El Centro Simón Wiesenthal Latinoamérica informó que había remitido una carta a las autoridades de la UNCuyo denunciando supuestas actitudes antisemitas de la periodista Silvia Sassola, trabaja en Radio Universidad desde su fundación en el año 1992 y durante más de veinte años condujo el programa La Posta, recordado por su gran amplitud ideológica, brindado un espacio de expresión a los diferentes segmentos sociales y políticos que conviven en la sociedad mendocina.
Viernes 24 de mayo de 2019 11:34
Foto: Unidiversidad
El pasado 9 de mayo, el Centro Simón Wiesenthal Latinoamérica (CSWLA) informó en su cuenta de Facebook que había remitido una carta a las autoridades de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), firmada por el director de Relaciones Internacionales Shimon Samuels y el representante para América Latina Ariel Gelblung, denunciando actitudes antisemitas en su seno y exigiendo una «política de Tolerancia Cero frente al fanatismo en sus claustros».
En dicho parte informativo se denunciaron expresiones de un docente de la universidad, Julio Alejandro Neme Dorah; y ligándola con ellas, se menciona a la periodista Silvia Sassola, quien conduce el «Panorama Noticias al Mediodía», emitido por Radio Universidad Nacional de Cuyo 96.5 FM, en estos términos: «De igual manera, la periodista Silvia Sassola ejerce un antisemitismo militante desde universidad.com, disfrazado de antisionismo, acusando a los judíos argentinos de doble lealtad, entre otros estereotipos antisemitas».
Al día siguiente, la UN Cuyo emitió un comunicado informando haber recibido dicha carta, agregando que el rector Daniel Pizzi se había comunicado con Ariel Gelblung para «informarle los pasos que su gestión dará al respecto», y que había ordenado «una investigación sumaria» sobre la denuncia.
Este comunicado fue reproducido el mismo 10 de mayo por el diario digital El Sol; ningún otro medio local se hizo eco de la misma.
¿Una «antisemita militante» que ofrece espacio radial a la comunidad judía?
Este artículo no trata sobre el docente Neme Dorah, ni acerca de lo que ocurre en los claustros de la UN Cuyo; sino que se centra en la figura de Silvia Sassola, la cual tiene una vasta trayectoria en los medios mendocinos y una reputación de informar, de manera ecuánime, sobre el desarrollo de las causas populares, tanto en Argentina como en el mundo.
Sassola trabaja en Radio Universidad Nacional de Cuyo desde su fundación en el año 1992; durante más de veinte años condujo su propio programa, La Posta, el cual es recordado por su gran amplitud ideológica, brindado un espacio de expresión a los diferentes segmentos sociales y políticos que conviven en la sociedad mendocina.
Uno de estos segmentos es, precisamente, la comunidad judía. Así lo testimoniaron Susana Brunstein, tesorera del Centro Cultural Israelita Mendoza, y Germán Leyens, de la misma institución, en sus comentarios a la Carta Abierta al CSWLA publicada por Sassola en su cuenta de Facebook el viernes 11 de mayo.
Brunstein escribió: «Silvia, siempre nos has dado voz en tu programa, con mucho cariño y admiración por el trabajo educativo del Kinder Club del Centro Cultural Israelita. Nuestra solidaridad plena con vos. Cariños»; y Leyens, a su vez, expresó: «Estimada Silvia. Es realmente absurda la acusación en relación a tu persona. Ya mandé información a comisión directiva del CCI y mañana mismo emitiremos una declaración de respaldo para ti».
No obstante, al día en que se están escribiendo estas líneas, la declaración mencionada por Leyens no fue emitida, y el comentario de la tesorera Brunstein figura como «oculto»; quedan libradas a la imaginación del lector y la lectora las razones de ello. Por su parte, el autor de este artículo conserva captura de pantalla de ambos comentarios.
Una denuncia pública sin pruebas válidas que la sustenten
El desafortunado párrafo del CSWLA comienza con un error garrafal, al citar como fuente de las pretendidas expresiones antisemitas de Sassola a universidad.com, link que remite directamente al sitio afternic.com, una página norteamericana que vende dominios de Internet.
Se hace evidente entonces, que la cita de ese link no es fruto de una investigación sobre la actividad profesional de Silvia Sassola, sino de una errónea transcripción del sitio web de la UN Cuyo, unidiversidad.com.ar; lo cual, desde el principio, atenta severamente contra la credibilidad de la denuncia.
La acusación contra Sassola de ejercer un «antisemitismo militante (…) disfrazado de antisionismo», revela en el CSWLA una asimilación maniquea de términos con diferentes significados, que requiere de un breve análisis para su cabal comprensión.
