Venezuela vive una vez más una gran crisis política tras las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE), tras largas e inexplicables horas, anunció que Maduro superaba al candidato Edmundo González que impulsaba la derechista María Corina Machado. Estaba todo dispuesto para lo que no podría ser otra cosa más que un fraude electoral. Los ojos del mundo se concentraron en lo que pasaba en Venezuela, con una crisis que aún no se ha terminado de cerrar y aún no está claro cómo se va a salir de la misma, pero todos los escenarios tanto de la derecha como del gobierno de Maduro, ninguno es favorable para el pueblo trabajador, por eso una alternativa es la necesidad de luchar por un polo independiente de Maduro, la derecha y del imperialismo.
Con un sistema automatizado y cuando solamente se trataba de la elección presidencial, demasiada era la demora. El primer boletín oficial con 80% de las actas escrutadas y con carácter irreversible colocaba a Maduro con el 51,2% de los votos frente al 44,2% del candidato de la oposición Edmundo González Urrutia. 7 puntos de diferencia entre Maduro y González, aun faltando el 20%, y sin hacer mención de los porcentajes de los otros 8 candidatos, ni la distribución nacional de los votos. Cinco días después de finalizado el proceso, el viernes 2 de agosto, se emite un segundo boletín, donde con un 96,87% de actas escrutadas Maduro alcanza el 51,95% mientras que el candidato de María Corina pisaba el 43,18%.
La forma en que se presentó el primer boletín, la denuncia de un supuesto hackeo a la transmisión de datos para extender el anuncio, sin conocimiento de las actas, mostraba sin duda un proceso viciado y fraudulento. Durante la jornada del propio domingo se denunciaron irregularidades en la transmisión de las actas y la expulsión arbitraria de testigos de los colegios electorales. El mando de las Fuerzas Armadas convalidó todo el proceso, incluso antes del anuncio del CNE. En un libreto similar a elecciones fraudulentas anteriores, como las de la farsa de “Constituyente” de 2017, se pronunciaron en seguidilla, el vocero del Gobierno, el Ministro de la Defensa (Vladimir Padrino López) y el CNE, todos en la misma línea, y en forma apresurada el poder electoral proclamaban a Maduro como el nuevo presidente que daría continuidad al mandato del 2025 al 2030.
Horas después el sector de María Corina Machado declaraba que “Venezuela tiene un nuevo presidente y es Edmundo González Urrutia”, indicando en su poder el 40% de las actas aseguraba que el candidato ganaba con el 70% de los votos. Unas cifras que, dado también en la manera en que se presentaron sin ningún control independiente, eran de poca credibilidad. Sin embargo, las maniobras montadas desde el Consejo Nacional Electoral eran más que evidentes.
Se estaba ante la culminación de un fraude que ya se venía construyendo con un proceso electoral con proscripciones políticas, intervención e inhabilitación de partidos o de candidatos. Un esquema donde se golpeaba más duramente a organizaciones o políticos que se ubican a su izquierda, pues fueron los únicos que se vieron imposibilitados de presentar candidato. En fin, marcadas por mecanismos perversamente antidemocráticos tanto antes como durante el propio proceso electoral. Unas elecciones, y es importante destacar, que se realizan en un país que está bajo el asedio imperialista con las sanciones económicas de Estados Unidos y otros países europeos iniciadas en agosto de 2017 en adelante, las más brutales en enero del 2019 que afectaron aún más la crisis económica, y que sufrió importantes confiscaciones de sus activos más importantes en el exterior.
El desarrollo de la crisis y las protestas en Venezuela
Escribimos semanas antes de las propias elecciones que si el gobierno de Maduro se proclamaba ganador, ya sea por cerrado o amplio margen, y la oposición no reconocía los resultados anunciados por el CNE, y si se estaba ante un abierto fraude, se abriría una situación convulsiva en el país con masivas protestas, donde el Gobierno además de reprimir podría llamar a sus fuerzas sociales y políticas a la calle.
El pasmoso silencio y la tranquilidad con que amanecían la capital y en general la mayoría del país el lunes 29J, fueron rotos desde mediados de la mañana con un cacerolazo que fue in crescendo rápidamente y decantó luego en las movilizaciones y protestas en muchas zonas populares de Caracas que agarró por sorpresa al gobierno de Maduro. Una situación a la que se fueron incorporando otros sectores sociales medios, y que se extendió en cualquier cantidad de ciudades a lo largo del país, siendo la respuesta al grotesco fraude en las elecciones presidenciales. Cuando más fuerza tomaban ese día, el Fiscal General de la República, declaraba que cualquier movimiento que se oponga a reconocer los resultados sería investigado y sometido a la ley. Las FFAA nuevamente se pronunciaban y el gobierno reprimió con dureza no solo con las fuerzas represivas de la Guardia Nacional Bolivariana sino también con bandas parapoliciales armadas.
