El resultado electoral de Alemania volvió a poner en los portales a Alice Weidel, la líder del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania.
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Celeste Murillo @rompe_teclas
Lunes 24 de febrero 13:37
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Alice Weidel es parte de la nueva camada de líderes de derechas como Marine Le Pen en Francia o Giorgia Meloni en Italia, entre otras, que modernizaron y ampliaron el alcance de sus partidos en un contexto de polarización social y política. Estas nuevas líderes ya no son tan disonantes aunque se alejan de los roles tradicionales de género que alientan sus partidos y sus discursos no suelen centrarse en el viejo perfil conservador de mujer, madre y ama de casa. Quizás la excepción sea la premier italiana que apeló a su rol de madre (entre sus lemas de campaña estaban “soy mujer, soy madre, soy cristiana” y “a favor de la familia natural y contra el lobby gay”).
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¿Qué hace una lesbiana acá?
Doctora en Economía, se define agnóstica pero defensora de los valores cristianos, el dato que llamó la atención nuevamente es que Alice Weidel es abiertamente lesbiana. Desde 2019 vive en Suiza con su pareja Sarah Bossard (cineasta de Sri Lanka nacionalizada suiza) y sus dos hijos adoptados.
Weidel lidera un partido abiertamente xenófobo, que se opone al matrimonio entre personas del mismo sexo, defiende la “familia tradicional” y busca impedir cualquiera ampliación que permita a parejas homosexuales adoptar. No se opone a ninguna de esas políticas, de hecho apoya la definición de familia como “madre, padre, hijos” y considera que no es importante reconocer el derecho de las personas homosexuales a casarse. Cree que las personas migrantes son “burqas, chicas con pañuelos en la cabeza cubierta, hombres armados con cuchillos que reciben beneficios del Estado y otras personas que no sirven para nada”.
Fue analista de Goldman Sachs y se declaró más de una vez admiradora de Margaret Thatcher, dijo que es uno de sus modelos a seguir. Aunque aceptó que no tendría sentido dejar de usar el Euro como moneda por temas prácticos adhiere al “euroescepticismo” como gran parte de las derechas del continente. Su abuelo, Hans Weidel, fue un juez del régimen nazi.
El género, la identidad y orientación sexual no definen las políticas que defiende una persona. Sin embargo, en Weidel se presenta como una aparente contradicción (lo es dentro de su propio partido y para muchos medios de comunicación porque esos perfiles estuvieron históricamente asociados al arco del “neoliberalismo progresista” (aun cuando la mayoría de esos partidos relegan las demandas feministas y de la diversidad a determinados momentos de campaña y funcionalidad en agendas económicas neoliberales).
Uno de los aspectos que caracteriza su perfil es la islamofobia (denominador común de las derechas europeas). En pleno ascenso hacia la dirección del partido, durante la convención en la ciudad de Colonia repercutió la frase “como mujer, quiero poder tomar el último tren sin miedo”. No fue casual ni inocente: a fines de 2015, en esa ciudad se denunciaron agresiones sexuales y violaciones contra jóvenes alemanas por las que fueron culpados inmigrantes, sin una sola prueba, por su apariencia física. No fue la única ni la primera, Marine Le Pen ya había utilizado el fantasma de la inmigración como un peligro para los derechos de las mujeres: “temo que la crisis migratoria señale el comienzo del fin de los derechos de las mujeres (…) Sobre este, como sobre otros temas, las consecuencias de la crisis migratorias son previsibles”.
Esta fórmula se incluye además en lo que la teórica queer Jasbir K. Puar definió como homonacionalismo, “fundamentalmente una crítica de cómo los discursos de derechos liberales de lesbianas y gays producen narrativas de progreso y modernidad que continúan otorgando a algunas poblaciones acceso a formas culturales y legales de ciudadanía, a expensas de la expulsión parcial y total de esos derechos de otras poblaciones”.
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El género y la política
Otro dato llamativo de las elecciones alemanas fue la porción de personas jóvenes que votaron al partido Die Linke (La Izquierda). Fue la fuerza más votada entre los jóvenes de 18 a 24 años con un 25 %, y fue la primera fuerza en Berlín. La brecha es aún mayor entre las mujeres jóvenes donde Die Linke cosechó el 34% de los votos. Esta brecha ya se vio en otras elecciones y dejó en evidencia formas múltiples en las que se combinan discriminaciones y mandatos (el impacto específico de la precariedad para varones llamados a "proveer" o las dobles exigencias para las mujeres en el mundo laboral y en la familia, las tensiones entre el trabajo y los cuidados, entre muchos otros problemas). No existe una explicación única para este fenómeno, sin embargo confirma que las elecciones políticas tienen mucho más que ver con la experiencia en las sociedades capitalistas y cómo viven la mayoría de las mujeres y las personas LGBT que la genética, la orientación sexual o la identidad.
En el capitalismo, las raíces de los problemas que afectan a la mayoría de las mujeres y personas LGBT están en la desigualdad social. Por eso las fuerzas para defender nuestros derechos, para soldar alianzas y revitalizar nuestra lucha contra la opresión no tienen que ver con la biología, son sociales y son políticas.
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Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.