El 6 de febrero de 1934, un levantamiento de bandas fascistas ante el presidente del Consejo de Ministros, Daladier, desencadena una respuesta obrera: la huelga general del 12 de ese mes. El 6 de febrero, día de la primera ofensiva seria de la contrarrevolución unificada, será una fecha clave para los análisis de Trotsky sobre la situación en Francia.
Sábado 6 de febrero de 2016
El levantamiento fascista
Las consecuencias de la guerra y de la debacle producida por la crisis de 1929 eran visibles en todas partes. Francia sufría una terrible sangría. Los gobiernos que se sucedieron en la posguerra se mostraban impotentes y e l signo era la inestabilidad política. El primero en subir al poder fue el Bloque Nacional formado bajo el padrinazgo de Clemenceau, que pronto fracasó y fue vencido dos veces, en 1924 y en 1932, por el Bloque de Izquierdas de radicales y socialistas.
El ascenso de Hitler al poder en 1933 envalentonaba a las bandas fascistas. En Francia existían muchas: las Juventudes Patrióticas, Los Camelots de l’Action Française monárquica, los Croix de Feu y la Asociación Nacionalista de Ex Combatientes.
Bandas fascistas desfilando por París
En los primeros días de 1934, el pretexto para una movilización contra el presidente del Consejo de ministros entonces en el poder, el radical Chautemps, y contra el parlamentarismo en general, lo dio un escándalo financiero, el affaire Stavisky, en el que muchos políticos del gobierno estaban más o menos involucrados. Todas las tardes se desarrollaban manifestaciones tumultuosas en los alrededores del Palais Bourbon fomentadas por las organizaciones fascistas, que ocupaban calles y bulevares al grito de: “¡Abajo los ladrones!”. La policía al mando del prefecto Chiappe, cómplice de los manifestantes, las propiciaba. Estas movilizaciones encontraron eco en un sector enrolado bajo la bandera del antiparlamentarismo y fueron alentadas por un primer éxito: el radical Chautemps renunció porque uno de los miembros de su gobierno estaba implicado en el caso. Otro radical, Daladier, tomó el poder.
Para formar el nuevo gobierno, primero se alejó de los socialistas cuya colaboración le era indispensable. El ministerio, apenas se formó, parecía poco viable. Sin embargo, Daladier, para volver a ganar a los socialistas, retiró a Chiappe de la Prefectura de policía; entonces, fueron los ministros del centro los que renunciaron.
Daladier
Las bandas fascistas decidieron apelar a un asalto general dirigido contra el Palais Bourbon el día en que el nuevo ministro debía presentarse ante las Cámaras: el 6 de febrero de 1934. Incitados por los dirigentes de las Ligas fascistas, los manifestantes atacaron furiosamente al Palais Bourbon. El resultado fue de diecinueve muertos y varios heridos. Daladier en la tarde del 7 de febrero, presentó su renuncia al Elíseo.
El presidente de la República, Albert Lebrun, decidió apelar a una suerte de unidad nacional que pondría fin a esas peligrosas querellas, como el levantamiento acababa de demostrar. Tenía un hombre: Doumergue, su predecesor en la presidencia. Era un político hábil y al haberse retirado discretamente a un pueblo meridional cuando terminó su mandato, estaba en condiciones de ubicarse como un árbitro por encima de los partidos y favorecer la formación de una unión nacional. Al día siguiente del motín, cuando los obreros se levantaban contra las Ligas, la crisis económica persistía, el creciente número de desempleados se acercaba a 500.000, Lebrún dijo a Doumergue que si rechazaba el cargo, él renunciaba. Doumergue aceptó e inmediatamente incorporó a varios ministros de derecha en su gabinete. Este ministerio de unidad nacional duró nueve meses, del 9 de febrero al 8 de noviembre de 1934.
