Hace pocos días se conoció la noticia de que fueron identificados los restos de Julio Gushiken, uno de los “Pibes del Santa” de Florencio Varela desaparecido durante la última dictadura militar.
Gabriela Boyadjian @gabyrub_
Martes 22 de septiembre de 2015
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Julio Gushiken fue secuestrado y desaparecido junto a otros 9 compañeros del Instituto Santa Lucía de Florencio Varela durante la dictadura. Integraba la juventud del PCML (Partido Comunista Marxista Leninista).
Esta noticia trae al relato la historia de un grupo de jóvenes que desde principios de la década del 70 intentó armar un centro de estudiantes en ese instituto privado regenteado por su fundador, Modesto “Tino” Rodríguez, quien fuera amigo del genocida Jorge Rafael Videla, a quien reivindicaba como héroe nacional y por el cura Francisco Motta. La institución dependía de la diócesis de Avellaneda al mando de Antonio Quarracino, reconocido cómplice de la dictadura.
Como aún sucede en Florencio Varela, el acceso a la educación era casi para privilegiados. Entre fines de la década del sesenta y principios de los setenta, en esa parte del conurbano bonaerense se graduaban del secundario no más de 130 estudiantes en total. Si, no más. En ese entonces el instituto Santa Lucía se caracterizaba por “abrir” sus puertas tanto a hijos de ricos como de trabajadores, generalmente rurales. Pero contrariamente a esta política de apertura, en lo ideológico el rector Tino deschavaba su complicidad con la dictadura y lo manifestaba en enfrentamientos directos y persecución contra los que llamaba “forajidos, irresponsables y subversivos”. Y así lo hizo notar, al principio con pintadas, cuentan los ex alumnos, algunas sobre la calle Quintana. Una de ellas rezaba: “Fuera perros comunistas Lépore y March”, contra la pelea que daban el Grupo de Resistencia Estudiantil Secundario (GRES) y la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) para conformar un centro de estudiantes. Una de las tantas cuestiones por la que peleaban los pibes del Santa.
Entre 1975 y 1981 detuvieron-desaparecieron a 10 alumnos del Santa Lucía de Varela: Teodosio Acuña, Daniel Demaestri, José Lépore, los primos Horacio y Julio Gushiken, la pareja Ángel Iula y Silvia Schand (se supone por una grabación, embarazada de tres meses) y los hermanos Gustavo, Sergio y Alejo Zurita. Todos habían comenzado su militancia estudiantil en esa institución y luego comprometieron su tiempo entre el trabajo social y la fábrica. Desde entonces, en el instituto se silenciaron esos nombres desde el terror, el horror impuesto por su rector. Como si nunca, los pibes, hubieran pasado por allí, como si no hubieran dejado su huella.
El 24 de marzo de 1987, “Tino” Rodríguez, desde un atril improvisado manifestaba: “Los desaparecidos son todos delincuentes, asesinos. Y bien se merecen lo que les pasó. Yo he visto caminar por estos pasillos al diablo, pero gracias a Dios esas personas están viendo hoy crecer los rabanitos desde abajo”. A partir de este discurso comenzó la reconstrucción de la historia y la revisión de quienes no se dieron cuenta y de aquellos que miraron para otro lado. El silencio no volvería y el dar a conocer la historia se hizo imprescindible, y con esto denunciar y sacar al entregador, al cómplice de los genocidas, al rector Evaristo “Tino” Rodríguez quien murió en Mar del Plata en el año 2003, impune.
La aparición de un nieto o nieta implica, a pesar de la historia que trae, una alegría inmensa porque recuperamos a un hermano. La identificación de los restos hace que las familias, compañeros, amigos, puedan reconstruir los últimos días, cerrar historias, tal vez heridas. Tenerlos consigo, en algún lugar material donde poner una flor, una placa con una fecha y una dedicatoria. Una misa tal vez, como la que la comunidad varelense y la nikkei dedicaron este domingo a Julio Gushiken, al Gato, como le decían. Necesitan tenerlos, saber que están, que los encontraron.
Pero para el conjunto no es suficiente porque quedan caminos por recorrer, historias que reconstruir ya que ¿cuántos compañeros detenidos-desaparecidos quedan por identificar?, ¿cuántos nietos robados quedan por recuperar? Frente a esta incertidumbre se hace cada vez más necesaria la exigencia al Estado de la apertura de todos los archivos públicos, privados y eclesiásticos que existen sobre los crímenes de la dictadura. Y que el Estado cumpla.
No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos
Seguimos buscando a Jorge Julio López en su tercera desaparición.
Fuente: "Los Pibes del Santa" Represión estudiantil en Florencio Varela (1976-1983), Rafael Britez y Néstor Denza