Heyer tenía 32 años. Dicen que los treinta son los más plenos de nuestra existencia. A ella la asesinaron los supremacistas blancos: será un ícono del antifascismo del siglo XXI en Estados Unidos.
Martes 15 de agosto de 2017
Murió arrollada mientras protestaba en contra de una marcha de supremacistas blancos en Charlottesville. En esa acción asistirían la escoria de los Estados Unidos: los defensores del Ku Klux Klan, de la esclavitud en la Guerra Civil de Estados Unidos, los defensores de Hitler: vestidos con swasticas, rapados como neonazis.
Heyer trabajaba en un despacho. Era asistente legal, en defensa de los derechos civiles en Estados Unidos. Su perfil de Facebook dice “Si no está indignado, no está prestando atención". Fue su último post. Murió como una antifascista. Participó de una protesta en contra de las acciones convocadas por los grupos neofascistas. Murió arrollada por un neo fascista.
Su amiga de la infancia declaró “"Ella murió haciendo lo correcto. Mi corazón está roto, pero siempre estaré orgulloso de ella". Este domingo 20 de agosto se celebrará una jornada de conmemoración.
El asesino James Field Jr. es un joven neonazi natural de Ohio. La muerte de Heyer despertó movilizaciones en Los Ángeles, Seattle, San Francisco, Pittsburgh, Denver, Nueva York, Chicago y en la Casa Blanca.
La hipocresía del presidente llegó a niveles absurdos. Donald Trump en Twitter escribió un mensaje de “condolencias”. La realidad es que desde su gobierno los sectores más conservadores y reaccionarios han adquirido relevancia y poder.
Ante los acontecimientos de Charlottesville es urgente levantar un gran movimiento en defensa de los migrantes, contra el muro de Trump y detener la ofensiva derechista y los grupos neonazis. Las organizaciones de izquierda, las de derechos humanos, los intelectuales progresistas, los sindicatos son los llamados a detener esta ofensiva reaccionaria.