Desde la tercera jornada de levantamientos contra Macron, la situación ha cambiado dramáticamente. Al grito de guerra "Fuera Macron” Se sumó en toda Francia," ¡Todos unidos!” Está planteado tanto el problema de los medios para conseguirlo así como que reemplazará al presidente dimitido.
Miércoles 5 de diciembre de 2018 23:56
Los de arriba ya no pueden
Nunca en tan poco tiempo hemos visto a un presidente volverse tan débil e impopular. El poder de hoy está cada vez más aislado. No solo socialmente, al nivel de su base de apoyo, cada vez más restringida, ya que el apoyo a los “Chalecos amarillos” no cede en la opinión pública. También está muy desestabilizado políticamente, una prueba de esto estuvo la fallida reunión de Edward Philippe con los líderes de las fuerzas políticas presentes en el parlamento del lunes que terminó en fracaso. Todos intentan separarse del ejecutivo lo más posible.
Finalmente, el ejecutivo está muy debilitado, como lo demostró su dificultad para mantener el orden en las calle el sábado, no solo en París sino también en una docena de ciudades pequeñas y medianas de la región.
Es la combinación de estos tres ingredientes, junto con la entrada en escena del movimiento estudiantil el lunes (que tomaron 100 liceos), lo que representa una conjunción de factores que permiten hablar de tendencias pre-revolucionarias en la situación.
Estos últimos elementos es lo que preocupa lo suficiente como para que los periodistas dejen de lado los eufemismos y comiencen a hablar de "situación insurreccional". Este amarillismo periodístico pretende asustar a la fracción de la población que todavía está en el centro político y es también una forma de reconocer lo extraordinario en esta situación.
Todo el arco político abandona a Macron
Después de sentir el giro en la situación, es difícil encontrar corrientes políticas -más allá del primer círculo macroniano- que todavía se atrevan a apoyar con entusiasmo al Ejecutivo.
Lejos quedó el momento en que el gobierno fue aclamado por el hemiciclo, el día de su elección, con el apoyo más o menos tácito de todo el arco político que fue del partido socialdemócrata a la derecha. Sin embargo, apenas han pasado dieciocho meses.
Desde la derecha del Frente Nacional de Marine Le Pen (extrema derecha NDT) -el peor enemigo de los trabajadores (y del aumento de Salario Mínimo, por cierto)- como incluso desde France Insoumise (de la izquierda reformista francesa NDT), le plantean a Macron disolver la Asamblea, cuando Benoît Hamon pide una "Sexta República".
Cambiar algo para que nada cambie
Ahora está claro que el anuncio de una moratoria sobre el aumento de ciertos impuestos no habrá hecho nada para extinguir el movimiento (*). El riesgo para los políticos de derecha y de izquierda que han estado en el poder durante casi cuarenta años, es que empujar a Philippe a la renuncia nunca puede ser más que una maniobra, volver a las urnas y cambiar un poco para que nada cambie. En cuanto a expulsar a Macron, nadie lo piensa seriamente. Sin embargo, esta es la consigna hartamente levantada por el movimiento de los “chalecos amarillos”, a través del eslogan "¡Renuncia de Macron!".
Aquí es donde el movimiento actual se enfrenta a sus principales limitaciones, pero también plantea una serie de preguntas. Por un lado, si muchos sectores organizados del movimiento obrero, sindicatos locales convergen con el movimiento y viceversa, esta es una tendencia que todavía es demasiado desigual a escala territorial. El liderazgo nacional, comenzando con la CGT, que hoy llama a un día de movilización sin huelga el 14 de diciembre, no hace nada para avanzar hacia la adhesión, la extensión y la coordinación con el movimiento.
Sin embargo, la única manera de sacar realmente a Macron sería un bloqueo real de la economía del país, que no se puede hacer solo desde por fuera de las organizaciones de masas de los trabajadores, sino que requiere la entrada en movimiento de la huelga de millones de obreros, una verdadera huelga como la de 1968. Los sindicatos combativos y los chalecos amarillos deberían, en este sentido, exigir o incluso imponer esta perspectiva a los líderes sindicales nacionales, comenzando con el llamado a un día paro total con el movimiento de los chalecos amarillos el día 14.
"Renuncia de Macron! ... pero después ¿qué pasa?
Una de las características más llamativas del movimiento de los chalecos amarillos es precisamente que, además del deseo de la renuncia del presidente, abre una reflexión sobre el funcionamiento de las instituciones de la Quinta República. Así, hemos visto surgir demandas como la abolición del Senado, la reducción del número de diputados y sus salarios, la organización de referendos populares, etc. Algunos buscan responder a estas aspiraciones democráticas mediante maniobras parlamentarias, como la solicitud de una simple disolución de la Asamblea Nacional por parte de Le Pen o Mélenchon o la evocación de una VI República con contornos difusos.
Como marxistas revolucionarios, aspiramos, por el contrario, a derrocar todo para reemplazar al Estado actual por un gobierno de los trabajadores, apoyado por sus propias organizaciones de lucha y autoorganización. Es en este sentido que buscamos crear comités de acción que puedan asegurar el control de la base en el movimiento actual, pero también convertirse en un embrión de poder alternativo al de los capitalistas.
Sin embargo, como esta perspectiva no se plantea globalmente en el futuro inmediato, estamos preparados para defender, junto con el movimiento de chalecos amarillos, una transformación democrática radical de las instituciones, inspirada en lo que se hizo en la Convención de 1793 o en la Comuna de París.
Además de la supresión de estas autoridades reaccionarias que son el Senado y la figura presidencial, debemos poner fin a la separación entre los poderes legislativo y ejecutivo que solo sirven para otorgar poderes bonapartistas, esto es lo que los revolucionarios propusieron en Francia en 1934:
"Una asamblea única que concentra el poder legislativo y el poder ejecutivo. Los miembros serían elegidos por dos años, por sufragio universal desde los dieciocho años, sin distinción de sexo o nacionalidad. Los diputados serán elegidos sobre la base de asambleas locales, constantemente revocables por sus electores y recibirían durante el tiempo de su mandato el salario de un trabajador calificado".
Tal perspectiva daría una salida real a las aspiraciones democráticas del movimiento, al mismo tiempo que esta democracia más amplia facilitaría la lucha por un gobierno de los trabajadores que abre el camino a otra sociedad, sin ninguna forma de explotación u opresión.
Hoy, en cualquier caso, los Chalecos Amarillos y los que están con ellos, con su filiación sindical o ideología política, podrían tener la fuerza para cambiar las cosas de fondo. Para hacer esto, debemos darnos los medios y asegurarnos de que nosotros mismos podamos imponer las reglas del juego.
(*) Al momento de publicada esta nota Macron anulaba definitivamente el aumento de los combustibles. Desde los voceros del movimiento de los Chalecos Amarillos, de todas formas, ya adelantaban que iban a mantener las movilizaciones del sábado y exigían que se cumpla el resto de su programa que incluye entre otras medidas volver la reinstauración del impuesto sobre la fortuna (ISF), que fue suprimido recientemente por Macron, como así también un aumento del salario mínimo.
Leer más: La sublevación de los gilets jaunes y los aires prerrevolucionarios de la situación francesa
Traducción: Matthias Flammenman