El próximo martes vence la conciliación obligatoria impuesta por el Ministerio de Trabajo, a pedido empresarial, ante el anuncio de un paro por parte de SOEVA.
Domingo 16 de agosto de 2020 00:00
Foto: Diario Los Andes
Desde hace más de una década, la negociación paritaria el sector vitivinícola no se tensaba de la forma en que lo está haciendo en el “2020 de la pandemia”. Ya no se puede ocultar la indignación que acumularon por años los trabajadores de las viñas y las bodegas mendocinas. Y es que la pandemia ha puesto de manifiesto, sin ningún tipo tapujo, el costado más avaro y despreciable del empresariado del sector. Si bien los obreros que trabajan la tierra, cosechan la uva, y elaboran el vino, siempre resultaron mano de obra barata para los terratenientes provinciales, el contexto sanitario actual, desnudó el desprecio con que estos señores ven al conjunto de trabajadores que a medida que llenan los toneles, llenan también sus cuentas bancarias.
Esta negociación paritaria, trabada por el Sindicato, a instancias de los miles de trabajadores y trabajadoras que ya no soportan estar cobrando salarios que no cubren la canasta básica, no representa solo un número vergonzoso en los bolsillos del obrero. Representa la indignación contra los distintos gobiernos, que muestran un largo historial de sometimiento a los señores feudales el vino. Prueba de esto es que en plena Fase 1 del periodo de aislamiento por el COVID 19, los empresarios presionaron al Gobierno del Radical Suarez, para que interviniera la Presidente Peronista, Alberto Fernández, y el vino sea declarado un “alimento esencial”. Lo grupos económicos de la vitivinicultura tuvieron aseguradas sus ganancias a costa dela exposición al virus de sus trabajadores, con medidas sanitarias nulas en las viñas, y un tardío cuidado del personal en las bodegas. Otro ejemplo, de las relaciones carnales entre el gobierno y estos empresarios, con la complicidad de los medios, fue la demonización social que se hizo del primer trabajador contagiado en Bodega RPB Baggio, pero jamás se cuestionó el protocolo sanitario aplicado, no solo en esa bodega sino en la industria en general.
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La bronca de los obreros crece, no solo en torno a sus bajos sueldos. Crece cuando ven a cientos de trabajadores golondrinas que levantaron la cosecha, y que quedaron olvidados en terminales de ómnibus, abandonados a su suerte. Trabajadores golondrina que no cuentan con ningún encuadre sindical, por lo tanto SOEVA no se comprometió con su difícil situación, como sí lo hicieron legisladores de Izquierda y de parte de la oposición, logrando gestionar alojamiento, y el regreso a sus provincias. SOEVA, en este histórico ninguneo que sufre el cosechador o el laburante bodeguero, tiene su parte de responsabilidad, porque a este anuncio de medida de fuerza, para el pasado 6 de agosto, que quedó en suspenso ante el pedido empresarial de conciliación obligatoria, llega como una manifestación testimonial, invitando a sus afiliados a no concurrir a los lugares de trabajo, cuando esta situación desesperante de los obreros y obreras de la Industria Madre de Mendoza, debería ser una causa provincial. SOEVA no busca el respaldo social, y la negociación, incluyendo la medida de fuerza, parece que depende solo de una respuesta administrativa, en donde los trabajadores deben esperar en la puerta del Ministerio de Trabajo, o hacer paro dominguero quedándose en su hogar.
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Una familia mendocina necesitó en Junio de este año $ 38.742 para no caer en la pobreza. El sueldo básico inicial de viña es de $19.600, mientras que el de bodega es de $20.571. Por parte de la entidad sindical el aumento solicitado es de $ 6.000 mil de bolsillo no remunerativos que progresivamente se incorporarían al sueldo básico desde julio a febrero y que los $ 4.000 que ya están percibiendo por decreto también se incorporen al básico. Por eso, que el empresariado después de varias reuniones haya propuesto una última oferta que ronda los $2.800, es una burla para los trabajadores que saben perfectamente, cuanta uva cosecharon, cuanta producción de vino se hizo, y cuanto se vendió o se exportó. Al trabajador vitivinícola no le hace falta mirar las estadísticas de los diarios, para saber que a su patrón le está yendo muy bien, incluso en pandemia. El obrero de una bodega sabe perfectamente que el consumo interno de vino creció casi un 7%, y que las exportaciones se incrementaron más de un 46%. Y también sabe con certeza que con la venta de 2 o 3 botellas de vino de las miles que él mismo produce y su patrón vende, le pagan el sueldo de un mes.
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Este martes 18 de agosto vence la conciliación obligatoria, y ya se ha propuesto una nueva conversación entre el gremio y los empresarios para el mismo día a las 8 de la mañana. Dependerá de la nueva oferta de los empresarios, si el Sindicato rechaza, o consulta con las bases, pero más allá de esta instancia resolutiva, en donde las partes pueden quedar en libertad de acción, es imperiosamente necesario, que el trabajador, la trabajadora de viña y de bodega, tome esto en sus manos, exija un plan sistemático de lucha al Sindicato, y exponga su situación a la sociedad entera, buscando la solidaridad de otros sectores obreros, sociales, gremiales y políticos, a través de una gran campaña mediática provincial en redes sociales. Los mendocinos solidarios y comprometidos, apoyaran la causa, y le brindarán su acompañamiento, porque que si la vitivinicultura es la cara visible de Mendoza al mundo a través de la Fiesta Nacional de la Vendimia o La Ruta del Vino, su obreros y obreras deberían ser jerarquizados como se merecen.