La autora, hija de la luchadora homenajeada el último domingo, relata los momentos del emotivo acto en el ex centro clandestino de detención de la Armada.
Jueves 29 de marzo de 2018 14:13
Foto Kresta Pepe/Enfoque Rojo
El domingo 25 de marzo se realizó en el Museo Sitio de Memoria ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) la primer “Visita de las Cinco” de este año. Fue dedicada a la militante y delegada gremial del Astillero Río Santiago (ARS) de Ensenada Matilde Itzigsohn.
Con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora y a 41 años del secuestro de mi mamá, este acto-visita se centró en el rol de las trabajadoras y los trabajadores durante la dictadura cívico-militar desde una perspectiva de género.
Participaron alrededor de 200 personas, ellas referentes y militantes por los derechos humanos, familiares, compañeras y compañeros de militancia tanto de Matilde como de sus hijas.
La presentadora del acto-visita fue la directora del Museo, Alejandra Naftal, y tomaron la palabra la investigadora Victoria Basualdo y las dos hijas de la homenajeada: la periodista Lucía García Itzigsohn y quien firma esta nota, socióloga, bailaora, militante del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH) y del PTS. Por su parte la periodista y conductora Gisela Busaniche ofició de cronista oficial del recorrido por las instalaciones.
Foto Kresta Pepe/Enfoque Rojo
¿Quién era Tili?
En la primera parte del acto se proyectó un fragmento de un documental en el que Mora, la hija de Lucía García Itzigsohn, pregunta a una amiga de Matilde sobre la historia de lucha de su abuela y su rol como delegada en el Astillero Río Santiago. El documental muestra la enorme combatividad de la clase obrera en la década del 70.
Luego de las primeras palabras de la presentadora, las oradoras y la cronista, comenzó el recorrido por las instalaciones del que fuera uno de los más grandes centros clandestinos de detención durante el genocidio. Durante el trayecto las oradoras se detuvieron en varios de los espacios del horror para recordar y reivindicar la militancia de Matilde.
Foto María Marta Bruno
Por mi parte, elegí algunas palabras para describirla, siempre insuficientes: “Inteligente, romántica, transgresora, pispireta, generosa, solidaria, lúcida, escritora, tierna, entera y sobre todo noble. Mi mamá se llamaba Matilde Itzigsohn. Le decían Tili. Nació el 10 de Agosto de 1949. Era la cuarta hija de mis abuelos. Se crió en La Plata. Cursó el bachiller en el Liceo Víctor Mercante. Luego estudió Física. Trabajaba como operadora de IBM en el Astillero Río Santiago desde 1972 hasta dos meses antes del golpe. Era delegada gremial”.
A su vez expresé que “imagino que no debe haber sido fácil para ella abrirse paso en un mundo machista y en el medio de una fábrica con mayoría de hombres. Luchaba por las mejoras en las condiciones de trabajo, teniendo una perspectiva de género. Entre otras cosas, peleaba por una guardería dentro del Astillero. Una guardería que desde el 10 de marzo de 2015 y por votación unánime de una asamblea de trabajadoras y trabajadores del ARS, lleva su nombre: El Jardín de Tili. Era miembro de la Juventud Trabajadora Peronista y de Montoneros. Y de la lista Celeste de ARS. Tenía 27 años cuando la secuestraron”.
Militancia, persecusión y antisemitismo
La Plata (y su región comprendida también por los partidos de Ensenada y Berisso) es una de las ciudades con más personas desaparecidas del país. Allí la represión fue particularmente feroz. Matilde era muy buscada por los genocidas. El 31 de marzo de 1976 fue despedida por la ley 21.260 que autorizaba a dar de baja por “razones de seguridad” al personal del Estado vinculado a actividades de carácter “subversivo o disociadoras”.
Ella ya había dejado de presentarse a trabajar en la fábrica porque sabía que la persecusión era brutal.
Hay archivos de la ex Dirección de Inteligencia de la Policía de Provincia de Buenos Aires (Dippba) a los que tuvimos acceso y pudimos ver material respecto de mis padres en carpetas clasificadas como DS (“Delincuencia Subversiva”). Los archivos de la Dippba dan cuenta de la inteligencia que hacían sobre las trabajadoras y los trabajadores del Astillero.
Sumado al horror general del genocidio, hay varias situaciones que dan cuenta del antisemitismo del régimen cívico-militar. Mi tío abuelo materno contaba que la última vez que visitó a mis padres, cuando salió de la casa vio una pintada que decía: “Matilde la judía, qué mina loca”. Para ellos era cosa de fascistas. Aparentemente era de fascistas sindicales.