La principal falacia de esta expresión, es pretender establecer que quien critica al sionismo es un «antisemita disfrazado», que en realidad está criticando a todo el judaísmo, como si ambos términos fueran sinónimos. Nada más erróneo. El sionismo es sólo un ala política de la colectividad judía, actualmente predominante en el Estado de Israel, y que plantea la recuperación de Palestina como nación y suelo patrio de los judíos; pero en el interior de esa colectividad hay muchas otras concepciones políticas, que se oponen al sionismo o a la política israelí.
Un caso relevante de ello lo constituye el activista por la paz Miko Peled, nieto de uno de los 37 fundadores del Estado de Israel, e hijo del general Matitiahu Peled, quien participó en la invasión a Palestina de 1948 como oficial de la organización paramilitar sionista Haganá —que luego sirvió de base para la creación del Ejército israelí— y que en 1967, con el grado de general del Ejército, intervino en la Guerra de los Seis Días. Dos años después el general Peled, ya en desacuerdo con la política de Israel, comenzó a militar por la paz.
Su hijo Miko perteneció a las fuerzas especiales israelíes hasta la masacre de Sabra y Chatila (1982), tras la cual comenzó su activismo en favor de la paz. Compara al Estado de Israel con el apartheid sudafricano, sostiene que el gobierno israelí «es un régimen sionista radical», y que Israel es un país donde «la mitad de la población vive en lo que cree que es una democracia occidental, mientras mantiene a la otra mitad presa por un despiadado aparato de defensa».
Otras instituciones judías, antisionistas u opositoras a la política de Israel, son el Llamiento Argentino Judío, la Red Internacional Judía Antisionista, el grupo religioso Satmar —para el cual el haber regresado a la Tierra Prometida en 1948, antes de la llegada del Mesías, fue una grave herejía y una rebelión contra Dios—, Paz Ahora (ONG fundada por 348 oficiales reservistas del Ejército israelí), o B’Tselem (al cual pertenecen algunos miembros del Parlamento israelí), por citar solamente algunos ejemplos.
Asimismo, también existieron en la historia del judaísmo otras vertientes políticas, de izquierda y antisionistas, que merecen destacarse en esta nota.
Un trágico caso de antisionismo judío fue el del escritor y periodista socialdemócrata Jacob Israël de Haan, quien fuera asesinado a la salida de una sinagoga en Jerusalén en 1924, por su condición de opositor al sionismo; su matador era miembro del Haganá.
Y merece una mención en estas líneas, la federación de trabajadores socialistas judíos conocida como el Bund, opuesta al sionismo por su concepción internacionalista; esta interesante organización obrera, fundada en Rusia en 1897, dejó huellas profundas en Argentina y en Polonia.
A sus filas perteneció el obrero Pedro Wald, redactor del periódico bundista Avangard de Buenos Aires, el cual fue incendiado por las hordas «patrióticas» durante la Semana Trágica de 1919; Wald fue detenido, bárbaramente torturado, y falsamente acusado de presidir la inexistente «República de los Soviets», a instaurarse tras aquella memorable rebelión obrera.
Asimismo el bundismo fundó, entre muchas otras instituciones judías argentinas, el legendario Teatro IFT de Buenos Aires (1932). Y en Polonia, el militante bundista Marek Edelamn fue cofundador de la Organización Judía de Combate que dirigió en 1943, el mítico Levantamiento del Gueto de Varsovia, símbolo trágico de la resistencia antinazi europea.
Por otra parte, el término «semita» presenta una flagrante contradicción entre lo que se entiende vulgarmente por «antisemitismo», es decir, por el implacable odio contra el pueblo hebreo o «judeofobia».
Según el Diccionario de la Real Academia Española, «semita» es todo aquel individuo «que pertenece a alguno de los pueblos que integran la familia formada por los árabes, los hebreos y otros». De modo que, desde esta perspectiva, debería replantearse el significado vulgar del término por su semántica ambigua, para empezar a utilizar el más preciso «judeofobia».
La acusación contra Silvia Sassola concluye afirmando que esta acusa «…a los judíos argentinos de doble lealtad, entre otros estereotipos antisemitas». Pero no ofrece prueba alguna de tamaña aseveración; acaso porque, por mucho que se investigue en Internet o en cualquier otro soporte de archivos, no podrán encontrarse estas palabras, ni ningún otro «estereotipo antisemita», proferidos por la periodista en tres décadas de actuación profesional.
No aclare, que oscurece
El viernes 17 de mayo el CSWLA envió un email a Silvia Sassola en el que ratifica sus dichos, aclarando que se basó en el cruce que la periodista tuvo el 30 de abril, por la red social Twitter, con el diputado nacional de Cambiemos por la provincia de Buenos Aires, Waldo Ezequiel Wolff.
