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SEMANARIO

Mujeres, clase y política identitaria. Reflexiones sobre el feminismo y su futuro

Por las revistas: Martha E. Gimenez

TEORÍA
Ilustración: Lev Bruni, Arcoíris.

Mujeres, clase y política identitaria. Reflexiones sobre el feminismo y su futuro

Ideas de Izquierda

Martha E. Gimenez es profesora emérita de Sociología de la Universidad de Colorado Boulder. Es autora de Marx, Women and Capitalist Social Reproduction (Brill, 2018) (*). La versión original de este artículo apareció en 2019, en un número de la revista Monthly Review dedicado al 50º aniversario de la publicación de “The Political Economy of Women’s Liberation” (La economía política de la liberación de las mujeres) de Margaret Benston. Al igual que Gimenez, teóricas como Silvia Federici, Selma James o Lise Vogel, entre otras, reflexionan, en el mismo volumen, sobre el aporte que significó el artículo de Benston al debate sobre la reproducción social.

El trabajo de Martha E. Gimenez ofrece una nueva lectura sobre debates y reflexiones de los años 1970, cuando el movimiento feminista estaba en pleno auge en Estados Unidos (donde está radicada hace décadas), a la luz de discusiones actuales. Como Lise Vogel propone reflexiones sugerentes alrededor de la idea de interseccionalidad, una idea reivindicada, sobre todo, como crítica al feminismo liberal (mayoritariamente blanco y de la clase media y alta profesional) pero a la que se le hacen pocas preguntas.

El feminismo interseccional suele presentarse como una respuesta a los discursos de la igualdad de género “a secas”, porque dejan de lado las múltiples opresiones que se entrelazan en las sociedades capitalistas. La idea de dos caminos que se cruzan, dos avenidas que “intersectan”, son las metáforas utilizadas para hablar del entrelazamiento de la etnia y la clase, el género y la nacionalidad. Y en esa intersección convergen categorías que construyen experiencias diferentes de la opresión de género. Pero, ¿cómo se definen las avenidas? ¿Son todas iguales? ¿Dar preeminencia a la cuestión de clase en el capitalismo es hacer aquello que llaman “reduccionismo”?

Con una perspectiva marxista, Gimenez propone además algunas respuestas, no para cerrar sino para abrir nuevos debates y revisitar aquellos que mantienen vigencia.

***

Siempre es menester distinguir entre el trastocamiento material de las condiciones económicas de producción [y, agrego, de reproducción] … y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en suma, ideológicas, dentro de las cuales los hombres cobran conciencia de este conflicto y lo dirimen.
—Karl Marx [1]

I

En su célebre artículo de 1969, “The Political Economy of Women’s Liberation” (La economía política de la liberación de las mujeres), Margaret Benston articuló varios de los temas recurrentes y aspectos teóricos de las ideas feministas, especialmente aquellas desarrolladas por las feministas socialistas y marxistas. Por ejemplo, ubicó las bases materiales del estatus secundario de las mujeres en su responsabilidad sobre la producción de valores de uso para el consumo doméstico y su consiguiente dependencia económica con respecto a los proveedores; los efectos de las responsabilidades domésticas sobre las oportunidades de las mujeres; y las condiciones materiales para la liberación de las mujeres, es decir, igual acceso al empleo y el final de la naturaleza privatizada del trabajo doméstico y la crianza” [2].

Como estudiante de posgrado a fines de los años 1960, me costaba comprender la noción de que las mujeres eran oprimidas como mujeres y que los varones o el patriarcado eran la fuente de su opresión –una idea que, en ese momento, era extraña para mí [3]–. En cambio, la perspectiva de Benston de que las causas del estatus secundario de las mujeres eran estructurales, enraizadas en la economía capitalista, y resultaba en la responsabilidad femenina del cuidado infantil y la producción de valores de uso para el consumo familiar, tenían sentido para mí. Mostraba cómo el funcionamiento de la economía capitalista, dado que la organización de la reproducción social y biológica seguía en un “estadío premercado”, ponía a los varones y mujeres de la clase trabajadora en posiciones estructurales diferentes. Esto, inferí, les daba a algunos hombres poder sobre las mujeres. Los varones de la clase trabajadora debían ganar salarios para sobrevivir, mientras las mujeres de esa misma clase, casadas o no, podían teóricamente tener un trabajo asalariado o trabajar en el hogar, de forma gratuita y dependiente de los salarios del jefe de hogar [4]. En abstracto, bajo el capitalismo, ser una trabajadora doméstica sin pago es, para las mujeres trabajadoras, una alternativa funcional a ganar un salario [5]. En retrospectiva, al leer su artículo nuevamente, puedo decir que mi punto de vista de la opresión de las mujeres y la conceptualización de lo que, a comienzos de los años 1970, llamaba el modo de reproducción, le debe mucho a la visión de Benston sobre la “definición estructural de las mujeres” y el hogar como lugar de producción y reproducción [6].

