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Efemérides. Margaret Thatcher: a 32 años de su renuncia, ¿quién fue la pionera del neoliberalismo?

Un día como hoy Margaret Thatcher dejaba su cargo de primera ministra, tras once años (1979-1990). Fue la primera mujer en alcanzar ese puesto en el Reino Unido.

Liliana O. Calo

Liliana O. Calo @LilianaOgCa

Lunes 21 de noviembre de 2022 19:40

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Sin mucho esfuerzo la sola mención de thatcherismo nos conduce directo a una época que dio forma al llamado “neoliberalismo”. Margaret Thatcher fue pionera junto a Ronald Reagan en llevar adelante toda una concepción ideológica, política y económica sintetizada en lo que se conoce como “neoliberalismo”, cuyos antecedentes se remontan a la década de 1930/1940 y se revitalizaron en la segunda posguerra en Europa occidental y los EEUU como doctrina enemiga del Estado de Bienestar y el New Deal americano. De la mano de economistas como Milton Friedman y la Sociedad Mont Pelerin, su autor más popular, si se permite el término, fue Friedrich von Hayek autor de The Road to Serfdom (La ruta hacia la servidumbre) cuya obra Perry Anderson definió como la carta de fundación del neoliberalismo. Su “oportunidad” histórica llegaría con la crisis económica de mediados de los años setenta y comienzos de los ochenta, sobre la base de la derrota del ascenso de 1968, que habilitó un clima de “rendición” ideológica y política ante el capitalismo, y la ofensiva restauracionista sobre los estados obreros burocratizados. Aspectos que convirtieron al recetario neoliberal con su fanático anticomunismo y su carácter antiobrero en la doctrina a la medida de las necesidades de restauración de las ganancias del capital financiero de los estados imperialistas, que en los países semicoloniales se conoció como “Consenso de Washington”.

Margaret Thatcher y Ronald Reagan.

La "Dama de Hierro". Margaret Thatcher encabezó esta reacción conservadora. Asumió el cargo de primera ministra en mayo de 1979, elecciones en la que los conservadores obtuvieron una mayoría parlamentaria, en el contexto de la crisis económica y social británica y la herencia política del gobierno laborista de James Callaghan, desgastado a partir de las movilizaciones y huelgas conocidas como el “invierno del descontento” de 1979.

Protestas del llamado "Invierno del descontento".

Ante el fracaso laborista, el thatcherismo ofrecía otra respuesta: dejar atrás el consenso de posguerra británico (keynesianismo, nacionalización de las grandes empresas y Estado de bienestar amplio) y pasar a una firme ofensiva contra los derechos laborales y sociales para imponer “el triunfo del individuo contra el Estado”, clave ideológica de una nueva hegemonía reaccionaria que en palabras de Perry Anderson “identificaba la libertad con el mercado y el orden con la tradición moral en un solo paquete para el consumo popular”, con la que apeló a sectores de las clases medias y trabajadoras. Se propuso avanzar en un programa de austeridad (recortes del gasto social), privatizaciones, desregulación financiera y excepciones impositivas a los ricos como forma de superar el declive económico británico y su liderazgo exterior junto a EEUU (Reagan), también afectado por la crisis de Vietnam, en un frente único contra el "comunismo".

"El laborismo no está funcionando", lema de los conservadores en 1978.

