El próximo 25 de noviembre, Día Internacional de Lucha contra la Violencia hacia las Mujeres, organizaciones y activistas de diversos países convocan a movilizarse en una Acción Feminista Global por Palestina, donde según estimaciones de la ONU, más de 7.500 mujeres, niñas y niños han sido asesinados en el último mes, por el Estado de Israel.
La ONU se apoya en datos suministrados por el Ministerio de Salud de Gaza y en sus propios datos provenientes del Fondo de Población para informar que, además, 788.800 mujeres, niñas y niños han sido desplazados de sus hogares; 2.056 mujeres han quedado viudas y se han convertido en las únicas jefas de hogar; 7.401 niñas, niños y adolescentes han perdido a ambos progenitores; 50.000 mujeres están embarazadas y 5.522 tienen fecha de parto en el próximo mes.
En una sociedad con fuertes rasgos patriarcales, la ocupación colonialista del Estado de Israel y los bombardeos y desplazamientos actuales solo empeoran aún más la situación de las mujeres palestinas. Allí, el movimiento de mujeres y los feminismos palestinos sostenían la reivindicación de sus derechos en su propia sociedad y cultura, en el durísimo contexto del apartheid sostenido por Israel. Hoy la situación es catastrófica.
Según Addameer, que es un organismo palestino de Derechos Humanos, en los últimos cincuenta años se han arrestado o detenido alrededor de 10.000 mujeres y la mayoría son sometidas a agresiones específicas en relación a su género que incluyen desde insultos, amenazas y registros corporales vejatorios, hasta abusos sexuales y otras formas de tortura. En su mayoría, al igual que los hombres en las mismas circunstancias, esta detención se realiza bajo la forma denominada "administrativa", donde no se imputan cargos ni se lleva a las personas detenidas a juicio. Esta situación puede sostenerse por un período de seis meses, tras los cuales el arresto puede ser renovado por una cantidad de veces indeterminada.
Los nombres y las historias personales contra la deshumanización del colonizador
Pero si las cifras de por sí son aterradoras, los relatos en primera persona son conmovedores. "Las noches en Gaza se han transformado en una pesadilla interminable. Dormir es un lujo que no podemos permitirnos y la muerte acecha en cada esquina", dice Nourhan, que participa de un foro juvenil por derechos civiles en territorio palestino. Es abogada, tiene 29 años y se negó a abandonar su casa hasta que todas las viviendas a su alrededor fueron destruidas por los bombardeos. Fue entonces que buscó refugio en el hogar paterno. Pero pocos días después, también tuvo que huir en la noche, en medio de un ataque aéreo, con toda su familia. "La supervivencia es sólo el primer paso", dice Nourhan, porque está convencida que "las cicatrices de la guerra persistirían mucho después de que cesen los ataques aéreos israelíes".
La de Nourhan es apenas una historia de vida más. Ni siquiera es la más trágica de todas las historias de las vidas que están siendo eliminadas en Gaza en este momento. Pero tiene un rostro, un nombre, unas anécdotas personales que es necesario reconstruir, imaginar, difundir para combatir la deshumanización del pueblo palestino que acomete el Estado sionista, para perpetrar el genocidio sin escrúpulos. Es necesario contar más historias, recordar más nombres propios.
¿Cuál es la memoria del territorio ocupado, del pueblo sometido a la colonización, de quienes perdieron las batallas, de quienes fueron desplazados, eliminados, silenciados, de quienes no tienen siquiera el derecho a la existencia en el relato fundante del Estado de Israel? Es la memoria conservada y conversada de generación en generación, en las calles, en las familias de la diáspora, entre los sobrevivientes y refugiados, incluso hasta en la poesía.
Poetas exiliadas, hostigadas y asesinadas que cantan a la libertad
Escribe Rafeef Ziadah, la poeta palestina nacida en un campo de refugiados de Líbano:
Soy tres generaciones de remendar carpas y hogares./ De recoger y empezar de nuevo. Maletas y llaves./ De guardar las sobras porque el asedio se cierne sobre nosotras y siempre llega./ De dormir en suelos de aeropuertos./ De memorizar las preguntas de Migraciones y los mapas.
Su familia, originaria de Haifa y Jaffa, fue masacrada y desplazada durante la Nakba de 1948. Refugiados en Líbano, tuvieron que huir nuevamente cuando Israel invadió este país en 1982. Después de vivir en distintos lugares de la región mediterránea, Rafeef se estableció en Estados Unidos y Canadá. Actualmente reside en Gran Bretaña. La historia de Rafeef seguramente se replica por miles, con otros nombres y otras palabras.
Pero tampoco las poetas se libran del hostigamiento y de la muerte. En octubre de 2015, la poeta y activista Dareen Tatour, fue encarcelada por escribir un poema que se viralizó. Permaneció con arresto domiciliario hasta 2018, luego del cual se la condenó a cinco meses de cárcel y seis meses de libertad condicional por "incitación a la violencia". Su poema decía:
En Jerusalén, me vestí con mis heridas e inhalé mi propio dolor,/ cargué con el alma de esta árabe palestina en la palma de mi mano./ No voy sucumbir ante la supuesta "solución pacífica"/ no voy a abandonar esta lucha/ hasta que no les eche de mi tierra./ No tendrán escapatoria./ Resistid, mi pueblo, tenemos que resistirlos.
