Leandro Lanfredi, trabajador de Petrobras, analiza la situación de la lucha petrolera y las tareas planteadas para evitar el desguace y privatización de la gigante petrolera estatal brasileña.
Domingo 21 de febrero de 2021 18:31
Los petroleros se encuentran frente al mayor ataque en la historia de Petrobras. La lucha se da en medio de la crisis entre Bolsonaro y la administración de Petrobras, como parte de una crisis de varias alas e instituciones que son o fueron parte de su Gobierno y del golpe institucional. Este escenario puede ser aprovechado por los petroleros para frenar las privatizaciones con una fuerte huelga, mostrando a toda la población que los combustibles están caros justamente debido a la privatización.
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¿Qué está pasando en Petrobras?
Decenas de campos de petróleo, plataformas, refinerías y terminales están siendo vendidas a precio de banana. Si el proyecto se consuma por completo, Petrobras habrá sido extinguida en la mayoría de los estados del país, quedando algunas plataformas, terminales y refinerías en los estados de Espírito Santo, Rio de Janeiro y San Pablo. En todo el resto del país será monopolio extranjero, los salarios serán menores, habrá menos puestos de trabajo, no habrá desarrollo de tecnología nacional y las ganancias se irán 100 % al exterior.
La huelga petrolera por ahora solo duró un día y no se generalizó en todo el país por decisión de la dirección de Sindipetro del estado de Bahia y la Federación Única de Petroleros (FUP) de aceptar una negociación ofrecida de última hora por la empresa al notar la posibilidad de generalización del movimiento justamente en un momento de debilidad en el Gobierno.
La negociación propuesta está diseñada para engañar a los petroleros. Nada decisivo va a ser parte de la negociación, y no se sabe con quién se negociará ya que todo el comando de la empresa está cayendo. Se trata de una negociación para pautar las formas de los despidos, las reglas de permanencia en la empresa compradora solo por algunos meses, o del acoso moral que significa la transferencia obligatoria de trabajadores a otros estados. La propia privatización no estará en juego en la negociación. O sea, se trata de un desvío para el movimiento de petroleros que estaba comenzando y fue prontamente aceptado por la FUP.
Este viernes, tras la caída del presidente de Petrobras, la FUP volvió a anunciar algún calendario de lucha, asambleas y paros y que habrá una huelga nacional (que todavía no tiene fecha). Los petroleros tienen planteado tomar en sus manos el rumbo del movimiento, organizándose en cada refinería, terminal y plataforma. No se puede confiar en la orientación de la FUP, que sigue la orientación política del PT, que busca conquistar algo conciliando con el Supremo Tribunal y con el Congreso. Una negociación de este tipo no va a frenar la privatización. Estos ataques van a ser bloqueados por la lucha independiente de los trabajadores.
Las privatizaciones en curso en Petrobras se configuran como el mayor ataque ya sufrido por la empresa, posiblemente es el mayor ataque a cualquier empresa estatal desde la privatización de la minera Vale do Rio Doce por el expresidente Fernando Henrique Cardoso.
La parálisis de las centrales sindicales dirigidas por el PT y el PCdoB
Pese a las dimensiones del ataque, hay una parálisis enfermiza de las grandes centrales sindicales, como la CUT y la CTB, dirigidas por el PT y el PCdoB.
Esta parálisis de las centrales sindicales es mensurable no por falta de posteos críticos en sus páginas o por la presencia de 5 o 10 dirigentes en un acto, sino por la falta de acción de los miles de sindicatos que dirigen. Miles de sindicatos significan decenas de miles de sindicalistas mantenidos por los trabajadores. ¿Qué significaría en la lucha esta inmensa capacidad si fuesen usadas para enfrentar las privatizaciones, impedir los despidos, luchar para revocar medidas antiobreras como las reformas previsional y laboral?
La venta de todos los activos de Bahia es solo la punta de lanza de toda esa serie de ataques. Si pasa el ataque en la segunda mayor refinería del país, los trabajadores estarán en mucho peores condiciones para defender las otras. Una inacción de los sindicatos o una lucha que no esté a la altura de los ataques significará que los petroleros y cada habitante del país pagará la cuenta. Petrobras dice que ningún petrolero propio será despedido, pero los miles de tercerizados sin duda serán afectados. A Petrobras no le importa, para la empresa esos trabajadores ni siquiera pertenecen al sector. A los concursados, la empresa dice que podrán adherirse a un plan de despidos voluntarios o ser reubicados. Pero ¿reubicados dónde, si todo está a la venta? Y suponiendo que queda algo de la privatización, ¿la opción sería mudarse a Rio o San Pablo? Se trata de un claro acoso con aval del Supremo Tribunal, el Congreso y los medios.
Además, hay que contar toda la cadena que gira alrededor de esta rama, que sin dudas también será afectada. Los derechos conquistados durante décadas de lucha en esta categoría serán perdidos. El trabajo se hará cada vez más precario y la carga de trabajo será acumulada entre pocos, con mayores riesgos de accidentes y enfermedades ocupacionales. Es decir, será más leña en el fuego del desempleo y la miseria social estructural en Brasil, agravada por la pandemia, al tiempo que las familias más pobres son obligadas a volver al horno a leña. La privatización de Petrobras afectará a todos los trabajadores. Si la burguesía logra concretar este ataque en este sector, que carga una enorme historia de organización, lucha y conquistas de derechos, no podemos imaginar qué estará dispuesta a hacer con los cientos de miles de trabajadores que no tienen siquiera el derecho a la organización sindical.
