La UE ha anunciado como un triunfo la firma de un pacto con Israel para importar gas a Europa a través de Egipto. Así, buscan sortear el obstáculo de la dependencia energética de Rusia, negociando con una dictadura brutal y un Estado que masacra al pueblo palestino.
Josefina L. Martínez @josefinamar14
Jueves 16 de junio de 2022 07:53
Todo el discurso “democrático” y por la “libertad” de la Unión Europea y de la OTAN para justificar el rearme imperialista y las sanciones contra Rusia se hace trizas con solo mirar los términos del nuevo pacto para aprovisionar de gas a Europa. En el marco del Foro del Gas del Mediterráneo Oriental (EMGF) en El Cairo, representantes de la UE, Israel y Egipto firmaron un memorando de entendimiento para llevar gas a Europa desde Israel. Al no haber gasoductos entre Israel y la UE, Egipto cumple un papel fundamental en la logística del acuerdo. El gas israelí se enviará a Egipto por el gasoducto entre Ashkelon y el Sinaí, donde será licuado y se transportará por vía marítima a Europa.
“Este acuerdo contribuirá a nuestra seguridad energética. Hay una guerra en suelo europeo y estamos en pleno proceso de completa diversificación de las fuentes de energía de Rusia a otras en las que se puede confiar. Y en ustedes se puede confiar", afirmó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, en El Cairo. Con la frase “en ustedes se puede confiar”, se refería al Estado de Israel, cuyo ejército ha asesinado a dos periodistas en las últimas semanas mientras mantiene una ocupación sangrienta sobre territorios palestinos. Y a Egipto, un régimen surgido de una dictadura brutal que persigue, encarcela y hace desaparecer a activistas y opositores. Queda claro donde pone la "confianza" la Unión Europea.
Desde el gobierno de Israel celebraban el acuerdo, que permitirá un fortalecimiento de los lazos políticos y económicos con Europa: “Se trata de una declaración para aquellos que ven en nuestra región solo fuerzas negativas y conflictos. Este histórico acuerdo nos enseña que allanamos un nuevo camino de cooperación, solidaridad y estabilidad. Estamos cambiando la forma en que somos vistos en la región”, declaraba la ministra israelí de Energía, Karine Elharrar. La ministra agregaba que “la pequeña Israel se convierte en un actor significativo en el mercado energético mundial”. Varios medios calificaron el acuerdo de “histórico”, ya que puede ayudar a disminuir la dependencia energética de Europa respecto a Rusia. Sin embargo, más allá del exitismo, aún está muy lejos de resolverla.
Tras el acuerdo, fuentes de la UE informaron que se promoverá la inversión de empresas europeas en las licitaciones para la importación de gas desde Israel, junto a la inversión en otros proyectos importantes como la construcción de un gasoducto en el Mediterráneo y una línea de alimentación eléctrica submarina. De este modo, las empresas europeas y los gobiernos imperialistas pondrán en marcha nuevos negocios y recibirán gas para hacer frente a la crisis energética en Europa.
Pero se trata de un gas que está manchando con sangre. La del pueblo palestino, que resiste la ocupación de su territorio por el Estado de Israel, con millones de desplazados y cientos de miles de muertos, torturados y secuestrados por el ejército sionista. Gas que será transportado por Egipto, donde opositores, activistas y trabajadores en lucha son brutalmente perseguidos y reprimidos por el gobierno, transformando ese país en lo que algunos organismos de DDHH como Amnistía Internacional han calificado de una “prisión al aire libre”.
Y no olvidemos cuál es la otra fuente “estratégica” para reemplazar el petróleo ruso: los acuerdos de la UE con las reaccionarias monarquías árabes, que no solo imponen regímenes internos de dictadura hacia grandes sectores de la población, en especial las mujeres, sino que además están detrás de guerras y masacres contra pueblos, como en el caso de Yemen.
Los socialistas internacionalistas que nos oponemos a la invasión rusa a Ucrania, también rechazamos el rearme de la OTAN y las sanciones imperialistas a Rusia, que se justifican en nombre de la “libertad” y la “democracia”. Sabemos que las están pagando en primer lugar los trabajadores y el pueblo ruso, con una inflación creciente y desabastecimiento. También los sectores populares en los países europeos, con una inflación desatada y el precio de los combustibles por el cielo. Al mismo tiempo, denunciamos la tremenda hipocresía de esta UE imperialista que sanciona a Rusia en nombre de la "libertad", mientras promueve fabulosos negocios y acuerdos con el Estado de Israel y Egipto. Petróleo y gas manchado con sangre.
Josefina L. Martínez
Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.