El 9 de febrero de 1913 comienza el golpe de Estado orquestado por el imperialismo estadounidense, disfrazado de insurrección, que culmina con el asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez por orden del usurpador por Victoriano Huerta.
Sábado 23 de febrero de 2019
El magnicidio perpetrado contra Francisco I. Madero y José María Pino Suárez fue uno de los asesinatos políticos más destacados en la historia de México.Para entenderlo habría que hacer un análisis del contexto en el que se dieron los hechos.
Para empezar, habría que destacar quienes fueron Madero y Pino Suárez. El primero, un político miembro de una familia de terratenientes, banqueros e industriales surgidos en Parras de la Fuente, Coahuila, una familia enriquecida como producto del desarrollo capitalista parcializado [1] en una de las regiones más de avanzada al norte del país.
El segundo fue un periodista, abogado y poeta, quien desarrolló la parte más prominente de su carrera política al lado de Madero y fue el último vicepresidente que tuvo México. Ambos formaban parte de la oposición burguesa que se gestó en la última década del gobierno de Porfirio Díaz, debido a que el régimen encabezado por éste comenzó a mostrar sus límites para controlar la crisis que se dio sobre todo a partir de 1907, como reflejo de la crisis de 1906/07 en EE. UU. mostrando desde entonces la fuerte dependencia del capital extranjero.
Junto a ello el desprestigio del grupo de los “científicos” encabezados por el propio Díaz, y la cerrazón del dictador de querer renovar los espacios de representación para abrir el paso a otros grupos de la clase dominante, fue lo que detonó el movimiento maderista. El antireeleccionismo encabezado por Madero alzó como banderas el respeto a la Constitución de 1857 y la repartición de las tierras, compitiendo electoralmente contra Porfirio Díaz; después, llamando a levantarse en armas contra él.
Luego de la toma de Ciudad Juárez por Francisco Villa, Pascual Orozco y Lucio Blanco, desobedeciendo a Madero, Porfirio Díaz se vio obligado a firmar los Tratados de Ciudad Juárez el 21 de mayo de 1911 y cuatro días después renunciaría al poder, partiendo al exilio en Francia. Poco después, el siete de junio, entraba triunfante a la ciudad de México, Francisco I. Madero, con la complacencia de las fuerzas opositoras. La revolución política planteada por la oposición burguesa terminaba con la vieja dictadura y establecía un gobierno provisional en colaboración con el viejo aparato de gobierno. Pero no resolvía la necesidad de la revolución social, en ciernes.
Los campesinos y los obreros comenzaron a exigir sus derechos, los primeros comenzaron a tomar las tierras para exigir su restitución, y los segundos a exigir sus derechos laborales. Mientras, como enviado del gobierno provisional de De la Barra, Madero negociaba con Emiliano Zapata su rendición y desarme, al mismo tiempo que Victoriano Huerta penetraba el territorio zapatista con la intención de aplastar al ejército campesino. de esta colaboración político-militar nacería la confianza inquebrantable de Madero en el futuro dictador.
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Posteriormente, la incapacidad del gobierno de Madero por sofocar las insurrecciones campesinas como la de Zapata en Morelos, o doblegar al movimiento obrero fueron las causas por las que la vieja oligarquía porfirista, la nueva clase capitalista que se organizó detrás de Madero y el naciente imperialismo estadounidense comenzaron a tener dudas sobre la capacidad del gobierno del coahuilense. Ello derivó que el viejo militar porfirista, llamado Victoriano Huerta, fuera el elegido para traicionarlo, derrocarlo y ser su verdugo.
Golpe de Estado y asesinatos
A finales de 1912, el maderismo se encontraba en una severa crisis, a su derecha lo cuestionaban las tendencias más conservadoras del régimen exigiendo que se terminara con las rebeliones campesinas de una vez por todas. A a su izquierda, tendencias pequeñoburguesas reformistas veían en la reforma social una salida, aunque sin descaryar la "pacificación" de los campesinos mediante acciones armadas. De ese lado estaba por ejemplo, Luis Cabrera, quien consideraba que era necesario ceder tierras y restituir ejidos para terminar con el conflicto, pero Madero no aceptó.
