Hoy el talón de hierro recibe a uno de los artistas más importantes de nuestro tiempo. Dibujante, ilustrador, escritor. Con nosotros, el maestro Luis Scafati.
Martes 13 de agosto 19:05
-Bienvenido, Luis, ¿cómo estás?
-Muchas gracias por invitación y por permitirme este encuentro.
-Por favor, muchas gracias a vos por ser parte de El Talón de Hierro.
Luis Scafati, nació en Mendoza en 1947. Estudió en la Escuela de Bellas Artes y luego en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Cuyo donde conoció a su compañera de vida, la artista Marta Vicente. Comenzó a publicar sus dibujos en la revista Hortensia en 1972 con el pseudónimo Fati y, desde entonces, sus dibujos ilustraron incontables periódicos y revistas como Humor, Tía Vicenta, Fierro, Noticias, Mengano, Boca de Sapo, La cebra a lunares, Sur, La Nación, Página 12 y Clarín, de Argentina, El País de Uruguay y el Manifiesto de Italia. Parte de estos trabajos están compilados en los libros Tinta China y Mambo Urbano. Obtuvo el Gran Premio de Honor Dibujo en el Salón Nacional en 1981. Y sus obras han sido expuestas en salas de arte y Museos de diferentes ciudades de nuestro país y de Europa. Ha ilustrado decenas de obras clásicas de la literatura universal y nacional, y autores como Franz Kafka, George Orwell, Edgar Allan Poe, Jack London, Ray Bradbury, Cervantes, Hernandez, Arlt, Piglia, Sábato, Neruda, Galeano y Liliana Bodoc, entre otros. Además dibujó y escribió una versión de Drácula, editada por el Zorro Rojo. Es autor los libros Sálvense quien pueda, El viejo uno dos, Cabeza Fresca y Cadáver exquisito. Acaba de estrenarse un documental sobre su vida llamado “Scafati. Palabra pintada”, de la directora Silvana Díaz Coppoletta disponible en Cine.ar. Y en los próximos días saldrá de imprenta nuevo libro La Bestia Impura.
-Bueno, este trabajo es enorme… ¿Cómo fue que llegaste a elegir el dibujo como el oficio de tu vida?
-Fue un accidente. En realidad, yo dibujaba todo el día, toda hora. Era parte mía, digamos, era como el pelo negro (ahora es blanco, pero era negro), como mi mano. Era una parte mía. Tal es así, que yo no pensaba en que iba a vivir del dibujo, no era mi profesión en el futuro. Mi profesión cuando tuve que elegir, cuando estaba terminando el secundario, fue psicología. Tal vez porque tenía muchas cosas internas que arreglar, seguramente fue por eso. Pero fue accidentalmente que este conocí a un maestro que me cambió la vida. Entré a Bellas Artes y conocí a Dardo Retamoza, y chau… Conocí otro camino, abrí otra puerta, digamos, para bien o para mal. Y ahí, ahí cambió todo. Cambió todo el sentido, el dibujo se metió en mi vida y desde ese momento digo que más que vivir del dibujo, vivo con el dibujo.
-La escuela de Bellas Artes ha sido especial para muchos artistas de Mendoza, por ahí pasaron artistas Quino, entre otros… ¿cómo fue para vos esa experiencia con el profesor Retamoza? ¿Cuál fue ese mundo que te abrió? ¿Qué llegó a vos a través de él?
-Mirá, yo era un chico que leía historietas. Porque mis padres tenían un kiosko acá en la calle Urquiza y San Martín. Era un kiosko de revistas, entonces mi información estaba ahí, en las historietas, en las cosas que veía prácticamente. El dibujo como protagonista estaba muy metido socialmente. Tal es así, que había un montón de escuelas que enseñaban a dibujar por correspondencia: la Panamericana, la Continental School. Yo hice un curso en la Escuela de arte de los 12 famosos artistas, se llamaba. Estaba Hugo Prat, Breccia... Un curso muy bien hecho, por correspondencia. Eso fue mi primer contacto así con la cosa didáctica, digamos, del dibujo. Pero estaba enfocado más hacia el tema de la historia, dibujo hacia ese lugar. Y esa era mi formación. Ahora, cuando yo entré en Bellas Artes, se abrió una puerta que desconocía totalmente, que era el arte. Que existía un tipo que se llamaba Van Gogh, que existía un tipo que se llamaba Gauguin, todo con esas historias.