II

Durante los cincuenta años que pasaron desde la publicación de este importante trabajo, el pensamiento feminista evolucionó en varias direcciones, impulsado por desafíos desde sus propias filas así como por los cambios de las condiciones históricas en las que emergieron las luchas y las ideas feministas.

Desde mediados de los años 1960 hasta los 1970, inspiradas por el movimiento de mujeres, las teorías feministas y declaraciones programáticas que ofrecían diferentes explicaciones de la opresión de las mujeres florecían en Estados Unidos y el mundo, incluidas las teorías del patriarcado (feminismo radical), la interacción entre el patriarcado y el capitalismo (feminismo socialista), y el capitalismo, visto como un sistema de relaciones de explotación de producción y relaciones de opresión de reproducción (feminismo marxista). Estas teorías tempranas fueron y siguen siendo valiosas con respecto a la investigación y las implicancias políticas, y por sus efectos ideológicos más amplios, como elevar la conciencia de las personas sobre las muchas dimensiones de la opresión de las mujeres e inspirarlas para organizarse y luchar por cambiarlas.

Gracias al éxito de luchas liberales, las oportunidades de las mujeres se expandieron; hoy existen muchas más mujeres en los negocios, en la política, en la educación superior y otras profesiones y carreras que solían estar reservadas para los hombres. El feminismo socialista y marxista echó luz sobre la opresión de las mujeres en el hogar y en el lugar de trabajo. La conciencia acerca de las dimensiones opresivas de los mercados laborales segregados por género y la doble jornada, un concepto que captura el conflicto persistente entre el empleo [asalariado, NdT] de las mujeres y su responsabilidad primaria en el trabajo doméstico y la crianza, ingresó en la cultura popular. Que existan guarderías accesibles se transformó en un objetivo político legítimo. Se reconoció el acoso sexual en el lugar de trabajo como una forma de discriminación de género. Y, como muestra el movimiento Me Too, las mujeres responden. Sin embargo, la brecha salarial y la movilidad laboral de hombres y mujeres, aunque se redujo, persiste. La enorme contribución de las mujeres a la economía capitalista a través del trabajo doméstico no pago sigue sin ser reconocida, mientras la lucha por sus derechos reproductivos continúa, porque los políticos insisten en proponer y a menudo aprobar leyes que buscan restringir abiertamente su acceso a la anticoncepción y el aborto mientras apuntan, más solapadamente, a controlar su sexualidad [7].

III

La cuestión de la opresión de las mujeres, cuya crítica constituyó al feminismo como una actividad académica y política, ha sido su fuente permanente de fuerza y atractivo, y ha dado lugar a numerosas teorías críticas y perspectivas [8]. Esto produjo cambios conceptuales continuos que definen un feminismo en evolución, como el giro de mujeres a género y de desigualdad a diferencia. También incluyó el cambio de teorizar sobre las condiciones generales de la experiencia de las mujeres –oprimidas en el hogar y el lugar de trabajo y haciendo malabares entre las exigencias en conflicto de ambos– a hacerlo sobre las implicancias del planteo de que mientras el género puede ser la fuente principal de opresión para las mujeres blancas, heterosexuales y de clase media, las mujeres con diferentes características y experiencias se ven afectadas por otras formas de opresión también [9].

La más importante de esas críticas la plantearon las feministas negras y otras mujeres de color, que resultó en el marco analítico de raza, género y clase y eventualmente cristalizó en interseccionalidad. Igual de significativa es la perspectiva de la reproducción social, que –aunque encuentra sus bases en el feminismo marxista– se expandió más allá del foco original de la opresión de las mujeres.

El propósito de este ensayo es brindar algunas consideraciones sobre la relación entre estas perspectivas y el feminismo marxista. ¿Fortalecen las primeras el carácter distintivo del feminismo marxista y su relevancia política? ¿O, en cambio, lo ubican en un terreno teórico diferente? Creo que sucede lo segundo, dado que la interseccionalidad se desdibuja en estratificación social, y la reproducción social puede referirse a una variedad de fenómenos a nivel macro (reproducción de la fuerza de trabajo, estructura de clase, relaciones opresivas, relaciones de producción, etc.) más allá de la reproducción biológica y la reproducción de la fuerza de trabajo. Sostendré que una forma posible de que el feminismo marxista siga siendo una perspectiva distintiva teórica y política relevante podría ser volver a la clase, en el sentido marxista, reexaminar teóricamente la relación entre clase y opresión, específicamente la opresión de las mujeres trabajadoras en las formaciones sociales capitalistas. Esto podría implicar un análisis estructural, en el sentido que plantea de Benston –es decir, uno que busque en el desarrollo y funcionamiento del capitalismo las bases materiales específicas de todas las formas de opresión–.

