Luciana Zorzoli es Profesora en Historia y Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires y trabaja actualmente como Profesora de Relaciones Laborales en la Universidad de Essex, en el Reino Unido.
Liliana O. Calo @LilianaOgCa
Viernes 3 de noviembre de 2023 00:11
Uno de los objetivos que se propuso la Junta Militar fue el disciplinamiento social frente a la insurgencia obrera y la implementación de un modelo que apostó a sujetar aún más la economía nacional a la dependencia y subordinación al capital financiero, bases fundamentales para la profundización neoliberal que completaría el menemismo.
Conversamos con la especialista en relaciones laborales Luciana Zorzoli autora, junto a Juan Pedro Massano, de Clase obrera y dictadura militar en Argentina (1976-1983) -disponible para su lectura acá-, trabajo que reúne distintas investigaciones sobre la situación de la clase obrera y los sectores populares a nivel nacional, su conflictividad y cómo se vio afectada por los cambios estructurales llevados adelante por el golpe militar. Investigaciones enriquecidas a partir de la documentación y de algunos archivos abiertos por el Estado en los últimos años, entre toda la información que posee y a pesar de que aún no fueron abiertos en su totalidad. En este campo en el que aún resta mucho por recuperar en términos historiográficos y debatir en la escena pública, cuestión que como señala Zorzoli el libro quiere desafiar, a pesar de esa marginalidad se han dado avances, “la clásica dicotomía entre inmovilidad/oposición con la que se abordaron las investigaciones sobre la experiencia obrera durante el Proceso está superada, una vez relevado que en el mundo del trabajo fueron abundantes los conflictos y que la actividad sindical política no pudo ser eliminada”.
A propósito de la Argentina actual y los discursos presentes que justifican el accionar de las Fuerzas Armadas, Zorzoli considera que, más que discutir el pasado, buscan “reivindicar a las fuerzas represivas hoy como agentes de control social, autorizar a que actúen sin someterse a ninguna ley, a ningún cuestionamiento, legitimar la acción represiva para actuar sobre la realidad”. Algunas definiciones de una charla en la que repasamos las distintas perspectivas que investigan y recopilan en la publicación, que buscan ser un aporte y lecciones para futuras batallas.
LID: ¿Cuál fue el disparador inicial de la compilación que reúne el libro? ¿Cuál fue el desafío?
Luciana Zorzoli [LZ]: Entre los disparadores está la necesidad de reunir trabajos recientes en un formato que pensamos puede tener circulación más allá de la universidad, donde predominan los artículos en revistas académicas. Son trabajos además que tienen la riqueza de estar basados en documentación hasta ahora inexplorada y en archivos abiertos en los últimos años, producto de más de 40 años de luchas por la memoria, la verdad y la justicia.
Por otro lado, cuando hicimos la jornada que dio origen al libro queríamos renovar los debates sobre qué pasó con la clase obrera en y desde la dictadura, y también ofrecer una visión crítica a cómo se desarrolló la memoria social y la investigación sobre el golpe del ’76 en el período post-2001. Como señalamos en la Introducción con Juan Pedro Massano, la investigación sobre el período se ha centrado en el surgimiento de organizaciones político-militares, la emergencia de la violencia política, o en temas como los planes de gobierno militar, las formas que tomaron las alianzas del régimen, la vida cotidiana, los cambios en la cultura o que atendieron al surgimiento del movimiento de derechos humanos y las luchas por la transición democrática. Los estudios sobre la situación de la clase obrera y los sectores populares, sobre su conflictividad y sobre cómo se vio afectada por los cambios estructurales llevados adelante, ocupan, incluso hoy, un lugar marginal en la biblioteca sobre esos años, algo que el libro quiere desafiar.
Para nosotrxs, recuperar la centralidad que tenía en las decisiones militares y en la alianza golpista la represión, el disciplinamiento obrero y la reestructuración de las relaciones laborales es imprescindible. Y es imprescindible por dos razones, primero, porque hace al adecuado conocimiento histórico de esos años -y a una memoria social que creemos tiene lecciones para el presente- pero sobre todo, porque sin ese conocimiento, sin considerar a la dictadura como un proyecto de clase, y contemplar la centralidad que tenía el conflicto capital-trabajo y la decisión militar y empresarial de cambiar radicalmente las relaciones al interior del mundo del trabajo, no se puede explicar cabalmente ni el plan represivo, ni el genocidio, ni la reestructuración que se hizo en Argentina a partir de 1976.
Los desafíos en ese sentido fueron (y siguen siendo) muchos. El central quizás sea colaborar con la superación de una visión parcial, que ve a la dictadura como un plan de terror contra las organizaciones político-militares del peronismo y sectores de la izquierda. El libro muestra, con diferentes aportes y en distintas escalas, que la dictadura fue un proyecto más amplio de reestructuración social y productiva que requirió de violaciones sistemáticas a los derechos humanos y la eliminación de los sectores movilizados dentro de un plan más ambicioso de transformar el país, su economía y las relaciones entre las clases.