Un volante repartido en aquella época por la burocracia sindical del Astillero decía: “Los que hace años que trabajamos en este Astillero, vemos que esta situación se la debemos a la acción de los Troskos, Montos, Comunachos, a la Judía Matilde que se han pasado jodiendo con pedidos pelotudos…”. Y agregaba “esto no va más, luchemos para que se reabra la fuente de trabajo y que se limpie tanto de abajo como de arriba de ’zurdos’ y corrompidos nuestro querido astillero”. El volante estaba firmado por “Obreros Justicialistas del ARS”.
Foto Javier Gonzalez
En el acto del domingo mencioné también palabras de Rodolfo Walsh, de quien ese mismo día se cumplían 41 años de su desaparición: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires.
Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.
Historia y futuro
Hay un hilo histórico que la clase obrera sostiene y por eso las clases dominantes no logran su cometido de dejarnos sin historia. Matilde es parte de la historia de la clase obrera. Es parte de esas mujeres de una fábrica textil de Nueva York que el 8 de marzo de 1857 salieron a marchar en contra de los bajos salarios, que eran menos de la mitad a lo que percibían los hombres por la misma tarea.
Ella también peleaba por las mejoras en las condiciones de trabajo. Lo hacía desde una perspectiva de género y lo hacía desde un proyecto de transformación, de revolución, consciente de que en los marcos de este sistema nunca se lograrán condiciones de trabajo y de vida verdaderamente dignas.
Lucía contó que el 16 de marzo de 1977 Tili fue secuestrada en las inmediaciones del departamento de nuestros abuelos, ubicado en Díaz Vélez 3.900 de la Ciudad de Buenos Aires. Y que nuestro padre fue secuestrado también por una patota de la ESMA el 14 de octubre de 1976 en una cita delatada por Miguel Ángel Lauletta.
Foto Kresta Pepe/Enfoque Rojo
Respecto a la ESMA, expresé que “fue un lugar de horror, en el cual los genocidas desplegaban su plan criminal buscando despersonalizar, humillar, infligir dolor, destruir la vida. Los genocidas en algunos casos generaron miserias como la transformación de un detenido en un colaborador. Es el caso de Lauletta”. Por eso ambas hijas pediremos al Museo Sitio de Memoria ESMA que se quite de uno de los paneles una cita de un testimonio de esa persona.
“Pese al horror, pasaban otras cosas increíbles, como el nacimiento de bebés y los actos de solidaridad, valentía, apoyo, darse ánimo, en las terribles condiciones en las que estaban”, agregué. Y recordé y recomendé el documental ESMA: Memorias de la resistencia, que da cuenta de esas cosas.
Lucía denunció que los delitos sexuales cometidos por los genocidas quedaron impunes. Nosotras somos querellantes y fuimos testigos por el secuestro y desaparición de nuestra mamá y nuestro papá Gustavo Delfor García Cappannini, en el juicio ESMA tramo III.
La investigadora Victoria Basualdo explicó el carácter de clase del genocidio, dando cuenta del proceso revolucionario abierto en Argentina desde el Cordobazo, la lucha y la organización de la clase obrera, las tomas de fábricas, las jornadas de lucha de julio de 1975 que derribaron el plan económico del Ministro de Economía Celestino Rodrigo y la enorme combatividad desplegada que el golpe vino a atacar a sangre y fuego.
Matilde peleó en los momentos más difíciles, con infiltrados que la engañaban, perseguida por la burocracia sindical del Astillero y por los genocidas. Fue una mujer tan maravillosa que hoy sigue burlando a la muerte.
Como siempre denunciamos, los juicios llegaron muy tarde y son muy acotados y muy fragmentados. A muchos genocidas les dan el beneficio de la prisión domiciliaria que ni siquiera cumplen. El Estado no abre los archivos para que encontremos a nuestras hermanas y nuestros hermanos que siguen apropiados y para que sepamos la verdad del destino de nuestras y nuestros 30 mil.
Foto Javier Gonzalez
Ana María Nievas, la “Tana”, compañera de Matilde del Astillero, la recordó con mucho afecto y emoción, mencionando cómo acariciaba la panza de mi mamá cuando yo estaba dentro.
Vivir para los demás, esa fue su elección de vida. Vivir para cambiar el mundo. Vivir para la revolución.
Sobre el final del acto Lucía mencionó que Matilde había comenzado a escribir una libreta luego del secuestro de nuestro papá. Esa libreta está en nuestras manos, su título es “Relatos para después del triunfo” y en el acto Lucía leyó un fragmento: “Es mi intención, en este intento de dejar reflejado para los que vengan después algunas de las cosas que vivíamos en este tiempo tan difícil, tan lleno de dolor y de esperanza, tan dirigido, justamente a los que vengan después...”.
Con inmensa emoción, cerramos el acto gritando junto a tanta gente que acompañó “¡Tili y Gustavo, presentes! ¡Ahora y siempre! 30 mil compañeras y compañeros detenidos-desaparecidos presentes! ¡Ahora y siempre!”
Foto Javier Gonzalez
Foto Luis Iramain