Si no se organiza una lucha a la altura del ataque, cada petrolero baiano tendrá que elegir probar suerte con el capital extranjero, el despido o mudarse muy lejos. Esto no es una negociación, es un engaño. La FUP conduce el movimiento hacia allí, incluso si organiza paros en el resto del país, como hizo en el caso de FAFEN el año pasado, sustituyendo día a día la lucha contra el cierre de la fábrica por una lucha por las condiciones de indemnización de los petroleros efectivos, dejando en banda a los tercerizados. No podemos olvidar y dejar de sacar lecciones de nuestras luchas y las derrotas que sufrimos. Al igual que en FAFEN, la FUP y demás sindicatos dirigidos por las grandes centrales sindicales como la CUT y la CTB siempre conducen las luchas para presionar buenas negociaciones, apostando todas las fichas a las biromes de los jueces. Esta estrategia ya se mostró derrotada incontables veces. Desde ahora tenemos que apostar a nuestras propias fuerzas.
Una huelga fuerte, nacional, controlada por la base desde un comando de delegados de refinerías, terminales y plataformas, que una a los trabajadores de cada una de las bases y cada uno de los sindicatos y federaciones petroleras podría formar un gran ejemplo nacional para enfrentar a Bolsonaro y todos los golpistas; podría servir para exigir que las centrales sindicales se unan a este movimiento y unifiquen las demandas de los petroleros a las de todos los trabajadores en lucha e intentar frenar la privatización. Cuanto más se demora en construir una fuerte huelga nacional de petroleros, más cercanos estaremos de la entrega de RLAM, TEMADRE y todas las unidades baianas, y quedará en términos mucho más difíciles la lucha en todo el resto del país. Todavía queda tiempo para cambiar la orientación de los sindicatos y aprovechar la oportunidad para enfrentar seriamente la privatización. Para eso hay que batallar por otra perspectiva en el movimiento de los petroleros.
Los sindicatos de la minoritaria FNP donde se agrupan corrientes socialistas como el PSTU y PSOL tienen planteado cumplir un rol activo en la construcción de esta movilización unitaria, poniendo en pie ya un comando de delegados de sus bases, dando voz y mayor participación a los petroleros en la construcción de la huelga, y a partir de ese comando, influenciar las bases de la FUP para construir un movimiento unitario, consecuente y urgente.
A partir de un polo como este, si la central sindical donde actúan movimiento sociales y políticos socialistas como la CSP-Conlutas y partidos de izquierda y sus figuras como los parlamentarios del PSOL y Guilherme Boulos pusieran su energía en apoyar la movilización petrolera, podríamos empezar a hacer que la causa petrolera se transforme en una causa de todos los trabajadores de Brasil. Eso no solo es necesario, sino también posible, para vencer y hacer que emerja una voz independiente de los trabajadores en medio de esta crisis que atraviesa las diferentes alas e instituciones del Gobierno y el golpismo.
La privatización de Petrobras y la entrega de todos recursos naturales del país al imperialismo es un proyecto caro a todo el golpismo. Unifica a cada actor político del Gobierno y del régimen político, desde Bolsonaro, el “gran centro” político, la derecha y el Supremo Tribunal. Los compañeros de Esquerda Diário vienen denunciando desde el comienzo de la operación judicial Lava Jato las relaciones entre el juez Sérgio Moro con el imperialismo estadounidense, la petrolera Shell y uno de los intereses estratégicos del golpe en llegar a Petrobras.
Antes del golpe institucional, el impeachment, Dilma Rousseff intentó mostrar que el PT también abriría el camino a esa agenda privatista, subastando las reservas marítimas del pre-sal y cerrando un acuerdo con el tucano (del PSDB) José Serra para cambiar diversas leyes relacionadas con el petróleo y aumentar la presencia extranjera. Sin embargo, la bolsa de valores (Bovespa), la corporación mediática Globo, el Supremo Tribunal, los militares subordinados a Estados Unidos, querían un avance privatista mucho mayor que el llevado a cabo por Dilma y el PT.
Es así que Temer aumentó los planes privatistas en Petrobras y Bolsonaro y su ministro de Economía Paulo Guedes pusieron la empresa en ruta de extinción. Ahora tenemos una privatización en sordina, sin licitación, sin subasta pública, sin que haya siquiera sido votada en el Congreso, que ocurre gracias a que el Supremo Tribunal decidió que el Gobierno de Bolsonaro y Petrobras puedan actuar al filo de la ley. Esta privatización solo está ocurriendo así porque los militares entreguistas también lo quieren, en definitiva presiden el Consejo de Administración de la estatal y el ministerio de Minas y Energía que comanda la empresa. El Congreso, Globo y Bovespa tampoco esconden su simpatía por esa política entreguista. Están todos unidos en este objetivo, y con el nuevo presidente de Petrobras no será distinto. Por eso es necesaria la unidad de los petroleros, efectivos y tercerizados, de norte a sur del país, comprendiendo la oportunidad que se abre en medio de la crisis que afecta al Gobierno.