Los principales candidatos demócratas a la presidencia de Estados Unidos expusieron sus visiones para la próxima administración presidencial, dando una idea más clara de lo que los que separa y lo que los une.
Sábado 29 de junio de 2019 16:59
En un evento que se repartió en dos noches, el miércoles y el jueves pasados, 20 candidatos presidenciales demócratas trataron de impulsar sus campañas en el escenario nacional. Como era de esperar, Trump fue el tema central de ambos días. El nombre del presidente fue mencionado más de 50 veces y muchos de los candidatos declararon que derrotar a Trump es su mayor prioridad. Trump mismo tuiteó varias veces sobre los debates. Sin embargo, los participantes también expusieron sus visiones para la próxima administración presidencial, dando una idea más clara de lo que los que separa y lo que los une. Los candidatos principales fueron distribuidos en las dos noches y el resto fueron ubicados al azar
El primer día estuvo dominado por Elizabeth Warren, que ha estado subiendo en las encuestas y ahora está cabeza a cabeza con Bernie Sanders en el segundo puesto después de Joe Biden, ex vice de Obama. Warren compartió el escenario con candidatos menores por lo que no discutió con nadie que realmente represente una amenaza. Además, la mayoría de los candidatos parecía estar perfilándose para ser elegido como miembro del nuevo gabinete debido a que no tienen una oportunidad real de llegar a la presidencia.
La noche del jueves fue un poco más interesante. Joe Biden, que lidera las encuestas con casi veinte puntos, era el candidato a derrotar. Incluso los moderadores parecían guardar sus preguntas más difíciles para el ex vicepresidente. Gran parte de los medios de comunicación declararon que la senadora por California Kamala Harris, la que más atacó a Biden, fue la ganadora de los debates. Por su parte, Bernie Sanders logró navegar las aguas bravas de la noche y mantenerse centrado en su mensaje, aunque ninguna de sus respuestas fue particularmente buena. A pesar de recibir mucha atención de los demás candidatos, Sanders se mantuvo fiel a su libreto en lugar de moderar su mensaje como cabría esperar frente a una audiencia nacional. Esto se debe probablemente a la presión por izquierda ejercida sobre él por Warren, quien lo ha alcanzado en las encuestas en tan sólo unas semanas desde que lanzó su campaña. Ambos tienen un programa muy similar que se basa en condonar la deuda de los estudiantes universitarios e impulsar un Green New Deal y Medicare for all (un sistema de salud público para todos).
Veamos algunas de las conclusiones más importantes de los debates.
El fenómeno de Bernie Sanders no ha desaparecido
Cuando Sanders lanzó su campaña presidencial en 2015, se le consideraba poco más que un candidato de protesta contra la masiva maquinaria política de Clinton. Cuatro años después, el senador de Vermont se ha convertido en una figura reconocida a nivel nacional e internacional. Entre más de 20 candidatos demócratas, se encuentra actualmente en el segundo lugar de las encuestas, detrás del favorito Joe Biden. Cientos de miles de personas -principalmente jóvenes- continúan participando de su campaña a través de actividades políticas y donaciones de dinero. Su plataforma que incluye abolir la deuda universitaria, hacer que la atención médica sea gratuita y accesible para todos y elevar el salario mínimo resuena entre los millones de personas que todavía no han sentido el impacto de la supuesta recuperación económica después de 2008.