Y en el caso particular de Retamoza, abrió también la puerta de la literatura, porque el primer libro que me prestó fue El extranjero, de Camus, pum, un golpe. Yo estaba ligado a la literatura porque considero que el dibujo es una manera de narrar, es una manera de contar. Entonces lo literario está ahí metido, subyace, es parte de ese mundo. Ahora, la literatura así, de este tenor… Hombres de maíz, un montón de libros que me marcaron. A partir de ahí, empecé con Hermann Hesse y así, una escalera. Uno traía otro, otro, otro. Yo lo considero fundamental en mi formación.
-Fue también una época muy marcada por las convulsiones políticas, la protesta social, un ascenso revolucionario en el mundo. Allí vos ingresas también en la Universidad Nacional de Cuyo, participás de la vida política y artística de esa época, junto a figuras como Gastón Alfaro, Eduardo Tejón. Y bueno, te lleva a determinados caminos en la vida. ¿Qué cosas vos recordás de aquellas épocas que fueron sustanciales para vos?
-Siempre digo que si algo me dio la facultad fue ese grupo de gente, de amigos. Entrañables amigos, pero con ideas… algunos muy armadas. El caso de Gastón que estaba muy políticamente claro. Yo era una especie de confusión. Tenía la cosa social metida pero, por ejemplo, tenía amigos del PCR, del PC,y siempre había esa cosa… ¿viste? Yo era una antena, una antena que absorbía todo eso. Me interesaba muchísimo todo eso, por supuesto. Pensemos que era la época también muy convulsiva, llena de conflictos, de cosas. Mis hermanos estudiaban en Córdoba y habían participado en el cordobazo. Toda era parte. Estaban los Beatles, estaba Mafalda, estaba el Mayo Francés, era todo un caldo de cultivo. Los hippies, yo era una especie de hippie también.
Hoy me cuesta a los chicos, a muchos chicos a veces, tan estructurados ¿no? Como que saben lo que quieren desde que comienzan, en Bellas Artes te digo. Yo adhiero a esto, adhiero… Yo pasé por un montón de situaciones en mi formación artística, llamémosle, si es que existe. No tenía claramente un podría hacer arte abstracto, podría hacer figurativo… Iba explorando, tuve ese tiempo de exploración. Mientras tanto empecé inclusive a indagar, porque era lo que me interesaba también, en las revistas, en el humor gráfico. El humor gráfico fue parte de mi formación.
Había hecho una fractura entre eso, que yo decía: esto para ganar el pan, y esto es el arte. Tal es así que esto lo firmaba a Fati, y aquello Scafati. Tenia ese corte, esa grieta, llamémosle para usar términos... Pero hasta que hoy veo que no, que era toda una sola cosa. Era toda una sola cosa. Que ese fue un error de percepción mío también. Porque, me acuerdo, Divinsky tenía en ese momento la Editorial La Flor y me invita a hacer un libro donde reunía todas las cosas que había publicado en Humor, en Tía Vicenta. Hicimos una selección, hice el contrato ¿viste toda esa cosa? Y un día caigo de la editorial y digo mire Daniel, no quiero hacerlo. Me dice, pero no te puedo creer, ya está el libro. Es que no quiero, no existe más Fati, chau.
