Una reflexión sobre la televisión y las noticias tras perder a un ser querido en tiempos de pandemia.
Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r
Jueves 16 de abril de 2020 20:15
Me tocó perder a papá en tiempos de pandemia. No murió de coronavirus. Las personas siguen muriendo por otras causas, aunque no sean noticia.
Las semanas que convaleció en el sanatorio fueron particularmente difíciles. Debido a la cuarentena, no pudo abrazar a sus amigos de la infancia, a la mayoría de sus familiares, a su nieta o a sus compañeros de trabajo. Solo pudo vernos a mi mamá, a mi hermana, a su hermana y a mí, y nunca podíamos estar todas juntas en la habitación, por las medidas sanitarias excepcionales.
La morfina, el oxígeno y los tumores hicieron de las suyas esos últimos días y papá perdió un poco la noción de tiempo y espacio. Por eso, me parece, necesitaba tener las noticias prendidas, a un volumen alto. Si lo bajábamos o cambiábamos el canal de su preferencia, él pedía que lo volvamos a poner. Parece que mientras volvía del sueño a la vigilia, los titulares y las voces de los periodistas conocidos lo ayudaban a sentirse parte del mundo, a encontrar su aquí y ahora.
Respetamos su decisión y dejamos el televisor prendido. Para mi esto fue una verdadera penuria. Mientras veía a mi papá luchar a brazo partido por cada cuota de aire, la televisión era un desfile interminable de cadáveres. Un día estaban apilados en una pista de patinaje en Madrid, al otro amontonados en un camión frigorífico en Milán, luego descompuestos o prendidos fuego en las calles de Guayaquil, y más tarde alineados en fosa común (cavada por presos) en la Isla Hart de Nueva York.
Había también otras noticias, pero las de los muertos (siempre mostrados de forma morbosa, indigna) parecían ocupar la mayor parte de la trasmisión durante horas y horas. No creo que esto sea porque “estamos en una situación excepcional” y las noticias son inevitablemente éstas. Me parece que hay una decisión consciente y deliberada de los grandes multimedios por ofrecer un streaming permanente de necrológicas y tristeza. No puedo evitar preguntarme qué impacto habrán tenido semejantes noticias en el estado de ánimo de papá y en su calidad de vida en los últimos momentos.
Desde que falleció evito lo más posible la televisión. En cambio, consumo como elixir de la vida los nuevos noticieros de La Izquierda Diario. Allí ganan los titulares las noticias sobre la solidaridad de cooperativas, universidades y fábricas bajo gestión obrera como Zanón y Madygraf, que se ponen a hacer barbijos, alcohol en gel y respiradores, o incluso dan trabajo a nuevas personas mientras el resto de las empresas despiden y suspenden. También vi noticias sobre les trabajadores aeronáuticos despedidos injustamente, que lograron la reincorporación, y sobre jóvenes precarizades de McDonald, Burger King y otras grandes cadenas que se organizan y dan pelea contra las rebajas salariales. Estos contenidos son muy importantes porque inclinan la balanza. Muestran que la vida no es solo muerte y sufrimiento, sino también solidaridad y resistencia. Y pienso que alguien que está luchando contra una enfermedad necesita este tipo de noticias. Las personas que acabamos de sufrir una pérdida, necesitamos estas noticias. Las que sufren diariamente las injusticias, la pobreza, la desigualdad, necesitan estas noticias. Lo otro, el funeral permanente, no ayuda a reunir fuerzas para enfrentar las adversidades. ¡Y hoy más que nunca necesitamos esa fuerza!
Por eso, en medio de la tristeza, quise escribir estas líneas para agradecer al staff de La Izquierda Diario. Algunes me han acompañado personalmente (con todas las virtualidades del caso), porque trabajamos juntes o militamos codo a codo. Otres me acompañaron simplemente por hacer lo que hacen. Y eso que hacen me dio esperanzas en el peor momento.
Ojalá los noticieros y programas de TV de La Izquierda Diario crezcan, mejoren, se multipliquen y tengan más y más llegada. Ojalá mucha gente empiece a verlos pronto, en el canal de YouTube o en la página de Facebook, y envíe sus opiniones y sus aportes económicos para ayudar a mejorarlos.