A propósito de un nuevo aniversario del “Rocazo” de julio de 1972, resulta necesario hacer un balance del mandato de Mario Franco, el primer gobierno peronista que asumiera en el ´73 la gobernación de Río Negro con el objetivo de cortar la experiencia de insubordinación que abrieran los “azos” en todo el país y en el cual se enmarca la gesta altovallense.
Viernes 5 de julio 18:05
Gobernador Mario Franco, en un acto en San Carlos de Bariloche
Los múltiples peronismos que habitan hoy el escenario rionegrino (y nacional) convergen doctrinariamente en una reivindicación del primer gobierno peronista de la provincia, que asumiera Mario Franco tras el triunfo electoral de marzo del `73, "la primavera camporista". Se trata de una reivindicación que, como la del propio Juan D. Perón, trae aparejado sus contradicciones: la política represiva que previo al golpe desarrollara el peronismo contra la insurgencia de la clase trabajadora. La evocación acrítica e idealista de ese pasado peronista sin mencionar las claves represivas de aquel mandato de Franco (y de Perón nacionalmente) tiene como función sostener un peronismo “realista” que, como en la actualidad, se debate entre la colaboración con el ajuste de Weretilneck o posar de “opositor” para soñar con volver al poder provincial en algún momento. Claro que en ambos casos seria como parte del proyecto extractivista imperante, RIGI de por medio u otros programas de "incentivos".
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Rocazo de 1972: La rebelión contra Requeijo y el onganiato
Imposible reseñar la gobernación de Franco sin ponerla en su contexto político. Partamos del Rocazo de inicios de Julio de 1972. Consistió en una revuelta e insubordinación civil en el cual sectores de masas enfrentan en primer lugar a la represión de la Policía de Río Negro y luego al Ejército. Los enfrentamientos contra la intervención provincial de Requeijo, puesto por Lanusse, rápidamente expresaron el hastío con la dictadura, sobre todo de sectores de trabajadores temporarios, desocupados por la mala cosecha frutera de ese año, jóvenes que venían de la experiencia de lucha por la nacionalización de la Universidad del Comahue, docentes, estatales y sectores de la clase media empobrecida.
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El “Rocazo” objetivamente puso límites al proyecto de Lanusse que buscaba negociar con el peronismo el llamado Gran Acuerdo Nacional, un intento de pactar el llamado a elecciones para desviar ese fuerte proceso iniciado en 1969 con el Cordobazo. Este proceso de “azos” que atravesaron todo el país, dejó en Roca la experiencia de una asamblea popular de la ciudad y una suerte de gobierno municipal paralelo, con la toma de una radio donde se dirigía al conjunto de la sociedad roquense, llamando a la insubordinación contra la dictadura.
Con el transcurrir de los días, la formación de piquetes, compuestos mayoritariamente por sectores obreros y populares de las barriadas obreras de Tiro Federal, Villa Obrera, impusieron su propia dinámica a los acontecimientos, con la quema de edificios públicos, exigiendo la liberación de los presos políticos. Pero esta tendencia no cristalizó una dirección alternativa a la Comisión Municipal, dirigida por sectores burgueses de la Cámara de Comercio, quien negocia una salida pactada con el Ministerio del Interior de Lanusse.
Si bien el Rocazo fue derrotado, habilitó con fuerza el proceso de radicalización política de la juventud (1) que se expresará en la ciudad con un fortalecimiento del Peronismo de Base, que actuaba aún de manera independiente de Perón (y del propio PJ provincial que con Mario Franco a la cabeza no apoya públicamente la revuelta); y luego más provincialmente con la conformación de la juventud ligada a Montoneros, quienes deciden finalmente integrarse al FREJULI y al gobierno nacional de Cámpora y provincialmente al de Mario Franco.