Es importante mencionar que Edmundo González y María Corina habían declarado en la media noche del domingo que no estaban llamando a las calles. Es por eso que las protestas del lunes 29J tuvieron gran espontaneidad, y se dieron en lugares considerados bastiones del chavismo, como en la populosa barriada de Petare, donde las cacerolas sonaron con fuerza, pero también donde se hizo sentir con más dureza la represión. No se podía tolerar que las barriadas salieran a reclamar su derecho a conocer los resultados concretos, para un gobierno más acostumbrado a enfrentar a la base social de la derecha en sus bastiones tradicionales en el este más próspero de la ciudad.
La dura represión se hace sentir más sobre todo en las zonas populares, dada la necesidad de bloquear y aplacar cualquier protesta en estos sectores. Allí fue mucho más violenta que en cualquier otro lugar. De la madrugada del lunes para el martes, y durante la mañana se desplegó una gran contención militar policial y parapolicial para que no se desatara lo del lunes y el martes por la noche allanando directamente viviendas pobres. Esto es lo que explica que lo acontecido el 29 de julio en las zonas populares ya no se expresara el martes. Ya a partir del miércoles el gobierno asume un mayor control.
La pregunta del por qué el lunes tuvo su expresión en los sectores populares, no es otra cosa que el enorme hastío con un gobierno tan nefasto como el de Maduro y las Fuerzas Armadas, bajo el cual ha habido una destrucción sin precedentes de los derechos laborales y las condiciones de vida haciendo sentir su gran peso en las grandes mayorías trabajadoras y populares, junto a una sistemática y persistente represión contra los trabajadores y luchadores sociales. Dada esta condición es que no fue casualidad que la orientación que bajó María Corina Machado a los integrantes de Vente Venezuela (su organización) y por esa vía a los demás partidos de su articulación derechista fue no involucrarse en lo que acontecía con las protestas del día lunes en las zonas populares.
Diferente será el llamado a concentración para la tarde del martes 30 de julio por parte de María Corina Machado y Edmundo González en el este más acomodado de la ciudad, bastión tradicional de este sector político, que tuvo un carácter sumamente controlado y muy diferente a lo que se había vivido el lunes 29J en las zonas populares. La misma situación con la marcha que se llevó a cabo este sábado 3 de agosto convocada por esta misma oposición política en sus tradicionales zonas de control que lo hacía más para medir fuerzas y tras sus objetivos políticos reaccionarios con la demagogia de la bandera democrática, que lejos estuvieron de cualquier foco de represión como la que sufrieron los sectores populares el 29J. Un mismo día en que el gobierno de Maduro también convocaba en Caracas para querer afianzar su fraude electoral sostenido con la represión militar, policial y parapolicial.
Por eso si tomamos el proceso en su conjunto, vemos cómo ya a partir del martes por la tarde todo lo empieza a concentrar bajo su mando, lo que se manifiesta más a cabalidad en su llamado a manifestarse este sábado 3 de agosto, que ya le impone la completa impronta de su política reaccionaria, y es lo que termina prevaleciendo y canalizando todo en sus objetivos reaccionarios. Así, la paradoja de los que se manifestaron el lunes 29J es que depositaron su confianza en quienes justamente también gobernarán contra los intereses de las grandes mayorías obreras y populares.
En ambas marchas y concentraciones con las demagogias de sus sectores políticos dirigentes a las que, los que nos reivindicamos anticapitalistas y socialistas, no llamamos a participar. Dos demagogias en curso se expresaron, por un lado, la del gobierno que pretende mantenerse vía represión agitando el fantasma del imperialismo, pero es ajustador y represor y, por el otro, la derecha proimperialista que se ha caracterizado históricamente por su golpismo que toma la bandera democrática pero que llamó a la intervención militar en el país, a que las Fuerzas Armadas dieran un golpe militar, a la par que fueron los incentivadores de las sanciones de Estados Unidos y de las potencias europeas.
La crisis política sigue abierta y aún no está claro cómo se va a salir de la misma, pero todos los escenarios tanto de la derecha como del gobierno de Maduro, ninguno es favorable para el pueblo trabajador, por eso una alternativa es la necesidad de luchar un polo independiente de Maduro, la derecha y del imperialismo.