IV

El movimiento de liberación de las mujeres fue parte de un abanico de movimientos sociales en los años 1960 y 1970, cuando personas organizadas en base al género (liberación de las mujeres), edad (Grey Panthers, panteras grises), sexualidad (movimiento de liberación sexual), etnia (personas mexicanas estadounidenses, chicanas, asiáticas americanas) y raza (feministas negras, Panteras Negras). Las formas de conciencia, la producción intelectual y la política de esos movimientos sociales basados en la identidad se basaban en las experiencias materiales de activistas, académicas y académicos que participaban de ellos. Estaban influenciados por el contexto político, ideológico y social de Estados Unidos, una formación social donde, sobre todo en los medios, la información censal y de las ciencias sociales sobre los fenómenos sociales se presentaban y discutían a menudo excluyendo la clase, lo que fomenta una tendencia a fusionar y percibir los efectos de la clase con los del género, raza, etnia y otros estatus de opresión [10]. Lamentablemente, la clase está ausente hoy del vocabulario de la mayoría de las personas y el discurso político dominante, el movimiento obrero no tiene organización política ni representación, y las lecturas idealistas de Karl Marx predominan en muchos sectores de la izquierda [11].

Las mujeres de color, muy conscientes de las diferencias entre sus experiencias de opresión y las de las feministas blancas, plantearon críticas que anunciaron el desarrollo de los ya mencionado marcos de análisis, escribieron sobre la simultaneidad de “opresión racial, sexual, heterosexual y de clase” en el contexto de “sistemas de opresión entrelazados”, que más tarde se haría conocido como interseccionalidad [12]. Esta y otras observaciones críticas hicieron más que identificar las fuerzas opresivas e interrelacionadas que afectan las vidas de las mujeres de color; llamaron la atención sobre la relación entre la estratificación social y la opresión como se evidencia en los efectos sobre las vidas y las identidades de todas las personas” [13].

Dado que la interseccionalidad es vista como una teoría feminista importante, la opresión de las mujeres debería estar en el centro. Sin embargo, su amplio enfoque –“sistemas de opresión entrelazados” que resultan en “identidades complejas”– introduce algo de ambigüedad en su tema porque se aplica, con efectos variables, a todas las personas: hombre y mujer, blanca y no blanca, ciudadana y no ciudadana, migrante y nativa, etc. En Marx, Women and Capitalist Social Reproduction sostengo que, si se entiende de forma limitada, el objeto de la interseccionalidad es la opresión de las mujeres con identidades complejas aunque, además de “mujeres marginalizadas”, también se aplica a “varones ocasionalmente marginalizados” [14]. El término marginalizado implica pobreza o casi pobreza, y estar en el último eslabón de la cadena del sistema de opresión –que excluye a las mujeres ocupadas de la clase media y ubicaciones privilegiadas en esos sistemas–. ¿Podría la interseccionalidad, entonces, decirse una teoría feminista mientras excluye a una porción importante de la población femenina? Al mismo tiempo, sin embargo, si la interseccionalidad se aplica a todas las personas –ya que todas están situadas en el sistema de estratificación social y las relaciones de opresión, y una proporción sustancial de la población masculina se ubica en el último escalón– tiene sentido verla como un enfoque hacia el estudio de la estratificación y sus efectos opresivos, más que como una teoría feminista [15].

El tema de la reproducción social también es ambiguo. Como la interseccionalidad, la reproducción social también se ve como una teoría feminista pero, en sus versiones actuales, su alcance va más allá de la opresión de las mujeres y la reproducción de la fuerza de trabajo para abarcar la reproducción de las condiciones naturales y sociales de la reproducción del capitalismo.

V

Las primeras feministas marxistas teorizaron sobre el resultado del trabajo doméstico –la producción de valores de uso– realizado por las mujeres y debatieron la naturaleza de la relación entre el trabajo doméstico, el nivel de los salarios masculinos y la producción de plusvalía [16]. Es por esto que, comparado con las ideas actuales sobre la reproducción social, las primeras teorías feministas marxistas podrían clasificarse como teorías de la reproducción social stricto sensu. El alcance de la reproducción social actual implica mucho más que la reproducción biológica, de la fuerza de trabajo y la red de instituciones fuera del hogar que contribuyen a la reproducción de esa fuerza de trabajo (como los sistemas de educación, salud y cuidados). Incluye, por ejemplo, la reproducción de la población, las clases sociales, las relaciones de producción, fuerza de trabajo y diferentes capas y relaciones de opresión (género, edad, raza, etnicidad, origen nacional, religión, etc.), del sistema de estratificación social entre el que la población de toda las formaciones sociales se distribuye [17]. Dado que la reproducción de la fuerza de trabajo y los sistemas de estratificación social reflejan y presuponen condiciones económicas, políticas, legales e ideológicas cambiantes a nivel macro, la reproducción social también se trata de la reproducción de formas sociales de conjunto.

Las feministas de la reproducción social subrayan la integración de la producción de las cosas y la producción de la vida, y plantean que la producción de plusvalía y la acumulación de capital necesitan de la reproducción de la fuerza de trabajo y que, en consecuencia, “la reproducción social está en el corazón de la lucha de clases” [18]. En principio, estoy de acuerdo. Sin embargo, siguiendo la distinción de Marx entre elementos de organización social trans históricos e históricos, sostengo que la reproducción social es mejor teorizada en su contexto histórico: “allí donde la producción presenta forma capitalista, la presenta también la reproducción” [19]. Por eso llamo a mi perspectiva sobre la reproducción reproducción social capitalista, porque “en las formaciones sociales donde el capitalismo es el modo de producción dominante, las estructuras, los procesos y las contradicciones del modo de producción determinan la organización social (es decir, establece límites históricos para su variabilidad) y las bases materiales del modo de producción factible para las clases sociales y los estratos dentro de ellas” [20].

