Continuamos con la serie “Años neoliberales” y en esta ocasión describimos cómo fue la resistencia a la privatización de la red ferroviaria en la Argentina a través de la prensa “Avanzada Socialista” de 1991.
Daniel Lencina @dani.lenci
Viernes 7 de junio 08:45
La asunción del peronista Carlos Menem en 1989 trajo consigo un nuevo realineamiento internacional con el imperialismo norteaméricano. El nuevo gobierno apoyó la guerra de EEUU contra Irak entre agosto de 1990 y febrero de 1991, enviando barcos militares al Golfo Pérsico. Su política exterior estuvo marcada por la agenda que impuso el imperialismo para mantener su hegemonía como gendarme del mundo.
En el plano interno, el peronismo avanzó con un plan encabezado por el Ministro de Economía, Domingo Cavallo que fue quien estatizó la deuda externa que tenía un puñado de empresas bajo la última dictadura entre 1976 y 1983. El nuevo tipo de cambio equivalente a 1 Peso = 1 Dólar, sólo podía sostenerse si el Banco Central aumentaba sus reservas en dólares. Y para alcanzar ese objetivo solo había un camino posible: avanzar en el ataque al sistema previsional, al sistema de salud, a la liquidación de conquistas laborales y sobre todo, a la entrega de las principales empresas estratégicas que controlaba el Estado a manos del capital extranjero.
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Para semejante entrega nacional el peronismo fue acompañado por la UCR que, en el Congreso Nacional, votó las leyes que otorgaron plenos poderes al Poder Ejecutivo para garantizar el saqueo. El Poder Judicial, por su parte, desarticuló todo tipo de intervención de “la justicia” contra la entrega nacional. Para tal fin, Menem acordó la ampliación de la Corte Suprema y ésta -literalmente- se volvió adicta a sus decretos neoliberales. A este panorama sombrío hay que sumarle el rol de la burocracia sindical de la CGT ya que la gran mayoría de los gremios que la integran, fue cómplice del plan privatizador. En el caso de la Unión Ferroviaria directamente recibió prebendas a cambio, gestionando el Belgrano Cargas.
¿Cómo fue el plan privatizador de Menem y Cavallo?
La huelga ferroviaria de 1991 que hoy relatamos fue boicoteada por las burocracias sindicales ferroviarias. Para entender el contexto de esos años, veamos el siguiente fragmento que corresponde al libro “Reestructuración neoliberal y después… 1983 - 2008: 25 años de economía argentina” de Karina Forcinito y Gaspar Tolón Estarelles:
“El programa involucró la enajenación de la empresa petrolífera Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), la concesión o licencias para la explotación de las compañías encargadas de la prestación de los servicios de transporte y distribución de gas y de todas las firmas de generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, la venta de la empresa nacional de telecomunicaciones (ENTel), la aerolínea de bandera, algunos astilleros y las firmas siderúrgicas, químicas y del área de defensa y diversos bancos estatales, entre las principales unidades transferidas. También se dio en concesión al capital privado la explotación de los tramos rentables de la red ferroviaria (de carga y de pasajeros) –el resto fue clausurado− y de la red vial, la empresa de agua potable y saneamiento del área metropolitana de Buenos Aires (Obras Sanitarias de la Nación) y muchas empresas provinciales más pequeñas, los puertos más importantes del país, los canales de radio y televisión y la empresa de servicios postales, entre otras. La mayoría de las ventas y las concesiones de empresas estatales se llevó a cabo entre 1990 y 1994 (...) Hacia fines de la década del 90 prácticamente no quedaban activos productivos o servicios públicos de infraestructura en manos del Estado”.
De conjunto, el plan privatizador, fue la mayor entrega del patrimonio nacional a los monopolios, cuyas casas matrices se encontraban en las grandes metrópolis imperialistas, ni siquiera la última dictadura militar se animó a tanto. Como respuesta obrera a la entrega nacional veremos cómo fue la resistencia por parte de los trabajadores ferroviarios en 1991.
“Ramal que para, ramal que cierra”: las leyes anti huelgas del Menemismo
El aniversario fundacional del peronismo, el 17 de octubre de 1990, fue celebrado con un ataque hacia su “columna vertebral”: el movimiento obrero, limitando el derecho a huelga y amenazando con la militarización de aquellos “servicios” declarados “esenciales”. Si los sectores en huelga no cumplían con un servicio mínimo, el Poder Ejecutivo Nacional (PEN), quedaba habilitado para reprimir las huelgas de resistencia a las privatizaciones. Así fue como el peronismo celebró su “Día de la Lealtad”, cumpliendo con una exigencia muy clara del FMI y del Banco Mundial.
