Lucinda era referente de la comunidad Tecoy’má de la Biosfera Yabotí. Tenía tuberculosis y neumonía. La atendieron tardíamente y murió en el hospital de Oberá. La vuelta del cuerpo a su tierra fue muy traumática para sus seres queridos. ¿Cuál fue la justificación de los funcionarios?
Jueves 1ro de julio de 2021 14:29
Se llamaba Lucinda y era la compañera del cacique Artemio de la comunidad mbya Tecoy’má ubicada en la Biosfera Yabotí, en el municipio de El Soberbio, Misiones. Falleció en la madrugada del jueves 24 de junio en el Hospital SAMIC de Oberá a causa de una tuberculosis combinada con neumonía.
La mujer era de edad avanzada y estaba enferma. Pero a los graves problemas de salud (siempre relacionados con las condiciones precarias de vida a las son sometidos los pueblos originarios en Argentina) se suma que el Estado no garantiza un acceso rápido por tierra a la zona donde habita la comunidad. De allí que, además de haber perdido a una de sus referentes, debieron transitar un hecho realmente traumático luego de fallecida Lucinda.
La mujer murió el jueves 24 a la madrugada, pero recién el sábado 26 su cuerpo pudo ser trasladado hacia su comunidad, debido a las dificultades estructurales de acceso a la zona donde vivió.
“Tenía tuberculosis y falleció de una neumonía, todo esto debido a la falta de un acceso rápido a la comunidad Tecoy’má que queda allá arriba de la Biosfera”, dijo Vasco Baigorri a Primera Edición. El hombre integra el Equipo Misiones de Pastoral Social Aborigen y agregó que están “muy dolidos porque Lucinda era una persona muy importante para el mundo mbya. Me duele muchísimo la falta de atención que vivieron”, expresó.
Según informaron desde la misma comunidad originaria, el día que trasladaron el cuerpo estaba lloviendo y, como los caminos son muy irregulares y peligrosos, debieron dejar el ataúd en una comunidad cercana a la aldea de Lucinda. Hasta allí fueron jóvenes de la comunidad en moto y, a bordo de ese pequeño vehículo, completaron el tramo que quedaba.
A su vez la comunidad denuncia que la atención a la mujer fue tardía, por los mismos problemas. “No pudieron sacarla y hasta que lo hicieron ya estaba muy mal y falleció. Todo esto, la muerte de la señora y su traslado son lamentables y son consecuencias de algo mucho mayor”, dijo María Ramírez, miembro del Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (Endepa), también conocedora de la realidad en la zona.
Desde el municipio de El Soberbio sólo atinaron a justificarse. Según informa Primera Edición, la intendencia “contrató el servicio de una funeraria local, la cual buscó el cuerpo y volvió, pero llegó la noche. Estas aldeas están pasando el arroyo Pepirí, a unos 60 kilómetros de El Soberbio y ya es parte de San Pedro”.
Como si no fueran corresponsables junto a la gobernación de Oscar Herrera Ahuad y al Gobierno nacional, los funcionarios locales dijeron que “el coche fúnebre se metió hasta donde pudo y ya entrada la noche (23 horas) dejó el cuerpo en la primera aldea al parecer; además los caminos no están bien”.
El hecho es otra postal más de las miles que desde hace décadas muestran palmariamente las condiciones de existencia de las comunidades originarias del país, sean de la provincia que sean. Una postal que demuestra cuán lejos está la realidad de esas poblaciones de las letras muertas de la Constitución Nacional y las leyes que hablan de respecto y garantía de los derechos originarios.
Parafraseando al presidente Alberto Fernández, si “los argentinos descendemos de los barcos” entonces para el Estado esos pueblos casi casi que tienen lo que merecen. Nada que sorprenda, aunque la indignación se renueva.