-Estaba a punto de dejarlo olvidado…
-Claro, claro…
-En el papel de diario iba a quedar, abandonado…
-Es que quedó. Siempre me reclama eso. ¿Qué me pasó? Era mi inseguridad, también ¿viste? Se expresaba ahí. Porque hoy rescato todo eso como una parte importantísima. Si yo aprendí lo que aprendí en el dibujo, en la gráfica, todo eso, lo aprendí en esos lugares. En las publicaciones, en las revistas, en los chistes. Hacía un dibujo así y lo publicaban así, que se yo. Y puteaba con Cascioli, nos agarrábamos. Yo te lo pago, me decía. Sí, me lo pagás, pero yo lo quiero ver grande. ¿Viste todo ese absurdo? Hoy difícil de entender, que vos persigas una pasión más allá del tema económico.
-Siendo todavía muy joven, llegan momentos muy difíciles en tu vida porque te expulsan de la universidad, se van a vivir con Marta Buenos Aires, y empezás a descubrir allá también otro mundo, ¿cómo fue ese cambio, esa transición?
-Y… fue traumático, fue un hecho traumático. De repente no pude entrar más al campo universitario y yo no solamente estudiaba, sino también laburaba. Perdí mi trabajo y perdí mi condición de estudiante. De un día para otro me bajaron el colectivo, pum, una patrulla.
-¿Eso fue en el 76?
-Exactamente en el 76. Yo me la veía venir, ya me la veía venir. ¿Por qué? Porque habíamos estado en el Centro de Estudiantes, porque mis exposiciones en ese momento tenían un claro matiz político. Todo eso me lo veía venir. No así, te digo la verdad, yo en ese aspecto era un poco ingenuo. No así. Pero sentía que eso estaba ahí fermentando.
Y, bueno, me fui primero solo a Buenos Aires, acá quedó Marta con dos de nuestros hijos, y fue duro. Porque me fui una pensión, y había que llegar con los dibujos. Dibujaba generalmente en las editoriales, que siempre la editorial es un quilombo ¿viste? No es una cosa que vos estás cómodo. Me acuerdo los domingos, para colmo, estaba en una pensión, en el piso que era la terraza. Una piecita que compartía con un tipo que generalmente no estaba porque él pintaba las bodegas de los barcos (tomaba leche como loco porque era una cosa muy insalubre) y con un hombre que era un emigrante chileno, que era cantor así, y era amigo de Pinocho. Pinocho Mareco, un peroncho que lo habían rajado mal, imagínate. O sea, quedó en pampa y la vía, en pleno proceso. Tocaba en los cabaré, no se en qué boliches tocaba, llegaba en pedo siempre, cuatro, seis de la mañana, mal, un hombre ya grande. Tenía un disco, me acuerdo que me le mostraba, como que venía de Chile, que él era un personaje importante en Chile. No me acuerdo el nombre pero… O sea yo entré en otro mundo… Cómo será que cuando venía a visitarme a veces Marta, nos teníamos que ir a un hotel porque no dejaban entrar mujeres ahí a la pensión, es una cosa muy...
Te puede interesar: Liliana Bodoc: una magia revolucionaria invita a comprometernos a cambiar el mundo
Te puede interesar: Liliana Bodoc: una magia revolucionaria invita a comprometernos a cambiar el mundo
-Bueno es la llegada a una gran ciudad, la Ciudad de Buenos Aires, y además conocés un personaje que has dicho que ha sido clave para tu vida, que es Roberto Paez. Como un maestro y, vos lo llamaste, un filósofo visual…
-Es que era un filosofo visual, era un tipo fuera de serie. Un fuera de serie total, a mí me hace acordar un poco, ay se me fue el nombre… Este hombre que Borges lo ha ponderado tanto… Bueno, ya me voy a acordar, tengo agujeros en la memoria a esta altura de la vida. Pero Roberto era alguien extraordinario. Además, él como persona era alguien de una generosidad que a mí me asombraba, y de una inteligencia, un lector sobre todo de poesía, tenía una biblioteca impresionante. Un tipo que de repente comprendía un universo, dentro de lo que llamamos la plástica. Y sí, eso fue lo más importante que me sucedió, yo creo que sería otra persona, si no me lo hubiera cruzado a Roberto Paez. Extrañamente hoy está como olvidado, como pasa con tantas cosas, acá en este país. Pero yo creo que tarde o temprano se lo va a reencontrar.