Por otra parte estaba el gobierno gringo, el cual al principio dio el visto bueno al oriundo de Parras de la Fuente, ya que Porfirio Díaz perdió relativamente su apoyo en sus últimos años, pues como gobernante dio preferencia a la inversión en ciertos sectores a otros capitales imperialistas como el británico y el francés, lo que molestó a Estados Unidos. Pero al ver que Madero no podía controlar la revolución que se estaba extendiendo sobretodo en ese momento en el sur del país, decidió apoyar a otro político para que arreglara por la vía de la fuerza el asunto.
La operación fue coordinada desde la embajada norteamericana por su titular, Henry Lane Wilson, quien, como años atrás se intentó con Venezuela, reunió a embajadores de varios países de su patio trasero para conspirar y legitimar su política, la cual encargaron a Victoriano Huerta, General en Jefe del Ejército de Operaciones, el golpe contra Madero comenzó el 9 de febrero de 1913, al mando de 2 mil hombres comandados entre otros por Bernardo Reyes y Félix Díaz, generales y políticos conservadores. Reyes se dirigió a Palacio Nacional como el encargado de dar el cuartelazo, sus tropas fueron abatidas con las primeras descargas, Félix Díaz se encerró en la Ciudadela, cuartel y almacén militar de la Ciudad de México.
Durante los combates resultó herido Lauro Villar, jefe de las fuerzas maderistas, así que Madero lo sustituyó por Victoriano Huerta, la Ciudadela fue sitiada por este general produciéndose un escenario de muchos muertos tanto militares como civiles sin embargo Huerta no mostró interés en tomar la plaza, ni siquiera en impedir que los víveres le llegaran, al parecer estaba empecinado en debilitar las fuerzas defensoras a su mando, para favorecer el golpe militar. El sitio concluyó a los diez días de haber iniciado: el 19 de febrero de 1913, conociéndose este suceso como “la decena trágica”, con el acuerdo entre Huerta y Félix Díaz de que Madero tenía que renunciar y que el primero quedaba como presidente provisional.
Otro de los acuerdos alternativos, era que Félix Díaz quedaba libre para presentar su candidatura presidencial en las próximas elecciones. El pacto se firmó el 18 de febrero de 1913 en la sede de la embajada de Estados Unidos, con la participación directa de Henry Lane Wilson. A esto se le conoció como El pacto de la Ciudadela o de la embajada, en ese día fueron arrestados Madero y Pino Suárez, renunciando el 19 de febrero. Tres días después fueron asesinados cuando eran supuestamente trasladados a la cárcel de Lecumberri por sus custodios. Los asesinaron en un baldío a espaldas de la cárcel.
Pero esto no detuvo la revolución por el contrario la encendió aún más, de hecho este acto fue clave para que dirigentes como Francisco Villa acudieran al llamado del gobernador de extracción porfirista, Venustiano Carranza y se levantaran en armas contra el poder central, lo que produjo que los ejércitos campesinos derrotaran a la dictadura en 1914. Al parecer la jugada no les salió bien ni a la oligarquía porfirista ni al imperialismo yanqui quienes no pudieron contener la revolución. La burguesía tardaría algunos años en estabilizar su dominio acabando con los grandes jefes campesinos y consolidar su poder.
[1] La industrialización y la penetración capitalistas forjaron ciudades, puertos, fábricas; pero en zonas y regiones bien acotadas del país y, sobretodo, muy distanciadas entre sí" citado en: Oprinari et al, México en llamas, Interpretaciones marxistas de la Revolución, México, Ed. Armas de la Crítica, 2021, 2da. edición, pág. 22