No obstante, dicho cruce nada tuvo que ver con el origen judío de Wolff, sino con la posición que este asumió en relación al actual conflicto existente en Venezuela: «Que la restauración de la democracia en Venezuela sea en paz. Cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Fuerza Venezuela».
Sassola comentó ese posteo en forma personal, no como periodista de la UN Cuyo, y en duros términos. Las palabras del diputado referían, sin lugar a dudas, a la necesidad de que un golpe de Estado o una intervención militar extranjera —acaso norteamericana— hicieran cesar al «usurpador» presidente venezolano Nicolás Maduro en su cargo, para reemplazarlo por un «gobierno de transición» que convocara a «elecciones libres».
Las indignadas palabras de Sassola, celosa del respeto a las autonomías nacionales, fueron estas: «Das vergüenza! Golpista y sionista». A lo que Wolff replicó: «Vergüenza es disfrazarse de periodista. Que tenga buen día». El cruce fue cerrado por Sassola, declarando: «Soy periodista, podés escucharme en unidiversidad.com donde trabajo hace 27 años. Pero eso es lo de menos y no te saca la chapa de sionista-injerencista, esperando un golpe en Venezuela y promoviendo intervención militar».
Y ese fue todo el «antisemitismo militante» desplegado por la periodista en treinta años de trayectoria mediática.
La Definición de Antisemitismo de la IHRA
En el mismo mail del CSWLA a Sassola, Ariel Gelblung y Shimon Samuels adjuntan la Definición del Antisemitismo de la IHRA (Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto, por sus siglas en inglés), como «prueba» de que calificar de «sionista» a alguien, configura antisemitismo. No obstante, en la mencionada Definición no aparecen la palabra «sionismo» o «sionista» ni una sola vez, a lo largo de todo el documento.
Lo que sí aparecen son dos menciones que, lejos de robustecer la acusación contra Sassola, la absuelven de culpa y cargo. Una de ellas reza: «Las críticas contra Israel, similares a las dirigidas contra cualquier otro país, no pueden considerarse antisemitismo»; y la otra, establece que es antisemitismo «considerar a los judíos responsables de las actuaciones del Estado de Israel».
Sassola se limitó a criticar la adhesión del diputado Wolff a un llamamiento golpista contra Venezuela, vinculándolo con la agresiva política que el sionismo gobernante lleva a cabo en el Estado de Israel, y de la cual en ningún momento responsabilizó al pueblo judío; ni tampoco hizo mención alguna de la identidad judía de Waldo Wolff, refiriéndose solamente a su simpatía política por el ala sionista de la colectividad hebrea.
Por ende, no criticó ni injurió al pueblo judío, sino que criticó —sin injuriar— sólo a los individuos que detentan actualmente el poder en el Estado de Israel, y a los que defienden esa política sionista en cualquier parte del mundo. Por ende, la mención de «sionista» al diputado Wolff no califica de antisemitismo, dado que no está dirigida en absoluto a los millones de seres humanos que conforman la totalidad del pueblo judío.
¿Lobo estás?, breve semblanza de Waldo Wolff
Nacido en 1968 en Buenos Aires, cursó la secundaria en el exclusivo colegio hebreo Tarbut; uno de sus profesores de Historia, lo recuerda como un muchacho «con muy pocas luces». Mientras cursaba la licenciatura de administración de empresas en la Universidad de Belgrano, despuntaba el vicio de atajar pelotas como arquero suplente del club Atlanta.
En 2012 comenzó su meteórica carrera política desde el cargo de vicedirector de la DAIA, utilizando a esa ONG como plataforma para atacar al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner; pero fue recién en 2015 cuando su estrella comenzó realmente a brillar, al jugar un importante rol político en las denuncias por la muerte del fiscal Alberto Nisman.
Esto le valió el agradecimiento del intendente de Vicente López, Jorge Macri, quien se convirtió en su mentor y le consiguió un lugar en la lista de candidatos a diputados nacionales por el partido Propuesta Republicana (PRO).
A partir de entonces, Wolff desplegó una intensa campaña como lobbysta; renunció a la DAIA y emprendió una gira por los EEUU, donde desarrolló contactos con importantes inversores de los «fondos buitre» para sumarlos a la campaña de Mauricio Macri, y con los socios norteamericanos del aparato de seguridad israelí.
En abril de 2015 el sociólogo Jorge Elbaum, referente del Llamamiento Argentino Judío y ex director ejecutivo de la DAIA, publicó en Página/12 una nota de opinión sobre la convergencia entre la DAIA —aún bajo la influencia de Wolff—, los «fondos buitre», Nisman, y la entonces diputada del PRO Patricia Bullrich.