-Llegás a trabajar en el mundo de la revista, en el mundo de la ilustración en los diarios, te pone en contacto con una dinámica de hechos conmocionantes para el país teniendo que entregar el trabajo de un día para el otro, de una semana para la otra ¿qué cosas recordás como más fuertes para tu momento del trabajo?
-Y… Es una cosa traumática también porque yo estoy trabajando con algo que es una parte mía. Muchas veces me pasó, con desencuentros con quien escribía una nota. Decían vos estás diciendo a veces lo contrario de lo que yo digo. Y bueno, es mi opinión al respecto. Sí, obviamente no coincidíamos en aspectos. Yo lo digo con dibujo, vos lo decís con palabras. Pero armamos sobre una situación, coincidimos en alguna cosa, no es que estamos en contra, ¿viste? Pero yo tengo mi punto de vista y lo digo con dibujo. Y eso molestaba algunos escribas.
Porque claro, yo siento a veces que el dibujo gráfico cuando está en un diario es lo primero que ves, vos ves el título y el dibujo y ahí armas la nota. Yo siempre preguntaba ¿cómo se va a llamar la nota? ¿Cuál es el título? Porque para mí era parte importante de mi dibujo. Entonces ya usaba las palabras un poco y con eso armaba, tal vez con una metáfora, pero el que veía tendría una idea.
Y yo sé que si bien eso ayuda, me imagino que muchas veces el que escribe… que tienen que leer, ya es otro trabajo leer, ¿no? Le molestaría y entiendo por qué sería, ¿no? Pero bueno, es parte del periodismo el ilustrar una nota.
-Cuando ves a algunos de esos trabajos anteriores, te encontrás a lo mejor con un diario de 40 años atrás, 30 años atrás y ves tus ilustraciones de algunos actores y personajes de la vida política nacional y mundial, ¿te sorprende un poco la actualidad que puedan llegar a tener?
-Y sí, muchas veces lo publico en Instagram o en Facebook y parece que fuera para este momento ¿no es así? Pero es increíble la vigencia que siguen teniendo, cosa que de alguna manera me desmoraliza totalmente porque digo la puta madre, esto hice hace 30, 40 años y sigue siendo hoy, ¿cómo es?
-Bueno, en el documental que estrenaron sobre tu vida han animado un dibujo tuyo sobre el Fondo Monetario Internacional, el FMI. ¿Ese dibujo es anterior? ¿De qué época es?
-No, ese dibujo lo hice... Me llamaron para hacer Las venas abiertas… en Pagina 12, de Galeano.
Yo lo había leído en los 70, Las venas abiertas es parte de mi formación política si querés. Y me llaman y digo uh ¿cómo será leerlo ahora? Estábamos en la época de Macri en el gobierno. Digo ¿cómo será leerlo? Porque viste que algunos libros envejecen mal, digamos. Vos lo lees y te defrauda, no eran lo que... con el fervor que lo le diste al 20, 25 años. Y no, me encontré que era un libro, digo, ah la puta esto es hoy. Y bueno, estaba el FMI, hice ese dibujo, pero hoy es eso. Es eso también, lamentablemente. Estamos ahí, con todo ese ruido.
Es la misma voracidad de ese sector, en última estamos hablando de un sector de una voracidad descomunal. Sigue estando La Rural, lo hice también a La Rural. Inclusive me basé en una foto del 1900, ¿no? Pero sigue estando igual, no ha cambiado mucho. Es más, si vos te ponéis a ver hoy, los postulados de este hombre, de los hermanos Milei, hablan de volver a comienzo al siglo XX como una utopía. Si uno lo coteja con la historia, decís, no, esto una locura ¿viste? Había un sector que estaba bien, sí, como lo sigue estando. Pero eso…
-Vos hablás de libros que envejecen mal y libros que trascienden en el tiempo. Y eso la verdad que te sacó fuera del país, te terminó proyectando en el mundo, que es entrar de lleno en la gran literatura universal. Has contado lo que fue para hoy en la experiencia de ilustrar La Metamorfosis, de Franz Kafka. ¿Podrías contarnos un poco lo que fue tu llegada a ese mundo? Y después quería pedirte alguna recomendación de cuáles de esas obras crees que nos pueden ayudar a interpretar un poco estos tiempos.