Doumergue
La alternativa fascismo o revolución obrera estaba planteada. Como dice Rosmer en el prólogo al Diario del exilio. “La llama reaccionaria que había alcanzado su punto culminante el 6 de febrero podía parecer apagada pero no lo estaba para nada. Si bien los hombres que la habían preparado se contentaban provisoriamente con haber separado a los radicales del poder, no olvidaban que era por medio de la sublevación que habían alcanzado su objetivo y, desde ese momento, ésta formaba parte de su programa de acción… Sacaban la lección de los acontecimientos mejor de lo que lo hacían los obreros, se volvían agresivos y se organizaban para la acción clandestina, creaban nuevas ligas cuyos miembros se armaban, sus diarios eran de una violencia extrema. Por miedo al comunismo, la burguesía francesa se deslizaba hacia el fascismo y el nacionalsocialismo: Mussolini y Hitler habían mostrado cómo se domina a la clase obrera y cómo se desvanece el espectro de la revolución socialista...”.
La respuesta obrera ante la asonada fascista: Un programa de acción para Francia
Ante el levantamiento fascista, el 9 de febrero hubo una manifestación del Partido Comunista y de la CGTU, con el resultado de 6 muertos. El 12 de febrero hubo una huelga general llamada por la CGT, sindicato con mayoría socialista, contra las amenazas del fascismo y por la defensa de las libertades políticas, a la que se unió la CGTU. Logrando la presencia de más de 100.000 trabajadores, las dos manifestaciones de la CGT y de la CGTU se juntan al grito de “¡unidad!”. Como escribe Trotsky, “El 12 de febrero, el día de la huelga general y de las poderosas manifestaciones, los obreros de Francia obligaron a los dos aparatos burocráticos a hacer frente único durante veinticuatro horas. Pero se trató de una improvisación y para ganar hace falta organización” (1).
En marzo de 1934, Trotsky redacta “Un programa de acción para Francia” (2), como respuesta a la situación prerrevolucionaria que se desató a partir del 6 de febrero. La idea de frente único contra el fascismo, que había sido el eje de la agitación de la Liga Comunista francesa durante algún tiempo, comenzó a ganar apoyo en los partidos obreros de masas y en los sindicatos. En este programa, partiendo del análisis de la situación internacional y de Francia en particular, con el fascismo y la guerra que amenazaban, articula una serie de consignas transicionales para que la crisis la paguen los capitalistas (abolición del secreto comercial, control de la banca, la industria y el campo por los obreros y campesinos, nacionalización de los bancos e industrias claves). Ante el cercenamiento de los derechos e instituciones democráticas e incluso su supresión, levanta “¡Abajo el ‘Estado fuerte’ burgués!” “¡Por el poder obrero y campesino!”. Para la lucha por la comuna obrera y campesina propone: “Es necesario organizar la alianza obrera de los partidos y los sindicatos mediante la unificación de las fuerzas de todos los trabajadores sin excepción, independientemente de sus tendencias y teniendo como objetivo permanente la coordinación de la resistencia de la clase obrera ante la ofensiva de la reacción, por medio de la defensa de las posiciones y los derechos adquiridos por el proletariado”… “Por encima de todo, la tarea consiste en asegurar la unidad de acción de la clase trabajadora en las fábricas y en los barrios obreros de los centros industriales…” y llama a formar comités de lucha que representen a las propias masas y milicias obreras siempre unidas en la acción, aunque organizadas por los diversos partidos y organizaciones. Como órganos de defensa popular contra el fascismo, estos comités deberán transformarse en organismos directamente elegidos por las masas, en órganos de poder obrero y campesino, es decir, deben constituir el Estado obrero y campesino.
Como plantean Emilio Albamonte y Matías Maiello en “Gramsci, Trotsky y la democracia capitalista”: “La novedad que introduce Trotsky es la articulación de estos mismos temas como consignas democrático radicales dentro de un programa transicional en la lucha (bajo la democracia burguesa) por un gobierno obrero (dictadura del proletariado)… El diálogo de Trotsky es el siguiente. ‘Somos, pues, firmes partidarios del estado obrero-campesino, que arrancará el poder a los explotadores. Nuestro primordial objetivo es el de ganar para este programa a la mayoría de nuestros aliados de la clase obrera.