En el libro que citamos arriba de Forcinito y Estarelles, los autores sostienen que: “Amparado en esta norma, el PEN prohibió y reprimió diversas huelgas durante la privatización de los ferrocarriles (“Ramal que para, ramal que cierra”, amenazó Menem en noviembre de 1989), logrando disminuir notablemente la conflictividad (esta actividad experimentó 66 conflictos en 1990, 35 en 1992, 5 en 1993 y 2 en 1994) e imponer los retiros voluntarios. Cabe señalar asimismo la contribución de estas medidas al disciplinamiento de los trabajadores por las cúpulas sindicales, frente a las movilizaciones desplegadas inicialmente por sus bases”. Sobre este último aspecto, fue fundamental en la huelga ferroviaria de 1991 el papel jugado por la “Comisión de Enlace”. La misma funcionaba a través de plenarios de delegados con mandato de la base en cada seccional ferroviaria de La Fraternidad y algunas de Señaleros y en menor medida, junto a los activistas de la Unión Ferroviaria que no aceptaban el plan privatizador de Menem y José Pedraza de todos los ramales del país. Ese germen de autoorganización obrera basado en asambleas de base, fue lo que le dio impulso y de a poco, los ferroviarios, se fueron ganando el apoyo popular expresado en un gran fondo de huelga, que sostuvo la pelea durante 45 días.
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La huelga ferroviaria a través de la prensa “Avanzada Socialista”
El primer número publicado en 1991 de Avanzada Socialista fue un suplemento especial dedicado a la Guerra del Golfo y a la lucha ferroviaria. Sobre la huelga leemos una caracterización que implica, según los editorialistas, tres aspectos relacionados entre sí: a) es una huelga contra el plan económico de Menem-Cavallo, por la defensa del salario y contra la entrega del país, b) “es una rebelión contra las leyes tramposas de ‘conciliación’ y sus decretos antihuelgas, los despidos y las amenazas de militarización” y c) es una lucha antiburocrática, porque las conducciones sindicales de los tres gremios ferroviarios –Unión ferroviaria, La Fraternidad y Señaleros- querían “darle tiempo” al gobierno hasta el mes de marzo, lo cual alentó aspectos de autoorganización de la base.
La moral de lucha de los trabajadores se vio reflejada en las páginas del periódico citado en un testimonio que dijo: “Esta lucha es de la misma magnitud que la que tuvieron los compañeros (telefónicos: N. de R.) de FOETRA, aunque la ventaja en este momento es que a este conflicto no lo dirige la burocracia del gremio, sino que está dirigida por la base y por las conducciones de base”.
“En esta lucha estamos unidos porque viene desde abajo, desde las bases, no desde las cúpulas que siempre han tratado de dividir a los compañeros. Una de las mayores responsabilidades de este conflicto, es mantener esos lazos de solidaridad, de unidad en la lucha y tenemos que tener una propuesta para el conjunto del movimiento obrero y esta propuesta se va ir plasmando con el tiempo, pero debe ser una alternativa frente a la conducción actual”. Junto a este tipo de declaraciones, desde las páginas de Avanzada Socialista, se hizo una campaña política para avanzar en la coordinación nacional de todas las luchas del momento.
La rebelión sobre rieles
El plan privatizador de conjunto implicaba para la empresa Ferrocarriles Argentinos, dejar en la calle a miles de despedidos y cesantes y el cierre de ramales completos que unían a los distintos pueblos del interior del país con Buenos Aires. Por otra parte, ya se hablaba de la flexibilización laboral, que se traduciría en mayores niveles de precariedad, inestabilidad laboral y salarios de hambre a cambio de mayores niveles de productividad, es decir, de profundos niveles de superexplotación capitalista y ni que hablar de la destrucción de los Convenios Colectivos de Trabajo (CCT).