¿Qué aporta?
LZ: Creo que el libro suma tres cosas. Por un lado y como decíamos recién, el libro enriquece el conocimiento del periodo sumando a una adecuada reconstrucción y al conocimiento de las experiencias y la actividad obrera y sindical de aquellos años desde una mirada nacional, que trata de ir más allá de Buenos Aires. Están los trabajos de Belén Zapata sobre Bahía Blanca, de Andrea Copani sobre YPF Ensenada, los de Laura Ortiz, Marianella Galli y Susana Roitman sobre las fábricas de Córdoba y el del caso mendocino de Laura Rodríguez Agüero. En el libro se presentan casos conocidos y otros no explorados, todos con mucha riqueza para pensar lo que pasó en distintos espacios, a distintos sectores, debatiendo aportes clásicos y rediscutiendo temas muy importantes como los de representación, los que hacen a las relaciones al interior de las organizaciones sindicales y con fuerzas políticas y sociales relevantes. Se puede ver mucho de esto en capítulos como el de Andrés Carminati sobre las huelgas salvajes que se sucedieron entre octubre y diciembre de 1977, el de Daniel Dicósimo sobre la UOM Tandil y Aoma Barker pensando en cuestiones de representación sindical, el de Mariana Stoler sobre estrategias sindicales en las jornadas de protesta de la CGT en 1979 o el de Leandro Molinaro sobre las acciones de base en la etapa de descalabro del golpe y la llegada de Alfonsín. También, cuestionando sentidos previos sobre la conflictividad y el funcionamiento estatal y de la ley del trabajo bajo dictadura está el trabajo de Edward Brudney sobre el conflicto en Deutz Argentina, o el de Camillo Robertini en lo que él denomina "aceptación cultural" de la dictadura. Esta mirada renovada está también en el trabajo de Jerónimo Pinedo sobre la experiencia de las y los trabajadores industriales de la zona sur del conurbano bonaerense, pensando en las implicancias de largo plazo no solo de la militarización y el renovado dominio del espacio urbano-industrial, sino también en lo que vino después, cuando muchas de esas fuentes de trabajo cerraron.
El libro también quiere sumar precisión a la discusión sobre esos cambios estructurales en un momento de fuerte reestructuración del capitalismo a escala regional y global. Capítulos como el de Lucas Iramain y Débora Ascencio sobre los indicadores laborales en las empresas públicas, o el de Juan Pedro Massano y Andrés Cappannini que adopta una mirada macro, más general, para analizar en el largo plazo las transformaciones del mercado de trabajo y de la estructura social. En esa misma línea está el capítulo sobre lo que pasó con la jornada laboral legal y las pérdidas de reconocimientos de insalubridad, mirando en detalle, pero a escala nacional, de qué se trató el retroceso de la posición obrera.
Por último, el libro tiene y quiere tener un sentido político, aportando con estudios históricos exhaustivos, al debate y al proceso de justicia que está en desarrollo y ha estado siempre en disputa. Me refiero no solo al juicio y castigo a los miembros de fuerzas represivas, sino también sumar a las investigaciones que contribuyen con el avance de los juicios contra empresarios y responsables civiles de la represión y con la recuperación de una memoria obrera y popular de lo que sucedió en el ámbito laboral.
En síntesis, en el libro se pueden leer investigaciones que desde distintas perspectivas investigan qué pasó en el mundo del trabajo e invitan a pensar desde allí cuál fue el impacto de las políticas de reconfiguración llevadas adelante por la dictadura cívico-militar, cómo se reconfiguró la clase obrera y sacar lecciones para futuras batallas. Es un material para la discusión y por eso lo presentamos el año pasado con sindicatos y con la Intersindical de Derechos Humanos en la Asociación de Personal Aeronáutico. El libro está además disponible para descargar en pdf.
Desde la restauración del orden constitucional y atravesando diversos contextos políticos, los discursos sobre el golpe de Estado de 1976 fueron adoptando distintos significados/contenidos. En ese campo, ¿cómo evalúas los discursos reivindicatorios o negacionistas del presente?
LZ: Sabemos que el negacionismo fue constitutivo del plan militar, fue parte de la fundación del acuerdo de la alianza golpista tejida entre las fuerzas armadas y de seguridad, la jerarquía de la iglesia católica y sectores empresarios. Fue además parte de un plan que implicaba la coordinación regional y el apoyo del ’primer mundo’ para cambiar el Cono Sur en los albores del neoliberalismo. Como discurso, estuvo presente en el Juicio a las Juntas Militares, y en todo el entramado de impunidad que mantiene aún hoy a cientos de jóvenes apropiados sin conocer su verdadera identidad.