En uno de los primeros bombardeos de esta nueva escalada en Gaza, murió la escritora feminista palestina Heba Abu. El 21 de octubre había publicado un mensaje que decía: "Si morimos, sepan que estamos satisfechos y firmes. Y digan al mundo, en nuestro nombre, que somos personas justas, del lado de la verdad." Ese mismo día, poco antes de conocerse la noticia de su asesinato había escrito su último poema:
La noche en la ciudad es oscura/ excepto por el brillo de los misiles/ silenciosa,/ excepto por el sonido del bombardeo/ aterradora, /excepto por la promesa tranquilizadora de la oración/ negra,/ excepto por la luz de los mártires./ Buenas noches.
Un movimiento de mujeres que combate en varios frentes
En 1920, tres años después de la redacción de la Declaración de Balfour, las mujeres musulmanas, cristianas y laicas se organizaron para protestar contra este tratado. [1] En 1929 celebraron un congreso de Mujeres Árabes de Palestina. E incluso, antes de la creación del Estado de Israel, fundaron una organización clandestina, que trasladaba armas y víveres a los rebeldes. Incluso, en 1936 hubo una huelga general en la que las mujeres se movilizaron contra el colonialismo británico que impulsaba la migración israelí a Palestina. En los años ’60, una nueva generación elige el camino de la lucha armada. De esa juventud palestina quizás la más conocida internacionalmente es Leila Khaled del Frente Popular de Liberación de Palestina, cuya imagen alcanza gran popularidad cuando en 1969 secuestra un avión que se dirigía de Roma a Tel Aviv, desviándolo a Damasco, donde fue explotado después de que todos sus pasajeros fueran evacuados sin sufrir daños. Un año, más tarde, después de varias cirugías para modificar su apariencia, participó de otra operación similar que fue frustrada por las fuerzas de seguridad israelíes.
En los años ’80 el debate ineludible en el movimiento de mujeres era entre las opciones de luchar por sus derechos civiles y la igualdad de género o enfrentar la ocupación y el apartheid de la política colonialista israelí. Sin embargo, estas disquisiciones se resuelven en la práctica. Durante la primera Intifada, las mujeres participan en la retaguardia y también combaten contra las fuerzas militares israelíes. De alguna manera, la lucha contra la opresión nacional es un espacio de libertad para quienes también enfrentan la opresión patriarcal. El movimiento de mujeres adquiere más visibilidad, se organizan movilizaciones por sus propios reclamos, hacen propuestas legislativas a favor de las mujeres. Pero hacia el final de la década, el fortalecimiento del fundamentalismo islámico representa un corte en el desarrollo del movimiento de mujeres. En la segunda Intifada, su participación se reduce. Israel las detiene para presionar a los combatientes y amedrentar a la población y eso refuerza el control de sus propias familias con la excusa de la protección.
Pero recientemente, Palestina no ha estado por fuera de las movilizaciones de mujeres contra la violencia machista que recorrieron el mundo desde el movimiento #NiUnaMenos de Argentina, hasta el #YoSíTeCreo del Estado español. En 2019, el brutal femicidio de la joven Israa Ghrayeb, en Cisjordania, despertó una ola de movilizaciones. [2] "No hay patria liberada sin la liberación de las mujeres" y "Todas somos Israa" gritaban en las calles miles de mujeres palestinas, como también las de otros países árabes contra los mandatos culturales opresivos.
Poner fin al genocidio en Gaza es, también, una cuestión feminista
Por eso, quienes luchamos contra todas las formas de opresión y explotación, convencidas de que debemos acabar con las atrocidades del capitalismo, el patriarcado, el racismo y el colonialismo, no somos ajenas a la lucha por la supervivencia que hoy libra el pueblo palestino sometido al genocidio del Estado de Israel.
En las redes sociales, las feministas que nos pronunciamos en solidaridad con Palestina, recibimos insultos, agravios y amenazas de sectores antiderechos, conservadores y ultraderechistas que se burlan al encontrar la palabra "feminismo" ligada a la lucha de un pueblo al que suele reducirse exclusivamente a algunas de sus organizaciones armadas y partidos políticos teocráticos -con los que no comulgamos-, profundamente reaccionarios en lo que respecta a la vida y los derechos de las mujeres. Además, la persecución y criminalización perpetradas por el sionismo contra toda manifestación de apoyo a la causa palestina, están a la orden del día: desde la censura y las campañas difamatorias hasta los juicios, la represión policial y las detenciones.
Pero nada de eso puede parar a millones de personas judías y no judías, que se están levantando en todo el mundo para abrazar a Palestina gritando "no en mi nombre", "cese al fuego ya", "alto al genocidio en Gaza". Y entre esos millones de personas, las feministas queremos que se escuche nuestra voz, el próximo 25 de noviembre, porque el genocidio es también y particularmente la más brutal de las violencias contra las mujeres. [3] El pueblo nacido de sus entrañas quiere ser eliminado por la fuerza brutal del estado colonialista israelí, armado hasta los dientes por el imperialismo norteamericano y patrocinado por la Unión Europea. Pero las mujeres seguirán pariendo nuevas generaciones que "remendarán carpas y hogares" hasta que la tierra que les pertenece, desde el río hasta el mar, vuelva a ser libre.
Hoy, quienes podemos permitirnos el lujo de dormir, queremos despertar todas nuestras fuerzas para decir, en las calles de todas las ciudades del mundo, ¡Basta!
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