del motín de Kronstadt se constituyen en un frente único que va desde los anarquistas, hasta los guardias Blancos y el imperialismo francés. E hicieron de Kronstadt el centro de un gran mito que ha sido propagado, en especial por los primeros, con el objetivo de desprestigiar la lucha de los marxistas por la dictadura del proletariado sobre la burguesía.
Sin embargo la bancarrota de las ideas anarquistas se hace patente en las palabras de Trotsky diecisiete años después de los hechos, mientras era testigo de la traición de los dirigentes anarquistas en la revolución española: “El gobierno español del ‘Frente Popular’ sofoca la revolución socialista y fusila revolucionarios. Los anarquistas participan en este gobierno o, cuando son expulsados, continúan apoyando a los verdugos. Y sus abogados y aliados extranjeros se ocupan mientras tanto de una defensa... de la insurrección de Kronstadt contra los rudos bolcheviques. ¡Una vergonzosa aberración!” (1).
Notas
1. “Alarma por Kronstadt” en Cómo se armó la revolución. Escritos militares de León Trotsky, Buenos Aires, Editorial CEIP León Trotsky, 2006.