Esto no quiere decir que esos discursos hoy tengan la misma función que tuvieron en 1983, o en 1990. Me da la sensación de que en la utilización actual de viejas fórmulas ("fue una guerra", "había dos bandos", etc.) se busca más que discutir el pasado reivindicar a las fuerzas represivas hoy como agentes de control social, autorizar a que actúen sin someterse a ninguna ley, a ningún cuestionamiento, legitimar la acción represiva para actuar sobre la realidad, para imponer nuevas condiciones de dominación. Debaten el pasado para allanarles el camino hacia adelante.
Como señalan en el libro, la experiencia de la clase obrera durante la dictadura militar, entre 1976 y 1983, esquemáticamente fue interpretada en la historiografía o bien signada por la inmovilidad o rescatada en un continuo de actividad que limitó notoriamente al llamado Proceso de Reorganización Nacional. ¿Qué lectura aporta en este sentido el libro que publicaron con Juan Pedro Massano?
LZ: El libro es una obra colectiva con 18 autores y autoras, y por eso es difícil sostener que aporta una (y solo una) nueva lectura. Creo sí que los trabajos muestran que está superada esa dicotomía entre inmovilidad/oposición, en parte porque en las investigaciones hace ya mucho que se demostró que no fue tal la "quietud obrera", que en el mundo del trabajo fueron abundantes los conflictos y que la actividad sindical política no pudo ser eliminada (y esto es así desde la publicación del libro clásico de Pozzi en 1988).
También, porque hablar de inmovilidad implicaba el debilitamiento sindical en general y una mirada rápida de aquellos años y de los años post-dictatoriales reclama de mayores precisiones. Por un lado, porque si bien en la alianza golpista había acuerdo sobre la necesidad de eliminar al sindicalismo ’de transformación’ (aquel que englobaba a los sectores clasistas que cuestionaban parcial o totalmente la dominación del capital sobre el trabajo) existió un permanente debate sobre qué hacer con el sindicalismo que podemos denominar ’de integración’ (el sindicalismo del peronismo ortodoxo, que criticaba parcialmente al régimen político por la exclusión del peronismo, encarnando un modelo de defensa de conquistas, de profesionalización y gestión de las relacionales laborales). Y esa diferencia implicó que algunos sectores sindicales tuvieron espacios políticos para actuar, incluso si estos eran limitados (la participación internacional de la dirigencia sindical peronista ortodoxa en foros internacionales que yo estudié es un ejemplo, como lo son también los movimientos que llevan a la jornada de protesta del 79, a las huelgas generales de los ’80 o la normalización sindical que se discuten en el libro).
Desde mi punto de vista, la dicotomía fue superada sobre todo porque asociada a esa tesis de inmovilidad estaba la idea de la "pérdida de centralidad de la clase trabajadora y de sus organizaciones", y si bien vimos una configuración muy importante del mundo del trabajo, con cambios en el mercado de trabajo, con cambios en la composición de clase y en los sectores populares, esa relevancia no desapareció.
En tu opinión ¿qué implicancias tuvo la derrota de la vanguardia de la clase obrera para los objetivos que se propuso el golpe militar de 1976?
LZ: Para avanzar en la comprensión de las implicancias de la dictadura, creo que tenemos que atender, como ya se señaló [en referencia al trabajo de Pablo Ghigliani sobre la noción de derrota en la historia reciente del movimiento obrero argentino], a las implicancias que tiene el concepto de "derrota". Digo esto porque su uso implica construcciones previas (tanto teóricas como de interpretación histórica) sobre la naturaleza de la etapa y las posibilidades que estaban presentes. Nos obliga a pensar si hablamos de derrota como ’derrota del conjunto de la clase’ (en el sentido en que viabilizó un retroceso significativo de la posición de las y los trabajadores, reconfigurando el modelo de acumulación y produciendo pérdidas materiales y de conquistas y derechos que afectaban al conjunto obrero y sus representaciones en general) o como ’derrota de un proceso revolucionario’, cuyas víctimas principales fueron los sectores de vanguardia asociada a este.
El libro puede aportar a la construcción de una síntesis, porque los casos bajo análisis permiten repensar las dimensiones que tuvo el proceso histórico, sus límites, y sus consecuencias.
Sin considerar a la dictadura como un proyecto de clase, y contemplar la centralidad que tenía el conflicto capital-trabajo y la decisión militar y empresarial de cambiar radicalmente las relaciones al interior del mundo del trabajo, no se puede explicar cabalmente ni el plan represivo, ni el genocidio, ni la reestructuración que se hizo en Argentina a partir de 1976.
Acerca de la entrevistada
Luciana Zorzoli es Profesora en Historia y Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires y trabaja actualmente como Profesora de Relaciones Laborales en la Universidad de Essex, en el Reino Unido.
Liliana O. Calo
Nació en la ciudad de Bs. As. Historiadora.