Un gobierno reaccionario y autoritario como el de Maduro y las FFAA, con sus políticas brutalmente antiobreras, empuja a los trabajadores y sectores populares hacia los partidos de la derecha tradicional proimperialista, al ser la única alternativa visible, ante la ausencia de fuerzas visibles de organizaciones obreras que expresen los intereses de los trabajadores y sectores populares. Lo decimos porque los planes económicos de María Corina y Edmundo González, apuntan también a privilegiar las ganancias empresariales, de los grandes comerciantes y los intereses de los ricos, por encima de cualquier otro interés o derecho de los trabajadores y el pueblo.
Un gobierno entreguista y represor y una derecha proimperialista, ambos enemigos de los trabajadores
Los trabajadores y el pueblo venezolano tienen a su frente a dos grandes enemigos de sus intereses que se disputan el poder. Un gobierno asentado con la represión que seguramente dará un salto si termina de sostenerse, que mantiene grandes negocios con transnacionales imperialistas y dispuesto a seguir negociando la deuda e incluso de volver con el FMI para obtener financiamiento internacional, realizando uno de los planes capitalistas de los más terribles contra los trabajadores. Al acecho, una derecha proimperialista dirigida esta vez por María Corina Machado, trumpista y admiradora de los planes de Milei y de la derecha internacional –incluso enfatizando en pleno genocidio su alineamiento con Israel–, sirviente del imperialismo a más no poder, que ha aclamado el intervencionismo, las sanciones y hasta la intervención militar. Un gobierno proimperialista y de la derecha trumpista, que incluso con legitimización de los votos, será también uno de los gobiernos más antiobreros y entreguistas. Ambos son responsables de la tragedia que vive el país.
Desde el gobierno de Maduro se han tomado decisiones económicas y políticas de grandes consecuencias, donde no solo se ha tratado de la profundización de severos ajustes contra las amplias mayorías de la población trabajadora que han sido acompañado por las fuerzas de poder económico empresarial y capitalistas de todo linaje, sino con todo un curso entreguista y con una dolarización de la economía en los hechos, con la libre circulación del dólar actuando como una moneda más en los circuitos económicos, donde los empresarios colocan precios a niveles internacionales. Maduro ha dicho incluso que quiere volver con el FMI para obtener financiamiento y pagar una deuda externa valorada en 160,000 millones de dólares; recordemos que solo entre el 2014 y 2017 pagó más de 74,000 millones de dólares, hundiendo al país en la gran miseria, y no pagó más porque por las sanciones se le cerraron las puertas al financiamiento externo y por tanto la reestructuración de la deuda.
Bajo Maduro se ha avanzado en un creciente proceso de desnacionalización, cambios en la Ley de Hidrocarburos, Ley de Inversiones Extranjeras, explotación depredadora del Arco Minero, entre otras importantes medidas, que han venido permitiendo que sectores controlados por el Estado progresivamente vayan siendo traspasados a empresas extranjeras o grupos económicos locales, tal como se ve muy claramente en el área del petróleo, donde empresas estadounidenses, europeas, rusas, chinas y de otras latitudes avanzan en sus controles. Chevron, solo para mencionar la empresa símbolo imperialista realiza grandes negocios en Venezuela, sin dejar de mencionar a la rusa Rosneft y la estatal china CNPC, que han empezado a tomar el control de mayores campos petroleros de Venezuela. El gran capital internacional, sin distinción, se hace de este gran botín. Un negocio donde hay también grandes empresarios locales, como Oswaldo Cisneros, para solo poner un ejemplo, que toma el control de importantes empresas petroleras que estaban bajo control del Estado con mayoría accionaria.
Por otra parte, tenemos a ese sector proimperialista, como sus agentes más directos quien ha sostenido que en este país hay que privatizar todo tal como lo ha expresado abiertamente María Corina Machado. Si bien estamos ante un gobierno ampliamente repudiado por la mayoría de la población, la política del sector más duro de la derecha venezolana, es la misma que levantaron en el 2019, entregar lo que llaman la “soberanía popular” de los venezolanos a Washington. Porque al fin y al cabo lo que buscaban durante la ofensiva golpista del 2019, era lo orquestado desde el gobierno de Donald Trump para que en Caracas estuviesen en el gobierno e imponer sus designios. Vienen también por el entreguismo, como abiertamente lo ha dicho María Corina y demás ataques contra el pueblo tal como lo expresan en el “Plan Venezuela Tierra de gracia” (nombre por demás alusivo a las riquezas a ser saqueadas), y que se alineará con Estados Unidos y más aún con una probable llegada de Trump a la Casa Blanca. Aunque podrán haber diferencias, como seguramente se puede observar en cuanto a la principal empresa petrolera como PDVSA donde María Corina propone privatizarla en su totalidad, y el gobierno de Maduro viene aplicando un plan de gestionarla en forma capitalista junto a las Fuerzas Armadas, manteniéndose en muchas de las empresas mixtas como socio menor (revirtiendo la Ley de Hidrocarburos). Aunque, y es importante destacar que avanzarían a partir de lo andado por Maduro, que ha hecho gran parte de ese trabajo reaccionario a favor del capital privado.