Dicho esto, a la luz de su actuación en el primer debate, no se puede negar que Sanders ha perdido parte de su encanto desde 2016. Muchas de las respuestas que ofreció en el debate - "Necesitamos una revolución política", "La gente tiene que ponerse de pie y enfrentarse a los intereses especiales"- sonaron demasiado vagas y sin fuerza. Sin embargo, el peso de Bernie en el debate y en la campaña en general fue ineludible. Casi todos los candidatos demócratas serios han tratado de emular el fenómeno Sanders hasta cierto punto, intentando cubrirse ellos también con el manto "progresista" del senador de Vermont. Uno a uno, los candidatos anunciaron sus propuestas para "acabar con la desigualdad de ingresos" y los abusos de los ricos. La senadora Kamala Harris y la escritora Marianne Williamson propusieron planes para pagar reparaciones a los descendientes de la esclavitud. Kirsten Gillibran propuso una licencia familiar remunerada y programas universales de primera infancia. Incluso el ex ejecutivo de la industria tecnológica Andrew Yang intentó subirse a la ola populista, destacando su plan una renta básica universal de 1.000 dólares al mes, que se distribuiría a todos los ciudadanos del país, independientemente de sus ingresos. Ni hablar de la plataforma de Elizabeth Warren, que recoge casi todas las demandas que impulsaron a Sanders al éxito en 2016.
La tremenda popularidad de Sanders también lo convirtió en un blanco del ataque del resto de los contendientes del Partido Demócrata. Varios candidatos apuntaron a la propuesta de Medicare for All argumentando en cambio a favor de un enfoque más "responsable" que dejaría intacto el seguro médico privado. Entre los 10 candidatos en el escenario el jueves por la noche, solo Sanders y Harris propusieron que se prohibiera la participación de aseguradoras privadas, aunque más tarde Harris se retractó de sus comentarios. John Hickenlooper, el candidato de Colorado, habló en dos ocasiones sobre los peligros del socialismo para el país - una clara referencia a la candidatura de Sanders. Kirsten Gillibrand también salió en defensa del capitalismo, señalando que hay "una gran diferencia entre el capitalismo por un lado y la codicia por otro". Según la senadora neoyorquina, "un capitalismo sano" sigue siendo posible.
Aunque con diferencias en sus posiciones, todos los candidatos demócratas se pronunciaron a favor de una mayor intervención del Estado en la vida política y económica del país. Esta estrategia está en línea con las recientes encuestas que muestran que menos de la mitad de los estadounidenses ven el capitalismo positivamente.
Ningún candidato estaba dispuesto a atacar el legado de Barack Obama.
Mientras que la mayoría de los ataques fueron dirigidos a Trump, los candidatos se alinearon firmemente detrás del ex presidente Obama. Sólo una candidata -Kamala Harris- planteó una crítica a la administración pasada, pero incluso sus comentarios fueron relativamente benignos. Harris señaló que se opuso al programa de "Comunidades Seguras", que asignaba a las fuerzas de seguridad locales la tarea de ayudar a la Seguridad Nacional deteniendo los inmigrantes indocumentados. Sólo los moderadores mencionaron el historial de deportación de Obama durante los debates. Ni Harris ni ningún otro candidato en el escenario denunciaron la deportación de más de 3 millones de personas, la gran mayoría de las cuales nunca cometieron un delito.
Tampoco se habló de la responsabilidad de Obama por la presencia continua de tropas estadounidenses en el Medio Oriente, los mortales ataques con drones llevados a cabo bajo sus órdenes que mataron a miles de personas en Somalia, Yemen, Pakistán y otros lugares, o el apoyo de su administración a regímenes asesinos y derechistas en Arabia Saudita, Israel, Colombia y Egipto.
A pesar de un fuerte enfoque en la crisis climática, ningún candidato mencionó el papel de la administración anterior en la expansión de la extracción de petróleo y gas natural o el hecho de que las emisiones de dióxido de carbono crecieron sostenidamente durante los años de Obama alcanzando máximos históricos. Muchos se refirieron al Acuerdo de París y prometieron que Estados Unidos se reincorporaría una vez que asumieran, pero ninguno señaló que fue la administración de Obama la que se negó a firmar un acuerdo vinculante e insistió en compromisos voluntarios.
Como era de esperar, Biden parece estar apostando toda su candidatura al el legado de la administración Obama en materia de política ambiental, salud y derechos civiles. Sin embargo, sin excepción, sus afirmaciones sobre los muchos logros "progresistas" de la era Obama no fueron impugnadas por nadie en el escenario durante los debates.