Durante el primer mandato la implementación de este plan generó un efecto recesivo, desindustrialización y el aumento previsible del desempleo (uno de los “medios” para debilitar la fuerza de los sindicatos). Tuvo una línea dura e intransigente frente al reclamo irlandés que incluyó dejar morir a los militantes prisioneros del Ejército Republicano Irlandés (IRA) durante las huelgas de hambre entre 1980 y 1981, demandando ser tratados como presos políticos, que le aportó capital político cuando la imagen de su gobierno comenzaba a deteriorarse. Pero fue el triunfo en la guerra imperialista y colonial de las Islas Malvinas el que le permitió detrás del fervor patriótico reforzar su liderazgo. Así lo recuerda la exprimera ministra en sus memorias: "No resulta exagerado afirmar que el desenlace de la guerra de las Malvinas transformó el escenario político de Gran Bretaña. (...) Yo sentía los efectos causados por la victoria en todos los lugares a los que iba. Con frecuencia se dice que las elecciones se ganan o se pierden dependiendo del tema económico, y, aunque tiene algo de cierto, parece evidente que esto es demasiado simple. En este caso, los británicos hicieron una conexión entre la determinación con la que habíamos emprendido nuestra política económica y la que habíamos mostrado durante la guerra de las Malvinas”. Tanto que le alcanzó para ser reelecta en junio de 1983 con mayoría absoluta (ayudada por la división del laborismo) decidida a completar su ofensiva: privatizaciones (British Aerospace, British Telecom, Cable & Wireless y British Aerospace, Britoil y British Gas, entre otras), desregulación financiera y prepararse dos años después para la batalla decisiva de su legado. Se propuso, como decía, “hacer gobernable al país sin el consentimiento de los sindicatos” y eso significaba acabar con el “corazón” de los obreros británicos.

Huelga mineros británicos (1984-1985).

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La derrota de la huelga nacional minera dejó el camino libre para la privatización del sector y consolidó una vez arrasados sus sindicatos y la industria pesada, los pasos dados hasta ese momento contra los derechos y la legislación laboral. Implicó el retroceso del poderoso movimiento obrero británico no sólo en términos sindicales sino de atomizar a la clase obrera como fuerza política y social. Como muy bien lo ha descrito el periodista Owen Jones en Chavs, valores como la solidaridad y la aspiración colectiva fueron reemplazados por un férreo individualismo como vía de progreso, una especie de darwinismo social en el que la pobreza y el desempleo no serían producto del capitalismo sino asuntos de ambición y esfuerzo personal, ahí estaba el éxito de la "City’’ para demostrarlo. En 1986 se puso en marcha el llamado “Big Bang”, la desregulación de los servicios financieros que transformó a Londres en una explosión especulativa, semillero de nuevos ricos a una velocidad exponencial.

Durante su tercer mandato propuso una reforma educativa (Education Reform Act) dirigida a las escuelas estatales, encuadrada en la competencia de cada establecimiento por los recursos del Estado (financiamiento per cápita), y una más amplia del sistema de impuestos de los gobiernos locales completamente regresiva (el poll tax) que encontró amplia resistencia popular y cuestionamientos al interior de su partido, que ya había dado señales de controversias frente a su política (euroescéptica) hacia la Comunidad Europea y alineamiento con EEUU frente a la crisis Libia en 1986. Esto se haría evidente en la elección del futuro candidato al cargo. Sí bien derrotó a sus oponentes, lo hizo por estrecho margen y finalmente presentó su renuncia el 22 de noviembre de 1990, según afirmó, para mantener la unidad de su partido. Su legado sería preservado en sus elementos esenciales por los gobiernos conservadores y laboristas que la sucedieron.

Neoliberalismo criollo. La onda expansiva de la revolución conservadora que encabezó el binomio Thatcher-Reagan encontró en nuestras tierras campo fértil. La transición democrática que se abrió en nuestro país, con el fantasma de la derrota en Malvinas, vino cargada del triunfalismo burgués, del “no hay alternativa” que la “Dama de Hierro” vociferaba. Era ya una democracia contagiada del dogma neoliberal que el mundo abrazaba. Cuatro décadas después sus consecuencias son más que elocuentes, sus efectos perviven en la decadencia nacional y el retroceso social, económico y político del país. Aunque el menemismo y “su cirugía sin anestesia” y luego la experiencia del 2001 no han pasado en vano, los seguidores criollos de Thatcher insisten. Políticos de las nuevas derechas reaccionarias como Milei o Espert y halcones de Juntos por el Cambio (aunque no los únicos) siguen elogiando el rol del capital financiero internacional y del gran empresariado, haciendo del mercado el paraíso y del “individuo económico” un nuevo relato legitimador de la extrema desigualdad y claro, demonizando a la clase obrera y a las organizaciones sociales, sus acciones y formas de lucha, nostálgicos defensores de la genocida dictadura militar.

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Liliana O. Calo

Nació en la ciudad de Bs. As. Historiadora.

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