Es por eso que hay que repudiar a ambos bandos y no caer en los engaños de los que ahora se pintan de “demócratas”, o los que se ubican miserablemente en la acera de Maduro. Repudiar y enfrentar tanto al gobierno como a la derecha proimperialista, en estos momentos, es plantarse en defensa de los intereses de los trabajadores, sin dejar de estar por el elemental derecho del pueblo a conocer los resultados concretos. Es elemental para cualquier antiimperialista repudiar las sanciones imperialistas que se aplicaron a Venezuela desde agosto de 2017 y que escalaron en el 2019 en el sector petrolero, la confiscación de activos extraterritoriales, alguno de ellos valorados en alrededor de 13,000 millones de dólares como la empresa Citgo.
Venezuela en la política de Estados Unidos, Rusia, China y el papel de Brasil
Es fundamental considerar el lugar de Venezuela en la disputa entre Estados Unidos, China y Rusia cuando priman nuevos vientos políticos con escenarios abiertos en un mundo más convulsivo.
Los intereses de Estados Unidos se mueven en la nueva situación internacional buscando garantizarse en Venezuela un fiel aliado y subordinado, y no tener que estar negociando permanentemente con Maduro como lo ha venido haciendo con sigilosos encuentros y negociaciones después del fracasado intento golpista del 2019 con Juan Guaidó, buscando asegurar las alternativas de petróleo en clave más estratégica, ante la atmósfera militarista en las potencias, así como también para sus grandes corporaciones como Chevron y otras estadounidenses que llevan a cabo grandes negocios en el país.
Es que el gobierno actual de Maduro tiene una historia que deviene de un chavismo que en su momento había surgido con rasgos bonapartistas sui generis girado a izquierda con Chávez con ciertas fricciones con el imperialismo estadounidense, lo que llevó al intentos de golpes de Estado como en el 2002, lockout petroleros, etc., pero que no modificó la estructura capitalista y dependiente semicolonial del país. Pero cuando el ciclo económico de bonanza petrolera cambió, entró en crisis y decadencia, haciéndose cada vez más represivo y entreguista llegando al estadío actual.
Un gobierno que esté más alineado con la política imperialista en la región es el ansiado deseo de Estados Unidos para sumar un aliado más, más aún ante el posible retorno de Trump a la presidencia, como tendría con una María Corina más trumpista, como lo es también el presidente Milei de Argentina, así como también alineada con la línea que la OTAN lleva adelante en Europa con la actual guerra en Ucrania y con la política en Medio Oriente, tal como lo ha adelantado María Corina Machado públicamente. De allí que era cuestión de tiempo esperar que Estados Unidos anunciara el reconocimiento de Edmundo González como el ganador de las elecciones, reforzando a toda la derecha continental que desde las primeras horas aclamó que González Urrutia era el que había triunfado en los comicios.
Pero también están los intereses de Rusia como una gran potencia militar en Venezuela cuando se encuentra en medio de una guerra en las puertas en Europa, con una OTAN actuando por procuración del lado de Ucrania. Por eso Rusia, en el primer momento reconoció el fraudulento triunfo de Maduro y avaló la represión. De asentarse Maduro, que ahora ha empezado a llamar a su gobierno como cívico-militar-policial, y con un Estados Unidos más confrontado, tendrá que alinearse mucho más con Rusia, generando una tensión regional permanente, pues no olvidemos Maduro se ha está alineado con Putin en la guerra que lleva adelante con Ucrania, lo que puede generar más inestabilidad política en la región. Sin dejar de hablar de China que también reconoció a Maduro, dado los grandes intereses económicos del país asiático en Venezuela, y que es considerado un aliado estratégico, siendo que las inversiones son fuertes en el sector petrolero y otras áreas económicas de mucha importancia.
