En esta segunda entrega, continuamos la reseña del libro de Rob Wallace “Big Farms Make Big Flu”, centrándonos en la relación entre el capital, la geografía y las gripes.
Jueves 11 de junio de 2020 00:48
El disciplinamiento de la ciencia al capital
El segundo apartado del libro comienza con una serie de afirmaciones que alertan al lector. Para Wallace, en el capitalismo la ciencia está disciplinada en dos sentidos. El primero y más elemental es a través de la financiación de los proyectos científicos por parte de grandes compañías. El segundo, y más complejo, tiene que ver con la agenda, es decir, las preguntas que ésta se hace y las respuestas que da sobre los diversos temas que estudia. Sobre esta última forma de disciplinamiento se detiene particularmente el autor.
Wallace plantea que, a diferencia de enfermedades como la polio y la viruela, que pudieron ser controladas en el primer caso o extinguidas en el segundo, “No todos los patógenos son tan cooperativos. El HIV, la tuberculosis, la malaria, y la gripe, entre otras, matan millones, desconcertando incluso los esfuerzos más tenaces. Los estudios de laboratorio, los trabajos de campo, y modélicos, motorizados por la computación industrial, hoy resultan inadecuados en la tarea de reducir estos flagelos” [1]. Y esto es así porque, “la evolución y la difusión de los patógenos más exitosos están definidos por dinámicas espacio-temporales desiguales que, de muchas maneras, les permiten eludir los esfuerzos de descubrir la naturaleza de su difusión. Como resultado, somos menos capaces de proponer fácilmente intervenciones para el control o la extirpación” [2]. Llegamos a una primera conclusión, las enfermedades más intransigentes tienen una naturaleza intrínsecamente holística. En este sentido, y como ya mencionamos en el artículo anterior, la ciencia y las universidades no deberían estudiar la aparición y difusión de enfermedades infecciosas (entre ellas está, por supuesto, el COVID-19) sin prestar especial atención a los ‘amplios niveles de organización socioecológica’ que las determinan. Aquí aparece la disciplina que el capital ejerce sobre la ciencia.
Pensar las enfermedades infecciosas en su dimensión geográfica, social y política (además de biológica, por supuesto) implica hacer preguntas que enervan a la industria capitalista de alimentos. Preguntarse, por ejemplo, por la relación entre las granjas de millones de pollos, la rápida expansión de las gripes entre ellos y el ‘salto’ hacia los humanos, es algo que el lobby del agronegocio busca tanto impedir como boicotear. De forma provocadora, pero también muy sólida, el libro de Wallace profundiza en estas relaciones, algunas de las cuales veremos a continuación.
La geografía social de las influenzas
Un grupo de científicos [3] dividió a los países del mundo en nichos agroecológicos en función de cuatro variables: la densidad poblacional agrícola, la densidad de patos y pollos, y el poder de compra per cápita de la población del lugar. La mayoría de estos nichos agroecológicos están estructurados geográficamente, y la mayoría de aquellos que son vulnerables al virus H5N1 [4], están distribuidos a través del Este y Sudeste Asiático, especialmente a lo largo de las tierras bajas de China, bajando por las cuencas fluviales de Indochina y, más hacia el sur, de Indonesia.
¿Cómo se explica esta correlación tan significativa? Según este estudio, las condiciones climáticas similares de la región contribuyen a la autocorrelación espacial [5] de los nichos geográficos, pero hay más que eso. “Hipotetizamos que el nicho de producción intensiva de patos y arroz (en inglés, duck-rice-intensive poultry niche) en Asia, es el resultado de una serie de cambios en la práctica agrícola- antigua (arroz), tardo-imperial (patos), y actual (intensificación avícola)- que se combinó de tal manera que sostiene, de una forma única, la evolución y persistencia de múltiples influenzas” [6].
Wallace toma particularmente uno de los epicentros del nicho, el delta del Río de las Perlas (Provincia de Guangdong), donde se encuentran algunos de los centros industriales de producción y población más importantes de China, como Guangzhou, Shenzhen y la región de Hong Kong.