Con la huelga ganando apoyo popular en todos los ramales, encontramos en Avanzada Socialista nº 43 que el 14 de marzo de 1991 se realizó una importante manifestación obrera que copó la Plaza de Mayo donde confluyeron diversos sectores en lucha. Uno de los cánticos más coreados de aquella tarde fue el de “Docentes, ferrucas, unidos en la lucha". Allí se denuncia el rol de la burocracia docente, que no quería coordinar nada con los ferroviarios, incluso el cartel del palco decía “¡CTERA VENCERÁ!” y la dirigente de aquel momento, Mary Sánchez, dedicó 45 minutos a criticar al gobierno sin decir una palabra sobre cómo avanzar en la coordinación efectiva de la clase trabajadora que para ese entonces tenía a los ferroviarios, docentes, estatales y metalúrgicos de Villa Constitución en lucha contra el plan económico de Menem y Cavallo. El corporativismo sindical hizo honor a la división impuesta por las cúpulas dirigentes para que no sean desbordados por las bases de los sectores en lucha, ni menos aún que se radicalice ningún conflicto; ni en los métodos, ni en avanzar en la independencia política de todos los partidos patronales. Sobre esto último, el ejemplar citado, contiene un artículo titulado “Coordinación, extensión y democracia obrera” y sostiene una lectura de la situación de aquél entonces en los siguientes términos: “Cuando el ministro Cavallo dijo que no se les puede dar a los ferroviarios, porque no quiere ser culpable de que exploten paros por todos lados, y cuando agregan que si los ferroviarios ganan él se tiene que ir, está ubicando la huelga en su justo lugar. Es una lucha que cuestiona las bases del plan económico, dictado por el imperialismo y que este gobierno quiere aplicar fielmente”. La denuncia también apunta no solo a la burocracia ferroviaria sino también a la CGT dirigida por Saúl Ubaldini. En la misma edición hay un alerta que dice: “¡Último momento! Al cierre de esta edición las directivas de los tres gremios ferroviarios habían firmado un acuerdo con el gobierno. ¡Ninguna negociación a espaldas de la base! ¡Asambleas para discutir qué hacer!”.
En Avanzada Socialista nº 44 ya podemos leer un primer balance de la huelga sobre rieles: “Fue una dura lucha que desbordó a la vieja burocracia sindical y que retomó los mejores métodos del movimiento obrero como la huelga larga, el fondo de huelga y los piquetes de convencimiento”. Y agrega que “esta lucha marcó un verdadero cruce de caminos, porque más allá de las intenciones de quienes la dirigieron, fue una lucha política. Un triunfo categórico de los ferroviarios, implicaba la caída o una grave crisis del plan económico del gobierno. Una derrota, como telefónicos el año pasado, le daba al gobierno una fuerza importantísima para estabilizar la situación y golpear duramente a la resistencia obrera que está en curso (...) después de 44 días los trabajadores tenían aun aguante y pusieron las cosas en su lugar. Aunque con la suspensión a cuestas, entraron los cesantes y el gobierno tuvo que retroceder. UN EMPATE, con un gol metido por los trabajadores a último minuto que deja en los ferroviarios un sabor a triunfo. Pero no hay que engañarse. Quedan los 30 minutos de alargue”. En la misma editorial se destaca mucho el hecho de que a lo largo y ancho de los ramales ferroviarios, nació al calor de la lucha una nueva camada de activistas anti burocráticos que tomaron la pelea y organización en sus propias manos poniendo en pie la Comisión de enlace ferroviaria. Al mismo tiempo, los estatales empezaban a dar pasos en la autoorganización al igual que los trabajadores de la salud poniendo en pie la Interhospitalaria. De conjunto, no estaba escrita la última palabra en el intento de cambiar la relación de fuerzas entre la clase trabajadora y el pueblo pobre de un lado y los capitalistas, su gobierno y Estado.
En las páginas centrales se destaca la autoorganización de la Comisión de enlace ferroviaria “es un verdadero comité de lucha, la dirección de la huelga, donde en sus plenarios la base escuchaba y controlaba el desempeño de sus delegados y donde los componentes de la mesa tenían que rendir cuenta de sus acciones aunque no quisieran.
Un organismo que al no depender del dinero de las cuotas que les entrega el gobierno y al estar por su propia composición por fuera de los estatutos de los sindicatos que los componen, se apoyaba en la fuerza de la base y debía responder a su presión que era la razón de su fortaleza.
No es casual que todos los ataques del gobierno y la burocracia eran para destruir este organismo. Mantener y fortalecer esta conquista será la gran tarea de los ferroviarios”.