Para verlo bajo el contexto nacional: en 1972 el General Perón estaba haciendo uso de esa radicalización política que se expresaba en la juventud, tanto dentro como por fuera de su movimiento, para imponer un mejor escenario y relación de fuerzas con la dictadura. Los propios Montoneros en esa coyuntura agitaban el "Luche y vuelve". Finalmente, con la convocatoria a elecciones poniendo final a la proscripcion peronista gana Campora y en Rio Negro Mario Franco. El primer gobernador peronista de la provincia deberá comenzar a menguar esa relativa autonomía de la juventud, dándole cargos a la juventud peronista integrandola al aparato estatal provincial y volviendo hacia una “ortodoxia peronista” que le brinde mayor poder al aparato político y de la burocracia sindical.
El desarrollismo capitalista heredado y la política de Mario Franco
A mediados y fines de los 60´s la provincia de Río Negro estaba atravesando un plan económico desarrollista impuesto por el régimen de Onganía, al cual radicales, interventores y peronistas pretendían, cada uno a su modo, darle continuidad. Este plan subvertía en parte el peso de la ciudad de General Roca, quien hasta ese momento era el centro político y motor burgués de todo el Alto Valle rionegrino.
La creación de las represas sobre el Limay; el crecimiento del empresariado de Cipolletti; la inversión en Viedma con el IDEVI; el desarrollo del Puerto en San Antonio Este; son parte fundamental de este proceso económico. Pero este plan capitalista era inacabado, desigual y combinado. Entre las economías regionales recién iniciadas, afloraba la mina de Sierra Grande con HIPASAM (ligada a la producción nacional siderúrgica); un gran proyecto capitalista con una concentración proletaria de más de 1300 obreros, algo inigualable en toda la provincia.
A la postre, será el propio Mario Franco y su gobierno peronista quien determinará en 1973 a Viedma como capital provincial, una localidad a 500 kilómetros del motor económico. Fue el peronismo en el poder quien termina de realizar el deseo capitalino de la derecha, la casta militar y eclesiástica de la localidad que fuera cónclave del estado contra el indio en la Patagonia. Todas estas medidas fueron en desmedro del peso específico que tenía Roca.
Desde su asunción Franco buscará como objetivo homogeneizar por derecha un gobierno provincial con una Legislatura que siga a su gobierno sin fisuras. Esencialmente logró la integración de la juventud peronista y de las conducciones sindicales, los péndulos que por izquierda y derecha se plantearon como una necesidad imperiosa para contener y controlar la insubordinación obrera.
Pero en ese intento, deberá enfrentarse con una experiencia de mayor fuerza y contenido obrero: la lucha minera de HIPASAM en Sierra Grande. Se trató de dos grandes huelgas contra el gobierno provincial, socio propietario de la mina; y también del gobierno nacional, quien terminará interviniendo con las fuerzas del ejército.
Las huelgas mineras: jaque al pacto social y al peronismo
La primera de ellas a inicios de su gobierno en 1973, en reclamo de las 6 horas de trabajo, reconocimiento de trabajo insalubre y mejoras salariales entre otros reclamos, enfrentará el Pacto Social con el cual el Ministro de Economía Gelbard y el propio Perón ya en la Presidencia querrá imponer un límite a las luchas obreras.
Este primer conflicto, con la toma del polvorín y la radio de la localidad, mostró el rol de la burocracia sindical peronista contrario al desarrollo de una seccional obrera combativa del sindicato minero AOMA. El Ministerio de Trabajo peronista, en un acta deberá reconocerles las demandas, pero acusando a los trabajadores de conspirar contra el plan nacional. Si bien entre los mineros todavía se conservaba la ilusión de que con Perón la clase trabajadora podría estar mejor, la propia huelga los lleva a enfrentarse con ese Pacto Social fortaleciendo la seccional de AOMA como un sindicato combativo y de base.
