Antes de asumir pidió "fe y optimismo". Sin partido ni bancada parlamentaria propia tiene por delante una presidencia turbulenta signada por las peleas en el palacio y en la calle.
Juan Andrés Gallardo @juanagallardo1
Viernes 23 de marzo de 2018 09:50
El vicepresidente de Perú y embajador en Canadá, Martín Vizcarra, llegó el viernes a Lima y pidió "fe y optimismo" antes de asumir como presidente ante el Congreso Nacional.
Vizcarra, que no tiene partido ni bancada parlamentaria propia, deberá gobernar hasta 2021 en medio de una fuerte crisis política y entre las presiones del congreso de mayoría opositora, y el malestar de la calle donde se empieza a escuchar el grito de "que se vayan todos".
Hasta hace dos días el ahora presidente se encontraba en una suerte de exilio como embajador de Canadá. Vizcarra, había llegado a la vicepresidencia de la mano de Kuczynski pero tuvo que ser enviado como embajador a Canadá a pocos meses de haber asumido tras hacerse público que había ofrecido dinero del Estado a una empresa constructora que tenía a su cargo las obras del aeropuerto de Cuzco. La oposición parlamentaria mayoritaria, que fue la que estuvo a la cabeza de pedir el desplazamiento de Vizcarra en ese momento, es la que acepta ahora que se haga cargo de la presidencia tras la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski (PPK).
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En su discurso de asunción Vizcarra se mostró contemporizador con la oposición parlamentaria y trató de separarse de la figura de su antecesor, Kuczynski, que se vio obligado a renunciar jaqueado por el escándalo de corrupción de Odebrecht y por la compra de votos para evitar su destitución.
Como gesto a la bancada opositora encabezada por Keiko Fujimori, excandidata presidencial e hija del genocida exdictador Alberto Fujimori, Vizcarra prometió nombrar a un gabinete completamente nuevo, lo que puede entenderse como un posible gabinete de "unidad nacional" con figuras de la oposición. En esa misma sintonía Vizcarra dijo que la "gobernabilidad se garantiza entre todos".
Teniendo en cuenta que Keiko es quien estuvo a la cabeza del proceso de destitución de Kuczynski y que es quien salió más fortalecida, el anuncio del nuevo presidente deja en sus manos decidir si forma parte del nuevo gabinete gubernamental o si "controla" la gobernabilidad de Vizcarra desde el Congreso, como antes lo hizo con PPK. La diferencia es que si la presidencia de PPK ya era de por si débil, el mandato de Martín Vizcarra dependerá enteramente de las negociaciones con la oposición en el parlamento y del estado de ánimo que se sienta en las calles.
Para esto último el nuevo presidente dedicó al menos dos pasajes de su discurso de asunción. El primero dedicado a los casos de corrupción, donde dijo que no los tolerará "vengan de donde vengan", lo que le permitió distanciarse de su antecesor pero también de Keiko, que está siendo investigada por el esquema de corrupción de la brasileña Odebrecht.
El segundo gesto estuvo dirigido directamente a los jóvenes, a los que Vizcarra les habló diciendo que "no pierdan la confianza en las instituciones". Este mensaje busca dar una respuesta a la enorme crisis política que vive el país y a la desacreditada situación en la que se encuentran todas sus instituciones, al tiempo que tratar de frenar el grito de "que se vayan todos" que en el último tiempo se empezó a escuchar en las calles de Perú.
Vizcarra deberá lidiar también con una agenda que va más allá de las fronteras de Perú. Es que la renuncia de Kuczynski también tuvo implicancias para la política de Estados Unidos hacia la región y en particular hacia Venezuela. El grupo Lima, compuesto por una docena de países latinoamericanos alineados con la política injerencista de Estados Unidos, ya venían haciendo lobby para evitar la presencia de Maduro en la Cumbre de las Américas que se va a realizar en la capital peruana el 13 y 14 de abril. Así se había comprometido también Kuczynski con el exsecretario de estado de EEUU, Rex Tillerson, en su reciente visita al país. La caída de PPK y la debilidad de Vizcarra comprometen esa política y le dan un respiro al gobierno de Maduro.
Por otra parte la crisis política peruana puede servir de espejo para otros de los exponentes de la derecha regional que aún sin llegar al grado de Perú enfrentan distintas combinaciones de situaciones económicas desfavorables, impopularidad en las calles o debilidad parlamentaria, junto a una relación de fuerzas que, más allá de sus ambiciones, no pueden desconocer.
Juan Andrés Gallardo
Editor de la sección internacional de La Izquierda Diario