La liberalización económica promovida por Deng Xiaoping (1977-1989), produjo enormes transformaciones en China. La producción avícola no sólo creció exponencialmente en tamaño y concentración, sino que se modernizó siguiendo el modelo de agronegocio estadounidense (con las consecuencias epidemiológicas que mencionamos en el artículo anterior). Guangdong producía 700 millones de pollos en 1997, el año de estallido de la gripe H5N1 en la vecina Hong Kong. Producto de la Inversión Extranjera Directa (IED), la mayoría de crías de pollos eran razas importadas modificadas genéticamente, criadas para el negocio que otorga un alto margen de ganancias. De más está señalar la pobre salud de los animales.
Las empresas que dominan el mercado de pollos son inmensas. “Por ejemplo, Guangdong Wen Foodstuff Group, la productora de pollos más grande de la provincia, declaraba ganancias por 1.6 billones de renminbi (226 mil millones de dólares, NdT) en el año 2000, empleaba a 4.400 trabajadores en la compañía central, contrataba a 12.000 pequeños propietarios, y mantenía una relación muy cercana con la Universidad de Agricultura del Sur de China” [7]. “Estos desarrollos en la industria avícola, muchos de los cuales tienen lugar alrededor de la región del Delta del Río de las Perlas, no ocurren de forma aislada, sino en el medio de un período de aceleración extremo de la urbanización, la suburbanización, la migración interna, la expansión industrial, la integración interregional y la diferenciación económica, y el crecimiento asociado a la exportación. El amplio mosaico del paisaje agroecológico del Delta fue construido, y está siendo construido, bajo los patrones históricos dinámicos que describimos previamente (...) El efecto final para el Delta del Río de las Perlas, y más allá a través del Sur de China, puede incluir la posibilidad de que la intensificación avícola y la presión puesta sobre las tierras húmedas agroecológicas hayan permitido la entrada de una amplia gama de serotipos de influenza que circulan durante el año” [8].
Wallace caracteriza al Sur de China como un ambiente socioecológico donde las influenzas evolucionan como un producto complejo, formado por capas de pasado y presente, de lo global y lo local. Es decir, que China hoy sea el epicentro de las influenzas, se debe a “una confluencia contingente de factores globales y locales, en lo que el geógrafo David Harvey llamaría un ‘momento activo’ en la configuración espacial” [9], y no a una cualidad inherente de esa región. "La mecánica de esa configuración dinámica en su relación con la influenza sigue siendo, en gran parte, un misterio” [10]. Sin embargo, Wallace ensaya algunas hipótesis que ayudan a comprender mejor esta compleja interrelación.
El presente histórico de las gripes
Wallace comienza uno de los artículos del libro con la siguiente afirmación: “Las cepas de la gripe pueden retener, y estratégicamente explotar, la capacidad de desarrollar características moleculares de tiempos pasados (...) Podemos hipotetizar que haciendo uso de las restricciones estructurales que delinearon respuestas de desarrollo previo, el genoma (del virus) se hace de un tipo de cognición. Con el riesgo de antropomorfizar un virus (darle características humanas a algo que no lo tiene, NdT), una influenza cognitiva puede elegir, dependiendo de su contexto, entre una variedad de respuestas genómicas” [11]. Es decir, el genoma del virus puede hacer uso de distintas características particulares “archivadas” en función de adaptarse a un nuevo medio. Aquí entra la relación entre el medio ecosocial, presentando en el apartado anterior, y el virus. “Los efectos del presente histórico agroecológico (...) pueden resultar fundamentales para la evolución de patógenos, como la influenza, en el ganado. La presencia verdaderamente real de un pasado agrícola en el paisaje actual, aunque transfigurado por olas de reapropiación cultural y re-énfasis, puede ofrecer a los patógenos un lugar desde donde hacer uso de sus propias historias” [12].
¿Cómo es que ocurre esto? Wallace recurre a una variante de la teoría de la asimilación genética del biólogo dialéctico Conrad Waddington: la respuesta de un organismo al ambiente se incorpora al genoma luego de un número de generaciones, pero se esconde cuando el ambiente cambia, manteniéndose como potencialidad, incluso luego de generaciones como un polimorfismo abierto [13]. “En efecto, la potencialidad escondida puede actuar como una especie de archivo genético desde el cual se pueden reconstruir adaptaciones o converger en formas relacionadas una vez que son necesitadas nuevamente” [14]. En conclusión, esa cognición genómica nos puede ayudar a explicar la capacidad de la influenza de desarrollarse en nichos agroecológicos definidos por mosaicos geográficos cambiantes, de viejas y nuevas formas de ganadería, como vimos en el caso de China.