La relación entre producción y reproducción bajo el capitalismo es inherentemente contradictorio, porque la reproducción de las clases trabajadoras está sujeta al poder, los intereses y la reproducción de la clase capitalista [21]. Las contradicciones capitalistas cambian constantemente el acceso a las condiciones de reproducción para los diferentes sectores de la clase trabajadora a través de una variedad de mecanismos con el objetivo de aumentar las ganancias y reducir los costos laborales. Es por eso que prefiero decir que la supervivencia económica y social de las clases trabajadoras están en el corazón de la lucha de clases. De hecho, una contribución clave de la teoría de la reproducción social es señalar que las luchas de clase son luchas de las trabajadoras y los trabajadores por el acceso a las condiciones materiales y sociales necesarias para la supervivencia y el progreso económicos y sociales, y que la clase trabajadora abarca una población más amplia que el sector actualmente empleado de la fuerza de trabajo [22]. Como observó Immanuel Wallerstein, porque “las ‘personas’ construidas –las razas, las naciones, los grupos étnicos– se relacionan de forma tan fuerte, aunque imperfecta, con la ‘clase objetiva’... una proporción muy alta de la actividad política basada en la clase en el mundo moderno tomó la forma de actividad política basada en las personas [mujeres, minorías, migrantes, etc.]” [23].

VI

La superposición entre las primeras teorías feministas marxistas y una formulación limitada de la teoría de la reproducción social es clara, pero lo es menos cuando el alcance de la segunda se amplía. Desde el punto de vista de mucho del pensamiento actual sobre la reproducción social, sin embargo, las primeras teorías feministas marxistas eran defectuosas porque se desplegaban dentro de un marco limitado que privilegiaba las categorías de clase y género, investigadas “aisladas de la raza, la sexualidad, el colonialismo y otras relaciones constitutivas” mientras que pasaban por alto la “complejidad multifacética de las relaciones y luchas políticas del mundo real… [donde] la opresión racial se cruza con las formas generizadas de dominación y explotación de clase” [24].

Tengo un fuerte desacuerdo con esta afirmación. Las feministas marxistas fueron explícitas al teorizar la relación entre las relaciones de clase capitalistas y las bases estructurales de la opresión de las mujeres. Su trabajo iluminó los efectos del capitalismo sobre el lugar económico y social de las mujeres y lo significativo del trabajo doméstico, y no excluyó que otras relaciones opresivas pudieran considerarse en el contexto de investigación empírica en el “mundo real”, es decir, en las formaciones sociales capitalistas, en las que se inscribieron las opresiones coloniales-imperial y racial.

En defensa de la teoría feminista marxista, donde las críticas ven debilidad, yo veo fuerza. Las primeras feministas marxistas examinaron la relación entre el funcionamiento del modo de producción capitalista y la organización capitalista de la reproducción biológica y social, al identificar en sus efectos las condiciones materiales que definen el estatus de las mujeres en las formaciones sociales capitalistas, es decir, en las sociedades donde prevalece el modo capitalista de producción [25]. La percepción de que el feminismo marxista “privilegia” el género a la exclusión de otras formas de presión no toma en cuenta la importancia de diferenciar entre niveles de análisis. A nivel del análisis de formaciones sociales capitalistas (como Estados Unidos, Francia, Uruguay, etc.), las experiencias de la mujeres de la opresión difieren de gran manera, este es el nivel de análisis donde las y los cientistas sociales marxistas investigan los efectos de las relaciones de clase, la estratificación social y relaciones sociales opresivas, o lo que quienes abogan por la interseccionalidad identifican como “ejes de opresión” e “identidades complejas”. El modo de producción capitalista, en cambio, es el nivel de análisis en el que las primeras feministas marxistas desarrollaron sus teorías sobre las condiciones materiales estructurales capitalistas que subrayan el estatus subordinado de las mujeres, sin importar las diferencias de sus identidades individuales y las ubicaciones en la estructura de clase y el sistema de estratificación social.

Mientras el feminismo marxista también fue criticado por “privilegiar” la clase, sostengo que no la “privilegió” lo suficiente. Las teorías feministas marxistas capturan la esencia de las condiciones materiales que afectan a la mayoría de las mujeres trabajadoras, aunque esto no siempre se establece de forma explícita, de ahí la percepción de que sobre generalizan. La afirmación de Benston de que “excepto las muy ricas, que pueden contratar a alguien para hacerlo, existe para la mayoría de las mujeres una cantidad mínima irreductible de trabajo necesario en cuidar el hogar, al marido, niños y niñas”, señala, al nivel del análisis de la articulación entre capitalismo y reproducción, el destino de las mujeres más desposeídas bajo el capitalismo [26]. En el marco de las formaciones sociales capitalistas, sin embargo, las mujeres se dividen no solo por su ubicación de clase (propietarias y no propietarias de los medios de producción) sino también por su ubicación en el sistema de estratificación social.