En la segunda huelga en octubre-noviembre de 1975, posterior al Rodrigazo, los mineros desarrollaron instancias de organización y solidaridad con el gremio docente y regionalmente incluso, recibiendo el apoyo de sectores obreros de Trelew y otras ciudades patagónicas. Fue un conflicto duro, con más de un mes de huelga. El 19 de noviembre de 1975 militares del V Cuerpo del Ejército de Bahía Blanca, bajo el mando de Acdel Vilas, desatará la represión, con privación de la libertad y desaparición de trabajadores. El Ministerio de Trabajo había ya declarado ilegal la lucha como una “huelga revolucionaria”, por lo que actuaron en consecuencia. Bajo el gobierno de Isabel Perón y de Mario Franco se desató un ensayo general de una clara política del momento por parte del peronismo y que luego sería utilizada a gran escala bajo la dictadura militar.
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El rol de Mario Franco: conclusiones del período de insurgencia obrera
Desde el punto de vista de los dos grandes hitos de la lucha de clases de la década en la provincia, se podría decir que existió un “destiempo” entre el Rocazo del `72 y la enorme disposición de lucha minera en Sierra Grande entre el `73 y el `75. Pero ese destiempo no solo describe una diferencia de grados de conciencia en el enfrentamiento contra lo que consideraban hasta ese momento “su” movimiento peronista, sino que también delata esa difícil integración estructural económica. Para decirlo de otro modo: Sierra Grande quedaba demasiado lejos de los centros urbanos de decisión política provincial, que a su vez, ya habiendo obturado el desarrollo de procesos políticos radicalizados como el del propio “Rocazo”, no dieron otros “destacamentos” de lucha obrera que pudieran debilitar el plan represivo de Franco e Isabel.
La labor de Mario Franco fue profundizar ese “destiempo”, fortaleciendo a las burocracias sindicales peronistas en las ciudades, facilitando las incursiones de la Triple A, que en la norpatagonia se dedicó centralmente a perseguir a las alas radicalizadas de la juventud dentro y fuera del peronismo; y a la postre, favoreciendo la incursión del V Cuerpo del Ejército en Sierra Grande. Cuerpo militar que finalmente será el encargado ya en el golpe militar de organizar con la Policía de Río Negro la subzona represiva de la norpatagonia.
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Nota:
1- Por el lado de la izquierda marxista el PST de Nahuel Moreno intervino en el “Rocazo” del ´72 al que le dedicó un análisis pormenorizado del proceso, apostando al desarrollo de la comisión por la libertad de los presos políticos y llegando a relacionarse con el activo de docentes, universitarios, changarines y obreros de la fruta. Aunque fue de conjunto una corriente sin mayor peso en la provincia, esos periódicos son una fuente ineludible para comprender el proceso de julio del ´72.
Bibliografía Consultada:
YAPPERT, Susana y BOHOSLAVSKY, Ernesto; "Elegantes y Rebeldes. El rocazo de 1972"; FEM 2012
NARVÁEZ, Natalí; “Conflicto social y estrategias de resistencia: las experiencias de los
mineros de HIPASAM en Sierra Grande, Río Negro (1973-1975)”. 2015, Revista
Testimonios.
AIZICZON, Fernando Aiziczon; “Trayectorias militantes, izquierda y política sindical: la
intervención del MAS en Sierra Grande a través de las vivencias de un obrero minero”;
2016, Revista Izquierdas.
RUFFINI, Martha; “El regreso del peronismo al poder. Memoria y Política en el norte de la
Patagonia (1973-1976)”; 2017. Revista Pilquen Vol 20 N°4
PEREZ PERTINO, Pedro; “La Juventud Peronista Regional VII, una experiencia de militancia
política en la Patagonia Norte 1972-1976”. Tesis de Maestría, UNQ, 2015.
SCATIZZA, Pablo; “Represión anti-subversiva” en la Norpatagonia. Estrategias estatales y
paraestatales de persecución política en Neuquén y Río Negro 1973-1976”. 2016, Papeles
de Trabajo
Archivo del Periódico del PST Avanzada Socialista: ceip.org.ar/Avanzada-Socialista-1972-a1975