La reacción del candidato a diputado fue acusar a Elbaum de ser un «kapo», es decir, un judío colaboracionista de los nazis, inaugurando así su táctica defensiva contra las críticas hacia sus actos o sus concepciones políticas, consistente en acusar a quienquiera que sea que lo critique, de «antisemitismo».
Para entonces, Wolff se había convertido en un importante hombre de negocios, algunos de los cuales podrían resultar negativos para su imagen pública como futuro legislador.
Por ese motivo recurrió a su antigua amiga de la secundaria, Cynthia Werthein —cuya familia controla a la aseguradora «La Caja» desde su privatización en la era de Menem, y a la exclusiva institución educativa hebrea ORT—, quien lo asesoró para transferir la totalidad de sus participaciones empresarias localizadas en Argentina a nombre de su madre, Martha Wolff.
Ya con sus papeles en orden, el 10 de diciembre de 2015 Wolff recibió su diploma de diputado. Sin embargo, su tranquilidad se vería perturbada en abril de 2016, cuando se hizo público el escándalo de los «Panamá Papers».
En la temida lista de empresas argentinas fundadas y establecidas en ese paraíso fiscal por la firma Mossack Fonseca para ocultar la identidad de sus verdaderos propietarios, figuran, además del recién electo presidente Mauricio Macri, Héctor Magnetto de Clarín, la fallecida Amalia Lacroze de Fortabat, Gregorio Pérez Companc, Carlos Blaquier y otros importantes empresarios y políticos, entre ellos, dos cartas fuertes del macrismo: el desaparecido dirigente de los peones y estibadores rurales Gerónimo «Momo» Villegas, y el flamante diputado Waldo Wolff.
Naturalmente el sofocón no duró demasiado, merced al poderoso blindaje montado desde los poderes Judicial y Ejecutivo, con el apoyo de los medios masivos de comunicación.
Ya repuesto del susto, Wolff viajó a Israel junto a la ministra Patricia Bullrich, en su carácter de contacto con la industria de seguridad israelí, para asistir a un evento en Tel Aviv de exposición y venta de tecnología informática, aplicada al control del «terrorismo» y la «seguridad pública».
En marzo de 2017, participó de la formación del grupo de legisladores conocido como «Los ángeles de Macri», dedicado a la defensa mediática de las políticas del gobierno; sus frecuentes apariciones en televisión contrastaron con su escasa labor legislativa, limitada para entonces a apenas tres proyectos de ley y seis de resolución; lo cual motivó que en su misma bancada, se bromeara diciendo que su dieta servía para cubrir su labor de panelista en el programa «Intratables». No obstante, así, el ex arquero suplente de Atlanta se daría el gusto de volver a su pasión por las atajadas, y jugando esta vez como titular en el equipo de «Primera A» gubernamental.
En noviembre de 2017, Wolff reiteró su táctica defensiva ante las críticas, al promover una acción judicial contra el diputado Leopoldo Moreau por «antisemitismo», la cual fue desestimada por el Poder Judicial.
En 2018, sus expresiones burlonas sobre el estallido de la garrafa que mató a dos docentes en una escuela de Buenos Aires, así como sus comentarios machistas sobre las amas de casa que accedieron a la jubilación en el período kirchnerista, le dieron una triste cobertura mediática.
El apellido «Wolff» conlleva inevitables reminiscencias del anglosajón «lobo» (wolf, en idiomas inglés y alemán); en 2019, sus dentelladas están tratando de alcanzar a la periodista Silvia Sassola, a través del CSWLA.
Final del juego
La acusación es de la mayor gravedad, porque está en juego el nombre y la reputación de una periodista radial de Mendoza, muy querida en el ámbito local, por la reconocida amplitud de sus posiciones democráticas.
De todo lo expuesto surge la obligación, por parte del Centro Simón Wiesenthal Latinoamérica, de presentar pruebas realmente indubitables sobre la pretendida filiación antisemita de Silvia Sassola a lo largo de sus treinta años de trayectoria; o en caso contrario, la de efectuar un amplio y completo descargo público de su figura.
(*) El autor es historiador, escritor y periodista. Autor de Días rojos, verano negro: enero de 1919, la Semana Trágica de Buenos Aires (Bs. As., Libros de Anarres, 2011) y coautor, junto a Roberto Perdía, de Trienio en rojo y negro – La Semana Trágica, las huelgas de la Patagonia, la lucha de los trabajadores de La Forestal y los anarquistas (Bs. As., Planeta, 2017).