Las referencias indirectas a la clase, como la diferencia entre las muy ricas y la mayoría restante, o el 1 % y el 99 %, confunden la naturaleza de las diferencias de clase y la existencia de diferencias socioeconómicas dentro de las clases, lo que contribuye no voluntariamente al reino de la confusión sobre las clases en Estados Unidos.

VII

Existe una fuerte conexión entre la intensificación de la desigualdad económica, global y dentro de las formaciones sociales capitalistas, y los cambios en la ciencia social y el pensamiento feminista que buscan reconocer las limitaciones de teorizar sobre una o simultáneas opresiones de forma relativamente aislada de la clase. Teóricamente, es difícil conceptualizar la relación entre la clase y la opresión en un contexto donde evitar el “reduccionismo de clase” a menudo resulta en confundir clase con ingreso o con estatus socioeconómico, que la reduce a una ideología o “clasismo”, o confunde clase y opresiones, como plantear que la clase es “generalizada” o “racializada”. Más importante, rara vez se reconoce que la clase y las opresiones pertenecen a dos niveles diferentes de análisis: la clase a estructuras perdurables del modo de producción capitalista cuyos efectos causales se sienten en todas las formaciones sociales capitalistas, mientras que las identidades opresivas y las relaciones de opresión son más variables histórica, ideológica y políticamente construidas para responder a necesidades económicas y políticas cambiantes [27].

Políticamente, el problema es cómo promover la unidad y la conciencia de clase en una clase trabajadora fragmentada y debilitada por los efectos del cambio económico y tecnológico, y por la política identitaria y las guerras culturales. Una solución posible podría consistir, en primer lugar, en “privilegiar” al clase, al explorar las implicancias teóricas y políticas del hecho de que todos los totales de población identificables sobre la bases del estatus –es decir, categorías de opresión como el género, la raza, al etnicidad, el origen nacional, la ciudadanía, la edad y la sexualidad– están divididos por clase [28]. En segundo lugar, debe considerarse que las clases trabajadoras están fragmentadas no solo en términos de género, raza, etnicidad, etc., si no también en términos de educación, ocupación, ingresos, lugar de residencia, religión, afiliación política, y así sucesivamente, es decir, en términos de estratificación social y económica.

A nivel del análisis del modo de producción, la mayoría de las personas, independientemente del género, raza, etnicidad y otras características individuales que puedan tener, son de la clase trabajadora, sean o no conscientes de ello. No poseen los medios de producción, dependen de la venta de su fuerza de trabajo para sobrevivir, y su supervivencia económica siempre es endeble y está sujeta a los cambios en la economía capitalista nacional y global, que, a su vez, refleja las decisiones para la búsqueda de ganancias de las clases capitalistas.

A nivel del análisis de las formaciones sociales, la ubicación de clase común y la comunidad objetiva de intereses están opacadas y atenuadas por los efectos de las divisiones raciales, étnicas, estatus socioeconómicos y otras.

Por las divisiones de clase y estatus socioeconómicos, pertenecer a un grupo oprimido no implica comunidad de intereses políticos y económicos. Aunque la proporción de mujeres y miembros de minorías raciales y étnicas en la clase capitalista y las capas más altas del sistema social, económico y político es muy pequeña, las contradicciones de clase y conflictos de intereses no desaparecen bajo el manto de las identidades comunes. Por ejemplo, las luchas exitosas por los derechos civiles de todos los miembros de un grupo oprimido no borra las contradicciones de clase y la desigualdad económica dentro del mismo. Como mucho, promueven la movilidad ascendente de algunos individuos mientras mantienen sin cambios el capitalismo y todas las formas de desigualdad económica y social.

Es necesario, en consecuencia, trascender la reificación de los conceptos de clase y clase trabajadora como algo separado de las relaciones de opresión, en general, y de las luchas de las mujeres y otras luchas basadas en la identidad, en particular. La teoría feminista marxista echó luz sobre las condiciones materiales para la opresión de las mujeres trabajadoras y debe decirlo enfáticamente, superando el control ideológico que subyace en los reparos habituales sobre determinismo económico y reduccionismo de clase que contribuyeron al repliegue o retiro de la clase y el auge de las políticas identitarias. En este contexto, “privilegiar” la clase significa explicitar que la opresión siempre se experimenta dentro de los espacios políticos y sociales de estratificación social y de clase, que, a su vez, pueden aliviar o intensificar sus efectos. Los resultados de las relaciones y conflictos de clase recaen de forma diferencial sobre las mujeres en función de su situación de clase, estatus socioeconómico y ubicación en las estructuras de opresión, sin importar su autoidentificación con una o varias identidades oprimidas.