La política exterior estuvo notablemente ausente del debate.
Cuando el tema de la política exterior entró en la discusión, los candidatos denunciaron principalmente las "amenazas" que Rusia y China planteaban a la seguridad de Estados Unidos o hablaron sobre el fortalecimiento de la OTAN y otras alianzas militares. Biden dijo que hacía tiempo que debía haberse retirado las tropas de Afganistán, pero no mencionó que fue el gobierno de Obama y Biden el que mantuvo a más de 8.000 soldados estadounidenses en el país hasta 2017.
Mientras que muchos candidatos se esforzaron por demostrar sus credenciales "progresistas" en política interna, ninguno se atrevió a pedir el fin del apoyo de Estados Unidos a Israel y su brutal e ilegal ocupación de Palestina, el fin del bloqueo de Cuba por parte de Estados Unidos, o el cierre de bases militares estadounidenses en el extranjero. No hubo una sola palabra sobre el intento de golpe orquestado por Estados Unidos en Venezuela o sobre el entrenamiento que el Departamento de Estado le dio al ex juez Sergio Moro, la figura principal detrás del golpe institucional contra Dilma Rousseff en Brasil. Varios candidatos hablaron sobre la inmigración y la necesidad de ofrecer ayuda a los refugiados, pero sólo Williamson mencionó (y muy brevemente) las políticas de Estados Unidos hacia América Latina, particularmente en México y América Central, que está en la raíz de la actual crisis humanitaria y el éxodo de refugiados.
La cuestion racial, el punto más débil.
Kamala Harris obtuvo su mayor victoria de la noche al destacar la oposición de Biden a ciertas políticas de integración escolar orientadas a la comunidad afroamericana. También atacó al ex vicepresidente por sus declaraciones de apoyo a algunos senadores segregacionistas con los que trabajó en su juventud. Harris señaló que ella era una de las estudiantes negras que había podido asistir a una escuela integrada gracias a las medidas a las que Biden se opuso cuando era un joven senador. Según un informe del Washington Post, "Biden asumió un papel de liderazgo en la lucha, hablando repetida y enérgicamente contra el envío de niños blancos a escuelas mayoritariamente negras y de niños negros a escuelas mayoritariamente blancas".
Sin embargo, incluso Harris estaba atada de pies y manos por su propio pasado. Como fiscal de distrito del estado de California, fue responsable del encarcelamiento de miles de negros y latinos. Como señala el sitio In These Times, Harris continuó encerrando a delincuentes de bajo nivel incluso cuando la Corte Suprema dictaminó que las prisiones de California estaban peligrosamente superpobladas. También continuó manteniendo a los prisioneros en confinamiento solitario, se resistió a la revisión de leyes de mano dura y apoyó otras que criminalizan el ausentismo escolar y aplican a los padres con penas de cárcel, todas políticas que afectaban desproporcionadamente a las minorías. Incluso Biden pudo contraatacar duramente a Harris por su legado, señalando que él había trabajado como defensor público, y "no se convirtió en fiscal".
La creciente desilusión con el capitalismo y las aspiraciones cada vez más progresistas de los jóvenes obligaron a los candidatos a presentar propuestas para resaltar sus perfiles progresistas. Los debates demostraron, sin embargo, que ningún candidato demócrata puede ofrecer soluciones reales para la clase obrera y los oprimidos mientras no estén dispuestos a desafiar el dominio del capital. El "capitalismo sano" que Kirsten Gillibrand espera es absolutamente imposible. La presidencia de Obama demostró que unas pocas medidas aparentemente progresistas son totalmente insuficientes ante una emergencia climática, el encarcelamiento masivo y un ataque a gran escala contra los derechos de las mujeres. Estas crisis son consecuencia lógica del capitalismo. Por consiguiente, un movimiento anticapitalista no es sólo la única salida a estas crisis - es la única manera de vencer a Trump y a los reaccionarios para siempre.
Robert Belano
Vive en Washington y es escritor y editor de Left Voice de EE. UU.