-Mi llegada de ese mundo fue un poco desde siempre, porque en realidad, como te digo, mi relación con la literatura fue muy estrecha. Me acuerdo, lo que significó leer Rayuela, y que fue con una biblia para mi. Yo era Horacio Oliveira, pero de aquí a la luna. Mi mujer era La Maga, que se yo… ¿viste?
Bueno, me había cansado mucho ya del periodismo. Porque en el periodismo, de alguna manera, el trabajo del ilustrador fue perdiendo este espacio. ¿Por qué? Y, porque estaba la fotografía. Entonces, un poco quedábamos relegados al tema económico, donde, cómo va a ilustrar una suba. Todas las cosas que no nos interesan, por lo menos a mi que no me interesan para nada, tenía que ilustrarlas.
Entonces, un día decidí ilustrar La Metamorfosis. Que era un librito, digamos, era una novela chica, chiquita. Y llevó dos años hacerlo, porque hice dos versiones, la que se publicó y otras antes. Y después hice una versión que los originales son grandes. Y decidí irme. Yo tenía una cosa de un adolescente a full, adentro mío ¿viste esa locura? A ver, lo metí una carpeta y me fui a Alemania, sin saber un carajo de alemán, de nada. Con la idea de que se publicara su lengua original. Una locura, no sabe lo que… es tan difícil el alemán, ya recordar el nombre de las calles es difícil, no entiende, porque son los nombres así larguísimos. Descubrí que una parte era calle ta ta ta, y después venía lo que tenía que memorizar. Imaginate perdido en Berlin, perdido además con un frío de la gran puta. Por supuesto, uno que pude entrevistar, no entendía por qué eran tan grandes los dibujos ¿un libro así pretende hacer?, me decía.
Por supuesto, finalmente se publicó acá, lo hizo Cascioli en La Urraca, fue un exitazo. Después fue a España, ahí el Zorro Rojo, ahora van a ser 20 años, comienza a hacer su edición y después se vende en Korea, en Italia, en Brasil, México… Menos en Alemania, nunca. O sea, estaba marcado que esos dibujos nunca entrarían en Alemania, no sé por qué.
-Un saludo para el público que nos está viendo en Alemania, ya saben a dónde tienen que ir a reclamar: en las editoriales
-Sí, es rarísimo eso viste, pero fue así. Ahora, esa fue la puerta de entrada, fue la puerta de entrada al mundo del libro. Inmediatamente. Sobre todo, con El Zorro Rojo, un sello editorial chiquito que comenzaba en España y empezó a tener mucha, mucha presencia. Tal es así que ganaba premios en Venezuela, en ferias de libro internacionales. Y con ellos fuimos desarrollando una cosa que bueno, he hecho con ellos por lo menos 12 libros ilustrados.
Ahora, un libro que yo digo que marca esta época este: 1984. Es el libro de hoy. Hoy uno lee 1984, y parece que lo hubieran en escrito anteayer. Que estuviera basado en lo que está sucediendo, no solamente acá sino en el planeta. Es este libro. Es extrañísimo, pero es así, lamentablemente.
