El 29 de julio de 1966 se produce la llamada “Noche de los bastones largos”. Una violenta represión a docentes y estudiantes de la Universidad de Buenos Aires que reclamaban contra la intervención de las universidades nacionales dispuesta por el gobierno militar de Onganía. ¿Cómo y por qué se dio?
Lunes 29 de julio 00:02
Fotomontaje: @dani.lenci
Corrían los años ‘60 y la juventud vivía grandes cambios a nivel cultural: la llegada del rock nacional, nuevas modas y estilos; el boom latinoamericano irrumpía en la literatura con su realismo mágico; las drogas y el sexo dejaban de ser tabú y su rol en el placer, y no solo en la procreación, comenzaba a ser un tema de debate. La mujer toma otra posición con la pastilla anticonceptiva, la minifalda, los debates en torno al divorcio, su deseo comienza a dar que hablar.
En ese marco, en 1966 mediante un Golpe de Estado, llega al poder Juan Carlos Onganía. Un oscurantista que intentará imponer nuevos valores occidentales y cristianos y comenzará a llevar a cabo razzias y persecuciones a todo aquello que saliera de esa norma.
Las universidades no se quedaron afuera de estos cambios: “Al comenzar los años ‘60 se agudizó la percepción de aquel cambio que antes sólo unos pocos habían detectado; incluso empezaron a rendir frutos algunas creaciones de la etapa anterior. Se habían creado carreras universitarias nuevas, como Sociología, Psicología y Educación, y el flamante CONICET fomentaba la investigación científica en el país. Mientras el Fondo Nacional de las Artes y una serie de premios nuevos alentaban el desarrollo de una producción artística más rica y variada, menos apegada a los canales de circulación tradicionales, la editorial universitaria Eudeba publicaba lo mejor de la producción intelectual del momento, con un plan de traducciones muy actualizado.” [1]
Durante los años de Illia (gobierno al que derrocó Onganía) las universidades funcionaron bajo los preceptos de la Reforma Universitaria de 1918: con gobierno tripartito, provisión de cargos por concurso, libertad de cátedra, autonomía universitaria y centros de estudiantes. La de los universitarios y jóvenes de los ‘60 era una generación que nacía a la vida política comprometida con la sociedad y, aunque aún incipiente, tejía sus lazos con el movimiento obrero. Ejemplo de esto es la solidaridad por parte de los estudiantes a las huelgas obreras durante el mismo gobierno.
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Intervención y represión: “la Noche de los bastones largos”
Con todo lo expuesto no debería llamar la atención que las universidades fueran catalogadas como focos de una temida infiltración marxista y, en consecuencia, el gobierno tomó rápidas cartas en el asunto: mediante el Decreto- Ley 16.912 dispuso, un 29 de julio de 1966, la intervención de las universidades nacionales una vez puesto en el cargo de Subsecretario de Educación el abogado católico Carlos María Gelly y Obes, cartera dependiente del Ministerio del Interior presidido por el cursillista Enrique Martínez Paz, clara demostración de la injerencia eclesiástica en el nuevo gobierno. El mismo decreto prohibía la actividad política en las casas de altos estudios y anulaba el gobierno tripartito. Los rectores y decanos tenían un plazo de 48 hs. para aceptar la propuesta o rechazarla.
La respuesta fue rápida: a nivel nacional la FUA sacó una declaración que repudiaba y desconocía el decreto, considerando como autoridades solo las surgidas de los mecanismos democráticos reglamentados por los estatutos universitarios. El foco de la resistencia será Buenos Aires: 5 universidades de la UBA (Exactas, FFyL, Ingeniería, Arquitectura y Medicina) fueron tomadas por estudiantes y profesores. Sin embargo, fueron grupos chicos y las universidades fueron rápidamente desalojadas, salvo en Ciencias Exactas y Naturales.
Allí ingresaron más de cien uniformados pertenecientes a la Guardia de Infantería comandados por el general al frente de la Jefatura de Policía Mario Fonseca; cinco carros de asalto, dos patrulleros, dos celulares y un carro del cuerpo de bomberos los escoltaban en la “manzana de las luces”. Los estudiantes resistirán y el costo será varios heridos y unos 150 detenidos. La represión fue brutal, la policía golpeaba a quienes resistían con sus bastones, motivo por el cual el periodista Julio Algarañaz de “Primera Plana” la llamaría “La Noche de los bastones largos” nombre con el que pasaría a la historia más negra de nuestro país.
Tras la represión renunciaron los decanos de Filosofía y Letras, Ciencias Exactas y Arquitectura. En total 1500 docentes renunciaron y muchos se fueron al exilio. Por ejemplo, solo en Exactas de los 675 docentes que había, 330 dejaron sus cargos de los cuales 166 fueron contratados por universidades de América Latina, 94 por universidades de EEUU, Canadá y Puerto Rico y 41 por universidades de Europa. Este suceso fue denominado “fuga de cerebros”.
Mención especial merece la postura de la CGT con Vandor a la cabeza, que venía demostrando un abierto apoyo a la dictadura de Onganía. La Central tardó en repudiar la represión, acusando de gorilismo a los estudiantes, como relata Juan Sebastian Califa, “Días más tarde, el diario Clarín difundió el anteproyecto de declaración ‘La CGT ante el proyecto universitario’. El documento valoraba el nivel científico alcanzado por la universidad, negándose a concebirla como una isla. Pero al mismo tiempo condenaba las luchas que no hacían a su contenido concreto, no admitiendo la lucha ‘formal’ por la autonomía. Finalmente, se exhortaba a la universidad a ser la palanca del cambio, ‘debe incorporarse a la revolución y no segregarse’ sentenciaba.” [2]
No obstante, esta división trazada por la CGT dista de ser real tan solo viendo la solidaridad estudiantil a las huelgas obreras anteriores y que continuó en los meses posteriores en la huelga portuaria. Al decir del mismo autor: “Con todo, es verdad que la militancia universitaria de izquierda siempre había criticado a los “burócratas”. Pero precisamente con esa categoría se distinguía a la base obrera de su dirigencia, en el afán de acompañar las luchas de los primeros, a pesar o más allá de las posturas de los últimos.” [3]
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Esta rápida respuesta estudiantil y docente a los planes de la dictadura de la “Revolución Argentina” fue de los primeros focos de resistencia. La sangrienta represión no alcanzó para hacer retroceder la organización de franjas de la sociedad que continuó creciendo, sobre todo en el movimiento obrero (véase la huelga portuaria, del ferrocarril, ingenios azucareros, etc) donde el movimiento estudiantil acompañará. Esta unidad se sellará en el Mayo cordobés del 69, en aquella semi insurrección histórica que se conoce como “Cordobazo” y que terminó de resquebrajar el régimen de Onganía que cayó un año después en 1970.
[1] Pujol, Sergio. Rebeldes y modernos. Una cultura de los jóvenes. Buenos Aires: Sudamericana, 2003. en James, Daniel (Comp). Nueva Historia Argentina
[2] Juan Carlos Califa. Obreros y estudiantes, ¿unidos y adelante? Los estudiantes de la Universidad de Buenos Aires frente al movimiento obrero bajo la “Revolución Argentina”, 1966-1973
[3] Ídem.