En ese escenario, el sector menos trumpista en nuestro continente y no alineado con Rusia, como Brasil, México y Colombia, buscan la carta de la mediación, exigiendo lo que llaman una “verificación imparcial” en acuerdo entre Maduro y Edmundo González (María Corina Machado), que no es otra cosa que pactos y entendimientos por arriba, que no pueden ser otra cosa, en función de sus intereses y ajenos a los del pueblo. Por ello es que Brasil como principal actor regional y diferenciado del derechismo continental, mantiene el diálogo con Maduro y con González Urrutia, puenteando también Estados Unidos, además de la articulación junto a los otros países de la región. No es casualidad que este país haya asumido la custodia de las embajadas de Perú y Argentina en Caracas por la tensión con estos países y la expulsión de todo su personal diplomático, acción que no podía llevarse a cabo sin el visto bueno también de Maduro. Es por eso que es mucho lo que está en juego en la suerte de Venezuela, no solo en la región, sino también en el tablero internacional.
Una ubicación independiente de la izquierda anticapitalista y socialista
En nuestra declaración del martes 30J planteamos que el pueblo tiene derecho a conocer los resultados, que se publiquen las actas, mesa por mesa, denunciado la brutal represión que llevó a cabo el Gobierno de Maduro que durante el día lunes y martes se concentró en los sectores populares, diferenciándonos de la derecha imperialista que quiere capitalizar para sus propios intereses ajenos a los de la clase trabajadora y las grandes mayorías populares, denunciado frontalmente al sector de María Corina de Machado. Nos plantamos frente el fraude, que se dé acceso como debe ser a todos los datos, y que se publiquen las actas. Pero ahora la clave, como expresamos más arriba, es luchar por constituir un polo independiente de Maduro, la derecha y el imperialismo.
En esta situación y ya en su fase de descomposición y decadencia en lo que derivó el chavismo surgieron sectores que han avalado toda la política del Gobierno de Maduro, avalando abiertamente el fraude en curso, algunos con argumentos brutalmente antidemocráticos como es negarle el derecho al pueblo a que se conozcan los resultados, y por esa vía avalando en los hechos la violenta represión. Decimos claramente, no a la represión de este gobierno antiobrero y antipopular y por la libertad a los detenidos. Alertamos a los sectores populares que se movilizaron el lunes que la oposición proimperialista con María Corina Machado a la cabeza los usará como base de maniobra para sus negociaciones y sus pactos por arriba, para llevarlos a rastra con su importante base histórica tradicional (clase media derechizada para arriba) que es afín a sus objetivos.
Desde antes de las elecciones, los que nos reivindicamos de la izquierda anticapitalista y socialista hemos venido levantando una política desde la independencia de clase. Ante la imposibilidad de poder lanzar una candidatura por las proscripciones, propusimos a otras organizaciones que se reivindican de los trabajadores y socialistas hacer una gran campaña unitaria desde la clase trabajadora y tener una política activa. Articulamos junto a compañeros y compañeras del Partido Socialismo y Libertad, Marea Socialista, PPT-APR y la Liga de Trabajadores por el Socialismo levantando la consigna que “La clase trabajadora no tiene candidato” para enfrentar a ambos bandos patronales tanto al gobierno como a la oposición proimperialista y de los otros partidos opositores, con la formulación en la cuestión del voto, llamando a votar nulo. Lo hacíamos porque entre todos los candidatos reina un consenso capitalista como salida a la crisis del país, o los menos, planteando que “juntos trabajadores y empresarios” sacaran a Venezuela “adelante”.
Articulamos un programa en clave anticapitalista en el sentido de que los trabajadores deben gobernar, un gobierno de trabajadores en ruptura con el capitalismo. A la par de llamar a la más grande unidad para hacerle frente a la gran represión que estamos sufriendo, también denunciando la de la injerencia imperialista y contra las sanciones, así como levantando las banderas de carácter económico, social, y democráticas como la libertad de los trabajadores presos, etc. Consideramos que fue una campaña importante porque permitió al menos en pequeñas franjas que cuestionan a Maduro y son reacios a María Corina Machado, mostrar otras perspectivas en unas elecciones diseñadas bajo un completo esquema fraudulento.
Consideramos que solo con la movilización obrera y popular de manera independiente podremos luchar por los plenos derechos democráticos del pueblo y clase trabajadora, así como por mejores condiciones de vida, por la libertad de los trabajadores presos, contra el ajuste y los tarifazos vengan de cualquiera de los grandes factores en pugna, uniendo a los sectores que luchan en el marco de una perspectiva propia de los trabajadores.
Pero planteamos que ante una situación en que también se empieza a desarrollar una reconfiguración de fuerzas en el actual escenario político en clave frente amplista y populista, hemos propuesto a aquellos que impulsamos la campaña unitaria en el período preelectoral discutir cómo poner en pie una izquierda anticapitalista y socialista desde la clase trabajadora. Ese es el gran desafío que tenemos actualmente, en la perspectiva de la construcción de un partido revolucionario anticapitalista enfrentando a todas las variantes patronales.
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