La segunda huelga ferroviaria fue en 1992, fue más acotada en su amplitud y duró 38 días, aunque escapa a la reconstrucción que realizamos en este artículo, sólo diremos que se limitó fundamentalmente a la línea Roca.
Las clases dominantes sacaron conclusiones luego de la huelga ferroviaria de 1991 que hoy describimos. Y era claro que no podía haber privatizaciones con trabajadores rebeldes y Menem logró -con ayuda de la gran prensa burguesa-, poner a la opinión pública en contra de la lucha que, sin apoyo amplio y sin coordinación con otros sectores como la de 1991, fue derrotada abriendo la era de las privatizaciones en Argentina a escala masiva, avanzando en los planes neoliberales y en la sumisión de nuestro país a los dictados del imperialismo.
“El objetivo del gobierno era reventarnos y no pudieron, por eso fue un triunfo regrande. Pero no tuvimos todo lo que quisimos y por eso vamos a seguir en lucha” decía Marcelo "Cucha" González en Avanzada Socialista el 10 de abril de 1991, desde la seccional Tolosa de La Fraternidad. “Con unidad y con lucha ningún gobierno es fuerte”, concluía.
Conclusión
La de los ferroviarios fue una huelga enorme que entre otros obstáculos sorteó las maniobras legales y amenazas represivas del gobierno peronista. Ni los despidos ni la amenaza de ilegalidad -y consecuente militarización de la red ferroviaria- ni tampoco la “conciliación obligatoria", fueron acatadas por la base en huelga que dió sobradas muestras de combatividad y métodos democráticos. Por otra parte, la misma se dio en un momento donde también hubo conflictos en el Banco Nación, Astillero Río Santiago, los metalúrgicos de la UOM de Villa Constitución, papeleros y docentes.
Mientras las burocracias sindicales ferroviarias jugaron un rol completamente carnero y boicotearon activamente la democracia de las bases, demostraron estar a favor del plan privatizador menemista del cual José Pedraza era su máximo exponente.
En las páginas de Avanzada Socialista leemos varias críticas al viejo MAS (Movimiento al Socialismo) que a pesar de tener influencia, estructuración y peso dirigente, no logró ser una alternativa decisiva para el conflicto. La misma suerte corrieron otros sectores de izquierda y centroizquierda, dado que fue insuficiente la pelea por desarrollar la coordinación con los demás sectores en lucha que también eran atacados por el pan menemista. En ese sentido, es interesante leer la reflexión de Marcelo “Cucha” González, militante del PTS sobre aquella huelga de 1991: “En la huelga estaban todas las agrupaciones de izquierda, hasta vino un sector del peronismo de izquierda. El viejo MAS (Movimiento al Socialismo) dirigía el conflicto. Era un partido con responsabilidad en varios sindicatos y peso electoral. Planteaba “luche y vote”, pero no pensaba cómo hacíamos para que esa lucha interpelara más a la población usuaria. Tampoco buscaba coordinar con otros sectores atacados. Planteaba todo el apoyo a la lucha ferroviaria y punto, sin coordinar.
El PTS recién rompía con el MAS, estaba en pleno proceso de elaboración de sus ideas. Planteaba coordinar las luchas y hacer un encuentro que después se hizo en Ensenada con el Astillero Río Santiago. Yo acordaba con eso. Pero ni a mí ni a nadie se nos ocurrió que podíamos poner los trenes gratis para ganarnos el apoyo de la población, por ejemplo.
El PTS empezaba a plantear ‘control obrero’ de la producción y los servicios. Pero era abstracto porque había que remitirse a la experiencia de la revolución Rusa como ejemplo. No existían Zanon y Madygraf como ahora, dos fábricas que funcionan sin patrón bajo control obrero desde hace años.”
Hasta aquí hemos intentado reconstruir los momentos de la gran huelga ferroviaria de 1991 a través de la prensa del PTS (Partido de Trabajadores por el Socialismo), tal como nos propusimos en la primera entrega de la serie “Años neoliberales”. En los tres números que aquí citamos de Avanzada Socialista, pudimos ver la batalla por la independencia política e identificamos una de las líneas de acción que caracterizan al trotskismo: que los trabajadores sólo deben confiar en sus propias fuerzas y en la de sus hermanos y hermanas de clase. En nuestra próxima entrega, veremos como se dio la lucha contra las privatizaciones en la única empresa del país que el menemismo no pudo privatizar: el Astillero Río Santiago.
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Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.