Entre tanto, y mientras la mayoría de la clase obrera siga apoyándose en las bases de la democracia burguesa, estamos dispuestos a defender tal programa de los violentos ataques de la burguesía bonapartista y fascista. Sin embargo, pedimos a nuestros hermanos de clase que adhieren al socialismo ‘democrático’, que sean fieles a sus ideas: que no se inspiren en las ideas y los métodos de la Tercera República sino en los de la Convención de 1793’... Nótese que el fundador del Ejército Rojo parte de constatar los diferentes objetivos entre los comunistas y los trabajadores socialdemócratas, para luego señalar que los revolucionarios están dispuestos a levantar un programa transicional que incluya la defensa de la democracia burguesa contra los ataques de la burguesía en pos del Frente Único. A renglón seguido contrapone los métodos revolucionarios a los parlamentarios para llevarlo adelante, y como continuidad de aquel diálogo, no hace referencia a la Comuna de París de 1871 sino a la revolución burguesa, a la de la Convención jacobina de 1793. Luego transcribe con leves modificaciones (adaptaciones) el programa de la Comuna de París tal como lo había sintetizado Marx en los manifiestos de la Asociación Internacional de los Trabajadores: ‘¡Abajo el Senado, elegido por voto limitado, y que transforma el poder del sufragio universal en mera ilusión! ¡Abajo la presidencia de la República, que sirve como oculto punto de concentración para las fuerzas del militarismo y la reacción! Una asamblea única debe combinar los poderes legislativo y ejecutivo. Sus miembros serían elegidos por dos años, mediante sufragio universal de todos los mayores de dieciocho años, sin discriminaciones de sexo o de nacionalidad. Los diputados serían electos sobre la base de las asambleas locales, constantemente revocables por sus constituyentes y recibirían el salario de un obrero especializado’… Su lógica estratégica era tan sencilla como precisa. La lucha por la constitución de organismos soviéticos es fundamental para la revolución, como órganos de la insurrección y como andamiaje de la dictadura del proletariado. Pero, ¿qué son los Soviets? Organismos de Frente Único de masas. ¿Cuál era la condición para poder constituir el Frente Único? La unidad de acción con la mayoría de los obreros que confiaban en la democracia burguesa y querían defenderla contra el avance del fascismo. ¿Qué les propone Trotsky? Defender la democracia burguesa contra los ataques de la propia burguesía, pero no con los métodos parlamentarios sino con los de la lucha de clases, no bajo las banderas del régimen decadente de la Tercera República sino bajo las de la democracia radical”.
En el programa, estableciendo que la burguesía no se rendirá voluntariamente, y que sólo resolverá la cuestión del reparto de los cargos con las armas, plantea que: “Nuestra consigna no es la de confiar el desarme de las bandas fascistas del capital financiero a su propia policía… Los explotados deben defenderse de los fascistas. Nuestra consigna es ¡Armar al proletariado, armar a los campesinos pobres! ¡Milicia popular antifascista!”. Y por último, reivindica la apreciación de la Liga Comunista ante los hechos de febrero y llama a los trabajadores avanzados a unirse a sus filas, con el partido como un arma indispensable para el triunfo. “Pero esto no excluye la acción e incluso la organización común de la acción. Al contrario, esto se impone… Lo que hay que crear sin demora es el terreno en el que todas las organizaciones obreras puedan encontrarse para discutir, decidir y actuar en común. Este terreno, que materializa el frente único, es la alianza obrera”.
Y culmina: “El 12 de febrero, ustedes mostraron su poder y determinación de no someterse a esa violencia. Pero ese día, sus dirigentes los traicionaron al no proponer consignas concretas ni perspectivas serias de lucha. Para llegar a tener verdadera fuerza, para defender vuestro derecho a vivir, para no seguir trabajando por el enriquecimiento de una minoría de explotadores desvergonzados, preparen vuestra revolución: ¡únanse a la acción de la Liga Comunista!”.
Nota:
1. Francia es ahora la clave de la situación. Un llamado a la acción y al reagrupamiento después de los acontecimientos franceses y austríacos. .
2. Incluido en la compilación del tomo 5 de las Obras Escogidas