-Ahí me atrevo a preguntarle, si más allá de este pesimismo en los actores nefastos que hay en el mundo y que persisten todavía en el tiempo, ese pesimismo en el sistema ¿todavía mantiene algunas declaraciones que hizo para la revista Fervor? Una revista cultural de Buenos Aires, donde dice: “tal vez mi opinión peca de optimismo, pero todo este giro a la derecha, en Latinoamérica y en gran parte de planeta, lo veo como el último estertor de algo que se derrumba. El capitalismo está en crisis, estamos viviendo su final”
-Yo eso es lo que siento. Y ojo, me baso en hecho muy reales, en la historia. La historia de la humanidad, pensemos en los egipcios, en un imperio romano, ¿qué queda de eso? Monumentos, ni siquiera. Y este momento, sí, es crítico, obviamente, que es crítico, porque lo estamos sufriendo. Lo estamos padeciendo todos y viendo cosas, que si uno sale de esa Matrix, eso que te contagia, es asombroso. Es asombroso todo lo cotidiano. Todos los días hay algo. Yo siempre digo ahora, bueno, estamos mucho mejor que mañana. Con este presidente que tenemos, con esta situación que tenemos, hoy estamos mejor que mañana. No me cabe duda, yo digo, para qué carajo queríamos cambiar el mundo en el 76, si hoy viviera el Gastón, todos estos que nombramos, mis amigos de aquí, diría: che, tenemos que luchar para que esto siga así. Mira que se viene… Pero no teníamos esa visión.
-Por suerte! A Gastón, lo queremos mucho y fue muy importante para la cultura de Mendoza, hizo una protesta en la puerta de ECA
-Sí, que quemó un cuadro, me acuerdo.
-Y fue para nosotros muy importantes en la Escuela de Bellas Artes, marcó una generación, decía el arte tiene que ser una protesta. Y también has dicho que justamente para atravesar estos tiempos difíciles y mantener ese optimismo en términos históricos, el dibujo ha sido para vos una apuesta, una herramienta, para ayudar a cambiar la conciencia. ¿Crees que eso es importante para los jóvenes que encuentran en el arte, en la literatura, en el dibujo, una forma de hacerse en el mundo?
-Mirá a mí me ayudó mucho. En lo personal, yo creo que si tengo hoy una necesidad de estar vivo y disfruto de estar vivo, una parte se la debo a ese instrumento, el dibujar. Parece una tontera esto que te digo, pero es algo que es mi día, es mi razón en el mundo. Encontrar una pasión, encontrar una pasión, una pasión amorosa. Esto está fuera de todo cálculo, uno se mete en eso y sabés que no es algo que te va a traer, digamos… al contrario te va a traer dificultades, porque la pagás con escaseces. Esa pasión, la pagás con escaseces, eso sin dudas. Pero lo que te devuelve es impresionante, impresionante.
Y puede sonar romántico, tal vez lo sea. Y tal vez, esa especie de romanticismo sea mi forma de estar hoy en el mundo, de oponerme a toda esta cosa tan dura, tan inhumana. Qué se yo, me parece increíble lo que veo, lo que vivo. Que un tipo se cague de hambre, que un niño no pueda acceder a… He conocido inclusive, en estos días acá en Mendoza, una persona, con cáncer que no tiene los remedios, el PAMI no le trae, entonces otra persona le tiene que prestar los suyos y no saben ellos dos cuánto van a durar. Y eso es acá, no estoy hablando de… Y está todo, porque está. Pero no, estamos empeñados en una cuestión económica inentendible, porque te hablan con cosas que qué se yo, a mí qué me importa toda la cosa fiscal, aquello y lo otro, si hay gente que se muere de hambre, si hay gente que duermen la calle. No sabés lo que es la Capital Federal, Buenos Aires, a las siete de la tarde, te querés morir. Es el absurdo eso. ¡Es una violencia de la puta madre, eh! Porque antes me decían: ah, ¡qué violentos son tus dibujos! Porque vos… Sí, pero yo diría es un reflejo tímido de lo que es la realidad. Lo que yo dibujo es un reflejo tímido, de eso ¿o no? Y sí, lamentablemente. Entonces, ¿qué hago? Tengo una especie de optimismo absurdo si querés, es absurdo, pero es lo que me mantiene un poco en vigencia, digamos.
-Muchísimas gracias, maestro
-No, Gracias a ustedes.
Desde las Ediciones del Instituto del Pensamiento Socialista se le regaló al maestro Luis Scafati un ejemplar del libro La Rosa Roja, una biografía gráfica de Rosa Luxemburg bellamente creada por la escritora e ilustradora británica Kate Evans y traducida al castellano por esta casa editorial.