La realidad material de la clase siempre presente es, sin embargo, rara vez reconocida por la persona promedio. Pero reconocida o no (es decir, independientemente del grado de conciencia de clase), el efecto de la situación de clase es real, incluso cuando sus “heridas ocultas” pueden sentirse y entenderse a través del prisma de la identidad.

Por ejemplo, aunque considerada desde un punto de vista exclusivamente feminista, los esfuerzos republicanos actuales para socavar el acceso legal a la anticoncepción y el aborto fueron denominados como “guerra contra las mujeres” republicana. Tal interpretación pasa por alto diferencias importantes de clase y estatus socioeconómico en el impacto de las políticas restrictivas sobre la reproducción biológica. Sin importar la raza, la etnicidad, y otras diferencias, las mujeres capitalistas y de las capas más altas del sistema de estratificación social no se ven afectadas por esas políticas porque pueden pagar anticonceptivos y un aborto si sus seguros de salud no lo cubrieran o si estuviera prohibido o no disponible en su lugar de residencia [29]. Ya que la mayoría de las mujeres viven con niños y niñas, maridos, compañeros u otros miembros de su familia, sus decisiones reproductivas no afectan solo su bienestar sino también el de otras personas. En un contexto de salarios insuficientes, empleo incierto, vivienda inadecuada, falta de cobertura de salud y otros problemas que afectan a trabajadoras y trabajadores, las políticas familiares reaccionarias pueden ser mejor entendidas como una guerra contra la clase trabajadora [30].

VIII

A medida que la riqueza y la desigualdad de ingresos se intensifican, la realidad material de y los efectos sobre las vidas de las personas se vuelve cada vez más difícil de ignorar. Ha llegado el momento de reconocer los límites de la teoría y la política basada en la identidad. Los éxitos económicos, sociales y políticos de muchas mujeres individuales no alteraron el destino de la mayoría. Quizás esta es una de las fuentes del renovado interés en el marxismo y el feminismo que vemos hoy, en especial en Europa, donde tuvieron lugar tres conferencias internacionales [31].

Para transformarse en más que un ejercicio académico, el feminismo marxista necesita volver a sus raíces materialistas históricas y a la clase, como las bases materiales clave de los problemas que enfrentan las mujeres trabajadoras, empleadas o no. En el ambiente económico y político actual, es importante articular un feminismo que reconozca que la mayoría de las mujeres están en la clase trabajadora y que la opresión y los problemas que enfrentan las trabajadoras (sin importar cuál o cuáles puedan ser sus identidades) en las formaciones sociales son afectadas de forma significativa por su lugar de clase. Las trabajadoras no son responsables solo de la reproducción de la fuerza de trabajo, la supervivencia económica de sus familias y la clase trabajadora: son parte de la clase trabajadora. De hecho, son más de la mitad de las clases trabajadoras mundiales, dado que “su lugar común en las relaciones de producción y reproducción es una base material universal, aunque histórica, para su movilización y organización política potencial, no como mujeres y no como trabajadores sino como mujeres trabajadoras” [32].

Por lo tanto, es momento, al escribir y hablar de sobre temas que importan a las mujeres, de especificar su situación de clase, estatus socioeconómico y otras características relevantes, como si son trabajadoras latinas, capitalistas blancas, migrantes trabajadoras centroamericanas, de clase media (en términos de estatus socioeconómico), afroamericanas, y así sucesivamente. No se trata de describir identidades complejas, sino llamar la atención sobre la naturaleza omnipresente de la clase como el espacio social, económico y político en el que se desenvuelve la vida de todas las personas inevitablemente, sin importar la conciencia de su posición de clase.

Hoy, cuando la desigualdad económica crece, las perspectivas económicas de los varones de la clase trabajadora llevan decayendo durante décadas, sobre todo las de aquellos poco educados. La productividad crece y los salarios se estancan. La formación de la familia trabajadora es cada vez más difícil e inestable, especialmente cuando el capital se apoya en el trabajo de las mujeres para reducir costos laborales. A medida que las mujeres siguen aumentando su participación en la fuerza de trabajo, su responsabilidad en el trabajo de la reproducción social también se ve intensificada [33]. Estos cambios a nivel macro en la demanda de trabajo y la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo exacerban las divisiones en la clase trabajadora, sobre todo, los antagonismos entre varones y mujeres, promovidos por las políticas identitarias que favorece la clase capitalista.

Mientras la opresión de las mujeres y otras opresiones ocupen el centro de la teoría y la política feministas y la clase se mantenga en los márgenes, el feminismo contribuirá de forma involuntaria a mantener la clase fuera de la conciencia colectiva y los límites del discurso político aceptable. Para transformarse en una fuerza política e ideológica unificadora, en lugar de divisiva, el feminismo marxista del siglo XXI debe convertirse en un feminismo abiertamente de las mujeres trabajadoras, en solidaridad con la clase de conjunto, apoyando la lucha de todos los trabajadores, mujeres y varones, y toda las variantes de género, personas de todas las razas, orígenes nacionales, estatus de ciudadanía, etc., encabezando así el proceso hacia la organización de la clase trabajadora y el tan necesario regreso a la clase en la política estadounidense.

