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Red Internacional
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Editorial. Lo viejo o lo nuevo: la decadente política capitalista o la juventud que se rebela en todo el mundo

La política no es solo rosca y ajuste. No es solo resignación y mal menor. Puede ser cambio y transformación revolucionaria. Puede ser la herramienta para preparar el derrocamiento de un sistema que empuja a la miseria a millones.

Martes 30 de abril 19:51

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Las imágenes llegan de Estados Unidos y Europa. De Nueva York, París, Londres, Málaga. Las y los estudiantes toman las calles y los campus de las universidades. Conmueven el corazón de los países imperialistas. Resisten la represión y las expulsiones. También la feroz campaña mediática que falsamente cataloga como “antisemitismo” lo que es un repudio militante a la brutalidad genocida del Estado de Israel en Gaza. Esos rostros jóvenes y combativos son lo nuevo que recorre el mundo.

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Son las mismas caras jóvenes que las calles argentinas vieron desfilar masivamente hace una semana. Un millón de voces empezando a poner freno a la voracidad ajustadora del Gobierno. Un millón de voluntades desafiando parte del esquema económico ordenado por el FMI desde Washington. Allí también germina lo nuevo.

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Del otro lado, lo viejo está en la decadente política capitalista. La que ocupó pantallas y redes sociales día y medio este lunes y martes. La que rosqueó una reforma laboral y la eliminación del monotributo social. Que votó la reaccionaria decisión de eliminar la moratoria, dejando sin derecho a jubilarse a 9 de cada 10 mujeres. En una negociación infinita, la oposición cómplice de macristas, radicales -y parte del peronismo- escoltó a Milei en esa labor destructora.

El peronismo opositor acompañó a su modo. Su ala parlamentaria ensayó mayoritariamente una dura crítica discursiva. Una fracción, sin embargo, hizo su aporte al plan de Milei. Seis diputados de Unión por la Patria pusieron sus votos para aprobar el Régimen de Incentivos a Grandes Inversiones (RIGI), esquema de puro beneficio para grandes multinacionales. Siguieron el camino que abrió el tucumano Jaldo, hace un par de meses. Demás está decir que dirigentes políticos y diputados decidieron no llamar a movilizar contra la norma. Apuestan, ahora, al puro lobby parlamentario. Rezan mirando el Senado de la Nación, la misma cámara donde todos los bloques votaron subirse las dietas a $ 6 millones.

El ala social colaboró en diversas maneras al avance de esta nefasta ley. La CGT capituló abiertamente: eligió negociar la reforma laboral. Aceptó el programa de Milei y los grandes capitalistas. Lógicamente no convocó a movilizar. No lo hicieron ni los semi-oficialistas ni los cuasi-opositores: ni Daer ni Pablo Moyano. Apenas un día más tarde, encontraron la bendición de Juan Grabois, el vocero papal que hace campaña pensando en 2025.

Las CTA, por su parte, eligieron las palabras a la acción. Ni llamaron al paro ni se movilizaron. Apenas algunas banderas de sindicatos o agrupamientos flamearon el lunes, en la fría tarde del Congreso. Los movimientos sociales kirchneristas y peronistas, en su inmensa mayoría, transitaron el mismo camino. Las minúsculas delegaciones que llegaron al palacio legislativo solo confirmaron la negativa a enfrentar seriamente al Gobierno.

De cara al tratamiento en el Senado tenemos que imponerles otro camino. Obligarlos a romper la escandalosa tregua y que convoquen a parar y movilizar masivamente. El malestar es creciente. El ataque al salario y las condiciones de vida, también. Se profundizarán en los días por venir. La fuerza de las calles puede ser el factor que sepulte la Ley de Bases y el paquete fiscal, abriendo el camino para derrotar la totalidad del plan ajustador.

Esas conducciones burocráticas son parte de lo viejo. Son parte de esa política que se hace entre negociaciones y roscas. En reuniones secretas y departamentos caros. En salones de lujosos hoteles o en pasillos de ministerios y secretarias. Ahora, Milei concentra su estrategia en negociar con esos actores. Saluda a la casta; aplaude el “compromiso” de quienes hicieron posible la Ley Bases.

Esa vieja política puede empezar a ser recuerdo. Lo nuevo, como dijimos, se construye en las calles. Lo construye la juventud, que empieza a rebelarse. Que despliega voluntad de combate y pasión. Que, en Nueva York, es capaz de conmoverse y enfurecerse con una masacre que ocurre a casi 6.000 kilómetros. Que desafía al poder imperial que avala ese genocidio.

Ese aire empieza a correr en Argentina. Aún inicialmente. Derribando fronteras y prejuicios. Enterrando la ridícula idea de que la juventud “es de derecha” casi genéticamente. Se ve en las asambleas que cruzan escuelas y facultades. En los y las jóvenes que recorren cursos llamando a organizarse. En esa militancia inicial que quiere pelear y no se conforma con esperar el resultado de “las negociaciones” con el Gobierno.

Corre, también, entre los trabajadores que salen a desafiar el ajuste. Como los metalúrgicos cordobeses de la WEG, que enfrentan despidos mediante el paro y el bloqueo de portones. Como los aceiteros que fueron al paro, repudiando el impuesto a las Ganancias. Como los trabajadores del transporte, que mostrarán su poder el lunes próximo, afectando el funcionamiento de aviones, trenes, subtes y puertos.

Lo nuevo tiene que chocar contra lo viejo. Tiene que desafiar su rutina burocrática de roscas y acuerdos por arriba. Tiene que organizarse desde abajo, democráticamente. En cada facultad, en cada escuela, en cada barrio y en cada lugar de laburo. Solo así puede empezar a desplegarse una nueva política, que se proponga la pelea consciente por terminar con este estado de cosas que -en Argentina y el mundo- condena a millones a la miseria mientras consagra la riqueza infinita de una elite de súper ricos.

La juventud que se rebela puede y debe ser vanguardia en esa tarea. Confrontando a quienes la invitan al individualismo y al conformismo. Uniendo sus luchas a las luchas y demandas de todos los explotados y oprimidos. Proponiéndose, en Argentina, combatir contra todas las formas del ajuste. No solo aquellas que la afectan en particular.

En EE.UU., a cinco décadas, la juventud universitaria amenaza retomar el camino heroico de la lucha contra la Guerra de Vietnam. En Argentina puede proponerse recrear esa enorme combatividad del Cordobazo, el levantamiento popular que derrotó en las calles a la Policía del dictador Onganía, abriendo una etapa de profunda movilización revolucionaria. Lo nuevo tiene que crear su propia épica: rescatar del pasado esa enormes tradiciones de combate. Volver a hacer material ese eslogan que decía “obreros y estudiantes, unidos y adelante”.

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Esa es solo una parte el camino. Es urgente construir una herramienta esencial para la lucha contra este sistema en decadencia. Trabajar para edificar un gran partido socialista y revolucionario de la clase trabajadora. Un partido que tenga la perspectiva de derribar este capitalismo decadente. Que se proponga la construcción de una nueva sociedad, donde la opresión y la explotación vayan siendo un recuerdo gris del pasado.

El PTS-Frente de Izquierda apuesta todo en la tarea de construir ese partido. Este lunes y martes lo hizo en las calles y a través de la gran denuncia que desplegaron sus diputados y diputadas en el Congreso. Esa denuncia amplificó exponencialmente el conocimiento acerca de la reaccionaria Ley Bases. Al hacerlo, facilitó la preparación de los combates por venir. Para vencer en esas y las próximas batallas, es preciso construir una fuerza militante y socialista de la clase trabajadora. Te proponemos encarar esa lucha en común.

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Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

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