¿Por qué modelo pelear?
El panorama socioecológico puede parecer desolador. Los artículos de Wallace aportan una explicación científica que ubica a estos desastres como propios de la lógica capitalista de producción, no como contingencias de un sistema reformable. Para Wallace, no hay capitalismo con rostro humano. Con respecto al modelo alternativo que se oponga al capitalismo, a lo largo de los artículos, el autor va delineando importantes aspectos de su fisonomía. Haciendo referencia al movimiento por una alimentación sustentable, analiza la existencia de tres clases de agrupamientos programáticos. En primer lugar, están quienes aspiran a un modelo de ‘granja familiar’ como nunca existió, Wallace lo considera una fantasía. En segundo lugar, aparece un ‘localismo microgeográfico’, víctima de la disminución de expectativas y la ausencia de ejemplos que verdaderamente funcionen, dada la dominación total del agronegocio. Ambas opciones, llevadas a su conclusión lógica y logística llevarían, según Wallace, a las hambrunas que precedieron al desarrollo industrial (diferentes a las hambrunas propias del capitalismo actual).
Wallace adscribe a una tercera opción: “En vez de las expectaciones de un modelo neoclásico abstracto o del demasiado real modelo neoliberal de producción, la escala y práctica de la agricultura pueden ser flexiblemente hechas ‘a medida’ de los paisajes físicos, sociales y epidemiológicos de cada región, interconectando ecología y economía” [15].
Como planteamos en el artículo anterior, una relación infinitamente más armónica entre la vida humana y la naturaleza (incluyendo a las demás especies animales) es tan acuciante como la destrucción del modo de producción que impide su realización. Y retomando al ecólogo marxista Richard Levins, Wallace señala: “Cuando el valor de uso de los alimentos, de todas las cosas, es comercializado en busca de obtener plusvalía, la supervivencia humana está amenazada (y los íntegros placeres de comer son abandonados). Cuando la mayor parte de la comida de los pollos comerciales es mezclada con arsénico para mantener su carne rosa durante el embarco y la venta, hay un serio negacionismo sociopático en marcha. Cuando el ganado en Estados Unidos es cargado con 28 millones de libras (13 millones de kilos, NdT) de antibióticos anualmente solamente para acelerar el crecimiento hasta un cierto peso, proveyéndole suficiente protección hasta que su dieta industrial los mate, la perversidad se mueve hacia la perversión. Cuando los monopolios ganaderos manipulan los precios ya baratos y altamente subsidiados, forzando a los granjeros a vender todos sus animales al mismo tiempo, una criminalidad se enmascara como la ley de la tierra” [16]. Con estas palabras terminamos este artículo e invitamos al lector a leer el último de esta serie en la próxima entrega.
[1] Rob Wallace, Big Farms Make Big Flu: Dispatches on infectious disease, agribusiness, and the nature of science. (Nueva York: Monthly Review Press, 2016), Página 92
[2] Ibídem, página 93
[3] Hogerwerf L, RG Wallace, D Ottaviani, J Slingenbergh, D Prosser, L Bergmann, and M Gilbert (2010) “Persistence of highly pathogenic influenza A (H5N1) defined by agro-ecological niche” EcoHealth. DOI: 10.1007/s10393-010-0324-z.
[4] H5N1 es una cepa altamente patógena de gripe aviar. La infección en humanos provino de una población de pollos en Hong Kong, en 1997.
[5] La autocorrelación espacial es una función medible a través de una fórmula, que ayuda a entender el grado en que un objeto es similar a otros objetos cercanos.
[6] Wallace, op.cit, páginas 96 y 97
[7] Ibídem, páginas 103 y 104
[8] Ibídem, páginas 104 a 106
[9] Ibídem, página 106
[10] Ibídem
[11] Ibídem, páginas 108 y 109
[12] Ibídem, página 109
[13] En biología existe polimorfismo cuando en una población de la misma especie hay dos o más características o rasgos observables claramente diferenciados.
[14] Wallace, op.cit, página 109
[15] Ibídem, página 121
[16] Citado en Rob Wallace, op.cit, página 122