Traducción Celeste Murillo.

(*Agradezco a Paul Cammack y a Lise Vogel por sus comentarios y sugerencias. La versión original fue publicada en inglés en Monthly Review, vol 71, no. 4, septiembre 2019.


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NOTAS AL PIE

[1Prólogo de Contribución a la crítica de la economía política, Siglo XXI, p. 5.

[2Margaret Benston, “The Political Economy of Women’s Liberation”, Monthly Review 21, no. 4 (Septiembre 1969): 13–27. En mi libro Marx, Women and Capitalist Social Reproduction (Brill, 2018), exploro estos temas sobre las mujeres, la clase y la identidad en profundidad.

[3En 1957, cuando ingresé en la facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba en Argentina, convertirme en abogada no era una opción común. Crecí alentada a creer que no había límites para lo que podría lograr, en un ambiente en el que daba por sentado la existencia de mujeres en profesiones que en Estados Unidos en ese momento todavía se consideraban como una prerrogativa masculina (como medicina, odontología, bioquímica y derecho).

[4Por supuesto, en las formaciones sociales capitalistas, muchas mujeres trabajadoras hacían ambas cosas, sobre todo las mujeres de minorías raciales o étnicas o de poblaciones migrantes. Las características históricamente específicas de las formaciones sociales producen variaciones empíricas en las estrategias de supervivencia de hombres y mujeres de la clase trabajadora de diferentes orígenes nacionales, raciales, étnicos que se desarrollan en los marcos limitados del capitalismo.

[5La proporción de trabajadoras domésticas full time o “madres que trabajan en casa” fluctúa con los cambios sociales y económicos. En Estados Unidos, cayó del 49 % en 1967 al 23 % en 2012. Ver Jacob Galley, “Stay-at-Home Mothers Through the Years”, Monthly Labor Review, Bureau of Labor Statistics (Oficina de Estadísticas Laborales), Septiembre 2014.

[6Martha E. Gimenez, “Population Structure and Processes in the Capitalist Mode of Production” (Tesis doctoral, Universidad de California, Los Angeles, 1973).

[7Sobre los esfuerzos recientes para restringir el derecho al aborto, ver Marisa Lati y Deanna Paul, “Everything You Need to Know About the Abortion Ban News”, Washington Post, 17/05/2019. Ver también Martha E. Gimenez, “Reactionary Family Policies in the 21st Century: The Republican War on the Working Class in the United States”, Cultural Logic nº. 23 (2019).

[8Para una lista y discusión exhaustivas ver Judith Lorber, Gender Inequality (Oxford University Press, 2009).

[9Muchas teorizaciones feministas, sobre todo en Estados Unidos, surgen de una crítica adecuada del feminismo marxista temprano. No se entendía que el centro de atención del feminismo marxista, como el de Benston, fuera el lugar estructural de las mujeres en el capitalismo. En lugar de eso, como una base para la crítica, las teóricas señalaron las diferencias empíricas (raciales, étnicas, nacionales, etc.) entre las mujeres en distintas sociedades. Aunque estos hechos son ciertos, las teorías feministas no consiguieron abordar la diferencia entre los factores históricamente específicos que afectan la condición de las mujeres en las formaciones sociales capitalistas, y las estructuras capitalistas y limitaciones que afectan a las mujeres y son comunes a todas las formaciones sociales.

[10Por ejemplo, los políticos y los medios ponen el énfasis en la pobreza desproporcionada de las mujeres, los niños y las minorías étnicas y raciales, como si la pobreza masculina y blanca fueran insignificantes, como si los pobres no tuvieran clase, y la pobreza no estuviera relacionada con el funcionamiento normal del capitalismo y las relaciones de clase. En 2017, 17 millones de personas blancas eran el 43,8 % de la población pobre [de Estados Unidos]. Ver las estadísticas actuales de pobreza en Estados Unidos publicadas por la oficina del censo de EE. UU., disponible en http://federalsafetynet.com.

[11Crecí en una familia de clase media en Argentina, cuando (en los años 1950 y 1960) –en mi entorno– ser mujer era un hecho significativo, aunque privado y no social o político, como por ejemplo, la clase o la nacionalidad. Esto influenció mi trabajo. Adquirí una conciencia intuitiva de la historicidad de las identidades personales y sociopolíticas y las categorías de análisis dominantes en todas las formaciones sociales.

[12Combahee River Collective, “A Black Feminist Statement”, Monthly Review] nº. 70, no. 8 (Enero 2019), pág. 29.

[13El concepto se refiere a la clasificación y distribución de la población de una sociedad en agregados de diferente nivel social y económico en función de características como, por ejemplo, género, raza, etnia, edad, origen nacional, ingresos, educación, ocupación y lugar de residencia.

