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Red Internacional
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Internacional. La ofensiva contra el Estado Islámico abre nuevas contradicciones para Estados Unidos

¿Cuáles son las contradicciones que está poniendo de relieve la triple ofensiva del gobierno iraquí y las milicias kurdas, con el apoyo de Estados Unidos, en Mosul, Fallujah y Raqqa?

Jueves 2 de junio de 2016

En las últimas semanas el gobierno iraquí y milicias kurdas, con el apoyo de Estados Unidos, vienen desarrollando una triple ofensiva militar sobre posiciones estratégicas del Estado Islámico: las ciudades de Mosul y Fallujah en Irak y la ciudad de Raqqa, la proclamada capital del califato, en Siria. Estas batallas están poniendo de relieve las profundas contradicciones de la “coalición anti-ISIS” que dirige Estados Unidos.

Retrocede el EI

Aunque está lejos aún de ser derrotado, el Estado Islámico (EI o ISIS) viene perdiendo parte del territorio que ocupa en Irak y Siria desde 2014, bajo la ofensiva de coalición dirigida por Estados Unidos y la intervención de Rusia.
El asalto contra posiciones del ISIS recrudeció en las últimas semanas. De hecho hay en curso una operación de pinzas para reducir significativamente las fronteras del califato proclamado a mediados de 2014.

En Irak el EI está atacado en sus dos centros de gravedad: Mosul, la segunda ciudad más importante del país, donde hay en curso una ofensiva militar de las milicias kurdas iraquíes (peshmerga) con apoyo de Estados Unidos. Y Fallujah, la ciudad “rebelde” de la provincia sunita de Anbar que fue la primera en caer bajo el control del ISIS en enero de 2014.

La batalla más cruenta sin dudas es la de Fallujah, ubicada a escasos 50 km de Bagdad, donde alrededor de 20.000 soldados iraquíes y milicias irregulares iraníes esperan entrar al corazón urbano y aplastar la resistencia de entre 500 y 1000 combatientes del Estado Islámico. La ciudad está sitiada al borde de una catástrofe humana. Según la ONU unos 50.000 civiles quedaron atrapados en medio del sitio y el fuego cruzado.

En Siria, una coalición militar de las milicias kurdas y árabes, con el apoyo de Estados Unidos, avanza sobre la ciudad de Raqqa, el centro organizativo del califato.

Las contradicciones de la política de Obama

Pero una cosa es que el enemigo común sea el ISIS y otra muy distinta que quienes dirigen estas batallas estén peleando la misma guerra. Al contrario, los intereses divergentes y hasta contradictorios de las diversas potencias y actores que intervienen en la guerra civil en Siria e Irak se manifiestan abiertamente y configuran los campos y objetivos militares y políticos.

La ofensiva sobre Fallujah es un ejemplo de cómo los intereses de Estados Unidos e Irán convergen y chocan al mismo tiempo. Ambos quieren derrotar al ISIS. Pero mientras que Estados Unidos intenta contener el avance iraní para mantener un cierto equilibrio regional entre Irán y Arabia Saudita, y por esa vía evitar que se salga de curso el enfrentamiento entre sunitas y chiitas, el régimen iraní ve la oportunidad de extender su influencia a través de sus aliados.

Estados Unidos, que está al frente de la coalición anti-ISIS, está detrás de la ofensiva en Raqqa y Mosul pero ve con desconfianza el asalto de Fallujah. Las razones de estas diferencias son que mientras en el primer caso dirige la operación y actúa a través de aliados más confiables, la operación en Fallujah fue lanzada por el gobierno iraquí del primer ministro Haider Al Abadi, pero está dirigida por Irán, lo que eleva la probabilidad de que la lucha contra el ISIS sea la excusa para escalar la persecución contra la minoría sunita.

Obama resolvió por ahora esta contradicción tratando de poner condiciones mínimas para apoyar con bombardeos aéreos el avance sobre Fallujah que apuntan a disminuir la posibilidad de que la retoma de la ciudad se transforme en un acto de venganza contra la población sunita. Entre las más importantes, que las milicias iraníes no participen en la toma de la ciudad y que se mantenga la coalición que incluye a unos 4000 combatientes sunitas, en su gran mayoría miembros de las fuerzas de seguridad locales. A pesar de que Abadi prometió cumplir este “plan de guerra”, ya hay signos claros de que la recuperación del centro urbano puede transformarse en un baño de sangre, como muestran los videos donde los líderes de las milicias chiitas motivan a sus combatientes con un mensaje que promete venganza contra el pueblo de Fallujah, considerado como un “bastión del terrorismo” desde el cual el Estado Islámico planeó los dos últimos atentados suicidas contra los suburbios chiitas de Bagdad que dejaron un saldo de 150 muertos civiles.

Las contradicciones son casi insalvables. En 2012, Fallujah fue el epicentro de la rebelión contra el gobierno central de mayoría chiita. La expulsión de la minoría sunita del gobierno y la represión lanzada en ese momento por el entonces primer ministro Al Maliki alimentó el surgimiento de grupos insurgentes y empujó a líderes tribales a una alianza táctica con el EI, lo que permitió de hecho que se hiciera con el control de la ciudad incluso antes de establecer el califato.

Las razones de la ofensiva sobre Fallujah

El gobierno iraquí tuvo sus propias razones para acelerar la ofensiva sobre Fallujah, que no necesariamente coinciden con los intereses norteamericanos. El primer ministro Abadi está tratando de superar una crisis política casi terminal. Desde febrero enfrenta un movimiento de protesta en ascenso, dirigido por el clérigo chiita Al Sadr, que se hizo popular por enfrentar en los inicios la ocupación norteamericana.

Este movimiento tiene su base en el deterioro de las condiciones de vida y en la escandalosa corrupción del gobierno. Y levanta una demanda progresiva de poner fin al reparto de cuotas de poder entre sunitas, chiitas y kurdos con preeminencia chiita que ingenió Estados Unidos para mantener la unidad estatal e Irak.

Con diferencia de dos semanas miles de manifestantes tomaron la sede del parlamento, la última con enfrentamientos violentos con las fuerzas de seguridad. La política de Abadi es utilizar la batalla contra el ISIS en Fallujah para recomponer la unidad nacional y descomprimir las protestas.

Sin embargo, incluso si consigue un éxito militar, es un gobierno débil para garantizar el compromiso asumido ante Estados Unidos de no permitir que tras expulsar al ISIS se desate una limpieza étnica contra la población.

En Siria, Estados Unidos enfrenta otras contradicciones. Sus principales aliados en la lucha contra el ISIS son las milicias kurdas del Partido de la Unión Democrática, aliado al PKK, enemigo número uno de Turquía. Aunque la alianza entre Estados Unidos y Turquía se mantiene, los intereses divergentes han creado una fuerte tensión entre ambos, al punto de que el primer ministro turco acusó al gobierno norteamericano de proveer armas al PKK a través de sus aliados en Siria.

Mientras las diversas potencias dirimen sus rivalidades e intereses a través de sus agentes y aliados tácticos, la población civil sufre los horrores de sus guerras: a principios de 2016 unos cinco millones de sirios, o casi el 25% de la población huyeron de su país. A eso se suma otros tantos millones de desplazados internos. Fallujah ya sufrió el sitio y el asalto de las tropas norteamericanas en 2004.
Después de sufrir durante dos años el despotismo del Estado Islámico, parece estar más cerca de enfrentar la enésima guerra civil que de conseguir su “liberación”.


Claudia Cinatti

Staff de la revista Estrategia Internacional, escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.