[14Martha Gimenez, Marx, Women and Capitalist Social Reproduction, pág 101–2; ver también Kimberlé Williams Crenshaw, “The Structural and Political Dimensions of Intersectional Oppression”, en Patrick R. Grzanka (ed.), Intersectionality: A Foundations and Frontiers Reader, Westview, 2014, pág. 18.

[15Ver, por ejemplo, Nira Yuval-Davis, “Beyond the Recognition and Re-Distribution Dichotomy,” en Helma Lutz, Maria Teresa Herrera-Vivar, y Linda Supik (eds.), Framing Intersectionality, Ashgate, 2011, págs. 156, 159.

[16Ver, por ejemplo, Lise Vogel, Marxism and the Oppression of Women: Toward a Unitary Theory, Haymarket, 2013, pág. 177.

[17Ver, por ejemplo, Meg Luxton, “Reclaiming Marxist Feminism”, Studies in Political Economy Nº. 95 (2015), pág. 166.

[18Meg Luxton, “The Production of Life Itself: Gender, Social Reproduction and IPE”, en Juanita Elias y Adrienne Roberts (eds.), Handbook on the International Political Economy of Gender, Edward Elgar, 2017, pág. 39.

[19Karl Marx, El Capital, FCE, Ciudad de México, 1986, Vol 1, Sección 7ma, cap. XXI, p.476.

[20Martha Gimenez, Marx, Women and Capitalist Social Reproduction, págs. 353–57; ver también capítulo 13.

[21Ibídem, pág. 299.

[22Ver, por ejemplo, Tithi Bhattacharya, “How Not to Skip Class: Social Reproduction of Labor and the Global Working Class”, Viewpoint, Octubre 31, 2015.

[23Immanuel Wallerstein, “The Construction of Peoplehood,” en Etienne Balibar e Immanuel Wallerstein (eds.), Race, Nation, Class, Verso, 1991, pág. 84.

[24Susan Ferguson, Genevieve LeBaron, Angela Dimitrakaki, y Sara R. Farris, “Introduction”, Historical Materialism 24, N°. 2 (2016), págs. 28, 30.

[25Ver, por ejemplo, Margaret Benston, “The Political Economy of Women’s Liberation”; Martha E. Gimenez, “The Oppression of Women,” en Ino Rossi (ed.), Structural Sociology, Columbia University Press, 1982); L. Vogel, Marxism and the Oppression of Women.

[26M. Benston, “The Political Economy of Women’s Liberation”, pág. 24.

[27Los migrantes no europeos son racializados o etnizados automáticamente en Estados Unidos e incorporados a grupos minoritarios oprimidos que ya existen. Ver, por ejemplo, Martha E. Gimenez, “Minorities and the World-System”, en Joan Smith et al. (eds.), Racism, Sexism and the World-System, Greenwood, 1988, págs. 39–56. Ver también Immanuel Wallerstein, “The Construction of Peoplehood”, Sociological Forum 2 (1987): págs. 373–88; Barbara Fields, “Slavery, Race and Ideology in the United States of America”, New Left Review 181 (1989), págs. 95–118.

[28En términos de la sociología weberiana, las categorías de opresión son categorías de estatus que conllevan “una estimación específica, positiva o negativa, del honor… conectada con cualquier cualidad compartida por una pluralidad”. Ver Max Weber, C. W. Mills and H. Gerth (eds), Max Weber: Essays in Sociology, (Oxford University Press, 1973), 181.

[29Las capitalistas son mujeres que poseen capital por derecho propio, ya sea heredado y/o ganado, o están casadas con un capitalista y disfrutan de los privilegios de la riqueza. Es importante señalar que hay seis estados en Estados Unidos con una sola clínica que realiza abortos seguros. La organización Planned Parenthood podría verse obligada a no proveer más abortos seguros en Missuri y si esto sucede será el primer estado sin una sola clíni que realice el procedimiento. Ver “A Dark Milestone for Women’s Rights”, New York Times, 28/05/2019.

[30M. E. Gimenez, “Reactionary Family Policies in the 21st Century: The Republican War on the Working Class in the United States”, Cultural Logic: Marxist Theory & Practice volumen 23 (2019), págs. 47-54.

[31The Strength of Critique: Trajectories of Marxist-Feminism, First International Marxist-Feminist Conference (La fuerza de la crítica: Trayectorias del feminismo marxista, Primera Conferencia Internacional Feminista-Marxista), Berlin, Marzo 2015; Building Bridges—Shifting and Strengthening Visions—Exploring Alternatives, Second International Marxist-Feminist Conference (Construyendo Puentes -cambiando y fortaleciendo visiones-, Explorando alternativas, Segunda Conferencia Internacional Feminista-Marxista), Viena, Octubre 2016; y Transforming Ourselves, Transforming the World, Third International Marxist-Feminist Conference (Transformándonos, Transformando el Mundo, Tercera Conferencia Internacional Feminista-Marxista), Lund Suecia, Octubre 2018.

[32M. E. Gimenez, Marx, Women and Capitalist Social Reproduction, pág. 342.

[33Ver Andrew J. Cherlin, Labor’s Love Lost, Russell Sage, 2014.
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